NOCHE

INTERMINABLE

100 relatos breves

NOCHE

INTERMINABLE

José Medina

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©José Medina Doctor

Diseño de edición: Letrame Editorial.

Ilustraciones: José Medina.

Diseño de portada y Maquetación: Diodante Ruano.

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ISBN: 978-84-17990-65-7

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IMPRESO EN ESPAÑA UNIÓN EUROPEA

A

Charo, Lola, Paula y Paco

en recuerdo de un año irrepetible

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Prefacio

os cuentos de hadas son reales, no porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos recuerdan que podemos vencerles. Chesterton decía esto y yo no podría estar más de acuerdo. Todos los que hemos decidido de-dicar nuestra vida a la narrativa, ya sea en cine, videojuegos, literatura, hemos tenido que soportar lo mismo:

“Pero con lo listo que eres ¿no preferirías dedicarte a algo… real?”.

Creadores de contenido maravilloso como Gene Roddenberry recibie-ron frases terribles como estas:

“Gene, no vas a llegar a ningún sitio diciendo que una mujer negra puede pertenecer al alto mando de un buque de guerra y menos si comparte puente con un chino y un ruso”.

Quiero creer que esto ya se lo dijeron a Julio Verne, algo así como:

“Julio, tienes que dejar de hacer el ridículo, como va a llegar nada a la Luna”.

Es algo a lo que muchos nos hemos enfrentado. Yo nunca tuve ese problema dentro de mi familia, quizá lo tuve con algún que otro pro-fesor sin alma, pero nunca con mis padres. Para es un honor per-tenecer al mínimo porcentaje de seres humanos que decidieron tener una carrera artística y ser apoyados por sus padres. Creo que hay más gente que haya ido a la Luna que gente que haya sido apoyada en este sentido. Por eso es un orgullo escribir el prólogo del libro de mi padre.

No es fácil escribir sobre ficción. Al final todos escribimos sobre nosotros mismos intentando proyectarnos en mundos terribles, donde vivir atroces aventuras en la piel de otros o en maravillosos universos donde ser felices tras haber derrotado al mal. Hay muchos que piensan que la creación de estos mundos es mentira. Sin embargo, yo creo que no. Es decir, la ficción no describe la realidad, al menos, la realidad que vive el escritor, pero tiene la mala costumbre de ser profética. Efec-

L

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tivamente en la realidad de Julio Verne no se podía viajar a la Luna, su novela era mentira. También en la realidad de Gene Roddemberry las mujeres negras tenían poco que hacer. Sin embargo, algo pasó.

Los niños crecieron con sus mentes puestas en esa realidad impo-sible que Julio había creado, y durante toda una vida estuvieron mi-rando a la Luna anhelantes, proyectando sus sueños ante la oscura frontera de lo imposible. Nada es posible hasta que alguien sueña con hacerlo. Esa oscura frontera lleva siendo empujada más y más allá des-de que la humanidad empezó a poblar el mundo, cambiando su rea-lidad y haciendo cosas que, ante los ojos de un ciudadano razonable de cualquier época, son imposibles. Ahora disfrutamos de igualdad de género en gran parte de los estamentos de la sociedad, hemos visto un presidente de los EEUU negro y ordenadores que caben en pequeñas tabletas ¿hubiera sido eso posible si Gene no hubiera tenido la valentía de soñarlo desoyendo a los ciudadanos razonables que pugnaban por destruir sus sueños? Yo creo que no. Creo que le debemos mucho a los creadores de historias. Creo que el mundo primero se modela en las páginas de los escritores que inspiran a otros para crear los mundos maravillosos que imaginan y advierten de los peligros de los terribles.

No es fácil escribir ficción, pues sientes en tus hombros el peso de la creación del mundo. No es algo baladí, es real o lo será, dentro de unos siglos u

Pablo F. Medina

24-7-2018

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u 001 El caso de las extraviadas ...................................................................................19

u 002 Cloti ..................................................................................................................................25

u 003 Habitación ....................................................................................................................31

u 004 Desesperación ............................................................................................................37

u 005 Alondra ...........................................................................................................................43

u 006 Homosexual ................................................................................................................45

u 007 Sensaciones de viajes ............................................................................................49

u 008 Normal ............................................................................................................................57

u 009 Olvido ..............................................................................................................................61

u 010 Evelina .............................................................................................................................63

u 011 Amberes ........................................................................................................................69

u 012 Recuerdos de una vida ensimismada en la muerte cotidiana .....73

u 013 Pacto con el diablo .................................................................................................79

u 014 El caso del farmacéutico forense ..................................................................81

u 015 Colegas............................................................................................................................85

u 016 Las aguas .......................................................................................................................87

u 017 Alumno discípulo.....................................................................................................91

u 018 El caso del doble asesinato en la calle Amapolas. ............................97

u 019 Paula ..............................................................................................................................103

u 020 Margot .........................................................................................................................111

u 021 Inmortal ......................................................................................................................113

u 022 Tardám ........................................................................................................................117

u 023 Las moscas .................................................................................................................121

u 024 Matilda .........................................................................................................................125

u 025 El Prado ......................................................................................................................127

u 026 Rosarito .......................................................................................................................131

u 027 La ventana .................................................................................................................137

