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ÍNDICE

PREÁMBULO

Rocío Moreno

PREFACIO

Jorge Alonso

AGRADECIMIENTOS

INTRODUCCIÓN

1. EL IMPACTO LOCAL DE LA CULTURA POLÍTICA

2. EL FUNCIONAMIENTO LOCAL DE UNA ECONOMÍA POLÍTICA GLOBAL

3. LA TRANSNACIONALIZACIÓN DEL PODER INFORMAL: EL ESTABLECIMIENTO DEL CAMINO AL “PROGRESO”

4. EL TURISMO:
UNA LUCHA PARA DEFINIR EL PROGRESO

5. IDENTIDADES A TRAVÉS DE LAS FRONTERAS:
¿LEGITIMACIÓN O DESAFÍO A LAS ESTRATIFICACIONES?

CONCLUSIONES

POSFACIO

John Holloway

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

ÍNDICE TEMÁTICO Y ONOMÁSTICO

antropología

LOS PUEBLOS INDÍGENAS
Y LAS GEOGRAFÍAS DE PODER

Narrativas de Mezcala
sobre la gobernanza neoliberal

por

INÉS DURÁN MATUTE

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siglo xxi editores
CERRO DEL AGUA 248, ROMERO DE TERREROS, 04310 CIUDAD DE MÉXICO
www.sigloxxieditores.com.mx

siglo xxi editores, argentina
GUATEMALA 4824, C1425BUP, BUENOS AIRES, ARGENTINA
www.sigloxxieditores.com.ar

anthropos editorial
LEPANT 241-243, 08013 BARCELONA, ESPAÑA
www.anthropos-editorial.com

F1296
D87

2019   Durán Matute, Inés

Los pueblos indígenas y las geografías de poder : narrativas de Mezcala sobre la gobernanza neoliberal / por Inés Durán Matute. — Ciudad de México : Siglo XXI Editores, 2019.

331 p. – (Antropología)

e-ISBN:  978-607-03-1015-7

1. Mezcala de la Asunción (Jalisco). 2. Resistencia civil – Jalisco – Mezcala de la Asunción. 3. Mezcala de la Asunción (Jalisco) – Política y gobierno. I. t. II. ser

primera edición, 2019

© siglo xxi editores, s.a. de c.v.

e-isbn  978-607-03-1015-7

derechos reservados conforme a la ley

PREÁMBULO

ROCÍO MORENO

Conocí a Inés hace algunos años cuando era estudiante de la licenciatura en sociología. Acompañada del doctor Alonso, llegaron a una asamblea de comuneros de Mezcala. Ahí, ella habló y con la aprobación de la asamblea inició un trabajo de investigación sobre la política, la autonomía de nuestro gobierno tradicional. Inés ha sido una amiga que, por lo menos en la última década, ha acompañado a nuestra comunidad en aquellos procesos organizativos que se han tenido que impulsar para conservar el territorio y el autogobierno de nuestro pueblo. Su trabajo me hizo preguntar ¿por qué estudiar a Mezcala? ¿Qué puede hacer visible el caso de Mezcala en la sociedad mexicana?

Considero que la comunidad coca de Mezcala, Jalisco, refleja aspectos, características de las comunidades nativas de este México racista que habitamos en la actualidad. Por ejemplo, la discusión que existe del origen de Mezcala. Esta comunidad pertenece al pueblo coca del señorío de Coinan. Ha sido una comunidad despojada de su origen desde la llegada de los conquistadores, aproximadamente en 1533. La extensión territorial con la que contaba en esos tiempos era inmensa (desde el poblado de La Barca hasta los límites con Tonalá); sin embargo, en la actualidad sólo dos comunidades, Mezcala y San Pedro Itxicán, se autoinscriben en este pueblo. Mezcala perdió su lengua, el coca. Según el lingüista Dávila Garibi, la pérdida se provocó por los conquistadores a razón de la diversidad lingüística que existía en esta región, por lo que optaron imponer el náhuatl y el español como lenguas oficiales, desplazando en pocos años la lengua originaria. En la actualidad, no se habla el coca, es una lengua que se perdió totalmente a raíz de la conquista, pues ya no hay hablantes, ni algún documento que permita reconstruir la lengua. Tan sólo quedan poco más de cien palabras que aún se usan: nombres de cerros, animales o personajes de la comunidad.

Para la comunidad indígena de Mezcala, la pérdida de su lengua ha sido un golpe a su cultura; no obstante, la comunidad se ha refugiado y fortalecido desde lo que sí conservó, tal como el territorio, las fiestas, la memoria histórica y el autogobierno. Esto es, conserva 3 602.2 hectáreas de tierra comunal y la posesión de las dos islas que se localizan en el lago de Chapala; realiza alrededor de veintiocho fiestas al año donde se organizan con cargos, danzas, ofrendas y rituales que fortalecen los lazos entre los distintos miembros de la comunidad (niños, jóvenes, mujeres, ancianos, autoridades); recuerda y transmite las historias de la comunidad con poemas, desfiles, escritos, talleres, obras teatrales, exposición de piezas históricas; recorre su territorio con los más jóvenes y nuevos del pueblo; conserva y fortalece su gobierno tradicional que se rige por sus usos y costumbres y es representado por la Asamblea General de Comuneros, la máxima autoridad comunal.

Mezcala, como muchas de las comunidades originarias de este país, ha sido despojada de una parte fundamental de su cultura, pero ha sabido conservarse ante las adversidades a las que se ha confrontado con el paso del tiempo. Los pueblos originarios de este México racista, que en la vía de los hechos los discrimina por ser una cultura distinta, han tenido que adaptarse de la mejor manera, de aquella que les permita seguir siendo pueblos aun cuando sus leyes, sus tierras, su lengua, su vestimenta, sus costumbres sean reprimidos y criminalizados por los distintos gobiernos que han existido los últimos quinientos años. Mezcala es pues una de esas comunidades que han resistido y han luchado por conservar lo poco que aún les queda en medio de esta guerra.

