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Hacerse hombres

La construcción de masculinidades desde las subjetividades

 

Title
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Muñoz Sánchez, Hernando

Hacerse hombres : la construcción de masculinidades desde las subjetividades / Hernando Muñoz Sánchez. -- Medellín : Universidad de Antioquia. Facultad de Ciencias Sociales y Humanas. Fondo Editorial FCSH, 2017.

273 páginas : 23 cm. (tamaño 300 kb). -- (FCSH. Investigación)

ISBN 978-958-5413-43-6 (versión e-Book)

1. Masculinidad 2. Género 3. Género masculino 4. Estudios de género I. Muñoz Sánchez, Hernando II. Serie.

305.31 cd 21 ed.

  

Contenido

INTRODUCCIÓN

1. EL GÉNERO NO ES SOLO DE MUJERES, LOS HOMBRES TAMBIÉN TIENEN GÉNERO: OPCIONES TEÓRICAS PARA EL ESTUDIO DE LAS MASCULINIDADES

1.1 La importancia de los Estudios de Género como soporte al desarrollo de los estudios de masculinidades y el surgimiento de los estudios de masculinidad

1.1.1 Surgimiento

1.2 Socialización y género

2. HUELLAS DEL HACERSE HOMBRES: LOS RELATOS DE VIDA COMO CAMINO PARA LA COMPRENSIÓN DE LAS MASCULINIDADES

2.1 Una pregunta por la masculinidad

2.2 Aprehender las masculinidades: significación, experiencia y relatos de vida. Reflexiones sobre el método

2.3 Los varones entrevistados

3. “¿USTED NO ES PUES UN HOMBRE?: MODELOS DE SER VARÓN Y REPRESENTACIONES HEGEMÓNICAS DE LA MASCULINIDAD EN MEDELLÍN

3.1 Masculinidad, hegemonía y dominación

3.2 Género, masculinidad y hegemonía

3.3 Masculinidades hegemónicas: una contextualización de la ciudad

3.4 Las características de la masculinidad hegemónica en la ciudad

3.5 Masculinidades, raza y clase

3.6 Consideraciones finales

4. “USTED NO ES UNA NIÑA, COMPÓRTESE COMO UN VARÓN”: AGENTES DE SOCIALIZACIÓN, DISPOSITIVOS DE GÉNERO Y PRÁCTICAS INSTITUYENTES DE LA MASCULINIDAD

4.1 El habitus y las prácticas de institución de la masculinidad: la incorporación del orden de género

4.2 Familia, socialización y masculinidad

4.3 Los dispositivos escolares de incorporación de la masculinidad

4.4 Los pares y el control social de la masculinidad

5. VOCES QUE RETUMBAN HACIA ADENTRO: SUBJETIVIDADES Y EXPERIENCIAS DEL HACERSE HOMBRE EN LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA

5.1 Las subjetividades y la experiencia de la masculinidad

5.2 Desplazamientos

5.3 La era “posmachista” y lo políticamente correcto

REFLEXIONES FINALES

Reflexiones prácticas

Limitaciones y algunos caminos posibles

BIBLIOGRAFÍA

  

Agradecimientos

Suena a frase usada tantas veces, pero en verdad habría tantas personas a quienes agradecer… que es fácil caer en un olvido, sin embargo hay que hacerlo.

Cómo no agradecer a Elvira, mi mamá. Mujer que en su aparente debilidad tuvo el valor, fortaleza y coraje para criar a sus hijos en medio de tantas adversidades, como ella decía: “para salir adelante”. A mis hermanos, Carlos, Néstor, Javier, Juan y Claudia por la solidaridad que nos ha unido siempre.

A mis amigos y guías del pasado, de los tiempos de mi adolescencia y de mi juventud, que me enseñaron valores, disciplina, claridad, y compromiso. Ellos saben quiénes son.

A mi querida amiga del alma, María Cristina Palacio, por su apoyo, su escucha de muchas horas compartiendo desde lo teórico y lo metodológico.

A Pablo, por su compañía, retroalimentación y apoyo en el último tiempo.

A los hombres que abrieron sus vidas a través de los relatos, por su valentía al hacerlo.

A la Universidad de Antioquia, mi Universidad, que hace parte de mi alma, la que me ha ofrecido oportunidades de crecimiento personal, profesional e intelectual.

¡Y por supuesto gracias a la vida que me ha hecho un hombre feliz, ha sido generosa y me ha dado tanto!

 

Introducción

Los estudios sobre masculinidades son unas de las líneas más recientes dentro de los Estudios de Género. La preocupación por comprender el lugar de opresión que históricamente han vivido las mujeres, ha dejado cierta ausencia en lo que atañe a comprender el lugar y las condiciones de posibilidad a través de las cuales se ejerce el lugar de dominación de los varones.

De hecho, esta misma perspectiva que sostiene la existencia de un solo lugar de opresión y un solo lugar de dominación, ha caído en cierto binarismo en la forma en que concibe las relaciones de poder, lo que ha terminado por naturalizar el lugar de los varones, lo cual obstaculiza la comprensión y transformación de estas relaciones. Esto no solo ha afectado el desarrollo de estudios académicos, sino también la orientación de acciones desde los movimientos sociales y del Estado enfocadas hacia la equidad de género, ya que se ha renunciado a vincular directamente a los varones con el proyecto político de unas relaciones de género igualitarias.

