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Ignacio de Loyola

Ejercicios espirituales

Créditos

ISBN rústica: 978-84-9816-673-6.

ISBN ebook: 978-84-9897-045-6.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Los Ejercicios espirituales 7

1 Anotaciones para tomar alguna inteligencia en los ejercicios espirituales que se siguen, y para ayudarse, así el que los ha de dar, como el que los ha de recibir 9

Título 15

21 Ejercicios espirituales para vencer a sí mismo y ordenar su vida, sin determinarse por afección alguna que desordenada sea 15

Prosupuesto 15

Primera semana 15

Segunda semana 29

Tercera semana 46

Cuarta semana 52

Libros a la carta 87

Brevísima presentación

La vida

San Ignacio de Loyola nació hacia 1491, en el castillo de Loyola en Azpeitia, Guipúzcoa. Su padre, Bertrán, era señor de Ofiaz y de Loyola, jefe de una de las familias más antiguas y nobles de la región. Y también su madre, Marina Sáenz de Licona y Balda, provenía de la nobleza. Iñigo (ése fue su nombre bautismal) era el menor de ocho hermanos y tres hermanas.

Muy joven luchó contra los franceses en el norte de Castilla. Pero su breve carrera militar terminó el 20 de mayo de 1521, cuando una bala de cañón le rompió la pierna durante la lucha en defensa del castillo de Pamplona de una incursión franco-navarra.

La recuperación fue larga y dolorosa y con resultado negativo al haberse soldado mal los huesos. Entonces decidió volver a operarse soportando el dolor como una parte más de su condición de hombre puro.

Durante su convalecencia Ignacio leyó los libros La vida de Cristo, y el Flos Sanctorum, y bajo esta influencia su vida cambió.

Los Ejercicios espirituales

Tal como los define el propio San Ignacio de Loyola al comienzo del libro, los ejercicios espirituales abarcan «todo modo de examinar la conciencia, de meditar, de contemplar, de orar vocal y mental, y de otras espirituales operaciones». De modo que ésta es una obra de meditación y de oración donde el fundador de la Compañía de Jesús, partiendo de su propia experiencia, se propone como guía espiritual de quien esté dispuesto a retirarse del mundo durante cuatro semanas (este periodo es solo orientativo y cada practicante puede adaptarlo a sus progresos espirituales durante el retiro). Las meditaciones, contemplaciones y repeticiones realizadas a lo largo de los días de retiro (en silencio) ayudan a observar la propia vida con mayor claridad y a orientarse hacia un progresivo perfeccionamiento moral. Y, puesto que los Ejercicios espirituales que San Ignacio de Loyola propone en esta obra están inspirados en obras como La vida de Cristo del cartujo Ludolfo de Sajonia, que contribuyó a su conversión, y La imitación de Cristo de Kempis, lectura explícitamente recomendada, no es extraño que deban ser «practicados» más que «leídos».

1 Anotaciones para tomar alguna inteligencia en los ejercicios espirituales que se siguen, y para ayudarse, así el que los ha de dar, como el que los ha de recibir

1.ª anotación. La primera anotación es, que por este nombre, ejercicios espirituales, se entiende todo modo de examinar la consciencia, de meditar, de contemplar, de orar vocal y mental, y de otras espirituales operaciones, según que adelante se dirá. Porque así como el pasear, caminar y correr son ejercicios corporales; por la misma manera, todo modo de preparar y disponer el ánima para quitar de sí todas las afecciones desordenadas y, después de quitadas, para buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del ánima, se llaman ejercicios espirituales.

2 2.ª La segunda es, que la persona que da a otro modo y orden para meditar o contemplar, debe narrar fielmente la historia de la tal contemplación o meditación, discurriendo solamente por los puntos con breve o sumaria declaración; porque la persona que contempla, tomando el fundamento verdadero de la historia, discurriendo y raciocinando por sí mismo, y hallando alguna cosa que haga un poco más declarar o sentir la historia, quier por la raciocinación propia, quier sea en cuanto el entendimiento es ilucidado por la virtud divina, es de más gusto y fruto espiritual, que si el que da los ejercicios hubiese mucho declarado y ampliado el sentido de la historia; porque no el mucho saber harta y satisface al ánima, mas el sentir y gusta de las cosas internamente.