También hay que decir que el pueblo coca de Mezcala es uno muy singular. Está lejos de los estándares tradicionales con los que reconoce el Estado mexicano a un pueblo originario, pues Mezcala es una comunidad conectada con los grandes centros urbanos como la ciudad de Guadalajara, Chapala y Ocotlán. Sus habitantes, en su mayoría los jóvenes, salen a diario a trabajar a estos centros urbanos, y un gran número de familias ha tenido que migrar a la zona metropolitana de Guadalajara, pero también a Tijuana y Estados Unidos. Esta movilidad ha traído cambios en la vida cotidiana de esta comunidad indígena, pero lo interesante es que se sigue reproduciendo su cultura y tradiciones. Con cambios como son algunos objetos, pero la esencia sigue prevaleciendo, que es el fortalecimiento de los lazos comunitarios que tejen ahí. Por eso, en Estados Unidos y Tijuana se replican las fiestas tradicionales, mientras que los que están más cerca, como en Guadalajara, participan con sus cooperaciones y tareas específicas que pueden realizar desde ahí.

El trabajo que ha realizado Inés da muestra de cómo esta comunidad ha tenido que construir estrategias que, en medio de esta aparente desarticulación, han producido organización dentro y fuera del territorio de Mezcala. Este pueblo es un espejo de cientos de comunidades que día a día luchan contra el olvido y exterminio que produce el Estado ante su forma de vida.

La situación actual de los pueblos originarios de México es precaria, pues todo apunta a su desintegración y exterminio. Uno puede preguntarse entonces si los pueblos originarios de México desaparecerán. Y nuestra respuesta es “no”. Pero debemos aceptar que están olvidados, negados y día a día están siendo desplazados por este sistema capitalista neoliberal que pretende gobernar al mundo, como si fuera uno solo, una sola lengua, una sola creencia, una sola cultura. Hablar e investigar sobre los pueblos originarios del mundo permite recordar a la academia que aún hay una deuda histórica con aquellos hombres y mujeres que han permanecido los últimos quinientos años resistiendo y viviendo con dignidad, aun a costa de su desprecio.

Ahí es donde se sitúa el trabajo de Inés, una mujer, intelectual, amiga mía, que ha demostrado su sensibilidad y compromiso con los problemas que confronta nuestro pueblo. Se necesitan estas investigaciones y sobre todo el compromiso de quien investiga y escribe sobre temas determinantes para la construcción del futuro de una comunidad, de un país.

PREFACIO

JORGE ALONSO

La autora de este libro lleva diez años estudiando la comunidad indígena de Mezcala, Jalisco. Este libro trata de un pueblo originario que argumenta que posee su territorio desde tiempos inmemoriales. Y hay muchas pruebas para comprobar este argumento. Tiene cuevas con pinturas rupestres, abundan los petroglifos, pero lo más revelador es que la comunidad ha emprendido una gran cantidad de luchas para defender su tierra. Además, la gente de Mezcala posee una extraordinaria identidad histórica basada precisamente en estos combates. Del que está más orgulloso este pueblo originario es de su participación en la lucha por la Independencia (1810-1821). Se unieron a las tropas insurgentes para sacudirse el yugo colonial español. Su geografía con una montaña, una ribera y la parte lacustre con sus dos islas le ha proporcionado un saber que hizo inexpugnable su lucha contra fuerzas virreinales mejor armadas, que no supieron descifrar las múltiples habilidades de los habitantes de este lugar. Sus actuales pobladores aducen que sus ancestros les susurran al oído para que prosigan defendiendo el territorio de los embates de quienes lo pretenden despojar. Últimamente hay colectivos que participan en el Concejo Indígena de Gobierno que a nivel nacional han emprendido una férrea defensa de los territorios indígenas frente a los múltiples despojos de la modernidad capitalista neoliberal.

El estudio de Inés Durán Matute no cayó en la tentación del extractivismo académico, costumbre muy extendida en nuestro medio, y no sólo entregó los resultados de su investigación a la comunidad, sino que los hizo comprensibles y fueron discutidos en varios eventos en la misma localidad. En su estancia posdoctoral en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, ha proseguido con una investigación de largo aliento que incluye la perspectiva de la migración internacional. La autora agradeció a quienes la recibieron en sus casas, le abrieron sus vidas, le tuvieron confianza y compartieron sus experiencias; en particular a los comuneros, a los miembros del Colectivo Mezcala, del Club Mezcala y a los migrantes en California. Les compartió que fue entendiendo que la comunidad es parte de redes y conexiones desiguales, injustas y desproporcionadas entre distintos actores que activan cambios económicos, políticos culturales y sociales. Su trabajo desentrañó las conexiones entre lo local y lo global. Visualizó lo que denominó gobernanza neoliberal dando seguimiento a las redes institucionales, a las redes de poder, siguiendo la pista de cómo las lógicas estatales y mercantiles se meten en la vida de las poblaciones más aisladas. Dio cuenta de cómo procesos nacionales y mundiales han ido moldeando a una comunidad. Pero también ha sido testigo de cómo hay colectivos que intentan encontrar vías alternativas y autónomas. Su intenso trabajo de campo la llevó a interactuar con diferentes miembros de la comunidad, y conocer la dinámica comunitaria combinando revisiones de archivos y publicaciones con una activa participación en asambleas y manifestaciones; haciendo numerosas entrevistas y acompañando la vida cotidiana de varios de los pobladores. En este libro tan interesante, complementó el análisis sincrónico con una amplia contextualización diacrónica. Pese al predominio de las formas de dominación por medio del clientelismo, corporativismo, división, fraude y corrupción por parte del poder, también encontró una lucha desde abajo por la defensa de la tierra comunal. Con el estudio de las dinámicas laborales de los mezcalenses, amplió su mirada para comprender la dinámica mundial neoliberal. Mostró cómo las complejidades locales-globales han renovado relaciones coloniales, estratificaciones y diferenciaciones dentro y entre países. Profundizó en las condiciones de vida de la comunidad en cuestiones fundamentales de salud, vivienda y educación. Encontró que algunos migrantes pudieron mejorar sus condiciones vitales, pero en medio de dinámicas de opresión, discriminación y exclusión en suelo estadunidense. La migración no ha implicado desarraigo y las remesas los conectan con su lugar de origen, así como las periódicas visitas sobre todo en las principales festividades locales.