Al respecto, es bastante contundente el estudio realizado por María Bustelo y Emanuela Lombardo, en el cual, tras un análisis de las políticas de igualdad en Europa, encontraron que:

No se suele mencionar al colectivo masculino como objetivo de las acciones de sensibilización para prevenir la violencia contra las mujeres, sino a la sociedad en general para concienciarla sobre el problema. Un ejemplo típico en los textos analizados es el de representar a las víctimas claramente como mujeres, y sin embargo mencionar a los maltratadores con un lenguaje en términos neutrales.1

El mensaje que se extrae de los documentos oficiales sobre políticas de género en Europa es, por lo general, que la desigualdad de género es un problema de mujeres y son ellas las que deben cambiar. Los hombres se representan de manera distinta en los países y los temas, pero lo que resulta común en los tres temas, es que ellos no tienen el problema ni se les pide cambiar, es decir, no se apela directamente a ellos ni son casi nunca objetos directos de las políticas de igualdad. En el caso de la desigualdad de género en la política los hombres aparecen como el grupo normativo en dos sentidos, puesto que son el grupo cuyos estándares las mujeres deben supuestamente conseguir y al mismo tiempo el que detenta las posiciones de poder en política.2

Así, Bustelo y Lombardo3 encuentran que las llamadas políticas de igualdad han estado realmente orientadas hacia “el sexo” y no hacia el “género”, pues no se construyen desde una perspectiva relacional que comprende las dinámicas de interdependencia entre los géneros, no desde una visión heterocentrada de la complementariedad, sino desde el reconocimiento de la existencia real de hombres y mujeres en sociedad.4 Es por ello que solo las mujeres han sido generizadas y, por tanto, solo ellas han sido consideradas un foco para la acción de las políticas públicas, dejando intacto el lugar de los varones y negando así su carácter de sujetos de género y, por ende, obviando y neutralizando su papel como actores de las dinámicas y realidades que se buscan comprender y cambiar.

Por lo anterior, esta tesis se interesa por comprender el proceso de hacerse hombres, ya que se considera necesario analizar a los varones y la masculinidad como productos sociales. Un estudio de este tipo permite también generar una suerte de conciencia en los varones, al plantearles la posibilidad de mirarse en el espejo, lo que se esgrime como un aporte a la creación de otras miradas políticas que generen liderazgo en los hombres para la transformación de las desigualdades de género.

De tal manera, pensar en los varones y las masculinidades no implica negar el lugar de privilegio que estos han tenido en la sociedad, permite comprender que ese lugar de privilegio también tiene varios matices. Por ejemplo, no todos los varones pueden ejercer claramente esas relaciones de dominación, pues dentro de los mismos varones también existen interacciones desiguales de poder. En ese sentido, estos análisis pueden develar dinámicas que no han sido contempladas, y generar así nuevas rutas y estrategias que conlleven a la transformación de la inequidad.

Es por eso que esta tesis doctoral se propone realizar un análisis enmarcado dentro de los estudios de masculinidades, desde donde se comprende que, como afirma Beauvoir5 al referirse a la mujer, “mujer no nace, se hace”, es necesario insistir en que los varones tampoco nacen, se hacen, proceso al que se denomina aquí el hacerse hombres.

Se ha optado, para lograr este estudio, por el uso de los relatos de vida como unidad de análisis. Los relatos de vida son producciones discursivas que los sujetos elaboran a partir de sus propias experiencias y significaciones, configuradas a través de sus representaciones sobre el mundo y sus prácticas sociales del diario vivir. Comprender el hacerse hombres, desde los relatos, permite acercase a la subjetividad de estos varones y así adentrarse a las estructuras macro del orden de género, a través del análisis de las representaciones hegemónicas y de las prácticas de incorporación de la masculinidad, presentes en instituciones sociales como la familia, la escuela o los pares, pero también a las fracturas, los desplazamientos y las resignificaciones que estos varones hacen de estas representaciones y estas prácticas.

Este escrito es una reflexión en torno a los procesos de construcción y significación de las masculinidades en hombres heterosexuales colombianos, en la ciudad de Medellín, a partir de sus relatos de vida, identificando las pautas culturales, las prácticas sociales y las relaciones de poder, a partir de las cuales se vive y se significa el hacerse hombre.

Hablo de masculinidades, en plural, pues no es posible pensar en la existencia de una sola experiencia de hacerse hombre, ya que esta misma construcción, dentro del género, está en diálogo con otras relaciones que atraviesan la vida del sujeto, como la raza/etnia, la clase social, el nivel educativo, la historia familiar, las contingencias mismas, etc.; perspectiva que ya había sido planteada por el feminismo negro o de color y las propuestas de interseccionalidad que insisten en la necesidad de comprender los diferentes sistemas de opresión como el racismo, el patriarcado o el capitalismo.6

Cabe resaltar que la relación entre masculinidad y el ser varón no es automática, la masculinidad puede ser habitada y vivida por cuerpos y subjetividades que no se identifican como “varones”, pero en este caso trabajaré con cuerpos sexuados “machos” que se identifican como varones. Esta decisión, sobre todo en medio de los debates actuales de los estudios feministas y de género, podría ser leída como esencialista. Sin embargo, considero de vital importancia dar una vuelta a la realidad percibida por los sujetos en su cotidianidad, sin perder de vista los avances teóricos que se han desarrollado en este campo. Es decir, si bien hoy podemos ver cómo las categorías de “hombre” y “mujer” son contingentes, también es cierto que, para la mayoría de personas –incluso para quienes nos dedicamos a esta área–, existe en la realidad cotidiana el funcionamiento de relaciones de género dicotómicas, lo que al final da sentido a la pertinencia de este tipo de reflexiones.