3 3.ª La tercera: como en todos los ejercicios siguientes espirituales usamos de los actos del entendimiento discurriendo y de los de la voluntad afectando; advirtamos que en los actos de la voluntad, cuando hablamos vocalmente o mentalmente con Dios nuestro Señor o con sus santos, se requiere de nuestra parte mayor reverencia, que cuando usamos del entendimiento entendiendo.

4 4.ª La cuarta: dado que para los ejercicios siguientes se toman cuatro semanas, por corresponder a cuatro partes en que se dividen los ejercicios; es a saber, a la primera, que es la consideración y contemplación de los pecados; la 2.ª es la vida de Cristo nuestro Señor hasta el día de ramos inclusive; la 3.ª la pasión de Cristo nuestro Señor; la 4.ª la resurrección y ascensión, poniendo tres modos de orar: tamen, no se entienda que cada semana tenga de necesidad siete o ocho días en sí. Porque como acaece que en la primera semana unos son más tardos para hallar lo que buscan, es a saber, contrición, dolor, lágrimas por sus pecados; asimismo como unos sean más diligentes que otros, y más agitados o probados de diversos espíritus; requiérese algunas veces acortar la semana, y otras veces alargarla, y así en todas las otras semanas siguientes, buscando las cosas según la materia sujeta; pero poco más o menos se acabarán en treinta días.

5 5.ª La quinta: al que recibe los ejercicios mucho aprovecha entrar en ellos con grande ánimo y liberalidad con su Criador y Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad, para que su divina majestad, así de su persona como de todo lo que tiene se sirva conforme a su santísima voluntad.

6 6.ª La sexta: el que da los ejercicios, cuando siente que al que se ejercita no le vienen algunas mociones espirituales en su ánima, así como consolaciones o desolaciones, ni es agitado de varios espíritus; mucho le debe interrogar cerca los ejercicios, si los hace a sus tiempos destinados y cómo; asimismo de las adiciones, si con diligencia las hace, pidiendo particularmente de cada cosa destas. Habla de consolación y desolación, n.º 316 de adiciones, n.º 73.

7 7.ª La séptima: el que da los ejercicios, si ve al que los recibe, que está desolado y tentado, no se haya con él duro ni desabrido, mas blando y suave, dándole ánimo y fuerzas para adelante, y descubriéndole las astucias del enemigo de natura humana, y haciéndole preparar y disponer para la consolación ventura.

8 8.ª La octava: el que da los ejercicios, según la necesidad que sintiere en el que los recibe, cerca de las desolaciones y astucias del enemigo, y así de las consolaciones; podrá platicarle las reglas de la 1.ª y 2.ª semana, que son para conocer varios espíritus, n.º 313 y 318.

9 9.ª La nona es de advertir, cuando el que se ejercita anda en los ejercicios de la primera semana, si es persona que en cosas espirituales no haya sido versado, y si es tentado grosera y abiertamente, así como mostrando impedimentos para ir adelante en servicio de Dios nuestro Señor, como son trabajos, vergüenza y temor por la honra del mundo, etc.; el que da los ejercicios no le platique las reglas de varios espíritus de la 2.ª semana; porque cuanto le aprovecharán las de la primera semana, le dañarán las de la 2.ª, por ser materia más sutil y más subida que podrá entender.

10 10.ª La décima: cuando el que da los ejercicios siente al que los recibe, que es batido y tentado debajo de especie de bien, entonces es propio de platicarle sobre las reglas de la segunda semana ya dicha. Porque comúnmente el enemigo de natura humana tienta más debajo de especie de bien, cuando la persona se ejercita en la vida iluminativa, que corresponde a los ejercicios de la 2.ª semana, y no tanto en la vida purgativa, que corresponde a los ejercicios de la 1.ª semana.

