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Ramiro Guerra

Historia de Cuba

Tomo I

Créditos

ISBN rústica: 978-84-9897-356-3.

ISBN ebook: 978-84-9953-527-2.

Sumario

Créditos 4

Prólogo 9

Introducción. La historia y los factores históricos 17

1. Advertencia preliminar 17

2. Es contenido de la Historia 17

3. Influencia de las condiciones geográficas sobre el desarrollo histórico 24

4. Condiciones geográficas de Cuba: sus consecuencias históricas 26

5. La población de Cuba: predominio de la influencia española 37

6. Relaciones históricas de Cuba con otros países 45

7. El carácter cubano 49

Primera época. Formación de Cuba. Los indios 55

8. Evolución geológica de Cuba 55

9. Los indios cubanos. Su procedencia 64

10. Condiciones físicas, carácter y costumbres de los indios calíanos 74

11. Organización social de los indios cubanos 86

II. Descubrimiento de Cuba. Exploración de sus costas 1492-1511 96

12. Descubrimiento de Cuba por Cristóbal Colón 96

13. Reconocimiento de las costas de Cuba 103

14. Bojeo de la Isla por Sebastián de Ocampo 114

III. Conquista de Cuba por los españoles. 1511-1514 120

15. Designación de Diego Velázquez para emprender la conquista de Cuba. Carácter de éste 120

16. Organización de la expedición e instrucciones del rey don Fernando 123

17. Resistencia de los indios; lucha contra Hatuey en los alrededores de Baracoa y muerte del cacique 126

18. Política pacifista de Velázquez; penetración en Maniabón y Bayamo 130

19. Primer repartimiento de indios y plan general de conquista 138

20. Marcha de Narváez y Las Casas desde Bayamo a La Habana 141

21. Marcha de Velázquez por el Sur hasta la bahía de Jagua 148

22. La autoridad de Velázquez extendida a toda la Isla 151

IV. Primer periodo colonial. 1512-1555 154

1. Historia política externa 154

23. Primeros pasos de Cuba en la vida política. Atención de don Fernando el Católico a los asuntos de Cuba 154

24. La colonia cubana durante la regencia del Cardenal Cisneros. Las Casas y los procuradores 158

25. La política colonial cubana bajo el reinado de Carlos V. Sacrificio de los intereses cubanos 163

26. Empresas exteriores de los primeros gobernadores 167

27. Sublevaciones de los indios 172

28. Primeros ataques de los franceses en las costas cubanas 180

2. Gestión de los primeros gobernadores 185

29. Administración de don Diego Velázquez 185

30. Gobiernos de don Manuel de Rojas, Juan Altamirano y Gonzalo de Guzmán 193

31. Gobiernos de Soto, Dávila, Chávez y Pérez de Angulo 199

3. Organización política, administrativa y social 203

32. Fundación de las primeras poblaciones; organización y funciones del gobierno local de las mismas 203

34. Las Juntas de Procuradores 220

34. El gobernador general, los oficiales reales y la Audiencia 230

35. Organización y trabajos del Clero 238

36. Las encomiendas 247

37. Los esclavos 260

4. Vida económica, población, cultura y costumbres 265

38. Vida económica 265

39. Población 274

40. Estado moral, costumbres e instrucción 279

Libros a la carta 295

Prólogo

De tan ardua como poco apreciada puede estimarse la ímproba labor que se imponen los escasos publicistas que, en estos tiempos de rápido vivir y de compensaciones materiales inmediatas, se consagran seriamente al estudio de la Historia.

Bastaríanos considerar cuan difícil resulta la depuración de la verdad, aun de los hechos coetáneos en que tomamos una participación directa, para comprender la asombrosa tarea que significa hallar aquélla en acontecimientos velados por las nieblas de los siglos que oponen a la marcha escrutadora del investigador abismos insondables, formados unas veces por la falta de todo elemento de información y abiertos, otras, por la multiplicidad de datos incompatibles y contradictorios.