No podemos pretender que al lograr una comprensión de las relaciones de género en la cual logramos ver carácter de construcción social, esa realidad que precisamente analizamos desaparezca del escenario de la cotidianidad; de hecho, abandonar esta mirada y complacernos en nuestros avances teóricos representaría un retraso con el compromiso de la transformación social de nuestros entornos. Finalmente, este postulado es el que orienta la decisión de realizar un acercamiento crítico a la construcción y significación de la experiencia de hacerse hombres desde sus propias voces, con personas que se autodenominan varones heterosexuales.

En este mismo sentido, he elegido analizar solamente la experiencia de hombres heterosexuales porque me interesa interpelar la naturalización existente entre heterosexualidad, masculinidad y el ser varón, demostrando que la masculinidad que se teje dentro de una identificación como heterosexual –que se vería como natural– también es una masculinidad construida y, por lo tanto, fracturada y fragmentada. Es común que, para interpelar las formaciones hegemónicas, tanto de género como de raza y de clase, se recurra a analizar los lugares de subalternidad para ver las fisuras de los sistemas de dominación. Sin embargo, la apuesta de este escrito opta por otra estrategia analítica. Trabajar con hombres que se autoidentifican como heterosexuales es una vía para profundizar en los pilares sobre los que se ha sostenido la construcción de las masculinidades hegemónicas desde la experiencia vivida por estos varones. Por la construcción hegemónica de las relaciones de género, estos hombres ostentarían un lugar de privilegio; no obstante, lo que se logra evidenciar en esta reflexión es que ese lugar de aparente privilegio también está fracturado, es también performativo e implica importantes costos para sostenerse como tal.

Este análisis se plantea dentro del contexto de la ciudad de Medellín, pues los sistemas sexo/género son construcciones socioculturales que están enmarcadas en sus contextos de producción. Sin embargo, esto no anula una mirada dialógica entre los contextos locales y las realidades regionales, nacionales y globales. Por esto, se considera de vital importancia sostener una perspectiva histórica de procesos centrales en la historia de la ciudad y el país y, por lo tanto, del orden de género, como por ejemplo la experiencia del narcotráfico y otras experiencias de violencia, los procesos de transformación urbana de la ciudad y los procesos políticos, entre otros.

Así, durante el proceso de construcción de este escrito se buscó que la reflexión se orientara a cuatro aspectos que se consideraban fundamentales para una comprensión amplia del proceso de hacerse hombres:

  1. Examinar las representaciones sociales hegemónicas que constituyen las pautas culturales que en la sociedad colombiana definen la masculinidad: analizar las representaciones sociales hegemónicas, pues estos imaginarios se convierten en los modelos o pautas para que los varones se construyan como hombres en la ciudad. Las representaciones no son una sola, ni son tampoco unívocas, sino que son una pluralidad de discursos que, a través de diferentes espacios como la familia, la escuela, los y las amigas, los medios de comunicación, entre otros, se movilizan. Estas representaciones no son permanentes; por el contrario, son históricas y se transforman en el tiempo.
  2. Identificar y analizar las prácticas y los discursos que orientaron el proceso de construcción de las masculinidades de los hombres consultados, desde su experiencia familiar, escolar y con los pares sociales: comprender la forma en que esas representaciones sociales hegemónicas sobre la masculinidad son incorporadas a los varones. Para ello se propone que esas representaciones son incorporadas a través de una serie de prácticas sociales que se viven en diferentes espacios y a través de todo el trayecto de vida. Para el desarrollo de este objetivo, se prioriza el análisis sobre tres agentes de socialización que se consideran centrales en este proceso de incorporación de la masculinidad: la familia, la escuela y la relación con los pares sociales, pues a través de ellos se produce una serie de dispositivos de género que sirven como disciplinadores para el aprendizaje del orden de género. Como producto de esta reflexión se propone la noción de prácticas instituyentes de la masculinidad, que sirvió para delimitar estas prácticas inscritas en estos agentes de socialización.
  3. Analizar el significado, la subjetivación y la experiencia de hacerse hombre a partir de los relatos consultados, identificando las tensiones, los conflictos y los desplazamientos que se viven en la construcción de su masculinidad: reflexionar en torno a las representaciones sociales y las prácticas permite identificar los rasgos estructurales del contexto que marca las pautas para el ser hombre en la ciudad. Sin embargo, un análisis que se restringe a estos dos aspectos deja por fuera las formas en que esas dimensiones son apropiadas y subjetivadas por las personas, proceso en el cual se genera una serie de desplazamientos y fracturas, ya que los individuos no repiten ni viven la norma al pie de la letra. Esto se da porque las representaciones sociales no siempre son acordes a las realidades que viven los sujetos, o porque en la realidad práctica estos varones deben negociar sus preceptos del ser varón frente a lo que viven. Una situación común donde deben darse estas negociaciones entre lo que usualmente se dice y lo que se vive, es a la hora de formar un hogar propio, donde algunos de los privilegios que se tenían en el hogar materno deben reevaluarse. Otra razón importante a analizar son las incomodidades y frustraciones mismas que trae para los varones la obligatoriedad de participar del modelo hegemónico de varón, a partir de las cuales ellos mismos expresan los costos que les ha implicado ocupar el lugar socialmente establecido para ellos.
  4. Proponer una reflexión sobre los varones, la masculinidad y las relaciones de género en el mundo contemporáneo, que permita pensar estrategias de transformación social, cultural y política, que conlleven cambios en las relaciones desiguales entre hombres y mujeres y entre los mismos hombres: como ya fue expresado, y tal como el marxismo y el feminismo habían ya manifestado, la relación entre teoría y praxis debe ser más cercana. Por ello, este trabajo develó algunos problemas centrales en torno a la relación entre los varones, la masculinidad y las relaciones de género, que permitieron pensar caminos de acción e intervención social y política con los hombres, atendiendo a las transformaciones del mundo contemporáneo en la era de la globalización y el mercado neoliberal, y su relación con los procesos históricos locales de la ciudad.

