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Siete historias de vida

Mujeres jaliscienses del siglo XX

es una pubicación de la Universidad de Guadalajara

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Rector General

José Trinidad Padilla López

Vicerrector Ejecutivo

Raúl Vargas López

Secretario General

Jorge Briseño Torres

Rector del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades

Juan Manuel Durán Juárez

Coordinadora del Centro de Estudios de Género

Cristina Palomar Verea

Director General del Corporativo de Empresas Universitarias

José Antonio Ibarra Cervantes

Directora de la Editorial Universitaria

Sayri Karp Mitastein

 

Primera edición electrónica, 2006

Autores

© 2006, María Teresa Fernández Aceves

Anayanci Fregoso Centeno

María Candelaria Ochoa Ávalos

Agustín Vaca

Luciano Oropeza Sandoval

Helia García Pérez

Coordinación de contenidos

Anayanci Fregoso Centeno

Coordinación editorial

Jorge Orendáin Caldera

Diseño de portada e interiores

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FERNÁNDEZ, Teresa

Siete historias de vida. Mujeres jaliscienses del siglo XX

/ Teresa Fernández... (et al.)

Guadalajara : Editorial Universitaria, 2006, 1ª edición

(Colección Jalisco)

ISBN 970-27-1058-8

1. Mujeres - Biografía. 2. Jalisco – Historia.

920.72-cdd21

 

 

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D.R. © 2006, Universidad de Guadalajara

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Editorial Universitaria

Francisco Rojas González 131

Guadalajara, Jalisco 44600

www.editorial.udg.mx

ISBN 970 27 1058 8

Se prohíbe la reproducción, el registro o la transmisión parcial o total de esta obra por cualquier sistema de recuperación de información, existente o por existir, sin el permiso previo por escrito del titular de los derechos correspondientes.

Diseño epub:

Hipertexto – Netizen Digital Solutions

 

 

 

Presentación Arqueología de la memoria

ANAYANCI FREGOSO CENTENO

Prólogo

DONNA J. GUY

María Arcelia Díaz: la política laboral y de mujeres en Guadalajara, 1896-1939

TERESA FERNÁNDEZ ACEVES

Dolores Palomar Arias: 1898-1972 La familia y la religión en la construcción del sujeto

ANAYANCI FREGOSO CENTENO

Inolvidable Jacinta

HELIA GARCÍA PÉREZ

Devociones y trabajos de Margarita Gómez González

AGUSTÍN VACA

Entre lo imaginario y lo real: Irene Robledo García y el currículum de la Escuela de Trabajo Social

LUCIANO OROPEZA SANDOVAL

Lola Estrada y Silvia Cobián: una carrera común en la educación pública

MARÍA CANDELARIA OCHOA ÁVALOS

Anayanci Fregoso Centeno

Presentación

Arqueología de la memoria

 

 

Hace relativamente poco tiempo —apenas medio siglo— que la historia dejó de mirar la realidad social como en una foto panorámica, para enfocar el objetivo en imágenes donde las y los sujetos aparecieran más de cerca. Bajo esta idea de querer comprender nuestro entorno —reconstruir nuestro pasado— a partir de los diversos actores que lo componen, la colección de textos que aquí se presenta pretende reconstruir las distintas formas y tiempos de la participación femenina en el estado de Jalisco durante el siglo XX a través de las propias mujeres.

A invitación de quien escribe, los autores aceptaron participar en un proyecto interesado en contribuir al entendimiento de la historia de Jalisco así como, especialmente, en reconocer a las mujeres que con sus prácticas cotidianas desestabilizaron ciertos supuestos de género que aseguraban que ellas no estaban capacitadas para desempeñarse en algunos trabajos o profesiones, ni a manifestar públicamente ciertos comportamientos o creencias.

Las siete historias de vida beben de la memoria no sólo de sus protagonistas sino también de la de personas cercanas a ellas y de otras fuentes. Aunque es la fuente oral el principal eje metodológico, están presentes también las cartas, la información hemerográfica y la de archivo. Con ellas, los autores de manera libre, sin mayores condiciones que la extensión y las notas escritas al final del texto, se dieron a la tarea de reconstruir estos (propios) relatos de historia.

A nombre de la Editorial Universitaria y del Centro de Estudios de Género de la Universidad de Guadalajara y de los autores, esperamos que el libro cumpla con la ambición (uno de sus propósitos) de que estos textos sean leídos más allá de las fronteras de estos espacios que los acogen. Y de esta manera, que los lectores disfruten del recorrido que pretende llevarlos a un mayor conocimiento de la historia local, para comprender mejor nuestro presente.

Donna J. Guy

Universidad Estatal de Ohio

Prólogo

 

 

Las historias de vida de mujeres jaliscienses notables que se nos presentan en este libro contribuyen a llenar un vacío en la historia local y en la historia de la mujer en el México posrevolucionario. Como en muchos otros países multiétnicos y revolucionarios, la presencia de la mujer en la formación de países modernos es muy difícil de captar, pero sumamente importante de relatar. No podemos identificarlas como un grupo social sino como representantes de sus familias, clases y etnias.

