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1 El arco temporal que se viene considerando dentro de la Historia del Tiempo Presente en nuestro país como Transición oscila entre el mínimo que va del referéndum de la Reforma Política al cambio de Gobierno con el primer mandato socialista (1976-1982) a una ampliación por delante desde el magnicidio de Carrero Blanco (1973), aunque lo habitual sea situar el inicio en la muerte de Franco (1975). Algunos (Vilarós, 1998) retrasan el cierre a 1993 con lo que hacen de la Transición un período amplio, de dos décadas; pero parece bastante razonable el cierre de 1982 con el cambio político. Nuestro trabajo tiene en cuenta un par de años después (1983-1984) en función de que es el tiempo mínimo que suele transcurrir entre la idea de una película y su estreno, por tanto los filmes estrenados ese último año obedecen a proyectos que entran perfectamente en el período canónico de la transición democrática. Y, con el fin de engarzar debidamente con el citado proyecto del «cine de barrio», se incluye el análisis de algunos títulos de 1974-1975.

2 También el renacer del republicanismo a partir de movimiento 15M, la crisis de legitimación de la monarquía de Juan Carlos I en su última etapa y la muerte de Adolfo Suárez y la coronación de Felipe VI han supuesto una revisión de la Transición, con balances de la generación que detentó los poderes en aquella etapa.

3 Por supuesto que ese tipo de películas —básicamente las comedias del landismo— no agotan todo el cine español y ni siquiera son las más valiosas, pero sí representativas de la mentalidad, valores, principios... ethos dominante de la sociedad tardofranquista.

4 Los análisis de varios títulos que figuran en el subapartado «Convulsiones del posfranquismo (1974-1976)» han sido tomado de nuestros anteriores trabajos, publicados en Huerta y Pérez Morán (2012a) y (2012b). La flecha (fletxa.jpg) que figura tras el título de una película indica que sobre ese filme hay un comentario más detenido en el capítulo «El cine de la Transición en sus películas significativas».

5 N. Sartorius y A. Sabio: El final de la dictadura. La conquista de la democracia en España. Noviembre de 1975-Junio de 1977. Madrid: Temas de Hoy-Historia, 2007.

6 S. P. Huntington: La tercera ola. La democratización a finales del siglo xx. Barcelona: Paidós, 1994.

7 Una de las obras de referencia profusamente citada para este tipo de análisis, P. H. O’Donnell, Ph. C. Schmitter y L. Whitehead: Las transiciones desde un gobierno autoritario. Tomo I Europa Meridional; Tomo II América Latina; Tomo III Perspectivas comparadas. Barcelona: Paidós, 1988.

8 J. M.ª Colomer: La transición a la democracia: el modelo español. Barcelona: Anagrama, 1998.

9 J. Casanova: «Modernización y democratización: reflexiones sobre la transición española a la democracia» en T. Carnero (ed.): Modernización, desarrollo político y cambio social. Madrid: Alianza, 1992, pp. 247-269.

10 Pere Ysás: Disidencia y subversión. La lucha del régimen franquista por su supervivencia, 1960-1975.Barcelona: Crítica, 2004.

11 F. Laporte y S. Álvarez: La corrupción política en España. Madrid: Alianza, 1997. V. Pérez Diaz: «La emergencia de la España democrática» en Claves, n.º 13, Madrid, pp. 62-80. V. Navarro: Bienestar insuficiente, democracia incompleta. Madrid: Anagrama, 2002.

12 P. Aguilar: Memoria y olvido de la guerra civil. Madrid: Alianza, 1995. A. Reig Tapia: Memoria de la Guerra civil. Los mitos de la Tribu. Madrid: Alianza, 2000. V. Navarro: «La dictadura de Franco», en Claves, n.º 103, Madrid, 2001.

13 J. Tusell, E. Lamo de Espinosa, R. Pardo (eds.): Entre dos siglos. Reflexiones sobre la democracia española. Madrid: Alianza Editorial, 1996.

14 Cf. C. Barros: «Inacabada transición de la historiografía española», Bulletin d´Histoire contemporaine de l´Espagne, n.º 8, Burdeos, diciembre, 1996, pp. 469-293. D. Ruiz: «Debates interpretativos y “estados” de la cuestión» en La España democrática (1975-2000). Política y Sociedad. Madrid: Síntesis, 2002, pp. 183-222.