La construcción de este texto ha sido orientada por el construccionismo social, pues le interesa lograr una mejor comprensión entre la relación de la estructura social y el individuo, en este caso particular entre el orden de género en sus diferentes dimensiones y la construcción subjetiva de los varones dentro de ese orden. Por otra parte, porque el construccionismo ofrece herramientas para interpretar las formas en que los sujetos se hacen socialmente, en este caso cómo los varones forman su masculinidad socialmente.

De tal manera, se eligió el análisis de diez relatos de vida como método para este trabajo. Los relatos de vida permiten, a través de una interlocución, acercarse a las experiencias y percepciones y, por lo tanto, a la voz propia de los sujetos. Sin embargo, esos relatos y esas voces se producen a través de una serie de vivencias y significaciones que son contextuales, por lo cual también permiten hacer lecturas de procesos que exceden las historias individuales y hablan de contextos más amplios.

Es importante hacer notar que los relatos de vida no son lo mismo que las historias de vida. Aquellos se diferencian en tanto no pretenden dar cuenta objetiva de la historia de un sujeto, sino que les interesa la construcción narrativa que el sujeto hace de sí y de una serie de vivencias y temas concretos, en este caso del proceso de hacerse hombre. De tal manera, la unidad de análisis de este trabajo está constituida por cada una de esas narraciones que fueron analizadas como producciones discursivas.

Para la consecución de estos relatos fueron entrevistados diez hombres heterosexuales de la ciudad, con edades entre los 20 y 50 años de edad. La técnica implementada fue la de entrevista a profundidad, y se realizaron de forma abierta a partir de una guía semiestructurada que me permitía sostener el hilo del relato sin coartar la emergencia de otras narrativas, problemas y categorías de análisis que pudieran aparecer en los encuentros y excedieran la guía imaginada. Con cada hombre se tuvieron dos o tres encuentros. Los entrevistados fueron seleccionados de manera aleatoria, y se implementó, como una de las estrategias, la bola de nieve.7

Existió una expresión de extrañeza frente a la investigación por parte de los varones entrevistados, pues, como ellos mismos lo planteaban, nunca y en ninguna circunstancia habían sido indagados por su condición de hombres. Para ellos, este tipo de ejercicios era más común con las mujeres, pues planteaban inicialmente que la condición de ser hombre es biológica, natural y aparentemente sin contratiempos, por lo cual no sería necesario su cuestionamiento. Quizá una de las mayores riquezas de este ejercicio fue poder develar el carácter cultural, contingente y social de la masculinidad, perspectiva de la que, poco a poco, estos hombres se iban haciendo partícipes.

Los relatos fueron analizados desde una perspectiva hermenéutica que permitiera comprender el proceso de significación de los mismos. En los estudios que trabajan con fuente viva, es común convertir la palabra del sujeto en verdad incuestionable, lo cual termina cayendo en cierta esencialización de las voces. La hermenéutica permite, desde su apuesta interpretativa y comprensiva, entender las formaciones discursivas que subyacen a la narración y develar sus lugares de enunciación, las estructuras sociales y los sistemas de valores que se hacen evidentes en ellos, permitiendo no entronizar ni volver incuestionable la voz del sujeto, sino, por el contrario, estableciendo una relación dialógica y crítica en el acto de la escritura con esas voces.

Este escrito se ha divido en cinco capítulos. Los dos primeros son de orden teórico y metodológico. Estos parten de la reflexión de que las decisiones teóricas y conceptuales implican una relectura de las tradiciones académicas de las Ciencias Sociales, tal como debieron hacerlo los Estudios de las Mujeres y los Estudios de Género, ya que los estudios sociales históricamente han estudiado “los hombres” y han hablado de los mismos, pues hemos tenido una academia androcentrada. Como bien lo ha hecho explícito el feminismo y autoras como Henrieta Moore,8 Sandra Harding9 o Evelin Fox Keller,10 este conocimiento no ha puesto a los varones en el lugar de sujetos sexuados y generizados.

Así, el primer capítulo, titulado “El género no es solo de mujeres, los hombres también tienen género: opciones teóricas para el estudio de las masculinidades”, que sirve como exposición de los referentes teóricos, presenta las opciones que, dentro de la teoría feminista y los Estudios de Género, han sido tenidas en cuenta en este trabajo. Se analiza el sistema sexo/género y las implicaciones que esta estructura de organización social tiene para los varones. Se discuten también algunos avatares de la categoría género, desde su producción en los años setenta hasta los debates surgidos sobre todo a partir de los años noventa con esta categoría de análisis. Finalmente, se analiza la trayectoria de los estudios sobre masculinidades a través de algunas obras centrales, como la de R. Connell.11

En el siguiente capítulo, “Huellas del hacerse hombres: los relatos de vida como camino para la comprensión de las masculinidades”, se plantea la metodología del trabajo. Se propone una reflexión en torno a las masculinidades y la construcción de las “identidades” sociales de los varones, para preguntarse sobre las rutas metodológicas y poder aprehender este proceso en su nivel social y subjetivo. Se plantea una reflexión sobre la importancia de analizar el orden de género, tanto desde la comprensión de asuntos estructurales como del nivel subjetivo de esa vivencia, para lo cual se opta por los relatos de vida como una posibilidad para realizar un análisis que logre vincular estos dos niveles. Se plantea un paradigma construccionista que logre desnaturalizar el carácter esencializado de la masculinidad y la perspectiva hermenéutica, que permita una visión interpretativa y comprensiva del proceso de hacerse hombres desde los significados que tejen los sujetos que produjeron los relatos.