Índice

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Índice

u 028 Observatorio ....................................................................................................................000

028 parte: Ocean ...................................................................................................141

029 parte: La llegada ...........................................................................................145

030 parte: El retorno ...........................................................................................151

u 031 Popi .........................................................................................................................................157

u 032 El abismo de los tiempos .........................................................................................163

u 033 Reflexiones sobre la muerte ..................................................................................165

u 034 Los días del general .....................................................................................................000

034 Día 1. Recuerdos .................................................................................................169

035 Día 2. Descendencia .........................................................................................171

036 Día 3. La última batalla .................................................................................172

037 Día 4. Derrota en los llanos de Karlsruhe ........................................174

038 Día 5. Retirada de cine ...................................................................................176

039 Día 6. Campos ......................................................................................................178

040 Día 7. Arenga en la academia ...................................................................179

041 Día 8. Sueños .........................................................................................................181

042 Día 9. Golpe de mano en la selva ...........................................................183

043 Día 10. El día que volví la cabeza atrás ..............................................185

u 044 Eréndira ..............................................................................................................................189

u 045 La aureola de los viandantes ................................................................................193

u 046 El caso de la pica ensangrentada ......................................................................197

u 047 El viaje de Ferru ............................................................................................................203

u 048 El dragón en el desfiladero ....................................................................................207

u 049 Asilo con fantasmas.....................................................................................................213

u 050 Buscando enemigos en el desfiladero de las Brumas ...........................219

u 051 Fosa común .......................................................................................................................225

u 052 Centro comercial ..........................................................................................................227

u 053 Fantasías de un viejo en invierno ......................................................................231

u 054 Bloqueo ................................................................................................................................237

u 055 Vida en común ...............................................................................................................241

u 056 Masacre ...............................................................................................................................245

u 057 Hospital ...............................................................................................................................251

u 058 La Srta. Atkinson ..........................................................................................................255

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u 059 Verano del 97 ..........................................................................................................265

u 060 El rellano principal ..............................................................................................271

u 061 Suicidios justificados ...........................................................................................275

u 062 La nota .........................................................................................................................279

u 063 PHCAM70328 .......................................................................................................283

u 064 Locachiva ...................................................................................................................289

u 065 Enamorarse de la cinta aislante .................................................................297

u 066 Cementerio ...............................................................................................................301

u 067 Despedida ..................................................................................................................307

u 068 Raúl ................................................................................................................................309

u 069 Charla con Manuel .............................................................................................315

u 070 El extraño caso de la cuádruple A ............................................................319

u 071 Mariana .......................................................................................................................325

u 072 Las notas perdidas de la señorita Píbodi ..............................................329

u 073 Butaca de ébano amarilla ...............................................................................333

u 074 Lamentaciones de un moribundo .............................................................335

u 075 Poema de amor en prosa .................................................................................339

u 076 El caso de los monederos robados ............................................................341

u 077 El caso de los ladrones de coches ..............................................................351

u 078 Mayo del 68 ..............................................................................................................355

u 079 El momento del atleta .......................................................................................359

u 080 Bruna ............................................................................................................................361

u 081 Mundo automático .............................................................................................365

u 082 Los dos Tadeos (una reflexión vital) ........................................................369

u 083 ¡Viva la revolución!..............................................................................................373

u 084 Arístides y el teléfono .........................................................................................377

u 085 El caso del tramo de escalera .......................................................................379

u 086 El espadero timorato ..........................................................................................382

u 087 Emigrantes ................................................................................................................387

u 088 El jardín del rey .....................................................................................................391

u 089 Ilusión ...........................................................................................................................395

u 090 El caso 33-23 ...........................................................................................................397

u 091 La venganza .............................................................................................................401

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Índice

u 092 Los recuerdos del general ................................................................................000