15 J. Arostegui (ed.): España en la memoria de tres generaciones. De la esperanza a la reparación. Madrid: UCM y Fundación Largo Caballero, 2007.

16 M. Richards: Un tiempo de silencio. L a guerra civil y la cultura de la represión en la España de Franco, 1936-1945. Barcelona: Crítica, 1999.

17 C. Molinero (eda.): La Transición treinta años después. Madrid: Península, 2006.

18 A este respecto, sugerimos la lectura del capítulo «La Transición a la democracia (1975-1982)», de Javier Tusell (2010).

19 «La Transición no se entiende sin la etapa precedente que se abre en los años sesenta» (Ardánaz, 156).

20 De manera oficial, pues veremos que, oficiosamente, casos como El crimen de Cuenca (Pilar Miró, 1979) demostraban lo contrario, como bien da cuenta el valioso libro Golpe a la Transición. El secuestro de El crimen de Cuenca (1978-1981), de Emeterio Díez Puertas (2012).

21 García Santamaría alude a esas subvenciones «subjetivas, sin criterios claros, eligiendo una serie de parámetros que dejan fuera de su radio de acción a productores y filmes que no se ajusten a sus directrices» (2013, 4).

22 Cita obligada vuelve a ser el volumen Golpe a la Transición. El secuestro de El crimen de Cuenca (1978-1981), en especial, los capítulos dedicados al contexto político.

23 De la que damos cuenta en el capítulo «El contexto cinematográfico durante el período tardofranquista: condicionantes políticos» (Huerta y Pérez, 2012, 21-32).

24 El propio García Escudero recibe una carta de Pilar Miró que, entre otras cosas, dice lo siguiente: «La ley García Escudero, pieza jurídica sin la cual el cine español no sería hoy lo que es, sirvió de cauce a sucesivas generaciones de directores para hacer realidad sus creaciones. Desde Saura, Berlanga, Borau, Summers, Picazo, Camus, etc., hasta Erice, Zulueta, Gutiérrez Aragón, etc., creo que todos hemos luchado por abrirnos camino, siendo deudores de las normas que en 1964 abrieron el primer horizonte. En mi opinión, las dos décadas transcurridas habían desgastado las normas jurídicas al límite de hacerlas irreconocibles, mientras que, por otro lado, la realidad social se alejaba a pasos agigantados del BOE. Había que recoger los buenos instrumentos jurídicos utilizados hacía tantos años y, luego de revisarlos y actualizarlos, ponerlos en funcionamiento una vez más, en un momento tan complejo y difícil para la industria cinematográfica como es el actual [...] Si me permite la comparación, diré que la baraja está inventada y que el juego se realiza en cada partida. Su jugada en el 64 fue de maestro y yo, veinte años después, me permito de nuevo repartir los naipes. Ojalá ahora, en el 84, se consiga lo que se logró en el 64 y, a ser posible, mejorado». (VV.AA., 1995, 21).

25 Así al menos lo afirma Gómez B. de Castro antes de realizar un complejo análisis de la coproducción en términos generales (1989, 105).

26 Tópico que no deja de responder a intereses ideológicos, como diagnostica David Trueba «Durante años, uno de los tópicos manidos era que el cine español solo rodaba películas sobre nuestra guerra. Cuando se ofrecían datos veraces resultaba que la realidad era muy distinta y que el porcentaje de películas centradas en distintos episodios de la guerra era casi ridículo. Lo que sucedía era que a menudo resultaban relevantes éxitos. Una vez más, la opinión general no siempre se fabrica con la verdad, sino con la manipulación más ramplona. Un episodio fundamental de nuestra historia se debería poder tratar al margen de las agendas políticas de la actualidad, pero las películas relacionadas con ese asunto son siempre juzgadas al capricho ideológico de hoy y nunca bajo criterios cinematográficos, que serían los únicos exigibles para acreditar o desacreditar un producto» (El País, 9-6-2014).