En los siguientes tres capítulos se plantea el análisis de los relatos que fueron la unidad de análisis de este trabajo. Cada capítulo responde a uno de los objetivos específicos planteados anteriormente, a excepción del último, donde se desarrollan el tercer y el cuarto objetivo.

El primero de ellos, “¿Usted no es pues un hombre?: modelos de ser varón y representaciones hegemónicas de la masculinidad en Medellín”, analiza lo que, a partir de Bourdieu,12 se denomina principio de visión social, con el que se explica cómo, desde las relaciones culturales, políticas, económicas y sociales, se establecen unos principios de mirada e interpretación sobre el mundo, a través de los cuales se le habita y explica, y, en este caso particular, sobre las relaciones de género y la masculinidad. Esos principios de visión social, que no son naturales, terminan naturalizándose y su carácter contingente es olvidado y puesto en entredicho. Esto es lo que pasa con el orden de género: es una construcción social de un principio de visión, a través del cual se define y explica la diferencia sexual biológica y sus supuestos efectos en la diferencia de roles sociales, políticos y económicos. Esos principios de visión social están compuestos por una serie de representaciones sociales que circulan en diferentes instituciones, como la escuela, la familia, la iglesia o la ciencia, y constituyen un modelo de ser varón que afecta no solo la mirada y la percepción de los hombres, sino también la de las mujeres.

En este trabajo se plantean las representaciones sociales como múltiples y cambiantes en el tiempo; sin embargo, se reconoce la existencia de unos marcos de representación dominantes que generan una legitimidad en el Estado y la sociedad civil. Esas representaciones son denominadas aquí representaciones sociales hegemónicas, acudiendo a la noción gramsciana de hegemonía, por lo cual se plantea la utilidad de estos referentes conceptuales para comprender la construcción de ese principio de visión social, a la hora de analizar la construcción de las masculinidades. Así, se propone un análisis de esas representaciones sociales hegemónicas y cómo determinan unos deber ser para los varones. Atendiendo a que esas representaciones, a pesar de hegemónicas, no son nunca universales ni exhaustivas, se proponen algunas pluralizaciones de las representaciones sociales sobre la masculinidad, cuando son vistas desde perspectivas que se preguntan por la raza y la clase. Con todo lo anterior, se analizan principalmente el funcionamiento de tres mandatos que en la ciudad definen “la esencia” de la masculinidad: el éxito económico a como dé lugar, ocupar el lugar de autoridad familiar y el ejercicio de una heterosexualidad públicamente activa.

En el siguiente capítulo, titulado “‘Usted no es una niña, compórtese como un varón’: agentes de socialización, dispositivos de género y prácticas instituyentes de la masculinidad”, se parte de una reflexión sobre la noción de habitus para plantear de qué manera se construyen unas prácticas sociales cotidianas que conforman el hacer y las relaciones sociales del día a día. Se muestra cómo este habitus, al igual que las representaciones, se constituye en una serie de acciones naturalizadas. De tal manera, se proponen la masculinidad y las identidades de los varones como un habitus incorporado en el proceso de socialización de estos sujetos, que opera a través de una serie de prácticas disciplinadoras que funcionan como dispositivos de género dentro de los diferentes agentes de socialización. En ese sentido, se estudian tres agentes de socialización que se consideran centrales en el proceso de hacerse hombre: la familia, la escuela y los pares, y se propone la noción de prácticas instituyentes de la masculinidad como modo para comprender este proceso.

El tercer y último capítulo de análisis de los relatos se titula “Voces que retumban hacia adentro: subjetividades y experiencias del hacerse hombre en la sociedad contemporánea”. En este, a diferencia del primer capítulo, donde se buscaba dar cuenta de unas representaciones que son de un nivel macrosocial, y del segundo, donde se analizó la configuración de ese vínculo a través del cual ese principio de visión social es incorporado en la corporalidad y la subjetividad de los varones, busca reducir un poco más la escala y analizar los significados subjetivos que estos varones tejen en ese proceso de hacerse hombres. Si bien se reconoce que los procesos de individuación y subjetivación también son sociales y atravesados por relaciones de poder, igualmente se comprende que los sujetos no son tal cual la estructura les define, por lo cual hay que poner atención a esos desplazamientos, transformaciones, apropiaciones de la masculinidad que se dan y a través de las cuales pueden identificarse contradicciones y problemas sociales a los que se debe poner atención, con el fin de idear posibles caminos para la transformación de las desigualdades entre hombres y mujeres.

