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Contenido

-Introducción-

-¿Qué es la ecología humana?-

-¿Qué es la ecología de la relación hombre-mujer?-

Primera herramienta: ¿cuál es la unión hombre-mujer sólida?

Segunda herramienta: ¿cómo construir una unión hombre-mujer sólida?

Tercera herramienta: ¿cómo mantenerse los cónyuges enamorados?

Cuarta herramienta: ¿cómo superar obstáculos en la vida conyugal?

Quinta herramienta: ¿cuál es la gran ayuda conyugal espiritual?

Sexta herramienta: ¿cómo restaurar la relación conyugal?

-¿Qué es la ecología de la relación padres-hijos?-

Séptima herramienta: ¿cuáles son las claves para educar a los hijos?

Octava herramienta: ¿cómo educar para el amor sólido?

Novena herramienta: ¿cómo educar para la paz?

Décima herramienta: ¿cuál es el estilo educativo familiar óptimo?

-Conclusiones-

-Referencias-

-Introducción-

El término ecología significa “conocimiento” y “cuidado de la casa”. Hasta ahora se ha reducido el concepto al conocimiento y cuidado de la casa física: el planeta (aire, agua, fauna, flora, residuos, ruidos). Sin embargo, es tiempo de extender el significado de la ecología a la protección del ambiente humano óptimo para las personas.

Ese hábitat ecológico personal es aquel en el que el ser humano recibe valoración y amor incondicional (no condicionado a las competencias profesionales, las destrezas deportivas o la simpatía, criterios estos de valoración en el mundo profesional, deportivo o social, respectivamente). En la familia nos valoran de forma incondicional por lo que somos y no por lo que hacemos o tenemos.

El amor incondicional es el trato debido a la persona humana en conformidad con su dignidad, por tanto, su ausencia tiene efectos negativos en la felicidad, así como en la salud personal y social.

La ecología de la familia, es decir, la fundación óptima, el cuidado, el desarrollo y la restauración de la vida familiar es el desafío más importante para la humanidad. El derecho humano más básico después del derecho a la vida es el derecho a saber amar, y este derecho se actúa en la familia.

Los científicos de universidades importantes (Harvard y Princeton, entre otras) verifican en la actualidad por medio de investigaciones cómo la causa más profunda de los problemas globales de delincuencia y violencia, de los trastornos emocionales, de la apatía vital, las adicciones y el suicidio juveniles contemporáneos es el desamor o la falta de afecto derivados del deterioro de la unidad y la armonía familiar.

Por esto, una educación y un acompañamiento para la ecología de la familia es una acción de interés personal, estatal y eclesiástico de importancia fundamental. ¡La formación de quienes van a fundar una nueva célula básica de la sociedad y de la Iglesia es prioritaria! Esta guía pretende ser un humilde aporte a dicho desafío.

-¿Qué es la ecología humana?-

La primera estructura básica de ecología humana es la familia, en cuyo seno se aprende a amar y a ser amado, es decir, a ser persona.

La realidad familiar de nuestro tiempo —al menos en la cultura occidental— tiene indudables aspectos positivos que muchas veces no se resaltan con suficiencia: la libertad de elegir a la persona con quien se desea compartir la vida; el reconocimiento de la igualdad personal del hombre y de la mujer (y, por tanto, de su común dignidad); la expectativa de mayor calidad en las relaciones conyugales y familiares; la amistad entre novios y cónyuges; o la entrada del hombre al hogar en procura de compartir y asumir su responsabilidad en la educación de los hijos.

No obstante, la familia de nuestro tiempo padece también serios problemas que podrían englobarse en el concepto de amor líquido (Bauman, 2005). El amor líquido es una proyección errónea en las relaciones interpersonales amorosas de la actitud que tenemos frente a las cosas en una cultura que le da prioridad a estas últimas, como lo es la que vivimos hoy. Las cosas las utilizamos para el propio bienestar y las desechamos o cambiamos cuando ya no nos resultan útiles. Sin embargo, la actitud utilitaria que es válida para las cosas no lo es para el trato con las personas.