27 Hay acuerdo bastante amplio en esta perspectiva entre los estudiosos. Así, por ejemplo, Trenzado Romero (1999, 311) habla de la línea del «cine de recuperación de la memoria colectiva e histórica, tanto en su vertiente documental como en su faceta de cine histórico. Este tipo de cine no intenta realizar análisis rigurosos del pasado, sino “releerlo” desde las nuevas claves políticas del presente. Se trata, por consiguiente, de discursos sobre la actualidad». Por su parte, Hernández Ruiz y Pérez Rubio (2004, 92) hablan de que «Si algo caracteriza a buena parte de ese exiguo cine de tema histórico e histórico-literario de este espacio temporal es precisamente su voluntad de acometer la recreación del pasado (sobre todo el reciente: la Guerra Civil y la dictadura franquista) como una excusa más o menos velada para abordar el análisis y efectuar una suerte de diagnóstico de una España al borde de un cambio deseado y excesivamente pospuesto».

28 Me refiero a títulos como Inés de Castro (García Viñolas, 1944), La princesa de los Ursinos (Luis Lucia, 1946), La reina santa (Rafael Gil, 1947), La nao capitana ((Florián Rey, 1947), Locura de amor (Juan de Orduña, 1948), El tambor del Burch (Ignacio F. Iquino, 1948), Agustina de Aragón (Juan de Orduña, 1950), La leona de Castilla (Juan de Orduña, 1951), Alba de América (Juan de Orduña, 1951) o Jeromín (Luis Lucia, 1953). La mayoría de estas películas pertenecen al momento en que, como atinadamente observa Monterde (1993, 152) «se produjo una identificación casi total entre cine “oficial” y cine histórico, entendido como una de las vías más idóneas para el adoctrinamiento nacional-católico, la legitimación del régimen o la exaltación del Caudillo».

29 Monterde (1993, 157) plantea una queja que, esencialmente, sigue vigente: «¿por qué no existe una representación épica de la guerra civil? ¿Dónde están los filmes que aborden algún intento de interpretación o explicación, más allá del simple cainismo español? ¿Y por qué son tan escasos los filmes planteados desde la perspectiva de clase del proletariado, frente al predominio de la visión burguesa? ¿A qué se debe que en la mayor parte de filmes se sostenga esa visión “centrada” y “consensuada”? ¿Por qué nuestro cine se ha obligado a asumir tópicos mentirosos del tipo “Todos perdimos la guerra”, “No fue posible la paz” o “La culpa fue de todos”, en vez de denunciar los fundamentos reales de la agresión antidemocrática que causó la guerra?».

30 Lejos de agotarse el ciclo de películas sobre Franco continúa en los años siguientes con la reconstrucción del golpe de Estado en Dragon Rapide (Jaime Camino, 1986), la comedia Espérame en el cielo (Antonio Mercero, 1987), el esperpéntico ensayo Madregilda (Francisco Regueiro, 1993) o la delirante parodia ¡Buen viaje, Excelencia! (Albert Boadella, 2003).

31 Pérez Perucha y Ponce (1986, 242) subrayan la condición metafórica del filme al señalar que se trata de «una feroz y sarcástica farsa sobre la burguesía franquista en el crepúsculo de su existencia, mostrado en el ejercicio de uno de sus más privilegiados rituales: la celebración de un banquete, territorio donde el franquismo más y mejor se expresó en público y en el que con mayor frecuencia tradujo su ideología a términos cotidianos».

32 Se puede hacer, como Trenzado Romero (1999, 309-324), una clasificación de las «orientaciones políticas» de estas películas, aunque la utilidad es dudosa y en algunos títulos sería discutible: por ejemplo, considerar Tigres de papel (Fernando Colomo, 1977)(fletxa.jpg) como una película de derechas. Pérez Perucha y Ponce (1986) llaman la atención sobre el hecho de que la mayoría política del país, que ocupa el espacio del centro o la socialdemocracia, no aparece representada en las películas de la Transición, que se sitúan en la izquierda reformista o radical, o en la derecha nostálgica.

33 Nos referimos a Ángel Fernández Franco (El Torete), José Luis Manzano, José Luis Fernández (Pirri), José Antonio Valdelomar, Juan José Moreno Cuenca (El Vaquilla) y Antonio Flores.