A partir de las reflexiones suscitadas, se propone una lectura de los varones en el mundo contemporáneo, donde se reconocen los cambios y las transformaciones que se han dado en las últimas décadas en el país y el mundo, y cómo han generado una ambigüedad en la vida de los varones. El corazón de esta ambigüedad estriba en que hay cambios innegables en el lugar que hoy ocupan las mujeres y en las relaciones de género, el tema ha conquistado un espacio en la agenda pública y es admitido y legitimado, así sea a regañadientes, más por ser políticamente correcto que por ser una transformación de imaginarios. Los hombres entrevistados planteaban la necesidad de esas relaciones igualitarias, pero, a la par, casi de manera imperceptible, dejaban ver su afán por reivindicarse desde el lugar de la masculinidad tradicional, recurriendo a algunos de los rasgos fundamentales que esas representaciones sociales hegemónicas les plantean, como por ejemplo el éxito económico, el lugar de autoridad familiar y el ejercicio de una heterosexualidad activa. Esta lectura se propone como una interpretación de los varones y la masculinidad hoy, que pueda generar rutas tanto de estudio como de acción e intervención para lograr una sociedad para todos y todas.

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1. María Bustelo y Emanuela Lombardo, “Los marcos interpretativos de las políticas de igualdad en Europa: conciliación, violencia y desigualdad de género en la política”, Revista Española de Ciencia Política, no. 14 (2006): 129.

2. Bustelo y Lombardo, “Los marcos interpretativos de las políticas de igualdad en Europa: conciliación, violencia y desigualdad de género en la política”, 19.

3. Bustelo y Lombardo, “Los marcos interpretativos de las políticas de igualdad en Europa: conciliación, violencia y desigualdad de género en la política”.

4. En décadas recientes, ha aparecido una extensa e importante producción teórica que da cuenta de un giro en la relación que existe entre sexo y género (Laqueur, Sterling). Estas perspectivas han criticado la definición dicotómica de sexo/género, donde el sexo corresponde al cuerpo sexuado biológico o “natural”, mientras que el género correspondería a una construcción social que se elabora en cada cultura sobre ese cuerpo sexuado. Lo que esta perspectiva ha logrado demostrar es que el sexo mismo, es decir, el cuerpo sexuado, es también una construcción social, en tanto la materialidad de ese cuerpo responde a parámetros culturales, al igual que lo que delimitamos como “natural”. En ese sentido, establecer la existencia de “hombres” y “mujeres” partiendo de la aparente diferencia sexual natural, es un contrasentido que niega el carácter contingente de estas definiciones. Sin embargo, cuando en este escrito se hace alusión a la existencia de hombres y mujeres no se desconoce ni se niega esta discusión, más bien se insiste en que los sujetos, particularmente aquellos hombres con los que se trabajó de cerca, perciben y encarnan como real esta diferenciación por la cual se auto-identifican como varones.

5. Simone de Beauvoir, 1949, El segundo sexo (Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 1981).

6. Patricia Hill Collins, “La política del pensamiento feminista negro”, en ¿Qué son los estudios de mujeres?, eds. Marysa Navarro y Catharine Stimpson (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1988); María Lugones, “Colonialidad y género”, Tabula Rasa, no. 9 (2008): 73-101; Angela Yvonne Davis, Mujeres, raza y clase (Madrid: Ediciones Akal, 2004).

7. Iván Darío Toro Jaramillo y Rubén Darío Parra Ramírez, Fundamentos epistemológicos de la investigación y la metodología de la investigación (Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2010).

8. Henrietta Moore, Antropología y feminismo (Madrid: Ediciones Cátedra, 1999).

9. Sandra Harding, Ciencia y feminismo (Madrid: Morata, 1996).

10. Evelyn Fox Keller, Reflexiones sobre género y ciencia (Valencia: Edicions Alfons el Magnànim, Institució Valenciana d’Estudis i Investigació, 1991).

11. Robert Connell, “La organización social de la masculinidad”, en Masculinidades, poder y crisis, eds. Teresa Valdés y José Olavarría (Santiago de Chile: ISIS- FLACSO /Ediciones las Mujeres, 1981); Robert Connell, Masculinidades (México D.F.: UNAM, 2003); Robert Connell, “Desarrollo, globalización y masculinidades”, en Debates sobre masculinidades, poder, desarrollo, políticas públicas y ciudadanía, coords. Gloria Careaga y Salvador Cruz (México D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México, 2006).

12. Pierre Bourdieu, La dominación masculina (Barcelona: Anagrama, 2000).

 

1. El género no es solo de mujeres, los hombres también tienen género: opciones teóricas para el estudio de las masculinidades

El género ha sido una categoría de análisis recurrente e imprescindible para la investigación social en América Latina desde hace algunas décadas. La categoría género proviene de las ciencias médicas de los años cuarenta, en el contexto anglo parlante –gender–, desarrollada por científicos como Jhon Money y, posteriormente, Robert Stoller, para intentar separar la diferencia sexual corporal de la adquisición de la identidad psíquica.1 A partir de estos trabajos se desarrollaron dos conceptos: sexo, para designar las diferencias anatómicas y biológicas, y género, para señalar los atributos sociales y culturales que, a partir de esas diferencias biológicas, se configuran.2

Estas nociones impactaron el feminismo de finales de los años sesenta y principios de los años setenta, y fue apropiado en importantes trabajos de gran circulación, como la Política sexual de Kate Millett,3 o el ya clásico “tráfico de mujeres”, de Gayle Rubin.4 Estas categorías eran pertinentes, pues la lucha del pensamiento feminista, desde su momento de emergencia en el siglo XVIII, era lograr separar la naturaleza como orden presocial, estático y casi inmodificable de la cultura, y con ello de que se construye en el devenir social y, por lo tanto, se transforma, se cambia y es políticamente susceptible de modificaciones.5 Esta separación era central para el feminismo, ya que lo que pretendía demostrar era que la opresión de las mujeres no estribaba en la naturaleza humana, sino que había sido una construcción socio-cultural históricamente comprensible.

