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por Friedhelm Schmidt-Welle ; colaboradores, Hans J. Markowitsch

[y otros diez]. — México : Siglo XXI Editores, 2012

1 contenido digital. — (Teoría) 

1. Memoria. 2. Memoria (Filosofía) 3. Memoria – Aspectos sociales. 4. Memoria – Aspectos políticos. 5. Memoria en la literatura.

I. Schmidt-Welle, Friedhelm, editor. II. Markowitsch, Hans J., colaborador. III. Ser.

edición digital 2013

ISBN epub: 978-607-03-0374-6

Conversión eBook:
Information Consulting Group de México, S. A. de C. V.

 

INTRODUCCIÓN

FRIEDHELM SCHMIDT-WELLE*

En los últimos veinte años, el tema de la memoria se ha convertido en uno de los más debatidos tanto en las humanidades como en las ciencias sociales y las ciencias naturales. Al mismo tiempo, la memoria se constituyó como uno de los posibles nexos entre diferentes disciplinas académicas debido a la importancia que actualmente tiene en ellas. Entre estas disciplinas se encuentran la medicina, la biología, la psicología, la filosofía, la historia, la antropología social, la crítica literaria y los estudios culturales. Existen, sobre todo, dos razones para el auge de la investigación sobre la memoria: por una parte, los avances en las investigaciones sobre el funcionamiento del cerebro humano en disciplinas como la biología, la medicina y la psicología, es decir, el florecimiento de las así llamadas neurociencias en las últimas décadas del siglo XX. Por otra, la necesidad de una redefinición histórica del individuo y de las comunidades o entidades políticas después de un siglo de dictaduras y regímenes totalitarios en varios países del mundo, entre ellos los que nos ocupan en este volumen sobre las culturas de la memoria, es decir, Alemania, España y algunos países de América Latina.

Debido al paralelo histórico entre los avances en las neurociencias, las necesidades político-culturales de recordar los traumas de las dictaduras y los totalitarismos del siglo XX, y la imposibilidad de enfrentar los retos de una investigación sobre la memoria, una política de la memoria, y las llamadas “culturas de la memoria” desde la perspectiva de una sola disciplina, el tema de la memoria se ha prestado como pocos otros a la investigación en redes inter o hasta transdisciplinarias y a la acción política desde diversos enfoques y perspectivas desde el trabajo médico y psicológico con las víctimas traumatizadas hasta los debates sobre las formas más adecuadas de recordar las respectivas épocas de los regímenes totalitarios en las sociedades posdictatoriales y sobre la constitución de la memoria y de sus monumentos en los espacios públicos de estas sociedades.

A este respecto me parece importante destacar el hecho de que la comparación entre las culturas de la memoria en varias sociedades posdictatoriales no implica necesariamente una comparación entre los sistemas totalitarios o las sociedades dictatoriales a las cuales se refieren estas culturas de la memoria. Sobre todo en el caso de la historia alemana, me parece sumamente peligrosa la comparación entre la historia del Tercer Reich y la de la República Democrática (RDA), como se ha intentado de vez en cuando incluso entre algunos historiadores. Lo que sí se puede comparar son las políticas de la memoria, sus logros y sus omisiones una vez terminadas estas dictaduras. Incluso diría que se pueden comparar las culturas de la memoria posdictatorial y sus representaciones simbólicas en Alemania, España y algunos países latinoamericanos (Argentina, Brasil, Chile, entre otros), tal como lo realizan varios de los autores del presente volumen.

Al mismo tiempo, en la crítica literaria y los estudios culturales, existe un hueco con respecto al análisis de la representación simbólica de la memoria en la literatura, el cine y las demás artes más allá de la memoria posdictatorial. Las interpretaciones con las cuales contamos hasta ahora analizan en su gran mayoría las representaciones testimoniales tanto de las dictaduras como de la fase posdictatorial y, en menor grado, los textos ficcionales sobre estas épocas. Lo que hace falta es una investigación más general de las representaciones simbólicas de la memoria fuera de ese contexto histórico concreto. Debido a que en los últimos años, las neurociencias enfatizan el carácter constructivo de la memoria, la relación entre lo que comúnmente se ha denominado ficción y lo que se ha denominado realidad, entre historia y literatura, se tendría que redefinir en el sentido de preguntarnos de qué manera la literatura u otras representaciones simbólicas desempeñan o podrían desempeñar un papel importante en la construcción de la memoria colectiva o en qué sentido podrían representar una memoria individual o colectiva alternativa con respecto a los discursos dominantes. Por eso la importancia que le hemos dado a la literatura en este volumen sobre las culturas de la memoria.