Punto central del estudio de Durán Matute se encuentra en la descripción y análisis de lo que corresponde al territorio de Mezcala, en el que se disputan pasado, presente y porvenir en una pugna por mantener sus raíces, defender significados e identidades. Los mezcalenses, ante el progreso que les pregonan, que implicaría que de poseedores se hicieran vendedores, y posteriormente sirvientes en lo que fue su tierra, de los intereses inmobiliarios y de turismo capitalistas, han ideado proyectos de turismo comunitario alterno sin renunciar al arraigo a su tierra. Inés Durán Matute ahondó en cómo los pobladores manejan y se reapropian de sus identidades, y cómo se ha ido buscando acabar con el legado colonial de discriminación fortaleciendo la identidad étnica y consecuentemente la comunitaria. La autora atisba que, si los migrantes articularan sus reclamos con los de los comuneros locales y con los jóvenes que luchan por el territorio y su identidad, se podría gestar y fortalecer un movimiento transnacional de oposición. Aunque ella es consciente de que esa apuesta habría que calibrarla para ver si la identidad transnacional subversiva se consolida o es absorbida por la gobernanza neoliberal.

En suma, todo el estudio va dando cuenta de la complejidad, de las contradicciones, de los problemas y las posibilidades que se abren en medio de los controles económicos y políticos capitalistas y estatales. La investigadora es muy cuidadosa en presentar diferentes perspectivas entre los habitantes, sus problemas, y tensiones en su afán por mejorar sus condiciones de vida. En su haber encontró la vitalidad y fuerza de la organización desde abajo y con pulsiones de autonomía que, confrontando la dominancia capitalista neoliberal, busca resistir, defenderse y aun construir alternativas a la explotación y dominación. Estamos ante un formidable estudio con grandes aportes que muestra, desde una localidad y su migración internacional, cómo se comporta un poder planetario, pero cómo es posible también ir construyendo alternativas viables.

AGRADECIMIENTOS

Ojalá que este trabajo retribuya parte de todo lo que me han dado mis amigos de Mezcala. Ustedes me recibieron en sus casas, me abrieron sus vidas y me brindaron su amistad y confianza; espero a lo largo de estos años haber hecho lo mismo, y que este trabajo manifieste mi afecto y compromiso con ustedes. Quiero, en especial, agradecer a aquellos que decidieron compartir sus experiencias y me enseñaron lo que significa ser mezcalense; a quienes me acompañaron y ayudaron en este largo camino; a los comuneros, a los miembros del Colectivo Mezcala y del Club Mezcala (también de su sede en Tijuana) y a los migrantes en Ceres, California.

También quiero agradecer a dos personas que fueron fundamentales para delinear esta investigación: Vek, quien es no sólo una de las personas más amables que he conocido, sino que es un gran guía y apoyo intelectual, profesional y personal; y mi querido Jorge, quien ha sido un excelente mentor y amigo, que comparte conmigo sus habilidades y pasiones. Los dos son personas dignas de admirar por su dedicación y compromiso para hacer de este mundo un lugar mejor.

A lo largo de este camino, esta investigación también se enriqueció de las perspectivas, diálogos y apoyos de varias personas. En Australia, quisiera agradecer especialmente a Fernanda por sus orientaciones y motivaciones; también a David por creer en este proyecto y en mí; a Luis por las enseñanzas y perspectivas, a Anne por sus cuidados y a Adam por los diálogos que establecimos. Realmente estoy muy agradecida por toda su ayuda. En México, quisiera agradecer a Santiago, quien fue un buen compañero de campo, pero también por las orientaciones en algunos de los quehaceres de la antropología. Asimismo, agradezco a John por la inspiración y los comentarios que nutrieron este manuscrito; a mis amigos Kike, Adra, Nata, Pau y Chistri, quienes de distintas maneras me acompañaron y apoyaron en esta investigación; y a todos los que participaron en una red de colaboración en torno a Mezcala. También estoy agradecida con los investigadores de El Colegio de la Frontera Norte (Colef), quienes me encaminaron a mi estancia en Los Ángeles. Además, quisiera agradecer a la Cátedra de la Interculturalidad de la Universidad de Guadalajara por hacer posible esta traducción y a Myrna y Víctor, quienes realizaron un trabajo impecable. En Estados Unidos, deseo agradecer al Institute for Research on Labor and Employment (IRLE), en especial a Chris Tilly, quien me abrió las puertas y se convirtió en un colega cercano, y a Gaspar Rivera-Salgado, quien me asesoró en el trabajo de campo en ese lado de la frontera y sobre el tema migratorio. Desde Inglaterra, John proporcionó una rica y alentadora retroalimentación a una versión previa de este manuscrito; realmente aprecio tus palabras, ya que fueron esenciales para perseguir la materialización de este libro. Y desde Francia, Pierre se tomó el tiempo para enviar sus consejos, observaciones y ánimos hasta el otro lado del mundo; muchas gracias.

Este proyecto no hubiera sido posible sin los apoyos de la Universidad de Sidney y de la Universidad de Guadalajara, que me permitieron aprovechar múltiples espacios de estudio y conocimiento en distintos lugares del mundo, y aseguraron el pan en mi mesa. Claro que la dulzura de mis familias adoptivas y reales, en especial de Beatriz, Erçu, Jorge, Ulises, Miguel, Viry, Dean, Maca, Caro, Lupita, Claudita y mis tíos Vicky y Raúl, fue lo que convirtió estos lugares en hogares para mí. Asimismo, en estos viajes pude conocer y me acerqué con personas que con sus comentarios y recomendaciones alimentaron este libro; también proporcionaron puntos de relajación y de diversión con mis amigos aquí y allá. A todos ellos, un millón de gracias.