A partir de esta base, Rubin propuso la noción de sistema sexo-género como “El conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, y en el cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadas”.6

Con esta definición proponía varias cosas. En primera instancia, que el sistema sexo-género era una dimensión central y fundante de las relaciones sociales, lo que ya distanciaba esta propuesta de las perspectivas marxistas que consideraban la dominación económica como el centro de las relaciones sociales y las relaciones entre hombres y mujeres como una cuestión aplazable y secundaria. Segundo, esta propuesta permitía pensar que los sistemas sexo-género son históricos y geográficamente ubicables, esto como crítica a la noción de patriarcado que fue usada para describir un sistema ahistórico y universal, con el que Rubin no podía estar de acuerdo porque terminaría naturalizando la opresión de las mujeres. Esto nos permite, por ejemplo, ubicar el problema que nos ocupa en este trabajo en un contexto con un sistema sexo-género concreto, la ciudad de Medellín, en Colombia, que, si bien hace parte de una región como América Latina, también ha configurado unas particularidades producto de su historia en las últimas décadas, como por ejemplo el impacto de la violencia y el narcotráfico en la construcción de la masculinidad de los hombres de la ciudad.

La última idea que quisiera rescatar de Gayle Rubin es que, si bien su lugar de enunciación fue el feminismo, y con ello hizo una pregunta por la liberación de las mujeres, en su texto ella demuestra que los sistemas sexo-género no solamente construyen la identidad de las mujeres, sino que también despliegan una serie de dispositivos sobre los varones para garantizar su lugar en el sistema, idea que desnaturaliza las identidades masculinas.

Así, con la apropiación y la popularización de la categoría género, sobre todo en los años ochenta, se dio un desplazamiento de los Estudios de las Mujeres a los Estudios de Género. Los Estudios de las Mujeres habían nacido en los departamentos de Estudios de Política, Filosofía y Ciencias Humanas, y habían poco a poco sistematizado en el campo académico las investigaciones y denuncias realizadas por las mujeres sobre sus condiciones de vida opresiva, y su exclusión y discriminación del campo social, político y económico. Diversos autores han intentado señalar ciertas periodizaciones sobre la producción de conocimiento en torno a las mujeres. Fue en el contexto del proyecto moderno, y especialmente a partir de la Revolución Francesa y la Ilustración (siglos XVII y XVIII), cuando aparecieron con énfasis en Europa, y más adelante en Estados Unidos, los valores de la modernidad, explicitados en los términos Igualdad, Libertad y Fraternidad, apropiados y reinterpretados por autoras como Mary Wollstonecraft y Olympe de Gouges. Esta última pasada por la guillotina por los líderes de la Revolución, al solicitar la ampliación de los Derechos del Hombre y del Ciudadano respecto a las mujeres.7

Desde ellas se creó una tradición de pensamiento y movilizaciones, donde las mujeres comenzaron a reclamar sus derechos como ciudadanas con variada suerte, ya que durante el siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX tales principios se les revelan esquivos, especialmente a partir del imperio de la rígida moral victoriana predominante y del conservadurismo político y social del periodo de Guerras Mundiales, y de la posguerra de la Segunda Guerra Mundial.8

En esta época de posguerra e inconformidad con los gobiernos conservadores de la época transcurre la denominada segunda ola del feminismo, que cumplió un papel central, evidenciando la desigualdad de las mujeres como sujetas de derechos. A las luchas iniciadas por los derechos de las mujeres se incorpora el derecho de las mujeres a controlar su cuerpo –derecho al placer sexual, derecho a la anticoncepción, derecho al aborto, derecho a no ser discriminada por su orientación sexual–, luchas estas que se sustentaban en uno de los principios éticos del feminismo, que afirma “la experiencia personal es política”, colocando en el debate público aquello que hasta entonces parecía ser solo del orden de lo personal y lo íntimo, momento que marcó una tendencia trascendental en el significado político que se le daba a esta lucha.

Cabe resaltar que en este contexto de inconformidad no solo levantaron la voz las mujeres, sino que estuvo caracterizado por la enunciación de las diferencias sociales, políticas y étnicas, que se estructuraron en torno a la aparición y al desarrollo de movimientos sociales, académicos y políticos de alto impacto. Entre otros, se podrían mencionar como significativos y vanguardistas, en su lucha por buscar y demostrar emancipación y diferencia, los movimientos más tempranos, como los estudiantiles de Mayo del 68 o los latinoamericanos, que desembocaron en procesos como la Masacre de Tlatelolco, los movimientos de mujeres, el movimiento afrodescendiente en los Estados Unidos, los movimientos de indígenas en América Latina, el movimiento gay y lésbico y el movimiento hippie.

Desde estas trayectorias, ya hacia los años 70, académicas feministas introducían en la producción del conocimiento la condición de la mujer como aspecto especifico de sus estudios. Se articulaba entonces un movimiento social y académico al servicio de las mujeres, con el propósito de darles voz para hablar de sí mismas.