En cuanto a la praxis académica, y más allá de los desacuerdos políticos o ideológicos, la inter o transdisciplinariedad de las investigaciones sobre la memoria no es tan fácil de realizar como lo indicarían las buenas intenciones expresadas explícitamente en varios programas universitarios. Había y hay una serie de prejuicios en las distintas disciplinas que obstaculizan la comunicación entre los representantes de las mismas, y a veces hasta existe un desconocimiento mutuo sobre los avances de las investigaciones con respecto a la memoria en otras disciplinas. Por eso consideramos sumamente importante iniciar ese diálogo entre distintas disciplinas, y por eso también hemos incluido trabajos de las neurociencias, la filosofía, la antropología social, la historia, la psicología, la crítica literaria y hasta la ingeniería en el presente volumen sobre las culturas de la memoria para contrarrestar este tipo de prejuicios.

En mi propia disciplina, la crítica literaria, se me han presentado muchas veces esos prejuicios sobre todo en cuanto a las ciencias naturales. Cuando, por ejemplo, las neurociencias podían comprobar que la memoria no solamente implica un proceso de reconstrucción de los recuerdos, sino que se trata también de un proceso permanente de construcción y de reescritura y a veces hasta de falsos recuerdos inducidos desde fuera, muchos de mis colegas afirmaron que en nuestra disciplina siempre habíamos partido del carácter constructivo de la memoria y con ella de la construcción literaria o “ficcional” de la realidad en el pensamiento humano o en la praxis simbólica. Aparte de que en la crítica literaria no habíamos comprobado eso sino a nivel de una especulación filosófica, tampoco había la diferenciación que hoy en día se realiza con respecto a distintas formas de la memoria como son la memoria procesural, la perceptual, la episódica o autobiográfica, etc. En ese sentido, la investigación interdisciplinaria sobre la memoria abre nuevos caminos en que varias disciplinas pueden aprovechar los resultados de las investigaciones de otras ramas en vez de descartarlas.

Pero los resultados de las neurociencias son más problemáticos para otras disciplinas, sobre todo para la historia, como lo ha indicado Wolf Singer en una conferencia ante la Asociación de Historiadores Alemanes hace algunos años. Si compartimos la perspectiva radicalmente constructivista sobre el funcionamiento de nuestra memoria, la función de las fuentes históricas se vuelve problemática más allá de los problemas generales que tienen los historiadores o los antropólogos sociales con el hecho de que los testigos a quienes podrían entrevistar sobre los sucesos en el pasado muchas veces ya no viven o, si todavía viven, tienen que luchar con las lagunas de su propia memoria.

Es decir, si la percepción de la realidad es, en cada caso, altamente selectiva, y si partimos de la existencia de falsos recuerdos, cualquier investigación sobre la memoria se convierte en un ejercicio de realizar una especie de equilibrio entre lo real y lo ficticio, entre lo “verdadero” y lo “falso” –lo que también es de gran importancia en los casos de la credibilidad de testigos ante cualquier tribunal de justicia–. Si a esto añadimos la problemática general de las posibilidades y los límites de la representación, tanto en el sentido de la función del cerebro como en el de las representaciones artísticas, escriturales, virtuales, etc., nos damos cuenta de la inmensa tarea que tenemos que enfrentar para aclarar la memoria o los recuerdos tanto individuales como colectivos.

Pero no solamente existen todavía algunas lagunas con respecto a la investigación sobre la memoria, sino también con respecto a una relación a veces menospreciada u olvidada en estas investigaciones, es decir, la relación entre memoria y olvido. A esta relación de por sí compleja hay que añadir el problema de una diferenciación entre represión (tanto política como psicológica) de la memoria y un verdadero olvido que también podría ser sano para el individuo o para la comunidad. Aunque se haya analizado ampliamente el olvido a nivel individual, sobre todo en los casos de deficiencia de la memoria después de accidentes y enfermedades que afectan la función del cerebro, lo que hace falta es la interpretación del olvido colectivo más allá de una represión de los recuerdos por razones político-ideológicas.

Dentro de ese contexto, el congreso sobre las culturas de la memoria que organizamos la Cátedra Guillermo y Alejandro de Humboldt en colaboración con la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, El Colegio de México y el Servicio Alemán de Intercambio Académico en 2009, ha sido un intento de iniciar un diálogo interdisciplinario en el que se involucran investigadores de varias de las disciplinas que se ocupan de la memoria. Pero no solamente proponemos un diálogo interdisciplinario, sino también una perspectiva comparatista mediante la cual, es posible que se dejen analizar las semejanzas y las diferencias entre las culturas de la memoria en diferentes países y situaciones históricas, perspectiva que se plasma en los artículos del presente volumen que es fruto de ese congreso.