34 Vid. los testimonios recogidos por Hernández Ruiz y Pérez Rubio (2004, 66ss) o la diatriba de Mery Cuesta contra el rechazo de la crítica y los estudiosos de la estética del cine quinqui (Cuesta y Cuesta, 2009, 67).

35 Hopewell (1989, 292) habla de frustración del film noir español debido a la pobreza de medios de producción y a la falta de tradición del género, a su vez debida al trato sensiblero dado a la mujer.

36 En febrero de 1975 se aprueban nuevas normas de censura que permiten el cine de destape, con la autorización de desnudos «siempre que esté exigido por la unidad total del filme», expresión que sirvió para que muchas actrices y actores justificaran sus desnudos «siempre que lo exija el guion»... lo que ha dado lugar a no pocos comentarios irónicos y humorísticos. Un año después fue suprimida la censura previa de guiones en los proyectos de rodajes españoles.

37 Entre ellas, La escalera (Stanley Donen, 1969), If... (Lindsay Anderson, 1968), Sacco e Vanzetti (Giuliano Montaldo, 1970), La guerra ha terminado (Alain Resnais, 1966) y El gran dictador (Charles Chaplin, 1940) (vid. Monterde, 1993, 70).

38 Como recoge Díez Puertas (2012, 134) en su exhaustivo estudio, hacía poco más de un mes que el abogado Juan María Bandrés había denunciado torturas de tres detenidos en la comandancia de la Guardia Civil de San Sebastián, lo que fue apoyado con la publicación de 56 denuncias por torturas ante el juez de los dos últimos años. El informe del teniente coronel enviado por Interior para ver la película en diciembre de 1979 explica que debe ser prohibida por la duración y crudeza de las torturas mostradas «unido a la campaña actual que sobre las torturas se está llevando a cabo» (ibídem, 151).

39 Este director, con una escueta filmografía y olvidado durante mucho tiempo, ha sido reivindicado en 2013-14 con una retrospectiva en los festivales de Viena y Sevilla y sendos ciclos en Filmoteca Española y la Cinémathèque Française. Véase nuestro comentario «El extraño e improbable caso del cineasta tahúr» en www.cineparaleer.com.

40 La cuestión de la homosexualidad en el cine español cuenta con una literatura ya abundante, entre la que destacan los trabajos de Juan Carlos Alfeo, La imagen del personaje homosexual masculino como protagonista en la cinematografía española, tesis doctoral, Universidad Complutense, 1997 (disponible en este sitio http://eprints.ucm.es/tesis/19972000/S/3/S3024001.pdf); la monografía de Alejandro Melero, Placeres ocultos. Gays y lesbianas en el cine español de la Transición, Madrid: Notorious, 2010; y el trabajo pionero de Paul Julian Smith, Las leyes del deseo. La homosexualidad en la literatura y el cine español (1960-1990), Barcelona: La Tempestad, 1998.

41 Analizada y comentada hasta la saciedad me limito a citar tres trabajos: el capítulo de Cristina Moreiras-Menor en La estela del tiempo. Imagen e historicidad en el cine español contemporáneo (Madrid y Frankfurt: Iberoamericana y Vervuert, 2011), el de Jo Labanyi en Palacio, ed. (2011, 73-85) y las páginas de Teresa M. Vilarós (1998, 47-54). En una perspectiva un poco más amplia puede verse nuestro trabajo «La (de)construcción fílmica de la familia Panero» (Sánchez Noriega, 2012).

42 Estos tres nombres pueden ser considerados como las mujeres cineastas de la Transición; como se sabe, con anterioridad únicamente hay francotiradoras como Rosario Pi, Ana Mariscal y Margarita Alexandre. Esa primera generación de directoras que inician sus carreras entre finales de los ochenta y los noventa es relativamente amplia en nombres, no así en la dedicación profesional continuada, pues muchas no tienen más de dos o tres películas en su haber.

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José Luis Sánchez Noriega (ed.)