Surgen así los Estudios de la Mujer como campo interdisciplinario de investigación y producción de nuevos conocimientos, utilizando herramientas teóricas y metodológicas heterogéneas, centradas en criticar la concepción antropocéntrica y falocéntrica de las formas hegemónicas de la producción de conocimiento científico, con el fin de generar puntos de vista desde los cuales construir conocimientos nuevos que permitieran mostrar la situación de las mujeres en diferentes ámbitos. Es a partir de estas discusiones que los estudios sobre las mujeres adquieren relevancia en el ámbito de las Ciencias Sociales, es decir, los estudios sobre las mujeres pasan de ser exclusivamente una práctica política a tener un reconocimiento científico.

Así, todo este conocimiento que se había afincado en los institutos de Estudios de las Mujeres, sirvió de base para la formación de los ahora llamados Estudios de Género. En ese sentido, Burin y Meler plantean que:

Hacia la década del 80, ciertas corrientes de los Estudios de la mujer, en sociedades industrializadas, demostraron tener limitaciones inherentes a la perspectiva unidireccional con que encaraban su objeto de estudio. Una de estas limitaciones consistía en que, al enfocar exclusivamente el problema de las mujeres, se pierde la visión de conjunto, ya que el Otro no es pensado, significado ni deconstruido. Si bien esta situación produjo movimientos críticos, igualmente se reconocen entre sus logros: haber hecho visible lo que no se veía en la sociedad, poniendo en descubierto la marginación social de las mujeres; desmontar la pretendida naturalización de la división sexual del trabajo, revisando la exclusión de las mujeres del ámbito público y su sujeción en lo privado, entre otros.9

Esta transformación en los años ochenta se produjo por varias razones, de las cuales me gustaría resaltar algunas:

  1. La noción de género se volvió de uso frecuente en contextos relevantes como la cooperación internacional, las políticas públicas y las instituciones académicas, pues zanjaba un poco las distancias que se habían tejido entre los movimientos sociales feministas y de mujeres y el Estado, y se convirtió en una plataforma importante para el acceso a recursos para investigación y producción de conocimiento en el contexto de las políticas desarrollistas de los gobiernos de los ochenta y noventa, especialmente en países latinoamericanos, enfocados al tema de intervención, pues se asumía que estos proyectos financiados debían tener efectos en la transformación de las condiciones de vida de las mujeres.
  2. La categoría género buscaba una reflexión más teórica y explicativa que los Estudios de las Mujeres, los cuales se habían centrado, principalmente, en la descripción del lugar de las mujeres, e incluso de los varones en determinados contextos sociales, pero sin lograr un nivel alto de explicación. Esos análisis descriptivos estaban orientados a la comprensión de las formas de división sexual del trabajo o del funcionamiento de los roles de género. Sin embargo, frente a la necesidad de impactar las estructuras mismas de las disciplinas y el conocimiento científico, estos análisis se quedaban cortos, por lo cual la categoría género aparece como una noción más “abarcadora”, que permitiría pasar del análisis descriptivo a las explicaciones de cómo se configura tal o cual orden de género.
  3. La capacidad de la categoría género para realizar explicaciones más estructurales que permitieran ir más allá de la descripción, estribaba precisamente en el carácter relacional de esta categoría. A partir de esta perspectiva de análisis, se proponía que no era posible la comprensión del mundo de las mujeres, de la separación de las esferas pública y privada –la primera para los hombres y la segunda para las mujeres– y, en ese sentido, de sus condiciones de opresión, sin comprender y deconstruir el mundo, espacio o esfera de los hombres, pues la relación entre unos y otros es históricamente dialéctica. Este desplazamiento es central, porque es el que abre la puerta a la necesidad de desneutralizar el lugar masculino para demostrar también no solo su construcción, sino también sus conflictividades, fisuras, quiebres y transformaciones.10

En ese sentido, como ya ha sido varias veces planteado, el género, más que una categoría de análisis de valor descriptivo, se ha convertido en una categoría teórica que tiene como objetivo la explicación de la manera en que en determinados contextos se configuran ciertas formas de relación entre hombres y mujeres. Esta perspectiva implica que el género:

  1. Es siempre relacional, nunca aparece de forma aislada sino marcando su conexión. Por ello cuando nos referimos a los Estudios de Género siempre aludimos a las relaciones entre mujeres y hombres. Cabe señalar en este punto que esta relación está marcada por el ejercicio de poder y, por lo tanto, por la configuración de determinados conflictos, resistencias, pero también por la formación de determinadas subjetividades. Para nuestros fines, nos interesa analizar cómo se establecen estas relaciones de poder dentro del trayecto de vida, y las huellas que dejan en la construcción de la subjetividad masculina.
  2. El género es una construcción histórico-social, es decir, se ha producido a lo largo del tiempo de distintas maneras y, como han mostrado varias historiadoras de las mujeres y el género, como J. Scott11 o G. Bock12, se teje a través de diversos discursos, prácticas, representaciones e instituciones como la religión, las ciencias médicas o los aparatos jurídicos.
  3. Otro rasgo que debe destacarse es que la noción de género suele ofrecer dificultades cuando se la considera un concepto totalizador, como lo pretendió ser el análisis marxista, ya que vuelve invisible la variedad de relaciones y determinantes con que se construyen las relaciones sociales y en las que construimos como sujetos: raza, religión, clase social, territorio, ubicación geopolítica, edad, etcétera. Todos estos son factores que se entrecruzan durante la constitución de nuestra subjetividad, por lo tanto, el género jamás aparece en forma pura, sino enlazado con otros aspectos determinantes de la subjetividad humana.

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