Son estas mujeres quienes educan al pueblo, mantienen las instituciones locales y religiosas de beneficencia, e insisten en pelear por mejoras políticas, sociales y económicas para todos. No se trata sencillamente de una historia feminista, al contrario, tanto las mujeres antifeministas como las que obraron directamente en favor de la mujer cuentan sus vidas de educadoras, profesionistas y políticas. Lo notable de esta colección es la historia de sacrificio personal que se vive para conseguir los anhelados fines sociales.

Muchas de estas mujeres nunca se casaron. A veces para la mujer de origen humilde es más fácil actuar en el mundo público como viuda o solterona que como mujer casada. De esta manera consiguen más oportunidades de poder mantener su independencia y el respeto del pueblo. Aunque, al mismo tiempo, con frecuencia comparten sus residencias con parientes o amigas. Es decir, no abandonan a sus familias, las extienden, agregando colegas, correligionarios o alumnos, para formar familias híbridas.

Los autores nos ofrecen distintas metodologías para analizar la subjetividad de estas promotoras de la vida moderna de Jalisco. Por ejemplo, María Teresa Fernández Aceves analiza la ideología de María Arcelia Díaz, una trabajadora y dirigente laboral izquierdista que fue muy criticada por las mujeres católicas conservadoras. Fernández Aceves nos muestra que Arcelia Díaz se interesó no solamente en la política laboral sino también en la formación educativa de niñas pobres, lo mismo que las mujeres conservadoras. Al mismo tiempo, Arcelia Díaz se vistió de una manera muy masculina y fundó el Círculo Feminista de Occidente. Lo que nos señala que es muy importante matizar estas historias para evitar caer en los estereotipos.

La metodología de Anayanci Fregoso Centeno, en su estudio sobre Dolores Palomar Arias, consiste en un análisis discursivo sobre la familia, la religión y la clase. En contraste con María Arcelia Díaz, una mujer de origen humilde, Palomar Arias vino de la clase acomodada —dueña de haciendas, con poder y responsabilidades sociales—. Entre estas responsabilidades se encuentra la beneficencia y la educación religiosa que, en muchos sentidos, llenaron el vacío después del fallecimiento de su marido. Fue una mujer que participó en el movimiento cristero de los años 20 y en obras de beneficencia como la Cruz Roja a lo largo de treinta y cinco años.

El paisaje que nos muestra la historia de vida de la médica pionera Jacinta de la Luz Curiel es otro. Una vida dedicada a la comunidad. Después de recibirse de médica en 1930, se casó, pero hasta 1943. De esta manera le fue posible seguir su formación profesional como canceróloga especialista en ginecología, al mismo tiempo que mantenía su fe religiosa y su matrimonio. Helia García Pérez nos ofrece cartas de la doctora y relatos de entrevistas para reconstruir la historia de su vida.

Agustín Vaca nos trae la historia de Margarita Gómez González, cuyo padre fue asesinado, dejando a la familia sin apoyo económico. En vez de educación secular, Margarita recibió una enseñanza fuertemente religiosa que la preparó para actuar en ese ámbito. Esta mujer no se casó, y lo atribuye al impacto que tuvo en los hombres la violencia revolucionaria; asimismo, ella también actuó dentro de las filas antirrevolucionarias religiosas durante la rebelión cristera. Su vida muestra el costo de violencia y pobreza, y cómo este sufrimiento puede forjar una fuerza femenina como Margarita.

Luciano Oropeza Sandoval toma el tema del currículo de la escuela de Trabajo Social de la Universidad de Guadalajara como punto de partida, para estudiar la vida de Irene Robledo García. Para Oropeza Sandoval, la educación que Irene Robledo recibió en la Universidad de Denver la ayudó a modernizar su concepto de trabajo social, originalmente fundado en conceptos curriculares de educación para señoritas y educación doméstica durante los años 30, con materias más fundadas en las ciencias de la década del 40. De esta manera, el autor muestra la trasformación ideológica de Robledo García.

Candelaria Ochoa Ávalos nos presenta una metodología distinta, para explicar la vida de dos especialistas en educación: Lola Estrada y Silvia Cobián. Utiliza las conversaciones de estas mujeres para construir sus historias de vida. El lector se siente invitado a platicar con estas extraordinarias mujeres que avanzaron sus carreras de maestras con poca educación formal, pero con mucha experiencia práctica y apoyo político. Ambas dedicaron sus vidas a la enseñanza de niños.

Esta colección de artículos marca el significado de la mujer en muchas fases de la historia de Jalisco. De esta manera, la historiografía de la Revolución mexicana se ve impactada por las experiencias de estas mujeres jaliscienses.