Meditemos, por otra parte, sobre la miseria espiritual que revelaría un pueblo del que ignoráramos sus pasos por la vida, en medio del correr incesante de la civilización, para que comprendamos cuan valiosa es la contribución que prestan a las sociedades dignas de este nombre quienes, con ánimo imparcial y ejemplar perseverancia, dedican las luces de sus cerebros privilegiados a penetrar en los arcanas de la humanidad exhibiéndonosla en sus jornadas a través del tiempo y del espacio.

Pero si esos estudios son, en general, de capitalísima importancia, ésta se aumenta y singulariza cuando se trata de investigar y divulgar la historia de naciones incipientes cuyas orientaciones como pueblos señores de sus destinos y cuyo desarrollo y afianzamiento como colectividades bien caracterizadas, requieren el exacto conocimiento de los factores que han intervenido en su fundación por la misma causa que se hace imprescindible determinar con exactitud la calidad de los cimientos de un edificio, si se ha de evitar que carezcan de solidez y de proporción las demás partes que se construyan ulteriormente.

Cuba, en particular, ofrece, además de las expuestas razones, otras no menos estimables que encarecen el mérito de los esfuerzos que al estudio de su historia se encaminen, porque de este país, aunque afectado en cierta manera por las debilidades de la infancia, puede decirse, sin embargo, que en muchos aspectos se mostró digno de la mayoría de edad desde el instante de su nacimiento a la vida de los pueblos soberanos, alcanzando un crecimiento que ha sobrepasado el de muchas naciones seculares. Y solo observando con cuidadosa e imparcial mirada los pasos que Cuba ha recorrido hasta nuestros días desde el instante en que los descubridores quedaron extasiados ante la fantástica belleza de sus playas, es como pueden comprenderse los secretos de su temperamento para prevenir o remediar las enfermedades propias de los pocos años, y cómo pueden explicarse avances, de otra manera incomprensibles por lo portentosos, cuyos impulsos precisan ser bien conocidos si han de ser convenientemente estimulados.

Agreguemos a esto, que, por diversas causas que en nada menguan el valimiento de los esfuerzos realizados por sus respectivos autores, la labor histórica realizada hasta la fecha es deficiente; porque sin entrar en prolijidades críticas que no serían del caso, puede afirmarse que no existe una historia completa de Cuba compuesta con arreglo a los principios de la metodología de esta ciencia tales como han sido establecidos por Langlois, Altamira y otros maestros modernos en esta clase de investigaciones; labor que, por otra parte, no puede emprenderse ni efectuarse con resultados dignos de aprecio, sin una sólida preparación especial y un conocimiento completo de varias disciplinas científicas, algunas de reciente fundación, que en su conjunto constituyen ciencias indispensables auxiliares de la Historia.

Las obras de Arrate, Urrutia y Valdés; las de don Jacobo de la Pezuela y don Pedro José Guiteras, muy estimables en diversos conceptos; las de don Ramón de la Sagra, don Antonio Bachiller y Morales, don Buenaventura Pascual Ferrer y don Vidal Morales, así como otras muchas relativas a sucesos particulares o a épocas determinadas, y algunas escritas en inglés en estos últimos tiempos, aparte de ser incompletas, adolecen de los graves defectos de haber sido compuestas con arreglo a métodos y a criterios anticuados en períodos de intensas agitaciones sociales y políticas, cuando la exaltación de las pasiones era poco propicia a la serena imparcialidad que debe inspirar el trabajo del historiador o respondiendo algunas de ellas a miras e intereses particulares muy ajenos a los verdaderos fines de la Historia.

Un factor más, y no de poca importancia, aunque lo expongamos en último término, que acrecienta la viva necesidad en que nos hallábamos de tener una obra completa de historia de Cuba, como la que ahora inicia su publicación, es el lamentable error en que generalmente se viene incurriendo y, en que según Albert Sorel en su notable obra Europa y la Revolución, también se cayó por los franceses a raíz de su revolución del 93, de suponer que toda la Historia de Cuba se circunscribe a los episodios de sus luchas por la independencia, siendo así que, sin oscurecer en lo más mínimo los fulgores de esas nobilísimas y gloriosas epopeyas, hay que convenir, no obstante, en que el pueblo cubano para su mayor prestigio, antes de sus épicas empresas por la libertad y después de ellas, ha demostrado en los múltiples acontecimientos de su vida, iniciativas, energías y virtudes que le otorgan un acerbo histórico saturado de valores materiales y espirituales, con los que supo hacerse acreedor a la independencia por la que, con singular espíritu de sacrificio, pelearon aquellas valerosas mesnadas que reprodujeron en las sabanas y en la manigua de esta Antilla las heroicas hazañas de los Indibil, los Viriatos y los Velardes, de quienes se mostraron dignísimos sucesores, no tan solo por su ardiente amor a la libertad y por el abnegado y temerario denuedo con que por ella combatieron, sino también por la generosidad magnánima con que supieron olvidar al día siguiente los agravios recibidos el día anterior en los tristes extravíos de la contienda.