El utilitarismo corrompe el amor. Esta situación afecta a la familia y, por tanto, la salud personal y social de nuestros países, de modo tal que de no crearse soluciones reales de protección y promoción de la familia desde las macropolíticas estatales y las micropolíticas empresariales, así como desde la educación familiar y el sistema de instrucción formal (escuelas, universidades), va a dañar seriamente la convivencia humana y la gobernabilidad en este tercer milenio.

Hace algunos años se reunieron en la Universidad de Princeton, Estados Unidos, 53 profesores universitarios de distintas ciencias (filosofía, historia, economía, psicología, psiquiatría, derecho y sociología) y diferentes creencias (ateos, agnósticos, hebreos, evangelistas, católicos) con el fin de investigar cuál es la causa del crecimiento en las últimas décadas de la delincuencia, la violencia, los trastornos psicológicos, la expulsión escolar, las adicciones, la pobreza, la apatía y el suicidio de jóvenes en EE. UU. Los científicos concluyeron:

Los hijos de padres que no se han casado o que han roto sus matrimonios tienen más posibilidades de ser víctimas de la pobreza, de la dependencia, del abuso de sustancias adictivas, del fracaso escolar, de la delincuencia juvenil, de un embarazo a una edad temprana y de muchos comportamientos que conllevan a la destrucción personal. (Social Trends Institute, 2008, p. 7)

En consecuencia, no basta hoy con reconocer derechos fundamentales al hombre, a la mujer, al niño o al adolescente de forma fragmentada, es decir, al concebirlos como individuos aislados, ya que este individualismo los reduce y con esta reducción se empobrece realmente el mismo reconocimiento de sus derechos fundamentales. La verdad de la persona humana es que es un ser familiar (hijo, hija, hermano, hermana, padre, madre, cónyuge), una identidad articulada en relación con otras personas. Luego, los derechos humanos fundamentales deben defenderse y actuarse como derechos de personas familiares.

¿Por qué la familia tiene un valor estratégico para la persona y la sociedad? De acuerdo con Viladrich, “el ideal de una sociedad más profundamente humana en el siglo XXI, pasa por un reconocimiento y tutela convergentes de los derechos humanos y de los derechos de la familia” (1995, p. 18). En otras palabras, es necesario concebir los derechos humanos como derechos de un ser familiar y no de individuos aislados o fragmentados.

Es oportuno instalar en nuestra sociedad una reflexión profunda y una acción más concreta en el propósito de descubrir el valor estratégico de la familia como bien personal y social fundamental, digna de proteger y promover desde el Gobierno, pero también desde la empresa y desde las instituciones sociales en su conjunto. El reconocimiento de la familia como bien social presupone el reconocimiento de la familia como bien personal, es decir, que las personas tengan un enfoque vital hacia su familia como una realidad prioritaria en sus vidas. Por esto, el gran desafío del siglo XXI es la ecología humana:

Además de la destrucción irracional del ambiente natural hay que recordar aquí la más grave aún del ambiente humano, al que, sin embargo, se está lejos de prestar la necesaria atención. Mientras nos preocupamos justamente, aunque mucho menos de lo necesario, de preservar el «hábitat» natural de las diversas especies animales amenazadas de extinción […] nos esforzamos muy poco por salvaguardar las condiciones morales de una auténtica ecología humana. La primera estructura básica de ecología humana es la familia, en cuyo seno se aprende a amar y ser amado, es decir, a ser persona. (Juan Pablo II, 1991, pp. 38-39)

Etimológicamente eco significa “casa” y logos “estudio”, “conocimiento”. Ecología es, como se ha explicado antes, el conocimiento y el cuidado de la casa espiritual, de la familia.

El mejor futuro para Colombia y los colombianos vislumbra un país integrado por familias armónicas, no por individuos en soledad o con heridas de dolor espiritual por rupturas matrimoniales y familiares.

Un país sólido —con valores y virtudes, sin violencia ni corrupción— requiere una población sólida. Una población sólida, una familia sólida. Una familia sólida, matrimonios sólidos. Este es uno de los grandes desafíos para Colombia y el mundo en el siglo XXI.

Pregunta para la reflexión: en el proyecto personal de vida, ¿qué prioridad real y sincera tendrán mi matrimonio y mi familia?