María Teresa Fernández Aceves

CIESAS-Occidente

María Arcelia Díaz:

la política laboral y de mujeres en Guadalajara, 1896-1939

 

 

A finales de 1922, los líderes del Sindicato Católico de La Experiencia acordaron en una asamblea asesinar a “la bolchevique” María Arcelia Díaz (1896-1939), una obrera textil que fungía como secretaria general de la Unión Obrera La Experiencia (uole), una organización laboral a favor del gobierno revolucionario. Este acuerdo “fue calurosamente aplaudido” por el cura y el comisario político “que se encontraban presentes y forma[ban] parte de la mesa directiva de ese sindicato”.1 En esa reunión, uno de los presentes indicó que ya había intentado asesinarla, pero no la había encontrado sola en su casa. Al darse a conocer esta resolución, un grupo de tranviarios y textileros, afiliados a la Federación de Agrupaciones Obreras de Jalisco (faoj), organizaron un mitin en las inmediaciones de la fábrica para defenderla y le pidieron al gobernador de Jalisco, Antonio Valadez Ramírez, que pusiera fin a las hostilidades y amenazas que recibían los miembros de la uole.2 Para los líderes del sindicato católico, el cura y el comisario político, esta manifestación les confirmaba que Díaz no cesaría de exigir el cumplimiento de los derechos laborales de los trabajadores porque era respaldada por un contingente significativo de obreros. Llama la atención que el grupo católico buscara terminar con su vida y que organizaciones obreras se movilizaran para evitar su asesinato, por tanto, surge la pregunta ¿quién fue María Arcelia Díaz?

Díaz no concordaba con la imagen de la trabajadora soltera no calificada, apolítica, sumisa, débil, dependiente e inexperta. Tampoco representaba a la mujer que por salir de su casa a trabajar a la fábrica había perdido sus valores morales al encontrar el camino de la prostitución. Ambas alusiones y temores fueron promovidos por el Estado (porfirista y revolucionario), la Iglesia, líderes obreros, periodistas, políticos, legisladores, educadores, industriales y por algunas feministas de clase media alta ante la mayor visibilidad y presencia de la mujer trabajadora en los centros urbanos.3 La polémica más fuerte se suscitó cuando las mujeres participaban activamente en la política.4 Díaz formó parte de una generación de mujeres que se integraron al proceso revolucionario, al conflicto Iglesia-Estado, al movimiento obrero organizado y al incipiente movimiento feminista para demandar y especificar cuáles eran sus percepciones de lo que debían ser las mujeres, su papel en la política y los derechos femeninos —civiles, sociales, económicos y políticos—. Díaz entabló vínculos de amistad con políticos a nivel internacional, nacional y regional, con otras mujeres con un intenso trabajo político como Belén de Zárraga, española libertaria y anticlerical que emigró a diferentes países de América Latina para promover la organización de trabajadores y de mujeres;5 Florinda Lazos León, feminista chiapaneca a favor del voto femenino; Ana María Hernández, maestra queretana, inspectora federal laboral y fundadora del Instituto Nacional de Ayuda de la Madre Soltera,6 y Atala Apodaca, maestra iconoclasta y constitucionalista tapatía y dirigente del Centro Radical Femenino (crf).7 Algunas mujeres de esta generación fueron vistas como seres que transgredieron la línea del estereotipo femenino promovido por el Estado revolucionario y la Iglesia católica, que las veían como madres y esposas apolíticas al servicio de sus padres, esposos e hijos en el hogar. Esta transgresión causó ansiedades, temores, y, en algunas ocasiones, hasta violentas propuestas como lo ilustra el intento de asesinato contra Díaz.

Para entender la figura de Díaz es necesario primero reconstruir su historia de vida para descifrar su trayectoria laboral, política y su lucha por la organización de las mujeres y la defensa de los derechos femeninos. Díaz no escribió su autobiografía, pero existen peticiones, quejas, cartas, informes de inspecciones laborales que envío al Departamento del Trabajo y algunos artículos periodísticos que publicó en El Jalisciense y en Fémina Roja. Inmediatamente después de su muerte, unas amigas y las integrantes del Círculo Feminista de Occidente (cfo) redactaron pequeñas biografías sobre Díaz.8 Estas versiones siempre la presentan como una mujer luchadora excepcional, pero silencian cómo Díaz llevó a cabo prácticas represivas con aquellos(as) trabajadores(as) que no fueran leales a sus sindicatos y organizaciones. De todas las fuentes, el cfo sobresale en su intento para mantener viva la memoria en torno a su figura a través de sus visitas anuales al panteón de Mezquitán cada 28 de noviembre y los programas para honrarla donde se incluían canciones, poemas y una obra de teatro. También realizaron gestiones, que no tuvieron éxito, para que sus restos se trasladaran a la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres.