Finalmente, tras bambalinas: Adi, Calito, Fer, Pia, Seme y Juanchito, este libro fue escrito con su cariño. Día a día, de lejos y de cerca, me transmitieron sus preocupaciones, advertencias y consejos, sus ánimos, felicidades y amor. Simplemente, los adoro.

Rod, sin ti este libro simplemente no existiría, pues asumiste diferentes papeles: de diccionario, de traductor, de asistente legal, de público, de compañero de viajes, de comentarista, de revisor, de consejero, entre otros. Me acompañaste todos estos años viviendo conmigo las diferentes emociones que provocan este tipo de proyectos, pero siempre cuidándome y asegurando que no me olvidara de comer, de soñar y de reír. Mi corazón y este libro son tuyos.

INTRODUCCIÓN

MEZCALA: UN ESCENARIO LOCAL DE FUERZAS GLOBALES

El 19 de julio de 2008, el doctor Jorge Alonso me introdujo a la comunidad de Mezcala de la Asunción para familiarizarme con la vida, los saberes y las luchas de los pueblos indígenas en tiempos actuales. Desde entonces quedé asombrada con esta joya oculta a orillas del lago de Chapala, en el municipio de Poncitlán, Jalisco, aproximadamente 55 kilómetros al sureste de Guadalajara, la segunda ciudad más grande de México. A medida que uno se aproxima, se perciben los diferentes y contrastantes escenarios del México contemporáneo. Primero, a través de una autopista, uno encuentra la contaminada y transitada zona industrial (El Salto); luego, conduciendo por un camino estrecho y de mala calidad, el visitante llega a un valle protegido por colinas, seguido de una carretera recta reconstruida a lo largo del lago con desarrollos de viviendas para la clase media alta nacional e internacional, con magníficas vistas, en contraste con algunos poblados pequeños y pobres al lado de la carretera; finalmente, una carretera más estrecha conduce a un mirador que permite apreciar la maravillosa vegetación verde que crece en las colinas que rodean el pequeño pueblo y sus dos islas (Pechilinque y Tlaltequepeque) en medio del infinito y brillante lago.

En general, la vida en Mezcala parece ser tranquila. Se puede observar a los niños en sus uniformes escolares jugando en la calle, a los ancianos descansando en la entrada de sus casas después de un largo día en los cultivos de chayote, y a mujeres que venden y compran cosas en pequeñas y diversas tienditas mientras cuidan de sus familias. El pueblo está dividido en nueve barrios: Ojo de Agua, Zalatita, Azaleas, San Pedro, La Cuesta, El Cerrito, La Cantería, La Cruz y El Centro; y como la mayoría de los pueblos del México rural, en el centro tiene su plaza con un quiosco y una iglesia, donde la población acude para jugar, platicar, reunirse o simplemente dar la vuelta. Además, la vida gira alrededor del lago y, por eso, en la orilla hay un malecón con unos cuantos puestos que venden pescado, mariscos y cerveza, así como varias lanchas para pescar o para hacer viajes turísticos a la isla principal (el corazón de la comunidad). De hecho, aunque los mezcalenses tienen una creciente industria turística, sus principales actividades económicas son la agricultura y la pesca. Pero a medida que estas actividades económicas se están devaluando, la migración también se ha posicionado como una fuente importante de ingresos. Los mezcalenses no sólo cruzan la frontera en busca de mejores oportunidades, sino que también recurren al empleo en las maquiladoras cercanas, pues autobuses recogen continuamente a trabajadores en la comunidad. En realidad, la región se ha adherido a la vanguardia de “modernización”, “desarrollo” y “progreso”, donde se promueven las oportunidades de empleo industrial y donde la ubicación privilegiada y envidiable de Mezcala se promociona como terreno ideal para el desarrollo del turismo residencial.

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El centro de Mezcala

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Niños jugando en las calles

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Anciano descansando

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Mujeres vendiendo cosechas en su tiendita

Lo que esta descripción evidencia son las relaciones, las redes y las conexiones de diferentes actores que se expresan de forma asimétrica, es decir, desiguales, injustas y desproporcionadas, y que han activado acelerados cambios económicos, políticos, culturales y sociales. Estos procesos “glocales” son exactamente lo que este libro busca desentrañar; es decir, liga los procesos de globalización neoliberal con las realidades locales, mostrando su impacto, pero también la participación activa de aquellas personas situadas localmente en moldear los procesos culturales, sociales, económicos y políticos. Para lograr esto, cuento con las voces, los conocimientos y las experiencias de los mezcalenses que registré en las fases del extenso trabajo de campo en Mezcala, que se extiende desde mi primera visita en julio de 2008 hasta agosto de 2014, y en Los Ángeles, uno de los principales destinos de los migrantes, de julio de 2013 a enero de 2014.1 Así, mientras recojo las experiencias vividas, las motivaciones, los mecanismos y las adaptaciones de los mezcalenses, la información recopilada se pone en diálogo con el análisis de los impactos del modelo de globalización neoliberal del desarrollo urbano-industrial.

LIDIAR CON EL LEGADO DEL COLONIALISMO

Para empezar, debemos considerar cómo las realidades construyen y organizan el espacio social y cómo son delineadas por la sociedad para servir a propósitos específicos (Massey, 1995: 68-69). Una breve reseña histórica de la comunidad puede servir como punto de partida para revelar las complejidades e inconsistencias del espacio social de Mezcala y, específicamente, para comprender cómo las sociedades son construidas y estructuradas por medio de relaciones de poder, prácticas y retóricas que se mueven constantemente a través de espacios y tiempos.