Estudiando con espíritu imparcial la historia de Cuba, se impone la necesidad de rectificar muchas lamentables afirmaciones que más que para esclarecer la verdad han servido para alimentar las pasiones malsanas, causando los inevitables perjuicios consiguientes a toda información tendenciosa; y así podrá llegarse a la conclusión de que, si bien es cierto que la administración y el gobierno de la Colonia en el largo proceso de los siglos, tuvieron graves faltas, algunas de las cuales eran comunes a las demás naciones como hijas del atraso de la época, también es evidente que son de todo punto gratuitas muchas de las principales censuras de que han sido objeto y que, aceptadas como dogmas por el vulgo, han servido para sustentar y propalar, de buena fe la mayor parte de las veces, invenciones tan desatinadas y calumniosas como las matanzas de millones de indios llevadas a cabo por los conquistadores a impulsos de una sistemática crueldad, lo que resulta absurdo por completo, igualmente que otras leyendas por el estilo, especialmente en cuanto concierne a la ocupación de Cuba que, planeaba y dirigida por Velázquez con la cooperación del padre Las Casas, constituye un modelo merecedor del mayor encomio, ya se la considere bajo su aspecto militar, ya se la analice al través de los principios de una sana política llena de humanidad y de templanza. Si enlazamos esta manera evidentemente elevada con que dio comienzo la soberanía de España en Cuba con los dos episodios más salientes con que ésta hubo de terminarse —la gloriosa muerte de Vara de Rey y la homérica salida del puerto de Santiago de la escuadra de Cervera— no tendrán inconveniente, los que sin prejuicios sigan el desarrollo de los acontecimientos coloniales, en reconocer que entre las dos fechas famosas, 1492-1898, y entre esos nombres esclarecidos que hemos mencionado, existen otras muchas fechas y otros muchos nombres que imparcialmente apreciados sirven de firme sustento a nuevos juicios más acertados, definitivamente establecidos ya en otras Repúblicas Americanas, sobre la actuación de los fundadores del vasto imperio Hispano Americano y sobre el mérito del legado que, descontados los errores, hubieron de entregarle éstos a Cuba.

Contemplando también con imparcial criterio los sucesos en que los más genuinos elementos cubanos han puesto de relieve sus eminentes facultades en todos los órdenes de la actividad, preciso será detener nuestra admiración ante hechos tan notorios de heroísmo como la muerte de Velasco defendiendo el Morro de La Habana contra los ingleses, el sacrificio de los bayameses incendiando su amada ciudad antes de entregarla a Balmaseda, el rescate de Sanguily por Agramonte, la épica campaña de la Invasión y la muerte del joven Francisco Gómez Toro junto a Maceo: y ante magnanimidades tan excelsas como el Decreto de 23 de marzo de 1899 dictado por el doctor González Lanuza días después de terminada la contienda, excluyendo de toda responsabilidad penal y de todo procedimiento judicial a cuantos habían combatido al servicio de España, por los hechos delictuosos que hubieren realizado durante la guerra, página insuperada en los fastos de la Historia y que tanto contrasta con los largos y sangrientos dolores que habían acompañado al nacimiento de los demás pueblos americanos; y absorto el ánimo por tan noble y sólida grandeza, si se dirige además a considerar el brillo que fulgura en las obras de la inteligencia y de la virtud, con los poemas de Heredia y la Avellaneda, con las composiciones musicales de Jiménez y Espadero, con las novelas de Cirilo Villaverde, con publicistas y sociólogos como Saco, con sacerdotes filósofos y educadores del celo evangélico del padre Várela y Luz y Caballero, con sabios naturalistas como Poey, con héroes nacionales como Agramonte y Maceo, con ingenieros como Aniceto Menocal y Albear, con médicos e higienistas como Albarrán y Finlay, con jurisconsultos como González de Mendoza, Llorente y González Lanuza, con libertadores de pueblos de genio tan extraordinario y alma tan grande como Martí, y con Jefes de Estado tan austeros y probos como Céspedes y Estrada Palma, se llegará a la conclusión de que pueblos que contaban con hombres de ese valimiento y que en la guerra y en la paz supieron de esa manera comportarse, tenían ganado en buena lid el derecho a su completa soberanía.