Antecedentes familiares, laborales y sindicales

María Arcelia Díaz nació en La Escoba, municipio de Zapopan, en 1896. Fue hija de J. Merced Díaz, campesino, y Francisca Rendón, dedicada al hogar.9 La mayoría de las biografías señalan que al quedar huérfana de padre salió a trabajar para sostener a su madre y hermanos. No indican si su madre y ella ingresaron a trabajar en la fábrica La Escoba, sólo enfatizan que cuando tenía ocho años de edad, en 1904, fue contratada en esa empresa.10 Al igual que muchos de los trabajadores de esa época, laboraba dieciséis horas, llegando a quedarse dormida entre los cajones de canillas vacías.11 Varias biografías sobre Díaz afirman que sus compañeras más grandes le enseñaron a escribir y a leer “sobre los telares con el gis de marcar las mantas”.12 En 1908, cuando ya tenía 12 años de edad, Díaz trabajó en Río Blanco, la fábrica textil que sustituyó a La Escoba y observó las primeras huelgas textiles.13 En 1910, a los 14 años, participó en la organización de un sindicato, pero la despidieron.14 Una de sus biografías señala que Díaz leyó los manifiestos de los hermanos Flores Magón que convocaban a un cambio político y los periódicos La Luz, La Antorcha y las publicaciones de la Casa del Obrero Mundial (com). No sabemos cómo Díaz recibió e interpretó estas lecturas, pero probablemente contribuyeron a su politización.15 Díaz y su familia migraron de Guadalajara a Amatlán, Puebla, donde había una fábrica textil. Ahí trabajó siete años. Tuvo un compañero en Amatlán con quien procreó dos hijos, que murieron cuando eran niños.16 En ese tiempo era común que los huelguistas y líderes textileros migraran a diferentes regiones para encontrar trabajo, ya que traían con ellos una cultura política de solidaridad que les ayudaba a confrontar las injustas e insalubres relaciones laborales.17 Díaz, al igual que muchos trabajadores de esa época, experimentó la transición del mutualismo al sindicalismo. En términos generales, el mutualismo representó a las organizaciones artesanales y de trabajadores que surgieron a partir de 1850 con una orientación de ayuda mutua para auxiliar a los trabajadores en enfermedades, accidentes, pérdida del trabajo y en caso de muerte. En este último caso las sociedades mutualistas contribuían a los gastos funerarios. Cada miembro de estas sociedades hacía aportaciones monetarias a las cajas de ahorro para cubrir los gastos de estos diferentes rubros. El mutualismo no buscó transformar las relaciones capitalistas de explotación, sino fue una forma de subsanar las necesidades de los artesanos y trabajadores. En cambio, el surgimiento del sindicalismo dio inicio a otra etapa de la organización de los trabajadores, para enfocarse en la defensa colectiva de sus intereses para mejorar sus condiciones de trabajo frente a los empleadores y los gobiernos.18

En 1917, la familia de Díaz regresó a Guadalajara con una cultura política basada en la combatividad y la lucha por los derechos de los trabajadores. En ese periodo, muchos de los obreros, como los textileros, se apropiaron del discurso revolucionario para obtener lo que llamaban “justicia social”. De hecho, la alianza del movimiento obrero con los constitucionalistas reconocía a los trabajadores como una fuerza política importante que ayudaría a la construcción del nuevo Estado revolucionario y al establecimiento de nuevas instituciones políticas.19 A su llegada a Guadalajara, Díaz observó que no se pagaba el salario mínimo ni se respetaba la jornada laboral de ocho horas. Muchos de los trabajadores tenían que ganarse la vida por medio de horas extras para poder obtener un pago que cubriera parte de sus necesidades básicas. Debido al gran desempleo, había gente desesperada en busca de cualquier trabajo para poder sobrevivir. Estas condiciones favorecían que en toda la entidad se violara lo estipulado en el artículo 123 constitucional.20

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Miembros de la Unión Obrera La Experiencia (UOLE), con María Arcelia Díaz sentada al centro de la foto.

Además, en Jalisco se había desarrollado un fuerte movimiento de acción social católica, que seguía los postulados de la encíclica Rerum Novarum (1891), en el cual participaban todas las clases sociales organizadas por medio de diversas asociaciones —religiosas, laborales, educativas, de ahorro—.21 El proyecto de acción social católica fue una vía alternativa para mejorar las condiciones sociales y materiales de las masas, controlar los excesos de capitalismo y evitar que se difundieran las ideas socialistas. En Jalisco, esta propuesta se implementó cuando el Partido Católico Nacional dominó la gubernatura y la legislatura de 1912 a 1914, por lo que se decretaron leyes que fueran acorde con la acción social católica. Por tanto, el proyecto católico compitió con el programa constitucionalista, lo que provocó fuertes choques durante las décadas de 1910 y 1920.