Se han escrito pocos estudios sobre la historia de Mezcala y, por lo tanto, muchas preguntas de su pasado y origen quedan aún sin respuesta. De estos escasos estudios, la reconstrucción histórica de Rosa María Castillero (2005) revela que, antes del periodo posclásico, los cocas ocuparon este territorio en el norte del lago de Chapala y se establecieron en pequeñas aldeas dispersas gobernadas por señores o caciques. Para Mezcala, al igual que para otras comunidades indígenas en México, la conquista española representó una gran amenaza para su territorio y un atentado político, social y cultural debido a la toma del poder y control, así como a la imposición de una lengua, una religión y un conjunto de prácticas que les eran ajenas. Rosa Yáñez (1998), por ejemplo, explica que desde el siglo xvi el náhuatl comenzó a remplazar la lengua coca, ya que fue en gran medida hablado y utilizado por los conquistadores y evangelizadores. Castillero (2005) y Yáñez (1998) concluyen que lo más probable es que la lengua coca haya desaparecido en el siglo XVIII, sin dejar nada de literatura. Paralelamente, se llevó a cabo la estandarización de los grupos étnicos de la región, donde todos fueron etiquetados como simplemente “indígenas” (Yáñez, 1998: 21). De esta manera, la separación fortaleció una estructura social jerárquica, al tiempo que fomentó en los mezcalenses una conciencia desvinculada del resto de la sociedad.

Por otra parte, aunque la inaccesibilidad de la comunidad los protegió contra las medidas coloniales (Castillero, 2005) y evitó el mestizaje (Hernández García, 2006: 107-108), las amenazas sobre sus tierras y su organización e identidad sociocultural siempre estuvieron presentes. De hecho, se entiende la historia de Mezcala como una narrativa continua de rebelión y lucha por la tierra y su uso, como es catalogada con frecuencia por los propios mezcalenses. Para empezar, Castillero (2005) descubrió que aunque las medidas coloniales (p. ej., los tributos) no se podían imponer en el pueblo, los mezcalenses no sólo eran empleados en las haciendas, sino que también se rebelaron contra ellas e incluso lograron redactar el Título Virreinal2 para evitar nuevas invasiones y amenazas. A su vez, Álvaro Ochoa Serrano (1985, 2006) narra cómo durante el movimiento de Independencia de 1810, los mezcalenses, liderados por Encarnación Rosas, José Santana y el padre Marcos Castellanos, se fortificaron en la isla principal (Tlaltequepeque) para luchar contra las tropas reales del general José de la Cruz, desde 1812 hasta su capitulación el 25 de noviembre de 1816.

Esta transformación política, sin embargo, no significó mejores condiciones, ya que en la época moderna se reforzaron las jerarquías pasadas, reestructurando parcialmente la diferenciación social. Los gobernantes liberales vieron la tenencia de la propiedad comunal, las prácticas comunitarias, las tradiciones y las lenguas de los pueblos indígenas como “los enemigos del progreso” (Gall, 2002: 51), dirigiendo sus esfuerzos para “integrar” a esta población y “blanquear” a la sociedad mexicana (Alonso, 2004). De esta manera, los mezcalenses, sufriendo discriminación y opresión, fueron obligados a ocultar algunas de sus prácticas culturales, lo que llevó a su posterior transformación. Incluso después, en el contexto de la Revolución mexicana, las autoridades fomentaron la “discriminación positiva” al construir la nación (Knight, 1990: 84) y, por ende, reorganizaron las estructuras y jerarquías sociales mediante la creación de una única cultura e identidad superior que implicaba la mezcla de indígenas y españoles: el mestizo mexicano. El mestizaje, para los objetivos de este estudio, puede ser sintetizado como una ideología y un proyecto nacional que ocultaba las formas coloniales de opresión, donde los indígenas fueron excluidos y negados, pero también romantizados e idealizados, incitando su mercantilización, su segregación en políticas y programas, la denegación de derechos y la continuación del racismo. En efecto, el Estado mexicano utilizó el mestizaje para forjar una conciencia nacional basada en una fantasía que unificó a una sociedad desigual y para crear un país moderno, diferente y amalgamado; mientras que usó el indigenismo para aculturar e integrar a los pueblos indígenas eliminando algunos de sus rasgos, pero permitiendo que otros fueran preservados o incluso glorificados (Alonso, 2004; Dietz, 1999; Knight, 1990).

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Vista de Mezcala desde el malecón

El Estado aprovechó el rico pasado y cultura precolombina, enfatizando características exóticas y folclóricas de la población indígena; al mismo tiempo, equiparaba a los “indios” con el pasado (Alonso, 2004; Findji, 1992: 133), haciéndolos así responsables de los fracasos del Estado y de la falta de “progreso”. El discurso de la identidad nacional, de este modo, permitió una incorporación parcial y sesgada, acentuando y perpetuando diferencias y estratificaciones que se han vivido y experimentado diariamente. Además, con el advenimiento de la globalización neoliberal, el gobierno mexicano integró las ideas de pluriculturalidad/multiculturalidad y democracia en la política y dentro del panorama nacional, dejando intactas las jerarquías étnicas/raciales y prolongando la discriminación y el abuso hacia los pueblos indígenas. En efecto, la reforma del artículo 2 de la Constitución mexicana y la promulgación de la Ley sobre Derechos y Cultura Indígena se enmarcan en las políticas multiculturales que fueron instituidas crecientemente en los países de América Latina, políticas que han sido ampliamente criticadas e identificadas como meras formalidades junto con derechos tolerables hacia el indio permitido (Hale, 2004; Rivera Cusicanqui, 2008; Sieder, 2002). Esta reforma instó a las constituciones de los estados a usar “criterios estrechos para definir la identidad indígena” (Blackwell et al., 2009: 20) y, como resultado, el estado de Jalisco promulgó la Ley sobre los Derechos y el Desarrollo de los Pueblos y las Comunidades Indígenas del Estado de Jalisco (2006), donde los pueblos indígenas de las orillas del lago de Chapala dejaron de ser reconocidos como tales. Éste fue el caso de Mezcala, que “perdió” este reconocimiento bajo el pretexto de que había “perdido” su lengua y vestimenta “auténticos”; en consecuencia, se crearon una paradoja y un vacío legal que podían permitir al Estado emprender sus planes turísticos.