Puesto de relieve todo lo que, manifestado fielmente por la Historia, es digno de censura y todo lo que es merecedor de elogios, la crítica honrada encontrará perfectamente explicable que España quisiera retener, al amparo de los derechos que se engendraban en el descubrimiento, la conquista y la colonización, unidos a la posesión de más de cuatro centurias, su dominio sobre estos últimos pedazos del inmenso continente que había regado con su idioma, con su religión, con sus leyes y con su sangre; y hallará perfectamente legítimo que Cuba anhelase desligarse de toda tutela constituyéndose en un pueblo libre y soberano, reduciéndose las que parecían irreconciliables discrepancias entre la ex metrópoli y la ex colonia, a un simple fenómeno biológico mil veces reproducido entre los pueblos del mismo tronco, pero cuyo alcance en manera alguna puede conducir ni a la estéril negación del común linaje ni al mayor extravío de que los que fueron contendientes en un pleito de familia se empeñasen, recíprocamente, en ocultar las virtudes y en acrecentar los defectos respectivos de aquellos con quienes litigaron, habida consideración a que las leyes inexorables de la paternidad y de la herencia, ni excusan la culpabilidad del padre en los vicios de los hijos, ni pueden libertar a éstos de las máculas de los padres.

El libro que ahora publica el doctor Guerra, el más serio por no decir el único verdaderamente fundamental que se ha dado a la imprenta en Cuba durante los últimos años, es un nuevo exponente de la elevada mentalidad y de la sólida cultura de su autor, quien, pese a su modestia sin límites y a su juventud todavía llena de vigores, ha brillado ya con esplendente luz en las justas de la inteligencia, destacándose entre los pedagogos y los sociólogos con publicaciones y conferencias que han dejado en la opinión pública la honda sensación de que sus trabajos, tan numerosos como interesantes y oportunos, son el fruto jugoso de un pensador profundo lleno de altas y nobles idealidades inflamadas de un ardiente y sano patriotismo, el que, por otra parte, ha demostrado el autor como los Luz Caballero, Saco, Lanuza, Varona y Sánchez Bustamante, en la forma más eficaz en que ese elevado sentimiento puede acreditarse, mediante la consagración por más de veinte años consecutivos al abnegado sacerdocio del magisterio, realizando, en el silencio de las aulas, una labor tan útil y meritoria como poco recompensada.

Desde la Introducción de este libro en que se fija el contenido de la Historia y se estudian los factores que más han influido en la de Cuba, como son el ambiente geográfico, la raza española, las relaciones internacionales y el carácter cubano, que se analiza por primera vez de una manera sistemática, hasta la última parte de este tomo que termina en 1607 con la primera insurrección de los bayameses contra el Gobierno Colonial por sus medidas coercitivas para suprimir el contrabando, llenan sus páginas materias tan originales e interesantes y, en general, tan poco estudiadas, como la geogenia o formación de la Isla, el origen de los indios cubanos, su estado social, costumbres y organización en la fecha del descubrimiento, los detalles de éste y las exploraciones de Colón, Ocampo y otros navegantes, la conquista de la Isla puntualizándose la que el autor llama política pacifista de Velázquez encaminada a apaciguar a los indios y a someterlos a la soberanía de España respetando su manera de vivir y evitando todo acto de hostilidad y todo derramamiento de sangre al extremo de ser, como antes expresamos, la conquista de Cuba, una de las más pacíficas que registra la historia.