092 Primer recuerdo ............................................................................................405

093 Segundo recuerdo: el entorno ............................................................407

094 Tercer recuerdo: el colegio ....................................................................408

095 Cuarto recuerdo: Doña Rosario .......................................................409

096 Quinto recuerdo: mi padre ...................................................................410

097 Sexto recuerdo: mi tío desconocido ................................................413

098 Séptimo recuerdo: mi hermana ........................................................414

099 Octavo recuerdo: mi madre .................................................................415

100 Noveno recuerdo: mi hermano Juan .............................................416

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El caso de las extraviadas

ordisqueantes aullidos de perro ensangrentado venido a me-nos después del horripilante suceso de los Cárpatos. Aquel en que la Doncella Escarlata encontró su muerte manchada de la sangre de la fiera que la mató, dado que de ella no se encontró ni una sola gota. El misterioso evento se sostuvo en primera plana más de una semana, hasta que el consabido caso de corrupción lo llevó a la página de sucesos. Pero Alicia Ismailova no lo olvidó y seguiría consideran-do el tema incluso después de que perdiera su empleo a causa de su insistencia. Nadie insinuó que Porriño Alvarado fuera el causante de tamaña carnicería, entre otras cosas debido a la invalidez que sufría. No obstante, Isma elaboró un complejo escenario que nadie apoyó ni, mucho menos, compartió. Alvarado era un individuo respetable, que había quedado inválido en la adolescencia como consecuencia de un accidente. Esa temprana invalidez no evitó que Alvarado, no solo con-servara, sino que aumentara considerablemente la fortuna heredada de sus ancestros. Todo el mundo que le conoce sabe que es un experto en toda clase de negocios monetarios. Sus posesiones se encuentran en todos los países llamados desarrollados y atañen a todas las ramas de los negocios. Alvarado puede viajar por ese primer mundo sin pisar una sola habitación de hotel, pues dice que su invalidez solo le permite estar cómodo en su hogar. Es por esta razón que sus residencias por el mundo apenas se diferencian por la adaptación arquitectónica al me-dio en que se ubican. Sin embargo, con el paso del tiempo sus viajes, muy frecuentes antaño, se han ido reduciendo y ahora pasa la mayor parte del tiempo entre sus residencias de París y Auckland durante los respectivos veranos de los dos hemisferios. Alvarado odia el frío, solo se permite algunas escapadas a Nueva York cuando hace el camino entre ambas ciudades, bien por descanso, bien para asistir a alguna ópera en

M

relato 1

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El caso de las extraviadas

el Metropolitan. Una de las muchas aficiones de Alvarado es el adies-tramiento de animales, tiene en nómina a los mejores profesionales en este campo, desde viejos domadores de circo hasta los más modernos y sofisticados habladores con animales. Es en este arte en el que se basa la teoría de Isma. Sostiene que Alvarado entrenó a algún animal para cometer despiadados y sangrientos asesinatos y que la muerte de la Doncella Escarlata fue solo un ensayo de una de estas técnicas. Resumida de esta manera la cosa se acerca mucho a lo fantástico, pero el informe primero elaborado por Isma ya contenía suficientes indicios como para hacerlo verosímil. Comenzando por el desconocimiento absoluto de la identidad de la víctima, que por ese motivo se le dio en llamar de esa manera, lo que implicaba que el asesino tenía suficiente poder como para hacer borrar su rastro de cualquier registro, oficial o no. Siguiendo por el hallazgo de un perro muerto, cosa no extraña en la ciudad, pero, como indicó el informe de Isma, este fue degolla-do por mano humana y presentaba evidentes indicios de tortura, que bien podían haber sido provocados por una muy severa educación. Las autoridades se negaron a analizar la sangre de un can muerto para una hipotética relación con el asesinato de una mujer totalmente desconocida y que nadie reclamaba. Lo que el informe no concluía e Isma nunca pudo explicar es: por un lado ¿por qué se suprime el arma asesina que tanto ha costado adiestrar? y ¿por qué hacerlo en la misma ciudad? Isma pensaba, pero no lo incluyó en el informe, que el animal había perdido su eficacia o bien había cometido algún error. El dejar el cadáver a la vista en la misma ciudad, era un signo claro de prepoten-cia, a la vez que un acto de desafío, muy propios ambos de Alvarado. Por otro lado, en su día, Isma fue incapaz de encontrar a un experto en perros que certificara, o al menos avalara, la teoría de las heridas por adiestramiento. Tiempo después, cuando todos decían que Isma, ya fuera de la policía, estaba elaborando un segundo informe sobre el caso, desapareció. No hubo rastro ni muchas ganas de encontrarlo por sus antiguos colegas. Su segundo informe desapareció como su vida. Años más tarde, en el apartamento de Alvarado de Nueva York se en-contró el cadáver de una mujer en un estado similar al de la Doncella

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JOSÉ MEDINA

Escarlata, nadie relacionó los dos casos, tal vez debido a la distancia es-pacio-temporal, a que la víctima no tenía identidad y a la personalidad del propietario del lugar del crimen, que en el momento del asesinato se encontraba en Nueva Zelanda. La policía tenía que resolver casos en los que los familiares y amigos de las víctimas ejercían una gran presión y ahí quedó la cosa.