11 11.ª La undécima: al que toma ejercicios en la 1.ª semana, aprovecha que no sepa cosa alguna de lo que ha de hacer en la 2.ª semana; mas que así trabaje en la 1.ª para alcanzar la cosa que busca, como si en la 2.ª ninguna buena esperase hallar.

12 12.ª La duodécima: el que da los ejercicios, al que los recibe ha de advertir mucho, que como en cada uno de los cinco ejercicios o contemplaciones, que se harán cada día, ha de estar por una hora, así procure siempre que el ánimo quede harto en pensar que a estado una entera hora en el ejercicio, y antes más que menos. Porque el enemigo no poco suele procurar de hacer acortar la hora de la tal contemplación, meditación o oración.

13 13.ª La terdécima: asimismo es de advertir, que como en el tiempo de la consolación es fácil y leve estar en la contemplación la hora entera, así en el tiempo de la desolación es muy difícil cumplirla; por tanto, la persona que se ejercita, por hacer contra la desolación y vencer las tentaciones, debe siempre estar alguna cosa más de la hora cumplida; porque no solo se avece a resistir al adversario, mas aún a derrocalle.

14 14.ª La cuatuordécima: el que los da, si ve al que los recibe, que anda consolado y con mucho hervor, debe prevenir que no haga promesa ni voto alguno inconsiderado y precipitado; y cuanto más le conociere de ligera condición, tanto más le debe prevenir y admonir; porque dado que justamente puede mover uno a otro a tomar religión, en la cual se entiende hacer voto de obediencia, pobreza y castidad; y dado que la buena obra que se hace con voto es más meritoria que la que se hace sin él; mucho debe de mirar la propia condición y sujeto, y quinta ayuda o estorbo podrá hallar en cumplir la cosa que quisiese prometer.

15 15.ª La décima quinta: el que da los ejercicios no debe mover al que los recibe más a pobreza ni a promesa, que a sus contrarios, ni a un estado o modo de vivir, que a otro. Porque, dado que fuera de los ejercicios lícita y meritoriamente podamos mover a todas personas, que probabiliter tengan sujeto, para elegir continencia, virginidad, religión y toda manera de perfección evangélica; tamen, en los tales ejercicios espirituales, más conveniente y mucho mejor es, buscando la divina voluntad, que el mismo Criador y Señor se comunique a la su ánima devota, abrazándola en su amor y alabanza y disponiéndola por la vía que mejor podrá servirle adelante. De manera que el que los da no se decante ni se incline a la una parte ni a la otra; mas estando en medio, como un peso, deje inmediate obrar al Criador con la criatura, y a la criatura con su Criador y Señor.

16 16.ª La décima sexta: para lo cual, es a saber, para que el Criador y Señor obre más ciertamente en la su criatura, si por ventura la tal ánima está afectada y inclinada a una cosa desordenadamente, muy conveniente es moverse, poniendo todas sus fuerzas, para venir al contrario de lo que está mal afectada; así como si está afectada para buscar y haber un oficio o beneficio, no por el honor y gloria de Dios nuestro Señor, ni por la salud espiritual de las ánimas, mas por sus propios provechos y intereses temporales, debe afectarse al contrario, instando en oraciones y otros ejercicios espirituales, y pidiendo a Dios nuestro Señor el contrario, es a saber, que ni quiere el tal oficio o beneficio ni otra cosa alguna, si su divina majestad, ordenando sus deseos, no le mudare su afección primera; de manera que la causa de desear o tener una cosa o otra sea solo servicio, honra y gloria de la su divina majestad.

17 17.ª La décima séptima: mucho aprovecha, el que da los ejercicios, no queriendo pedir ni saber los propios pensamientos ni pecados del que los recibe, ser informado fielmente de las varias agitaciones y pensamientos, que los varios espíritus le traen; porque, según el mayor o menor provecho, le puede dar algunos espirituales ejercicios convenientes y conformes a la necesidad de la tal ánima así agitada.