FILMANDO EL CAMBIO SOCIAL

Las películas de la Transición

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Primera edición: octubre 2014

 

© Pilar Amador Carretero, Bénédicte Brémard, Virginia Guarinos Galán, Miguel Ángel Huerta Floriano, Ernesto Pérez Morán, Pedro Sangro Colón, José Luis Sánchez Noriega, Esperanza Yllán Calderón

© de esta edición: Laertes S.A. de Ediciones, 2014

C./Virtut, 8 - 08012 Barcelona

www.laertes.es / www.laertes.cat

 

Diseño cubierta: Nino Cabero Morán / OX Estudio (Fotograma del filme Ocaña, retrat intermitent, © Els Films de la Rambla)

Fotocomposición: JSM

 

 

ISBN: 978-84-7584-958-4

Depósito legal: B 20907-2014

Introducción: una nueva mirada
sobre el cine de la Transición

A lo largo del desarrollo del proyecto Ideología, valores y creencias en el «cine de barrio» del tardofranquismo (1966-1975), que analiza el sustrato de las mentalidades existentes en el cine popular como reflejo de las ideas dominantes en la sociedad del tardofranquismo, particularmente en cuestiones como la cultura sexual y las manifestaciones de la represión, la tensión admiración/rechazo de lo extranjero, los síntomas de cambio social (modas, turismo, canción pop, etc.) o el autoritarismo en diversos ámbitos (familiar, laboral, político), el equipo investigador se ha planteado cuál fue la evolución posterior del cine español en esta perspectiva. En concreto se preguntaba si la desaparición de la censura en el conjunto de los medios de comunicación y el cambio político de enorme calado con la restauración democrática habían supuesto una ruptura tan radical como para que el cine ya no fuera vehículo esencial de la ideología dominante en la sociedad, dada la libertad de expresión en la prensa escrita, la radio o la televisión que son medios mucho más adecuados para reflejar las ideologías, valores o creencias del cuerpo social.

Este debate tiene lugar en el momento en que, a partir de la Ley de Memoria Histórica (2007), se ha producido una revisión tanto del pasado de la Guerra Civil y del franquismo como del propio período de la Transición (1976-1982)1 en cuanto coyuntura decisiva en que se organiza la convivencia democrática a partir de un pacto político de superación de la dictadura, pacto que es revisado en la propia Ley de Memoria Histórica al exigir una condena explícita del franquismo y eliminar los signos de enaltecimiento del régimen aún presentes en nuestro país.2 Analizar la circulación de valores, ideologías, éticas, mentalidades... de ese proceso histórico tiene particular interés por cuanto coexisten diferentes corrientes (desde el franquismo residual y nostálgico —el llamado búnker— y la forzada democratización de la derecha colaboracionista al republicanismo de izquierdas obligado a aceptar la monarquía) y un clima de «invención» o «estreno» de las libertades, del que puede ser muy representativo el grupo de cineastas cuasimarginales y transgresores en que se sitúan Carles Mira, Almodóvar, Zulueta, Paulino Viota o Bellmunt. De esta revisión de la Transición dan cuenta series de televisión como 20-N: los últimos días de Franco (Roberto Bodegas, 2008, A3), 23-F, el día más difícil del Rey (Silvia Quer, 2009, TVE), 23-F, historia de una traición (Antonio Recio, 2009, A3) o Adolfo Suárez, el presidente (Sergio Cabrera, 2010, A3), además de los trece episodios documentales de La Transición (Elías Andrés y Victoria Prego, 1995, TVE) y la última etapa de Cuéntame como pasó (Miguel Ángel Bernardeau, 2001-..., TVE). Por tanto, la existencia de un interés público en examinar el pacto político de superación del franquismo que tuvo lugar en los años inmediatamente posteriores a la muerte de Franco nos animaba a volver también sobre las películas del cine español que en ese momento llevaron a cabo una relectura de la Guerra Civil y el franquismo.

Para valorar en su justa medida el cambio social y cultural —además del político— que tiene lugar en el período no hay más que comparar los temas principales o focos de interés que aborda el cine de la Transición en relación con el cine del tardofranquismo, particularmente el mayoritario «cine de barrio» estudiado en la investigación citada más arriba.3 En concreto, se pueden señalar como rasgos más destacables de ese cine:

 

a) la existencia de una concepción de la sexualidad sometida a una moral dogmática de tipo prohibicionista y caracterizada por el tabú y la represión;

b) la perspectiva machista en todas las relaciones sexuales y la cosificación de los personajes femeninos;

c) la tensión admiración/rechazo de lo extranjero, que simultáneamente se valora como moderno, abierto, desenfadado, atractivo... y se desprecia frente a lo tradicional español, más popular e idiosincrásico;

d) el autoritarismo en diversos ámbitos (familiar, laboral, político) como estilo habitual de las relaciones sociales y la inexistencia de fórmulas de debate o de acuerdo en la toma de decisiones;

e) los rasgos de modernidad (modas, turismo, canción pop, viajes al extranjero, oposición entre España rural y ciudades o lugares de costa, etc.) en contraste con la sociedad tradicional, como síntomas del cambio social emergente;

f) discursos indirectos, alusiones veladas, relatos crípticos, ausencia de debate político... debido a la censura.

 

Por el contrario, en una visión somera del cine de la Transición se aprecian de inmediato elementos caracterizadores de su discurso como:

 

a) fuerte revisión del pasado histórico —principalmente de la Guerra Civil, el maquis y la resistencia antifranquista, la vida cotidiana durante el franquismo— con el propósito de dar a conocer la verdad histórica, hasta el momento monopolizada por la dictadura, sin silenciamientos ni manipulaciones;

b) cuestionamiento de los principios tradicionales heredados, particularmente de la institución de la familia y de los valores morales y educativos del nacionalcatolicismo;

c) puesta en valor de una nueva idea de la sexualidad, más lúdica y hedonista, desligada de la procreación y del tabú religioso; y abierta a identidades heterodoxas (transexualidad, homosexualidad) como refleja el ciclo de cine S y los trabajos de Eloy de la Iglesia;

d) reflexiones y denuncias sobre la conflictividad derivada de la delincuencia juvenil, ataques de extrema derecha e inseguridad y violencia de la droga que atemorizan al ciudadano (cine quinqui);

e) documentales y ficciones de denuncia de prácticas contrarias a los derechos humanos y a las libertades ciudadanas (libertad de expresión, sindical, pena de muerte);

f) películas de directoras adscribibles a un «cine de mujeres» (cine feminista y/o con personajes de mujeres como protagonistas, temas asociados a mujeres...) que preludian la generación de mujeres cineastas de los noventa;

g) cine más plural en formatos, géneros, estilos e identidades con un cine que dialoga más con el espectador al compartir su experiencia vital;

h) aportaciones de cineastas muy críticos situados en los márgenes de la industria (Zulueta, Viota, García Pelayo, Portabella...) y acceso a la profesión de nuevos directores (Mira, Trueba, Colomo, Martínez-Lázaro, Almodóvar...) con intereses distintos a las generaciones anteriores.

 

Es decir, el cine español de la Transición, cuya perspectiva medular es una mirada a la realidad actual y a la realidad histórica, tiene la innegable voluntad de servir de testimonio y poner en circulación valores e ideas que se consideran fundantes de la sociedad democrática que se está construyendo en esos años. El vigor y la diversidad del cine de no ficción del período reflejan perfectamente esta perspectiva: por ejemplo, con películas de montaje que reconstruyen el pasado a partir de filmaciones de época a las que se dan nuevas significaciones o con documentales actuales que sirven para dar voz a protagonistas silenciados a lo largo de varias décadas. Al mismo tiempo, este cine pone en circulación nuevos valores en las relaciones personales y familiares presididas por la libertad del individuo y una idea de la sexualidad desprovista del peso prohibicionista de la moral heredada.

