cabecera
sitúa
a
su
marido,
reservando
el
lado
derecho
de
este
para
sí
misma
y
el
izquierdo
para
su
hija
Mercedes.
A
su
derecha
sienta
a
Iker
y
a
Patxi,
situando
entre
ambos
a
su
hija
Isabel.
En
el
lado
contrario
de
la
mesa,
al
lado
de
Mercedes
acomoda
a
Miguel
y
a
su
hijo
Juan,
entre
los
cuales
instala
a
Dolores la amiga de su hija. Cuando todos están ya sentados, con un gesto indica a la sirvienta que traiga el primer plato.
Mientras
le
van
sirviendo
la
ensalada
que
constituye
el
primer
plato,
Iker
se
fija
en
Isabel,
la
otra
hermana
de
Juan.
Aunque
ambas
hermanas
se
parece
mucho,
a
diferencia
de
Mercedes,
el
pelo
de
Isabel
es
de
color
negro
azabache,
lo
que
le
recuerda
el
pelo
de
Amaia.
Al
sentirse
observada,
Isabel
se
ruboriza
e
intenta
desviar
la
mirada
dirigiéndola
hacia
su
madre,
que
se
ha
dado
cuenta
del
azoramiento
de
su
hija,
por
lo
que
decide
iniciar
la
conversación.
─
¿Conoces la ciudad de Guadalajara? Como ya te he comentado antes, toda la familia
de mi madre es de allí.
─
Si
he
de
serle
sincero
Doña
Victoria,
es
que
la
conozco
poco.
Aunque
he
oído
hablar
mucho
de
ella.
La
verdad
es
que
nunca
la
he
podido
visitar,
a
pesar de lo cerca que está de Madrid. Para mí siempre ha sido una ciudad de paso en mis desplazamientos a Barcelona o
Zaragoza.
─
Pues
por
lo
que
me
explicaba
mi
madre,
te
estás
perdiendo
varias
joyas
arquitectónicas.
Recuerdo
como
mi
madre
me
describía
uno
a
uno
los
edificios
de
su
querida
ciudad.
Podría
repetir
sus
explicaciones
como
si
me
las
hubiera
dicho
ayer.
Uno
de
los
edificios
que
más
le
gustaban
era
el
“
Palacio
de
los
Duques
del
Infantado
”
con
sus
gruesas
paredes
remachadas
por
lo
que
parecen
cabezas
de
clavos,
lo
que
según
mi
madre
les
da
un
aspecto
sólido
y
duradero. O cuando describía con añoranza el patio de los leones. Siempre he querido conocer estos lugares, pero
todavía no se ha cumplido mi deseo.
─
Oírla a usted, Doña Victoria hace que a uno le entren ganas de visitar Guadalajara. Le prometo
hacerlo cuando vuelva a España.
─
Dejemos
estos
sueños
de
una
anciana
y
hablemos
de
otra
cosa.
Todavía
no
me
habéis
explicado
cómo
se
desarrolló
el
concurso
que
los
dos
habéis
ganado.
Iker
se
ve
obligado
a
explicar
cada
una
de
las
fases
de
la
competición,
aportando
algunas
anécdotas,
siendo
ayudado
por
su
amigo
Juan,
cuando
se
le
olvida
algo.
Está
explicando
con
entusiasmo
la
última
fase
del
concurso,
cuando
siente
un
pie
desnudo
que
lentamente
va
ascendiendo
por
su
pierna
hasta
alcanzar
la
cara
interna
del
muslo
derecho.
La
sorpresa
casi
le
hace
detener
la
narración.
Enfrente
suyo,
Dolores
le
mira
divertida,
al
mismo
tiempo
que
chupa
uno
de
los
espárragos
de
la
ensalada
con
erotismo.
Tras
dejar
sobre
el
plato
el
resto
del
espárrago,
entorna
el
ojo
derecho
dejando
caer
el
parpado
superior.
Aunque
Iker
logra
sobreponerse,
no
puede
evitar
sonrojarse
ante
la
clara
insinuación
de
Dolores,
lo
que
no
pasa
desapercibido
a
Doña
Victoria, si bien no hace ningún comentario.