Sin embargo, para los mezcalenses, su identidad étnica se basa esencialmente en la posesión de su territorio, que se compone de 3 602.2 hectáreas de bosque, recursos naturales y un pequeño pueblo, además de las dos islas. Ellos consideran su tierra de un valor incalculable, que incluye restos arqueológicos en la isla, así como petroglifos y pinturas rupestres en las colinas. El “territorio” para ellos comprende el lugar, los recursos, la historia, las prácticas y sus relaciones e identidad. Por lo tanto, es su posesión más preciada. Por esta razón, hasta el día de hoy muchos lo defienden de manera incesante y feroz, tal como los comuneros que se dedican a la preservación del territorio y un grupo de jóvenes combatientes que han revitalizado esta lucha a la vez que se oponen directamente a las acciones estatales. En este sentido, Rocío Martínez Moreno (2008, 2012), una joven estudiante de historia de la comunidad, aporta investigaciones históricas de la participación de Mezcala en eventos nacionales; en ellos concluye que el reclamo de tierras y su manejo, tal como lo perciben los comuneros, ha sido una lucha de más de 500 años. Esto ha sido posible gracias a una sólida base cultural, histórica y política que permite la transferencia de un espacio físico donde la cultura y la historia pueden ser recreadas. De este modo, aunque hoy en día Mezcala puede parecer a primera vista como cualquier otro pueblo de México, la posesión de su territorio y la historia de resistencia, junto con el trato diferenciado y la discriminación que han experimentado históricamente como indígenas han impulsado a muchos a construir su identidad y posición en consecuencia.

En la actualidad, Mezcala tiene una población diversa de 5 871 habitantes3 que exhiben una forma de sincretismo de sus propias leyendas y mitos con la devoción a los dogmas y santos católicos. De hecho, la mayoría de ellos son devotos de la milagrosa patrona, la Virgen de la Asunción, que los protege y es un símbolo de su identidad. En este sentido, se puede observar que la comunidad tiene un calendario lleno de celebraciones que combinan eventos nacionales, tradiciones locales y festividades católicas, lo que confiere al lugar características distintivas, organización y un sentido de comunidad. Además, existe también un gran número de migrantes, principalmente en la zona metropolitana de Guadalajara, Tijuana y Estados Unidos, predominantemente en California. Este sector es comúnmente conocido como “Hijos Ausentes”, quienes en general mantienen lazos con la comunidad y facilitan el camino de otros mezcalenses hacia el Norte, ayudando a la consolidación de Mezcala como una comunidad transnacional. Así, aun cuando existe diversidad de perfiles y múltiples ubicaciones de los mezcalenses, éstos están organizados en “cargos” y “cumplidos” que denotan su generosidad, reciprocidad y respeto.4 Además, el ser indígena en Mezcala, en consonancia con Santiago Bastos (2012: 225-229), se vive por medio de la organización social, así como con las celebraciones, bailes y tradiciones.5

Sin embargo, como lo revela este libro, la “incorporación” de los pueblos indígenas se ha dado por medio de todos los aspectos de la cultura, la migración, los procesos económicos y la privatización de las tierras comunales, mientras que la categoría “mestizo” ha animado a algunos a encontrar canales para escalar en la estructura social. En efecto, toda la situación experimentada en Mezcala me hizo pensar en cómo se entrelazan los procesos históricos. En este sentido, los teóricos del giro decolonial han sostenido que la modernidad y la colonialidad no pueden ser percibidas como dos procesos separados, sino que constituyen “dos caras de la misma moneda” (Escobar, 2005; Mignolo, 2000; Quijano, 1992; Quintero, 2010). Es evidente que en México las formas de “colonización” y “subalternación” son renovadas, ya que las clasificaciones y jerarquías étnicas/raciales, junto con los esfuerzos por “incorporar” a los pueblos indígenas continúan marcando las relaciones económicas, políticas y sociales y legitiman la supremacía de una cultura sobre las otras. El multiculturalismo mostró continuidad con el mestizaje como proyecto nacional, aunque con diferentes rasgos, participantes y relaciones (Hale, 2002; Wade, 2009), al tiempo que, como observa Genner de Jesús Llanes Ortiz (2008: 52), es por la vía de la renovación y continuación del discurso oficial, la práctica del neoindigenismo, que se han afincado el racismo y la dominación contra los pueblos indígenas.

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La iglesia

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Danza de los tlahualiles

No obstante, como se indica en este libro, siguiendo las críticas de Maurício Domingues (2009) al proyecto pos/decolonial, también deberíamos entender la creciente complejidad de la modernidad con el fin de percibir tanto sus características opresivas como emancipatorias. En este contexto, lo que esconde Mezcala es una población que, con sus propios problemas y contradicciones, reivindica su pasado e identidad indígenas. De hecho, un grupo de habitantes, principalmente miembros del Colectivo Mezcala, un movimiento de oposición a las acciones estatales en la comunidad, ha forjado una conexión histórica y, como consecuencia, está impidiendo la materialización de la desaparición de los cocas. Esta situación concuerda con lo que otros académicos señalan acerca del fortalecimiento y reemergencia de los grupos indígenas (Alonso, 2004; Benavides Vanegas, 2010; De la Cadena y Starn, 2009; Kearney, 2004; Kradolfer, 2010; Ramos, 2006; Speed, 2002), y la creación de nuevas identidades (Hernández Navarro, 2009: 43) para desafiar las categorizaciones e identificaciones estatales.