Aquella mañana Alvarado contemplaba el mar de Tasmania desde la amplia terraza de su casa cuando el mayordomo le anunció que la policía deseaba verle. La detective Moireau Barncorf, después de acreditar su identidad, le preguntó si el carguero “Princesa del mar” le pertenecía, cosa que Alvarado dijo desconocer por completo, entonces la detective le informó de que había arribado a puerto con uno de sus tripulantes asesinado. A lo que Alvarado bromeó diciendo que eso es-trechaba el número de sospechosos. Cosa que no era del todo correcto pues, al estar en la cámara frigorífica la datación del momento de la muerta era incierta y dado que la travesía había sido breve desde Síd-ney, la cosa no parecía fácil de resolver. El cuerpo congelado se encon-traba sin una gota de sangre, había sido desangrado meticulosamente antes de ponerlo a descongelar, proceso que había comenzado antes de ser introducido en la cámara del barco, según el informe forense, por lo que Barncorf dedujo, sin demasiada imaginación, que el proceso de embarque no habría sido nada simple. Los tripulantes no conocían, por supuesto, a su compañera, todos habían sido contratados en el puerto de salida y eran casi desconocidos entre sí. Barncorf no quedó satisfecha con la conversación que mantuvo con Alvarado, por lo que se puso a investigar su vida, cosa de la que Alvarado tuvo conocimien-to casi inmediatamente y, a pesar de que sus abogados le insistieron en que pusiera una denuncia, él decidió dejar hacer a la policía, sabien-do que sería una investigación en solitario como la que llevó a cabo, años antes, la detective Ismailova y, como aquella, no llegaría a nin-guna parte. No obstante, Barncorf enseguida encontró el incidente de Nueva York y contactó con la detective Edelmira Cifuentes, que había llevado el caso, consiguiendo que le enviaran el expediente con toda la

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El caso de las extraviadas

información disponible. Lo primero que destacó fue la falta de sangre de la víctima, aunque la sangre animal desconcertó un tanto a Bar-ncorf, hasta que elaboró una teoría que podría explicar la conexión entre ambos casos. Lo primero era averiguar si algún barco de Alva-rado había llegado a Nueva York los días precedentes al hallazgo del cadáver, para lo cual se puso en contacto con Cifuentes, nunca pen-saron en aquel momento que sería el principio de una hermosa amis-tad, aunque acabara en una gran frustración. La detective neoyorkina hizo rápido su trabajo y encontró el carguero, pero no por mar, sino por aire y en su carga se encontraba una caja hermética climatizada para ser entregada en una dirección que, obviamente, nunca existió. Por mucho que investigó Cifuentes, nunca encontró ninguna respuesta válida y no pudo establecer correlación alguna entre la carga y el cri-men. Los forenses no habían encontrado ningún indicio de congela-ción en el cadáver, tampoco lo buscaron afanosamente, el caso carecía de interés. Con estos indicios Barncorf elaboró un informe en el que describía los dos crímenes como idénticos, uno llevado a cabo en todas sus consecuencias, el de Nueva York, y otro frustrado, el de Auckland. En ambos, la víctima habría sido raptada en algún país ajeno, desan-grada, congelada y transportada hasta el lugar en el que se organizaría el evento, en el que, después de su completa descongelación, sería de-vorada por animales entrenados para esta tarea, los cuales serían a su vez sacrificados posteriormente, para embadurnar con su sangre a la víctima. Barncorf recomendaba alertar a la Interpol para que buscara crímenes similares por el mundo, dado que Alvarado, el principal sos-pechoso, tenía propiedades esparcidas por todo el planeta. Mandó una copia de su informe a Cifuentes, la cual lo presentó a sus superiores. Las autoridades policiales de las dos ciudades rechazaron el informe de plano y nunca se alertó a la Interpol, en esto tuvo algo que ver la influencia de Alvarado. No obstante, Barncorf y Cifuentes, aunque nunca se conocieron personalmente, continuaron juntas investigando, utilizando sus contactos en las policías internacionales y de otros países y hallaron hasta siete casos que guardaban una similitud con los de Auckland y Nueva York, pero no el que investigó Alicia Ismailova. A

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JOSÉ MEDINA

pesar de todo, nunca encontraron eco en los estamentos superiores de sus departamentos policiales.