La voz grave del padre de Juan, interrumpe la explicación para afirmar dirigiéndose a Iker:
─
Me
ha
dicho
mi
hijo
que
eres
aficionado
a
la
ornitología.
Yo
en
mi
juventud
también
lo
fui,
aunque
ahora
no
tengo
tiempo
para
dedicarme
a
las
aves.
Mis
negocios
me
adsorben
totalmente.
En
la
isla
del
Coco
podrás
ver
muchas
aves.
Como
seguramente
te
habrás
informado
bien,
ya
sabrás
que
allí
se han contabilizado más de 85 especies de aves, algunas son especies únicas en el mundo. ¿De todas ellas cual es la que te gusta más?
─
Todas las aves me gustan. Por eso he querido ver las de la isla, aprovechando la
amable invitación de su hijo. Por su riqueza ornitológica.
─
A
mí
me
gusta
sobretodo
una
especie
que
es
propia
de
la
isla.
Se
llama
cuclillo
de
la
isla
del
Coco
.
Estoy
seguro
que
habrás
oído
hablar
de
ella
¿Sabes
cuál es su principal diferencia con otros cuclillos?
─
José Domínguez mira directamente a los ojos a Iker mientras formula la pregunta.
─
La
verdad
es
que
no
sabría
responderle,
todavía
no
he
visto
ningún
ejemplar
de
este
pájaro,
aunque
he
oído
hablar
de
él
─
responde
nervioso
Iker,
dándose cuenta de que el padre de Juan le está investigando.
─
La
diferencia
es
muy
sencilla.
Mientras
que
los
cuclillo
de
otras
regiones
tienen
el
dorso
del
cuerpo
de
un
color
grisáceo,
el
de
nuestra
isla
tiende
a
un
color
café.
Por
otro
lado
la
parte
inferior
de
su
cuerpo
es
lisa
y
de
color
gris
claro
en
nuestros
cuclillo,
mientras
que
esta
parte
tiene
una
distribución
barrada en los cuclillos de otras regiones.
─
Le agradezco su información Don José.
Juan interviene en ayuda de su amigo, explicando que su padre ha realizado las
gestiones necesarias para que puedan visitar la isla durante unos días.
─
Es
cierto
lo
que
dice
mi
hijo,
y
no
te
creas
que
ha
sido
fácil.
Las
visitas
a
la
isla
están
muy
restringidas.
Pero
antes
tendréis
que
contratar
un
barco
─
interviene Don José llevándose a la boca un trozo de esparrago que ha cortado con el cuchillo.
Juan
aprovecha
para
informar
a
sus
amigos
que
todo
está
preparado
para
que
juntos
vayan
a
Puntarenas
al
día
siguiente
para
hacer
los
últimos
preparativos.
Una
vez
les
han
servido
el
segundo
plato,
consistente
en
un
pastel
de
palmitos
y
pollo,
Doña
Victoria
les
pregunta
sobre
Bilbao.
Le
contesta
Miguel,
que
hace
una
descripción
detallada
de
los
principales
lugares
de
la
ciudad,
resaltando
muy
particularmente
el
museo
Guggenheim,
en
tanto
va
saboreando
el plato que tiene delante suyo, en el que destacan los granos de maíz cocido nadando en una sabrosa salsa de color miel.
Mientras
habla,
Isabel
que
se
ha
fijado
en
los
ojos
azules
de
Miguel
y
en
la
fina
piel
de
su
cutis
en
el
que
escasean
los
pelos
de
la
barba,
no
deja
de
mirarle.
El
susurro
de
su
voz,
explicando
cómo
es
su
tierra
natal,
hace
que
ella
dejando
de
escucharle,
se
pierda
en
sus
pensamientos,
imaginando
que
los
fuertes brazos de Miguel la estrechan contra su cuerpo y la protegen.
También
Juan
se
ha
fijado
en
Miguel.
Desde
que
lo
ha
conocido
en
el
aeropuerto,
no
puede
controlar
su
mirada
que
se
le
escapa
hacia
su
persona.
Admira
la
musculatura
pronunciada
del
amigo
de
Iker,
fruto
de
muchas
horas
de
gimnasio.
Le
gusta
el
tono
bronceado
de
su
piel,
que
invita
a
acariciársela.