Al respecto, Bastos (2011a, 2011b, 2012) ofrece una descripción de cómo se recrea la identidad étnica en Mezcala, revitalizando los derechos y los significados de ser indígena, mientras analiza cómo la comunidad se introduce en la globalización. En este sentido, el presente libro —al profundizar en los datos y basarse en las experiencias concretas de una variedad de mezcalenses— ofrece nuevas apreciaciones que conectan la esfera transnacional y la producción de una multiplicidad de identidades y proyectos que surgen a través de espacios y tiempos. De esta manera, cuestiones relacionadas con el reconocimiento se discuten a lo largo de este libro principalmente mediante la consideración de cómo los actores sociales responden a esta situación cuestionando la forma en cómo se crean los significados, las identidades y las relaciones sociales. Está claro que, con estos antecedentes, Mezcala ofrece un caso peculiar y fascinante que vale la pena explorar para ampliar nuestro conocimiento de las comunidades indígenas hoy en día.

ENREDADOS EN LA GOBERNANZA NEOLIBERAL

Esta investigación, por lo tanto, se fundamenta en el legado y las discusiones de lo poscolonial, decolonial y subalterno; al hacerlo, busca escudriñar la persistencia de las relaciones de poder basadas en la experiencia colonial. No obstante, aunque sigo las interpretaciones sobre cultura, economía y colonialismo de las redes entre diferentes sectoresde los teóricos de esta escuela, mi intención es emplear críticamente algunas de sus ideas, así como las de otras escuelas de pensamiento, para hacer uso del conocimiento previo en la materia independientemente de las disputas disciplinarias. Mi punto de partida se deriva de cómo el colonialismo interno ha implantado la continuación de la estructura colonial dentro de las naciones después de la descolonización, al trazar un vínculo entre las esferas inter, intra y transnacional para entender la globalización neoliberal y la prevalencia de los centros mundiales de poder con sus redes corporativas y el apoyo de los grupos dominantes internos como sus aliados, según lo ha propuesto Pablo González Casanova (2006: 425-430).6 Por consiguiente, el concepto de gobernanza neoliberal es central en este libro; se emplea en estas páginas para exponer y conceptualizar los mecanismos institucionales en juego en las relaciones y procesos examinados.

Fundamental para este concepto es que el neoliberalismo, en vista de esto, no puede ser considerado sólo un conjunto de políticas económicas compiladas en el Consenso de Washington (Williamson, 2003, 2004), sino un régimen social y político (Santos, 2009) que establece un poder ideológico (Babb, 2001: 197; Harvey, 2007: 68-69; Rapoport, 2002: 360). El neoliberalismo se caracteriza por una reconfiguración de la lucha de clases para el manejo de la riqueza y de las instituciones económicas, financieras y culturales (Gandásegui, Hijo, 2011: 287)y para “el control y la restauración del poder de clase de la élite” (Harvey, 2007: 208). El concepto de gobernanza, como lo desarrolló Massimo De Angelis (2005: 233-234), es clave aquí, ya que nos permite identificar cómo su forma neoliberal está basada en una estructura institucional y sobre las redes entre diferentes sectores de la sociedad, desde las instituciones financieras internacionales(IFI), las corporaciones transnacionales, los gobiernos, empresarios, tecnócratas y políticos hasta su clientela y diferentes aliados a nivel local que están expuestos a maniobras de imposición y persuasión, y a negociaciones para regular la vida, los espacios y las mentes.

La gobernanza global está vinculada no sólo a un discurso que gestiona a las sociedades, sino también a la acumulación y manejo del conflicto social que incluye “técnicas de clasificación y producción de conocimiento” (De Angelis, 2005: 229-243). En este sentido, Boaventura de Sousa Santos sostiene que la gobernanza es “una matriz que combina la horizontalidad y la verticalidad de una manera nueva”, donde “la demanda de participación e inclusión” y de “autonomía y autorregulación” se combinan en un momento en que las fallas del mercado se hacen evidentes (2009: 2-4). En consonancia con esta tendencia, Hale (2002) argumenta que en la estrategia de la gobernanza neoliberal comenzó a enmarcarse una nueva concepción de ciudadanía que permite concesiones y abre nuevos espacios políticos en una era en la que aumenta la militancia junto con las demandas de democracia. Como concepto clave empleado en este libro, y que contribuye a este debate, la gobernanza neoliberal debe entenderse como una lógica operativa que infringe engañosamente las vidas de las personas al enredarlas profundamente en las estructuras de poder y discursos capitalistas y colonialistas. La gobernanza neoliberal reinserta las relaciones marcadas por la diferencia y el poder, donde también las formas de reconocimiento y las reivindicaciones desde abajo pueden ser integradas a las perspectivas colonialistas y a la lógica del mercado.

En este sentido, este libro sostiene que Mezcala ofrece, sin duda, un ejemplo de experiencia vivida de cómo el colonialismo prevalece como un sistema de clasificaciones que influye en los imaginarios nacionales, no sólo con base en la raza, sino también en la etnicidad, la clase y el género, entre otros.7 Mi propuesta va más allá al considerar también cómo el poder y el espacio se imbrican a través de políticas, prácticas, temas y retóricas que dan forma a procesos neoliberales que perpetúan estructuras y jerarquías. Por lo tanto, en el presente estudio analizo cómo la gobernanza neoliberal permea las mentes y embrolla las vidas, incluso en las comunidades más aisladas, por medio de lógicas estatales y de mercado, mientras que al mismo tiempo investigo cómo se manejan y negocian las posiciones a través de dinámicas transnacionales mostrando las mutaciones, complejidades, multiplicidades y desregulaciones en las identidades y clasificaciones. Aquí es importante reflexionar sobre la manera en que, como se ilustra en estas páginas, el Estado mexicano se apoya en el poder informal para gobernar y mantener las estructuras y diferenciaciones sociales, a menudo acompañando éste con la violencia y criminalización. De esta manera, esta investigación explora las dinámicas sociopolíticas en la esfera nacional y esclarece el patrón de peculiaridades engendradas por medio de la práctica y la transnacionalización de la cultura política heredada y la reconstitución de las formas coloniales de opresión. Es decir, al adoptar un enfoque transnacional para analizar la política local y los procesos económicos, esta investigación articula las relaciones desiguales entre y dentro de los países mediante las relaciones de poder y la retórica hegemónica empleada.