Aquel verano, después de sus continuos fracasos y frustraciones, Bar-ncorf se atrevió a dar un paso que no haría más que aumentar su zozobra. Se presentó en la mansión de Alvarado a intentar sacarle una confesión, armada con su micro-grabadora. La cosa fue mucho más fluida de lo que la detective sospechaba, Alvarado le confirmo que su informe era, en líneas generales, correcto, pero no original, su redacción era casi idéntica a la que, hacía mucho tiempo, hiciera otra detective en un país muy lejano, pero por contra, aquel informe no salió de su ordenador sino para ir a las manos de Alvarado, el cual se había visto obligado a asesinar a su autora, haciéndole, no obstante un pequeño homenaje: había presentado su cadáver al mundo en su pro-pio apartamento de Nueva York. Ante la inquietud de Barncorf, Al-varado le tranquilizó, anunciándole que ella no sufría ningún peligro, dado que su grabadora solo grababa ruido y que sus maneras, antaño bruscas, se habían suavizado con la edad. Sí, Alvarado hizo un extenso relato de sus asesinatos, que formaban parte de unos espectáculos en los que habían tomado parte personas tan influyentes, que ella no se lo podría ni imaginar, por lo que estaba bien cubierto ante cualquier responsabilidad. “Concluyendo, soy un genio del asesinato y de otros crímenes que no es el momento de explicar”. “No, ser un genio es matar al presidente de los Estados Unidos y volver a casa a celebrarlo, matar a putas desconocidas de países lejanos, utilizar su dinero para tapar investigaciones, no tiene ni mérito, ni genialidad, ni siquiera, dig-nidad”. “Solo eran y son extraviadas de la vida, tal vez hice una buena obra”. “Y una mierda”. Barncorf se fue como había entrado sin una sola prueba que le pudiera ser útil.

Barncorf contó su conversación a Cifuentes y quedaron en verse algún día en cualquiera de las dos ciudades, pero nunca llegaron a hacerlo, el tiempo borró sus recuerdos u

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Cloti

oy, 22 de febrero de 2000, cumplo 20 años y llevo dos buscándo-me, tal vez solo buscando la sensación que me persiguió siempre, la sensación de estar, de faltar un eslabón para completar mi vida. Desde pequeñita había tenido la impresión de estar sola y a la vez que alguien me seguía, me cuidaba, me mimaba inconscientemente. No había ninguna razón para esta inquietud, he sido una niña buena, cariñosa, nunca he dado ningún problema a mis padres, he tenido una vida simple en un hogar feliz y normal, como hay miles y miles. Pero faltaba algo, había algo que no encajaba, aún hoy hay algo que no encaja. Soy la mayor de tres hermanos, Pablo y Lola siempre me han querido y yo a ellos y con mi madre, cariñosa, trabajadora, infatiga-ble y mi padre, el mejor de los posibles, nunca tuve un problema con ellos. Pero siempre tenía una inquietud, siempre pensaba que todo era normal y siempre tenía un momento, un lugar en el que mi extraña sensación estaba conmigo. El punto culminante de mi incertidumbre ocurrió hace poco más de dos años, al final y durante 1997, mi aisla-miento había llegado a molestar a mi familia, Pablo un año menor que yo, trataba de confiarse conmigo, su alma sensible se debatía por llegar a mí, mi madre desesperaba de inquietud, mi padre se encerraba en un silencio, los dos sabían que pasaba o, al menos, lo sospechaban, pero, mientras que mi padre parecía saber la solución, mi madre se aferraba a una realidad desesperada. “Qué te pasa, Cloti”, “en qué piensas, Cloti”, “cuéntaselo a tu madre, Cloti”. Y se lo conté, aunque no sabía qué era, qué decir, qué pensar. Hasta aquel 22 de febrero de 1998 no conocí verdaderamente a mi madre. Ana Cifuentes era directora de un conocido diario y aquel día fue el primero en quince años que no acudió a su trabajo. Sentada en su mecedora verde, su cara cansada pero viva, sus gafas finas y doradas, que enmarcaban en

relato 2

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Cloti

su oval unos ojos profundos, se me aparecieron por primera vez como los de una madre. Sus huesudas manos envolvían y manoseaban una bola invisible de aire, como queriendo hacer aparecer a un personaje. De aquellas manos nació para Pedro. Ese fue el día que cumplí 18 años y mi madre, siguiendo el consejo de mi padre, me abrió un viejo arcón de casi mi edad, donde estaban encerrados los libros, escritos y recuerdos de Pedro. Pedro había conocido a mi madre un día, se ca-saron a los seis meses, un mes después me concibieron y un mes más tarde murió. No obstante, había sido algo fundamental y Pedro había quedado en mí, era mi guardián, mi espía, mi mente; me había acom-pañado siempre. Aquel arcón, ahora abierto, supuso para entrar en mi mundo, en el mundo de Pedro. He pasado dos años leyendo y mirando, lo más interesante era saber que las páginas que yo leía las había leído antes Pedro, sus fotos habían sido hechas por él, que él estaba detrás de la cámara, que las viejas cámaras de fotos habían sido tocadas por él, que me guiaba, me enseñaba, me miraba sentado conmigo mientras yo las contemplaba. Releía sus libros, escuchaba sus poemas. Sus escritos sonaban en como un eco, sus poemas, libros, fotografías y, sobre todo, una pequeña cajita de paja donde guarda-ba las pequeñas cosas absurdas que tenían un recuerdo, algo que a otros podía pasar desapercibido, pero que para Pedro tenían un valor irremplazable. Le pregunté muchas cosas a mi madre, pero su recuer-do había quedado casi borrado por el tiempo y fue en él directamente, donde fui reconstruyendo los estadios de mi vida.