Uno de estos escenarios fueron las fábricas textiles, en donde los sindicatos católicos, la Asociación Católica de Damas de Guadalajara por medio de los círculos para las trabajadoras22 y la Liga Protectora de la Obrera (lpo) —que buscaba “regenerar a las mujeres y a los jóvenes por medio de la asistencia moral y material— tuvieron fuertes pugnas con las organizaciones libertarias, llamadas en ese entonces como “rojas”. En 1918, hubo conflictos entre los trabajadores católicos y los rojos en La Experiencia y Río Grande. En La Experiencia, Díaz confrontó a la lpo. Esta organización católica trataba de reclutar jóvenes para que no perdieran sus valores morales, pero no se interesaba por mejorar y regular el trabajo femenino, por lo que no era atractiva para todas las obreras. Díaz, junto con el crf, organización anticlerical e iconoclasta afiliada a la com dirigida por la maestra Atala Apodaca y con vínculos con el Consejo Feminista Mexicano, protestaron enérgicamente por el uso de la religión para indoctrinar y controlar a las trabajadoras.23 Díaz, Apodaca y el crf estuvieron a favor de organizar a las trabajadoras con una visión opuesta a la católica y con el fin de contribuir a crear una “nueva mujer” con ideas radicales, con una mezcla de ideas anarcosindicalistas, socialistas y comunistas.

A principios de la década de 1920, Díaz colaboró en algunas escuelas primarias de Guadalajara, para enseñar a las niñas algunas manualidades e instruirlas en la importancia de que sus familias lucharan para mejorar sus condiciones de vida. De esta forma estableció contacto con Guadalupe Martínez y sus hermanas, niñas que estudiarían la Normal y que asistieron a la escuela dominical del crf en la com. Posteriormente, Guadalupe se convirtió en una líder política clave en el movimiento obrero organizado en Jalisco.24 Este fue el inicio en el que Díaz entabló lazos con maestras de clase media, quienes trataron de influenciar en la formación de una nueva generación de mujeres con una visión secular-no católica y moderna. Juntas participaron en la creación de sindicatos y organizaciones de mujeres para luchar en contra de las asociaciones católicas y ayudaron a ampliar el espacio público y social para las mujeres en la Guadalajara revolucionaria de la década de 1920.

Entre la mujer obrera y la mujer moderna

A principios de la década de 1920, la politización que experimentó Díaz —por sus propias condiciones de trabajo en La Experiencia, por el proceso de sindicalización que vivió en Amatlán y los choques entre las organizaciones católicas y “rojas” en Guadalajara— se aceleró por la alianza política que establecieron los gobernadores revolucionarios con obreros y por la influencia que recibió de los líderes obreros internacionales. La década de 1920 en Jalisco fue un periodo de intensa movilización social y política promovida por los gobernadores Basilio Badillo (1921-1922) y José Guadalupe Zuno Hernández (1922-1926), quienes implementaron medidas anticlericales, populistas y radicales para fortalecer el grupo político que favorecía la organización de trabajadores(as) y maestros(as). Estos gobernadores lucharon contra la propuesta de la acción social católica y crearon su base social por medio de unos intercambios políticos con las masas. Promovieron la creación de organizaciones campesinas, obreras y de maestros, en las que favorecieron que se incorporaran las mujeres, para que pugnaran por mejorar sus condiciones de vida, de trabajo, demandaran el reparto de tierras y se establecieran escuelas para los hijos de campesinos y obreros. La alianza entre los gobernadores revolucionarios y las masas generó proyectos y programas sociales como la Colonia Obrera y la Casa Amiga de la Obrera, una escuela y guardería para los hijos de las madres solteras. Se abrió un espacio político para que diversos trabajadores y organizaciones obreras manifestaran su necesidad urgente de que se reglamentaran sus derechos constitucionales, por medio de una ley estatal. Por ejemplo, María A. Díaz le solicitó verbalmente al gobernador Zuno que decretara una ley estatal del trabajo para contener la explotación extrema que sufrían.25 Ya desde la década de 1910, diferentes organizaciones, líderes empresariales, intelectuales y obreros y sindicatos habían solicitado y propuesto el establecimiento de un Departamento del Trabajo que regulara las relaciones obrero-patronales y que se reglamentara lo estipulado en el artículo 123 de la Constitución de 1917. Esta activa participación de diferentes integrantes de la sociedad civil, y en especial de grupos subalternos (como obreros y mujeres), en diálogo, alianza o choque con el incipiente Estado revolucionario influyó para que Zuno promulgara la Ley Estatal del Trabajo en 1923, la cual seguía los postulados generales estipulados en la Constitución de 1917, que reconocía el derecho de las trabajadoras al descanso de maternidad, guarderías, el salario mínimo y el pago equitativo por un trabajo que también realizaran los hombres. Estas especificaciones legislativas facilitaron que hombres y mujeres exigieran ante el Departamento del Trabajo y la Junta de Conciliación y Arbitraje que se aplicaran sus derechos laborales —el derecho a tener un trabajo, al salario mínimo, a organizar un sindicato, el cumplimiento de sus contratos laborales y el descanso dominical—.