Materias llenas también de notable merecimiento que el autor aborda con singular maestría, son la primera organización del gobierno de la Colonia con sus Cabildos o Concejos, sus juntas anuales de procuradores, verdaderos representantes de la opinión popular, el establecimiento de las encomiendas y el movimiento de protesta contra las mismas, que culminó con la libertad absoluta de los indios; el desarrollo de la Isla bajo la hábil dirección de Velázquez, su decadencia posterior a causa de las expediciones a México, la Florida y otros países vecinos, los primeros ataques de los corsarios, y diversos hechos más de esta época inicial de la Colonización de Cuba, encaminada como enseña la historia, no a la conquista ciega del oro, según se ha supuesto infundadamente, sino al fomento de la agricultura, la ganadería y el comercio, ya que la busca afanosa del oro fue una necesidad de orden económico ineludible, según se desprende de la exposición del doctor Guerra, y no una aberración psicológica semejante a la que se ha producido en la época moderna en California, Klondike y otros lugares.

Objeto asimismo de cuidadosa atención de parte del autor han sido las costumbres y el estado social de la población en la primera centuria, las causas del lento y difícil progreso de la Isla durante los tres primeros dieciséis siglos, el cambio producido en la Isla al convertirse en un puesto militar importante al extremo de estimarse La Habana como la Llave de las Indias, la destrucción de esta ciudad por los corsarios franceses, el auge de Bayamo, centro de contrabando que le proporcionó un desarrollo y una riqueza considerables, el espíritu independiente de los bayameses, cuya insurrección a que antes nos referimos, terminó con la primera amnistía que se firmara en Cuba, la promulgación de las Ordenanzas Municipales de Alonso de Cáceres, las reformas en la organización económica, la fundación de los primeros ingenios y la represión de la piratería que asolaba la Isla, apuntándose ya por esta época las primeras manifestaciones vigorosas del sentimiento de solidaridad entre todos los elementos de la población cubana, cuyos cimientos como pueblo quedaron definitivamente establecidos.

Tan notable y extenso contenido, escrito con datos de primera mano de las colecciones de Documentos inéditos de los archivos de Sevilla, Simancas y otros lugares, publicados en España, y mediante un cuidadoso estudio crítico de historiadores antiguos, modernos y contemporáneos como Oviedo, Las Casas, Pedro Mártir, Herrera, Navarrete, Humboldt, Prescott, Guiteras, Pezuela, Navarro Lamarca, y Altamira, cuyas sabias enseñanzas sigue el doctor Guerra, se encuentra además avalorado por el encanto de un estilo tan ameno como sugestivo, de manera que la obra, cumpliendo los requisitos de la didáctica, proporciona agradable lectura a cuantas personas le dediquen su atención, por la sencillez con que están expresadas hasta las ideas más sutiles y modernas de la ciencia histórica; y por ello y por las incontables y curiosas investigaciones que descubre sobre los primitivos tiempos de la vida cubana, hasta hoy totalmente ignorados, consideramos que nadie que en alguna manera se interese por las cosas de este país, debe dejar de buscar en las páginas de este libro las interesantes enseñanzas que contiene, con las cuales, a la par que una eficaz instrucción, encontrará los estímulos de que tan necesitados estamos —y que se derivan de la justa apreciación de los heroísmos y de las virtudes del pueblo cubano y de sus progenitores— para consolidar la fe en los destinos de Cuba y en los destinos de la raza, a la que deben atribuirse como patrimonio común todas esas grandezas, que nos ofrecen el convencimiento de que a la inmensa y trascendental misión histórica que hasta ahora ha cumplido nuestra estirpe, habrán de agregarse todavía etapas no menos brillantes que ya han empezado a revelarse, y que con el natural discurrir del tiempo se resolverán en renovaciones del viejo y glorioso tronco y en fecundísimas floraciones de los nuevos y vigorosos pueblos de este continente, entre los cuales puede afirmarse, por lo que de los hechos y las estadísticas resulta, que Cuba, con ser el más joven, ocupa el lugar más prominente.

Licenciado Manuel Abril y Ochoa.

La Habana, 31 de mayo de 1921.