La primera vez que vi a Pascual Albión fue cuando lo conocí el 4 de enero de 2005 y no se puede decir que nuestro encuentro fuera afor-tunado. Un editor, aunque sea modesto, no puede ser amable, o al menos creen que la amabilidad no debe ser buena para su negocio. Albión ojeó las hojas que le llevé un tanto desinteresado y desdeñoso. Me dijo que lo escrito veinticinco años atrás no le interesaba ni a él ni a nadie, sobre todo si era de autor desconocido. “No se puede descubrir a un escritor veinticinco años después”. Era cierto, había llegado un poco tarde, incluso para mí, lo que aquellos escritos querían decir solo

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JOSÉ MEDINA

tenía significado para una sola persona, yo misma. La verdad era que no sabía por qué había ido a verle y, mucho menos, por qué le había contado por teléfono la procedencia de los escritos, podía haberme presentado como autora, pero esto me pareció un robo, aunque nadie pudiera probarlo. Dejé a Pascual Albión sin luchar, tenía argumentos, mis argumentos, pero, por ser míos, no convencerían a nadie, al menos eso creía yo, o realmente no era yo. Tal vez Pedro no quería luchar por sus escritos o, tal vez yo sabía que él no podía luchar. La segunda vez que vi a Pascual Albión fue en una cafetería de la calle Entenza donde yo solía ir. Las circunstancias fueron inversas a nuestro primer encuen-tro, pues Albión parecía haber cambiado de idea o, tal vez sus lecto-res, ahora los escritores desconocidos y muertos hacía mucho tiempo podían tener interés. A pesar de todo, yo no le di los manuscritos ni prometí enviárselos. Después sentí aquella actitud, pues algunos textos podrían haberse publicado y Pedro podría sentirse contento. La ver-dad es que Albión insistió todo lo que yo no había insistido la prime-ra vez que nos vimos, yo no cedí, a pesar de sus continuas llamadas, aunque no tenía ningún argumento, sabía que no lo podía hacer. Al cabo de un tiempo se cansó y no volví a pensar ni a saber nada más de Pascual Albión.

Roberto Centeno era un periodista amigo mío de la época de la uni-versidad, le conté mi caso y la extraña forma en que había rechazado las ofertas de Albión. Roberto leyó los escritos de Pedro, sus poemas y me dijo que aquellos no eran muy buenos, pero estos podían tener algo más de calidad e interés, no obstante, pensaba que el tema del amor en poesía estaba ya en desuso y que hoy se cantaba a la natura-leza perdida y al erotismo, que aún quedaba algún loco que creía en el amor, pero nadie le hacía caso. No me extrañó su opinión, me daba la sensación de que yo ya la conocía, que era inútil enseñar lo que tenía, estaban por y para una sola persona, para el resto carecía de interés. Pedro, él mismo sabía que no había nada que hacer y que sus poemas iban dirigidos a mí, y que, realmente, él tampoco tenía la menor in-tención de que llegaran a otros. Roberto Centeno no había hecho más

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Título del capítulo

Cloti

que confirmar esa certeza y, por tanto, todo estaba ya dicho y acabado. Meses después volví a ver a Roberto Centeno, no me ocultó su interés en volver a leer los poemas, dado que había conocido a un personaje del ministerio que podía hacer que se publicaran en una revista bajo mi nombre. No me gustó la idea, aunque interiormente me decía que sí, que era lícito, pues al fin y al cabo los poemas eran parte de mí. Definitivamente, me negué a la idea y Roberto no se fue contento, in-sistiendo hasta irritarme. Me dejó muy mal, pues no me gusta que na-die se encuentre mal por mi culpa, pero nada importa, era una de las muchas personas que conoces y un día dado desaparecen de tu vida.