La actividad sindical intensa de Díaz concuerda con el zunismo en Jalisco. Al inicio de 1922, María A. Díaz, en representación de varias compañeras, presentó una queja ante el Departamento del Trabajo en contra del subdirector de la fábrica La Experiencia por no poner fin a los insultos y arbitrariedades de una trabajadora. Díaz pedía su destitución.26 Aunque esta queja no especificó en detalle el tipo de arbitrariedades, muy probablemente esa trabajadora pertenecía y apoyaba al sindicato católico. Tal vez esta petición no fue escuchada y resuelta como lo requerían Díaz y sus compañeras. Este es un indicio de que adquirieron conciencia de la necesidad de formar un sindicato para luchar por sus propias demandas, necesidades y derechos. Por lo que el 22 de mayo de 1922, Díaz, Ignacio E. Rodríguez, Pedro M. Chávez, Timoteo Durón, Juventino Servín, y otros, crearon la Unión Obrera de La Experiencia (uole), con el lema “por el bien colectivo” afiliado a la faoj. Díaz fue electa secretaria general y el comité quedó integrado por J. Refugio González, J. Francisco González, Heraclio Navarro y María Juárez.27 Desde su surgimiento la uole fue muy activa, defendió a obreros despedidos injustamente,28 se quejó de los abusos de los porteros que permitían llegar tarde a los trabajadores católicos, pero no a los rojos,29 exigieron que se llevaran a cabo inspecciones en esa fábrica para que constataran las pésimas condiciones de trabajo, la falta de servicios médicos y sus bajos salarios.30 Como ya se indicó, esta actividad sindical provocó que a finales de 1922 se intentara asesinar a Díaz.

Después de ese intento, Díaz decidió cargar una pistola para protegerse e imponer más respeto en sus prácticas políticas, ya que era una mujer morena, de tamaño mediano y delgada. Las personas que la conocieron e hicieron un trabajo político con ella recuerdan que siempre se peinaba con un chongo, usaba faldas lisas, blusas con mangas largas, mancuernillas y zapatos sin tacones. Tenía una voz grave y gozaba de una gran facilidad de palabra. La describen como inteligente, una luchadora verdadera, una líder que sabía escuchar y ayudar a la gente. Dispuesta a pelear ante cualquier autoridad por justicia social.31 Su forma de vestirse la representa como una mujer austera que no buscaba resaltar su feminidad y sexualidad. El uso de mancuernillas, una pistola y su participación activa en la política la presentaron como una mujer que se masculinizaba. Esta masculinización pública era una manera de aminorar las diferencias entre su cuerpo de mujer, la concepción del estereotipo femenino —apolítica, madre y dependiente— y su trabajo político que se identificaba con los hombres.

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María Arcelia Díaz.

A mediados de 1923, Díaz fue despedida y demandó a la fábrica.32 Recibió una indemnización de noventa pesos.33 Después de su despido, extendió su labor sindical a otras fábricas textiles —Atemajac, Río Blanco— y de papel —El Batán—. Ayudó en el establecimiento de la Unión Libertaria de Obreros de Río Blanco (1924), la Unión de Obreros Libertarios de Atemajac (1924) y el Sindicato Progresista Libertario Obreros del Batán (1925).34 Gestionó demandas en contra de la fábrica de Atemajac,35 la Compañía Industrial de Guadalajara,36 la Compañía Hidroeléctrica de Chapala37 y otros empleadores. Hizo pública su desaprobación de que algunos trabajadores se opusieran a sindicalizarse; consideraba que los no sindicalizados provocaban conflictos entre los demás obreros y los industriales.

En 1925, Díaz fue la primera representante obrera de la industria textil local en la Junta Municipal de Conciliación y Arbitraje. Como parte de esta Junta le pidió al gerente de Río Blanco que los salarios de los trabajadores cubrieran sus necesidades básicas, es decir, que se les pagara el salario mínimo de una jornada laboral de 8 horas y que el tiempo extra debía compensárseles.38 El 3 de marzo de 1925 el Congreso estatal le preguntó al Jefe del Departamento del Trabajo que le enviara información sobre los servicios de Díaz como una inspectora honoraria de las fábricas textiles de Atemajac, Río Grande y Río Blanco, porque pedía que fuera indemnizada por sus servicios.39 El Departamento del Trabajo informó que le había dado una identificación como inspectora, pero no la había nombrado con ese cargo y aclaraba que esos servicios los había hecho por su propia iniciativa. Díaz había informado tenazmente sobre las condiciones de trabajo ante el Departamento del Trabajo y presionó intensamente para que implementara la Ley del Trabajo.40 Finalmente, Zuno le otorgó una remuneración por su trabajo político y social, y la nombró como inspectora del Consejo Superior de Salubridad; puesto considerado como más propio para la labor pública de las mujeres.41