En el terreno de los estudios e investigaciones fílmicos, el estado actual de la cuestión presenta abundantes trabajos desde distintos campos. Las aportaciones más valiosas se encuentran en el estudio del profesor José Enrique Monterde, Veinte años de cine español (1973-1992) (Barcelona: Paidós, 1993), que se ocupa de la política cinematográfica, la industria, los géneros, los cineastas y las temáticas y estilos de ese período, con una visión de conjunto muy eficiente para tener en cuenta en nuestra investigación; en la compilación del profesor Manuel Palacio El cine y la transición política en España (1975-1982) (Madrid: Biblioteca Nueva, 2011) y, desde la sociología política, la investigación de Manuel Trenzado Romero Cultura de masas y cambio político: El cine español de la transición (Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 1999) pues da cuenta de las condiciones de este cine, tanto por el contexto social como por la política legislativa, las subvenciones, los mecanismos de control, la censura económica, etc.; y en el trabajo de síntesis de Javier Hernández Ruiz y Pablo Pérez Rubio, Voces en la niebla. El cine durante la transición española (1973-1982) (Barcelona: Paidós, 2004). A estos cuatro trabajos se puede añadir el marco teórico que ofrece la recopilación de textos y reflexiones de Vicente J. Benet y José A. Hurtado (eds.), Escritos sobre el cine español 1973-1987 (Valencia: Filmoteca de la Generalitat Valenciana, 1989), pues nos proporciona una visión prácticamente coetánea al cine de la Transición, lo que nos permite una hermenéutica más precisa de los filmes en el contexto de la sociedad de la época; y las aportaciones del IX Congreso de la Asociación Española de Historiadores del Cine recogidas en El cine español durante la Transición democrática (1974-1983) (Academia de Cine, 2005). También hay capítulos de obras más generales dedicados al tema (por ejemplo, el capítulo de Casimiro Torreiro de la Historia del Cine [Madrid: Cátedra, 1995] compilada por Román Gubern o el de Josep Miquel Martí Rom en La Historia y el Cine [Barcelona: Fontamara, 1983] editada por Joaquín Romaguera y Esteve Riambau) o páginas concretas de obras más amplias, como las de John Hopewell (1989), Peter Besas (1985), Graham y Labanyi (1995), Ballesteros Díaz (2001). A ellas habría que sumar monografías que tratan aspectos parciales de este cine, pero que pueden servir de referencia para líneas concretas de investigación, como las de Manuel González Manrique (2007), Ramiro Gómez Bermúdez de Castro (1989) o de José María Ponce (2004).

La perspectiva de nuestro libro es inductiva e inmanente; apegada a la realidad de las películas a partir de las cuales se proponen unas reflexiones. Por ello lo que ofrece este libro es, básicamente, el análisis fílmico de casi un centenar de títulos representativos de las diversas tendencias, estilos, géneros, temas, ideologías... del cine español de la Transición.4 Siempre puede ser discutible la selección de obras y su representatividad; frente a otras selecciones no ha prevalecido la entidad estética de los filmes o, menos aún, la circulación por festivales o los premios recibidos. Se ha buscado su elocuencia en el citado diálogo/mirada con la realidad actual e histórica. La pluralidad de los autores necesariamente supone variedad en las herramientas de análisis y de reflexiones: unos hacen más hincapié en el contexto o en las referencias a la realidad histórica mientras otros se fijan más en el lugar del filme en la obra del autor, el género o el ciclo de películas en que pudiera encuadrarse. Estos análisis quedan complementados con tres artículos: el primero, de la historiadora Esperanza Yllán, nos presenta una eficiente síntesis de qué fue la Transición; en el segundo, el profesor Pérez Morán proporciona el marco de la política cinematográfica de esos años, necesario para comprender determinadas apuestas y fenómenos; y en el tercero, el más amplio, se ha querido realizar una síntesis de lo que este libro enuncia desde su título y que es su objetivo: cómo el cine de la Transición ha reflejado las ideas políticas, el cambio social, la revisión de la historia, las nuevas sensibilidades e identidades, los valores morales... de la Transición.

 

J.L.S.N.

* * *

 

Este libro ha sido posible gracias a la ayuda del proyecto de investigación «Ideologías, política e historia en el cine español de la transición (1976-1984)» (HAR2012-32681) financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España en el que participan, coordinados por José Luis Sánchez Noriega (Universidad Complutense de Madrid) los doctores Pilar Amador Carretero (Universidad Carlos III de Madrid), Bénédicte Brémard (Université du Littoral-Côte d’Opale), Marie-Claude Chaput (Université París Ouest Nanterre La Défense), Virginia Guarinos Galán (Universidad de Sevilla), Miguel Ángel Huerta Floriano (Universidad P. de Salamanca), Esperanza Yllán Calderón (Universidad Complutense de Madrid), Gérard Imbert (Universidad Carlos III de Madrid), Ernesto Pérez Morán (Universidad Complutense de Madrid), Pedro Sangro Colón (Universidad P. de Salamanca) y Jean-Claude Seguin (Université Lumière Lyon 2).