En la órbita recóndita, en el fondo de un ser perdido en el tiempo, no se sabe de qué forma se va a comportar su devenir, puede estar muerto o puedes encontrártelo en una esquina. Yo me encontré a Pedro, sen-tado en una mecedora verde en el porche de una vieja casa olvidada en el campo, en el verano de 2040. Un viejo de noventa y seis años se ve prácticamente igual de decrépito que una anciana de sesenta, por eso nos comunicamos inmediatamente. Me miró largo y fijamente y solo dijo “Cloti, mi Cloti querida”, yo no sabía qué decir, tan siquiera que pensar. Tomábamos una taza de té, “tu madre siempre tomo té, todas las mañanas, yo se lo hacía”. Tomé muchas mañanas el con Pedro, mientras que mi coche se iba pudriendo al lado de la casa y nuestras vi-das se hacían una. Un día de verano, el 28 de agosto de 2044, quemé el cuerpo sin vida de Pedro y luego esparcí sus cenizas por la tierra seca, como él siempre deseó, un siglo después de su nacimiento y sesenta y seis después de su primera muerte. Me quedé sola en el porche sentada en la mecedora verde, al cabo de muchas veces de releer nuestros libros y nuestros escritos, me quedé dormida. No cuánto tiempo estuve así, pero que nadie vino a por nosotros y hoy el viento y la tierra se han comido casi todos los libros, las fotos, los recuerdos y los escritos, hasta mi propio cuerpo, pero nadie vivo o muerto conoce nuestro secreto. Clotilde y Pedro son los únicos que han vivido para siempre u

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Habitación

n aquel domingo de julio de 1971 los feligreses salían de misa de 12 mientras eran observados distraídamente por P desde su terra-za de la calle del Ruiseñor. Cansado, tal vez abatido, P vuelve a ten-derse en la cama iluminado por la tenue luz que entra por la ventana, contemplada con indiferencia por P. Enciende un cigarrillo mientras decide levantarse o no. La habitación de P es amplia, ordenada, limpia y acomodada. P acaba el cigarrillo, se levanta con cierta energía y en-tra en el cuarto de baño. P analiza la razón por la que se ha levantado, no entiende qué tiene que hacer, por qué razón es necesario vegetar otro día sin ninguna esperanza de vida. P se pasea lentamente por la terraza tomando una taza de café, observando los edificios que le rodean, son los mismos tejados, balcones, terrazas, ventanas de siem-pre, vistos una y otra vez, con gente que es feliz, ama, disfruta, vive. Algo que P nunca ha hecho, tal vez ni sepa lo que es. “No si quiero, en realidad...”.

P apura el café. “Si, al menos, pudiera soñar..., soñar tristemente..., viviendo. Si, al menos, pudiera amar..., amar soñadamente, pensan-do... Si, al menos, pudiera morir... Dejar de seguir muriendo o morir al menos”.

P se fríe un filete, no mucho, vuelta y vuelta. “¿Y por qué no morir ahora?, sin decir nada”.

P se ha comido pausadamente el filete, se ha hecho otro café, esta vez solo, le ha echado unos cubitos de hielo y lo toma tranquilamente, mientras se fuma un cigarrillo. “¿Qué puede ofrecer mañana? Otro día igual, sin vida, sin decisiones, aunque podría salir, tirar el trabajo

relato 3

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Habitación

acomodado, romper todo y marchar, no por huir, si no en busca de la vida perdida. ¿Qué vida? nada perdí si nada tuve. ¿O la tuve? ¿dónde? ¿cuándo viví? ¿Cómo pude llegar hasta aquí? Morir. La muerte a mi alrededor se lleva los momentos felices, pero no a mí”.

P coge un libro de poemas, lee:

Vida perdida

Se para un momento.

sentado

viendo pasar la oscura sombra de la felicidad

Otra pausa.

asistida

servida fuera de mi vida hundida.

Se detiene un rato, mira su alrededor.

Devenir nostálgico de algo por aparecer

que nunca se me permitió conocer

Contempla de nuevo su entorno, ahora le resulta desconocido.

el amor.

Sale a la terraza, se para un rato.

Desesperado

necesitando sentir un poco de amor

Sus pensamientos divagan, sonríe.

Vivir en la antesala de la muerte

esperando el momento en que la vida vegetal se acabe

Vuelve.

sin querer luchar por nada

porque la lucha es inútil

porque la muerte está cercana.

P está excitado, ha encendido la luz y se le ve pensativo. “Quién pudie-ra tomar la vereda callada y salir a campo abierto a vivir con la gente, a llorar con el pastor, a caminar con la negra vieja por el pueblo escon-dido y sentarse en una roca frente al mar hasta que se me llenen los ojos de azul. No ver la cinta gris del asfalto y de los hombres muertos.

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JOSÉ MEDINA

No saber leer, para no saber cómo los hombres se matan, no escuchar, para no oír el lamento de los buenos en las cárceles, ni el grito de los se-ñores en las tribunas. No saber hablar para no poder matar con la retó-rica. Gritar, gritar fuerte el silencio acumulado en mis entrañas. Soñar, soñar siempre y realizar los sueños, porque la gente es sincera... Hay que morir, morir ahora, pues solo muerto se puede gritar y soñar”.

Suena el teléfono dos veces. P lo coge con cierta avidez. “No, no pue-do... No me apetece... No, estoy cansado... Adiós, el domingo que vie-ne... Adiós.