Al hacerlo, este libro revela cómo los sujetos se conectan a través de múltiples ubicaciones y comunidades, al tiempo que son subsumidos en las redes de poder y los múltiples discursos, técnicas y prácticas que están atravesados por diferentes eras. A este efecto, también es crucial para el desarrollo de mi argumento cómo los discursos del “desarrollo”, “progreso” y “modernización” son macrorrelatos que han actuado como catalizadores en las mentes de los mezcalenses para moldear sus vidas y proyectos, y establecer la posición en la que se encuentran en consecuencia. Como antecedente, Alejandro Portes y John Walton (1981: 129-135) sostienen que a lo largo de la historia, la estructura social ha sido legitimada por los sectores dominantes en el poder por medio de las ideologías; la más reciente, el “desarrollismo” justifica sus privilegios mientras el peso recae sobre las “masas”. Es más, a mediados del siglo XX surgió una nueva concepción del “desarrollo” al servicio de la hegemonía estadunidense (Esteva, 1992) y para la década de 1980, el “desarrollo” se percibió como una solución para los problemas del “Tercer Mundo”, para que éste alcanzara el crecimiento, lo que sirvió además para justificar la adopción de políticas neoliberales (Escobar, 2007).

Asimismo, dentro de la gobernanza neoliberal este discurso ha incluido no sólo la esfera económica sino también la social (Esteva, 1992), al tiempo que se clasifican los espacios según las diferentes etapas de desarrollo (Massey, 2005: 86-87). En este sentido, Estados Unidos, retratado y mistificado como la tierra de los sueños e identificado como portador de “progreso”, “civilización” y “desarrollo”, tiene un gran efecto en toda la sociedad mexicana. El “desarrollo” está adherido tanto a las redes institucionales como a las subjetividades de las personas en una fluidez transnacional. Por lo tanto, la perspectiva ofrecida en este libro estaría incompleta sin los postulados de la teoría del posdesarrollo que lo conciben como un proyecto económico y político, como un discurso para administrar la sociedad que ha sido adoptado incluso por las élites locales (Escobar, 1992a); es una forma de pensar el mundo y eliminar otras posibilidades y surge como una forma de poder (Storey, 2000: 40).

Dentro de este contexto, considero que se han unido diferentes actores para mediar y gestionar sus reclamos, al tiempo que persisten en establecer una línea de demarcación entre la inclusión y la exclusión de participantes en el proyecto neoliberal. Esto implica que, en la era de la gobernanza neoliberal, los mezcalenses se convierten en “subciudadanos”, dado que están integrados en las instituciones en una posición subordinada (Chauvin y Garcés-Mascareñas, 2012) y estigmatizada mediante el uso de categorías desde las cuales ellos deben negociar. Este estudio, como tal, agrega complejidad a los estudios previos al observar la continuidad del pasado colonial y reunir las diferentes y paradójicas interpretaciones, proyectos y experiencias de los mezcalenses en torno al “progreso” en la era de la gobernanza neoliberal. En vista de eso, esta investigación desafía las retóricas asociadas con las narrativas de modernidad y trasciende los problemas de la teoría del posdesarrollo, especialmente en referencia a su propia “retórica” y “postura” (Nederveen Pieterse, 1998, 2000) y sus supuestos sobre las formulaciones románticas del cambio social (Nederveen Pieterse, 1998; Storey, 2000).

UN MAPEO DE LAS TENDENCIAS CLAVE DE LA INTERFAZ
GLOBAL-REGIONAL-LOCAL DE PODER

Para mapear estas tendencias clave de la interfaz global-regional-local de poder en el contexto de la gobernanza neoliberal, primero debo describir cómo la comunidad está organizada por diferentes figuras políticas. Éstas son: jueces de barrio,8 cuya tarea es ser representantes y consultar y organizar a las personas de su barrio para atender sus necesidades; la Asamblea General de Comuneros, implementada en los setenta, pero conocida como la autoridad tradicional responsable de proteger el territorio y los usos y costumbres; y el delegado municipal, que es el representante del Municipio,9 a cargo de la administración de la comunidad. Adicionalmente, podemos identificar dos nuevas figuras políticas: Colectivo Mezcala, que involucra principalmente a habitantes jóvenes y se ha comprometido en la revitalización de su identidad y autoridad tradicional y se ha aliado con otras comunidades indígenas, el movimiento zapatista y otros movimientos sociales, y varios académicos;10 y Club Mezcala, un club de oriundos con sede en Los Ángeles que ha brindado mejores condiciones para la población migrante, al tiempo que influye en la vida comunitaria desde el extranjero.

Para este estudio elegí 32 participantes (26 hombres y seis mujeres)11 que eran comuneros, jóvenes combatientes o migrantes, en la medida en que identifiqué sus diferentes puntos de vista para mejorar las condiciones de vida de la comunidad. Por lo tanto, este libro explora las experiencias de los comuneros y un grupo de jóvenes simpatizantes de la comunidad indígena de Mezcala que expresan su preocupación por los planes del Estado mexicano sobre su territorio; y de los migrantes de Mezcala a Estados Unidos12 y algunas ciudades de México, quienes se han visto obligados a irse debido a las condiciones económicas, políticas y sociales pero conservan un compromiso con aquellos que se quedan.13 Los criterios que guiaron la selección fueron flexibles y se decidieron en el curso del proyecto, ya que entrevisté a aquellos con quienes había establecido una relación de confianza previa o que habían aceptado participar como resultado del efecto de bola de nieve.14 Las preguntas formuladas se referían a sus propias experiencias y problemas relacionados con sus autoridades locales, las transformaciones sociales, económicas y políticas de la comunidad, la migración, los proyectos y las necesidades, así como la historia y la identidad.

Aunque en términos generales traté de entrevistar al mismo