Esta solicitud de Díaz coincidió con la visita que hizo Jane Adams a Guadalajara, una reformadora social norteamericana y fundadora del Hull House en Chicago, un centro donde se formularon y practicaron reformas sociales entre intelectuales y trabajadores.42 En esa visita, Adams se entrevistó con Zuno. Aunque no se sabe de qué hablaron, muy probablemente ambos intercambiaron sus opiniones y experiencias de la participación de las mujeres en la esfera pública. Zuno, al igual que muchos caudillos revolucionarios, no estaba a favor de la emancipación de las mujeres, pero apoyaba que recibieran un mejor adiestramiento para que fueran más útiles en la sociedad y que se introdujeran reformas más igualitarias en las políticas de género y sociales. Esta postura ha sido llamada la modernización del patriarcado.43 En contrapartida, la postura de Adams concuerda con lo que se ha llamado maternalismo, es decir, el discurso que exaltaba las virtudes de la domesticidad mientras que al mismo tiempo legitimaba las relaciones públicas de las mujeres en la política y en el estado, la comunidad, el trabajo y el mercado de trabajo.44 Las ideologías maternalistas, mientras hacían referencias a imágenes tradicionales de la mujer, implícitamente retaban las fronteras entre lo público y lo privado, entre mujeres y hombres, entre el estado y la sociedad civil. Por tanto, el nombramiento que le otorgó Zuno a Díaz y las prácticas y demandas que realizó, se enmarcaron dentro de estos debates.

Aunque Díaz no escribió una propuesta de programa de política social para la clase trabajadora en la región de Guadalajara, en diferentes peticiones hechas ante el Departamento del Trabajo se pueden distinguir que sugería reformas laborales, de salud y de vivienda que beneficiarían principalmente a los obreros textiles. En relación a las condiciones de trabajo, continuó recomendando que se pagara el salario mínimo, que se compensaran las horas extras y ordenaba a las fábricas que tuvieran un buen servicio de luz eléctrica para evitar que pararan la maquinaria bruscamente, ya que estas interrupciones arruinaban las telas y los trabajadores eran obligados a pagar esos daños con sus salarios. Demandaba que las fábricas tuvieran buenos servicios de salud. Para compensar los bajos salarios, sugirió que las fábricas textiles cobraran una renta más baja a las casas que alquilaba a los trabajadores, que el costo de la electricidad fuera menor y que a los trabajadores se les permitiera cultivar huertos para que sus familias consumieran lo que plantaban.45 Con estas propuestas, Díaz esperaba influenciar la política social y laboral, pero sólo el pago del salario mínimo se llegó a cumplir en un corto plazo, el resto de sus propuestas requirieron más tiempo o no se llevaron a cabo.

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Zuno protesta durante la toma de poder.

Para 1926, Díaz dirigió el Centro Evolucionista de Mujeres (cem) en Guadalajara, una organización que formaba parte del Bloque Independiente de Agrupaciones Obreras.46 En esta organización, continuó con su política de sindicalización y de lealtad a las asociaciones obreras. A mediados de 1926, Díaz destituyó a Zenaida Torres como taquimecanógrafa porque se había negado sistemáticamente a asistir a las sesiones del cem y a cumplir con sus acuerdos. La señorita Torres afirmó que ya no necesitaba del cem porque tenía un trabajo. Las integrantes del cem acordaron cesarla para mostrar que eran “celos[as] de su prestigio, de su seriedad y disciplina”.47 Nombraron a otra que debía ser leal y disciplinada. No se sabe exactamente qué hacía el cem, pero trabajaba en coordinación con los líderes comunistas laborales que apoyaban al zunismo.48 Sin embargo, el trabajo político de los comunistas se concentró en los centros mineros, textiles y en la industria eléctrica, porque los concebían como núcleos revolucionarios importantes para luchar en contra del imperialismo y el capitalismo. Esta era una visión masculina que dominaba el movimiento obrero organizado y percibía a las mujeres como un elemento conservador. No era su prioridad resolver las necesidades y demandas de las trabajadoras. Por tanto, la falta de interés de la política masculina en los problemas que aquejaban a las mujeres, el desplazamiento de obreras en las industrias textil y en la de nixtamal, y el debilitamiento de la Iglesia católica y del proyecto de acción social católica por la Cristiada (1926-1929), que coincidió con el crecimiento de asociaciones femeninas,49 provocaron que Díaz diera un giro: de luchar por la clase trabajadora a enfocarse sólo por las mujeres trabajadoras.

El establecimiento del Círculo Feminista de Occidente (CFO)

En 1927, María A. Díaz y siete mujeres establecieron el Círculo Feminista de Occidente (cfo), afiliándolo a la Confederación de Obreros de Jalisco, para luchar por las trabajadoras.50 El cfo reunió a textileras, torteadoras, molineras, maestras, estudiantes de la Normal, empleadas de teatro, taquilleras, trabajadoras domésticas y amas de casa. Entre las activistas había maestras que venían de familias obreras con una cultura anti-clerical y liberal. Laura Rosales, en ese tiempo una estudiante de la Normal, venía de esas familias. Su padre fue un tejedor en la fábrica de Río Grande y había combatido a las organizaciones católicas en la década de 1910. Guadalupe Martínez, una maestra cuya familia también tenía antecedentes de la clase trabajadora con una visión liberal y anti-clerical. Su padre fue un electricista y había participado en la fundación de la com en Guadalajara en 1914. Su madre también trabajó en las fábricas textiles y era una pariente lejana de María A. Díaz.