P coge un libro de haikus y lee casi frenéticamente en voz apenas alta:

Sombría noche va

hacia la vida de tu

mañana solar.

Te encuentras en

el bosque salpicada

entre las hojas.

Ojos sentados

en los hoyos pálidos

de tus mejillas.

Piensa, tal vez medita un largo rato.

Un día perdimos una guerra

al día siguiente nacimos

la derrota ya estaba en nuestras venas.

Otra pausa lenta, pesada.

Hojas secas por

el suelo desparramadas.

Mi vida se arrastra.

P se asoma a la ventana, contempla el fondo negro de la noche, se le antoja que su vida negra se funde con el cielo oscuro, solo el vidrio de la ventana parece difuminar su imagen en la negritud. “No puedo, dejarlo todo. ¿Cómo? ¿Qué hacer? ¿Me aceptarán los demás? ¿Me

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Habitación

aceptará, la vida? No, me cansaré. No me atrevo, no sabría cómo ha-cerlo, yo no vivir”.

P gira, se acerca a un mueble, mira y dice adiós a una muñeca. Abre un cajón y coge una pistola. Sus manos no tiemblan.

En la calle del Ruiseñor la gente transita en la noche de domingo, apenas se oye el ruido del disparo. P al fin se ha fundido con la noche u

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Título del capítulo

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relato 4

Desesperación

n día, vagabundeando por la ciudad me encontré unos papeles un tanto arru-gados. He intentado descifrar lo escrito en ellos, a mano y con una letra casi ilegible. He procurado respetar la puntuación y la longitud de los párrafos. Casi he conseguido las dos cosas y el resultado lo pongo a continuación.

Mi vida ha sido un desastre total

No tengo la menor salida digna antes de la muerte

Siento cada vez más que el tiempo es más inútil

El tiempo, solo me sirve para tirarlo

Nunca encontré el amor y jamás pude saciar un deseo sexual o no

En los últimos años nada, ni lo más mínimo, me sale bien

Estoy abocado al suicidio como una solución razonable

Intento paliar mi desesperación con un afán por el consumo de las cosas más caras e inútiles

Tengo que hacer una serie de cosas que en absoluto deseo hacer y

Cuando tengo tiempo, siempre mínimo, para hacer algo, lo pierdo en divagaciones absurdas

Volver a pintar, pero no puedo pintar lo que yo quiero

No hay sitio donde poder liberarme de la losa de las obligaciones que tengo que fingir

Siempre tengo que enseñar una absurda sonrisa, un fingido abrazo, un tétrico beso

Nunca podré estar con la mujer que amo, no existo en sus sentidos

Solo tengo tres o cuatro días de libertad al año y los tiro sin saber como

Solo tengo dos o tres minutos al mes para hablar contigo y los desper-dicio en mirarte

¿Por qué en mi alrededor todo el mundo es feliz?

Vivo con la certeza que todo va a salir mal desde lo mínimo a lo máximo

U

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Desesperación

La desesperación de que cualquier cosa que emprenda está condenada al fracaso

¿Por qué sigo intentando algo?

La solución es la muerte, la muerte inmediata

Mi vida es un nomadeo entre lo que no quiero hacer y lo que quiero hacer pero no hago

La vida nómada carece de sentido para

Consciente o inconscientemente me estaba suicidando

La razón del suicidio está ya expuesta, solo decir que:

Quiero hacer cosas que no puedo y tengo que hacer cosas que no quiero

Estoy donde no quiero estar y no estoy donde quiero estar

Quiero vivir sin las ataduras de las que ya me han echado varias veces

Nadie me necesita, en ningún sitio se me echará de menos, no significo nada para nadie

Quiero morir

No quiero sonreír donde no quiero sonreír

Me estoy suicidando poco a poco atacando a mi enfermedad donde más me perjudica

No cuánto tiempo duraré, espero durar poco

Los reproches a mi vida se pueden escribir en una cuartilla

El único problema es que han durado mucho tiempo

Siempre he tardado mucho tiempo en reaccionar

Me he ido conformando poco a poco en mi propio desastre

Mañana, tal vez, moriré sin haber hecho nada por salir de mi vida vegetal

Los días han pasado demasiado deprisa para poder reaccionar

O, tal vez, demasiado lentos para poder pensar en que el remedio estaba cerca

Pero ya no hay forma de arreglar mi vida derrotada

Ira acumulada contra mi mismo por no saber enderezar el camino por el que me destrozo

Morir, morir ahora sin haber nunca sentido el amor

Todo este tiempo escribiendo, 35 años, para que nadie lea lo escrito

Para que nadie sienta lo escrito

La muerte es la única salvación a mi desesperanza

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JOSÉ MEDINA