El acta constitutiva del cfo estipuló que esa organización había estado trabajando por un tiempo y que su principal meta era luchar por el progreso moral y material de las trabajadoras por medio de las comisiones de trabajo, justicia y mejoramiento. Como también lo hicieron las organizaciones católicas de la época, el cfo hizo una campaña por la moralización de la sociedad, pero ofrecía una moralidad basada en los derechos que las mujeres debían tener. El cfo promovió la imagen de una nueva mujer, políticamente informada sobre sus derechos civiles, políticos y sociales. Para promover la imagen de una nueva mujer usaron las representaciones de mujeres fuertes. Escogieron a figuras combativas, radicales y extraordinarias tales como a Louise Michel, revolucionaria que participó en la Comuna de París en 1871, a la alemana Rosa Luxemburgo, a la rusa Alexandra Kollontai, a las 600 mujeres de Haymarket Square, donde anarquistas norteamericanos fueron martirizados en su lucha por la jornada laboral de ocho horas y a Carmen Morales, una líder obrera que se vestía de rojo y negro en los desfiles del Día del Trabajo en la ciudad de México. Por medio de estas representaciones femeninas, el cfo buscaba crear una nueva moralidad que destruiría la imagen pasiva y apolítica de las mujeres y los viejos prejuicios que catalogaban a las mujeres como no capaces para recibir una educación más allá de las actividades domésticas.

Díaz y las integrantes del cfo pensaban que la destrucción de estos prejuicios se lograría por medio de la educación. Por eso, el cfo se convirtió en un centro de alfabetización y de orientación política. Para 1933, en un artículo periodístico titulado “Reflexiones sobre la mujer”, Díaz hizo explícita su visión sobre la mujer obrera y la mujer moderna.51 Consideraba que las mujeres debían trabajar honradamente y que eran sujetos de cambio social, porque podían cambiar su rol de esclavas encadenadas. Sostenía que podían ser buenas, útiles y honradas al ayudar a los demás, pero que tenían que modernizarse y dejar sus valores y prácticas católicas. Argumentó que “la mujer preparada debidamente para los múltiples campos de acción que la vida de hoy le representa será y debe ser siempre mujer, como madre, como esposa, como hermana” y que tendría “una grandeza en el hogar, en la oficina y en el taller”. Mostró una perspectiva maternalista que se ligaba a la del nuevo Estado revolucionario y a la de la Iglesia católica, en el sentido de que las mujeres debían servir a los otros. Pero se diferenciaba de estas posiciones al presentar una concepción que ampliaba las funciones de las mujeres porque las invitaba a que trabajaran, se educaran y se modernizaran. Para Díaz, estos nuevos roles formarían una nueva generación de mujeres fuertes que defenderían sus derechos políticos, sociales y civiles. Afirmaba que sólo con educación las mujeres podían luchar por sus ideales y al mismo tiempo ocupar puestos y profesiones que se consideraban exclusivos para los hombres.52

Para 1934, Díaz y el cfo publicaron su propio periódico llamado Fémina Roja;53 demandaron se cumpliera el pago de un salario igual por un trabajo semejante, que se aceptaran a las mujeres en cualquier tipo de trabajo y que hubiera más inspectoras del trabajo y de salud. Invitaban a las trabajadoras a que se unieran a los sindicatos, para evitar su explotación y asegurar sus derechos sociales. Igualmente hacían explícito que las trabajadoras debían motivar a sus esposos para que también se afiliaran a los sindicatos porque era una vía para mejorar el bienestar familiar.

Díaz y el cfo trabajaron cercanamente con los líderes de la coj porque ambos compartían la noción de que las mujeres podían cambiar su imagen de beatas, para convertirse en revolucionarias. Las integrantes del cfo, trabajadoras y maestras como Irene Robledo, Concha Robledo y Guadalupe Martínez, ayudaron a trabajadoras como costureras, sirvientas, despuntadoras, torteadoras, aceiteras y galleteras a organizar sus sindicatos.54 Las enseñaron a leer y escribir, herramientas fundamentales para su lucha sindical. Les enseñaron una cultura cívica laboral por medio de festivales, desfiles patrios, su biblioteca, actividades deportivas y conferencias. Estas últimas eran sobre “la mujer y su participación en la lucha de clases”, “nuestras leyes y las mujeres”, “las mujeres y las leyes laborales” y “la influencia de los libros en el mejoramiento social y económico de las mujeres”.