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SERGIO ORTEGA NORIEGA. Doctor en historia de México por la Universidad Nacional Autónoma de México. Se dedica a la investigación de la historia del noroeste de México (actuales estados de Sinaloa, Sonora, Baja California, Baja California Sur, así como la California norteamericana y Arizona cuando fueron parte de México). También estudia la historia de las comunidades nacionales en la época colonial.

SECCIÓN DE OBRAS DE HISTORIA

Fideicomiso Historia de las Américas

Serie
HISTORIAS BREVES

Dirección académica editorial: ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ

Coordinación editorial: YOVANA CELAYA NÁNDEZ

SINALOA

SERGIO ORTEGA NORIEGA
 
 

Sinaloa

HISTORIA BREVE

Fondo de Cultura Económica

EL COLEGIO DE MÉXICO
FIDEICOMISO HISTORIA DE LAS AMÉRICAS
FONDO  DE  CULTURA  ECONÓMICA

Primera edición, 1999
Segunda edición, 2010
Tercera edición, 2011
   Primera reimpresión, 2012
Primera edición electrónica, 2016

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

contraportada

PREÁMBULO

LAS HISTORIAS BREVES de la República Mexicana representan un esfuerzo colectivo de colegas y amigos. Hace unos años nos propusimos exponer, por orden temático y cronológico, los grandes momentos de la historia de cada entidad; explicar su geografía y su historia: el mundo prehispánico, el colonial, los siglos XIX y XX y aun el primer decenio del siglo XXI. Se realizó una investigación iconográfica amplia —que acompaña cada libro— y se hizo hincapié en destacar los rasgos que identifican a los distintos territorios que componen la actual República. Pero ¿cómo explicar el hecho de que a través del tiempo se mantuviera unido lo que fue Mesoamérica, el reino de la Nueva España y el actual México como república soberana?

El elemento esencial que caracteriza a las 31 entidades federativas es el cimiento mesoamericano, una trama en la que destacan ciertos elementos, por ejemplo, una particular capacidad para ordenar los territorios y las sociedades, o el papel de las ciudades como goznes del mundo mesoamericano. Teotihuacan fue sin duda el centro gravitacional, sin que esto signifique que restemos importancia al papel y a la autonomía de ciudades tan extremas como Paquimé, al norte; Tikal y Calakmul, al sureste; Cacaxtla y Tajín, en el oriente, y el reino purépecha michoacano en el occidente: ciudades extremas que se interconectan con otras intermedias igualmente importantes. Ciencia, religión, conocimientos, bienes de intercambio fluyeron a lo largo y ancho de Mesoamérica mediante redes de ciudades.

Cuando los conquistadores españoles llegaron, la trama social y política india era vigorosa; sólo así se explica el establecimiento de alianzas entre algunos señores indios y los invasores. Estas alianzas y los derechos que esos señoríos indios obtuvieron de la Corona española dieron vida a una de las experiencias históricas más complejas: un Nuevo Mundo, ni español ni indio, sino propiamente mexicano. El matrimonio entre indios, españoles, criollos y africanos generó un México con modulaciones interétnicas regionales, que perduran hasta hoy y que se fortalecen y expanden de México a Estados Unidos y aun hasta Alaska.

Usos y costumbres indios se entreveran con tres siglos de Colonia, diferenciados según los territorios; todo ello le da características específicas a cada región mexicana. Hasta el día de hoy pervive una cultura mestiza compuesta por ritos, cultura, alimentos, santoral, música, instrumentos, vestimenta, habitación, concepciones y modos de ser que son el resultado de la mezcla de dos culturas totalmente diferentes. Las modalidades de lo mexicano, sus variantes, ocurren en buena medida por las distancias y formas sociales que se adecuan y adaptan a las condiciones y necesidades de cada región.

Las ciudades, tanto en el periodo prehispánico y colonial como en el presente mexicano, son los nodos organizadores de la vida social, y entre ellas destaca de manera primordial, por haber desempeñado siempre una centralidad particular nunca cedida, la primigenia Tenochtitlan, la noble y soberana Ciudad de México, cabeza de ciudades. Esta centralidad explica en gran parte el que fuera reconocida por todas las cabeceras regionales como la capital del naciente Estado soberano en 1821. Conocer cómo se desenvolvieron las provincias es fundamental para comprender cómo se superaron retos y desafíos y convergieron 31 entidades para conformar el Estado federal de 1824.

El éxito de mantener unidas las antiguas provincias de la Nueva España fue un logro mayor, y se obtuvo gracias a que la representación política de cada territorio aceptó y respetó la diversidad regional al unirse bajo una forma nueva de organización: la federal, que exigió ajustes y reformas hasta su triunfo durante la República Restaurada, en 1867.

La segunda mitad del siglo XIX marca la nueva relación entre la federación y los estados, que se afirma mediante la Constitución de 1857 y políticas manifiestas en una gran obra pública y social, con una especial atención a la educación y a la extensión de la justicia federal a lo largo del territorio nacional. Durante los siglos XIX y XX se da una gran interacción entre los estados y la federación; se interiorizan las experiencias vividas, la idea de nación mexicana, de defensa de su soberanía, de la universalidad de los derechos políticos y, con la Constitución de 1917, la extensión de los derechos sociales a todos los habitantes de la República.

En el curso de estos dos últimos siglos nos hemos sentido mexicanos, y hemos preservado igualmente nuestra identidad estatal; ésta nos ha permitido defendernos y moderar las arbitrariedades del excesivo poder que eventualmente pudiera ejercer el gobierno federal.

Mi agradecimiento a la Secretaría de Educación Pública, por el apoyo recibido para la realización de esta obra. A Joaquín Díez-Canedo, Consuelo Sáizar, Miguel de la Madrid y a todo el equipo de esa gran editorial que es el Fondo de Cultura Económica. Quiero agradecer y reconocer también la valiosa ayuda en materia iconográfica de Rosa Casanova y, en particular, el incesante y entusiasta apoyo de Yovana Celaya, Laura Villanueva, Miriam Teodoro González y Alejandra García. Mi institución, El Colegio de México, y su presidente, Javier Garciadiego, han sido soportes fundamentales.

Sólo falta la aceptación del público lector, en quien espero infundir una mayor comprensión del México que hoy vivimos, para que pueda apreciar los logros alcanzados en más de cinco siglos de historia.

ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ

Presidenta y fundadora del
Fideicomiso Historia de las Américas

 

A la memoria de don HÉCTOR R. OLEA,
historiador de Sinaloa

Para RINA CUÉLLAR ZAZUETA,
querida amiga y entusiasta difusora
de la historia sinaloense

 

PRÓLOGO

ESTA HISTORIA BREVE DE SINALOA que usted, amable lector, se dispone a hojear fue escrita con la intención de dar a conocer los hechos relevantes ocurridos en este territorio que hoy llamamos Sinaloa, hechos que, con el correr de los siglos, han formado al pueblo que habita dentro de sus confines. Se trata, pues, de la historia de los sinaloenses a lo largo de cinco siglos, escrita para que nos conozcan mejor nuestros compatriotas mexicanos y para que nos entendamos mejor los que somos sinaloenses. La palabra “breve” del título indica que hemos tomado ciertos hechos para narrar esta historia, aquellos que consideramos trascendentes para la formación de la Sinaloa de hoy. En otras palabras, hemos destacado aquellos sucesos que, a nuestro leal saber y entender, son los medulares. Y más que como hechos aislados, los presentamos como un proceso histórico, es decir, como una serie de acontecimientos que se suceden de manera concatenada a lo largo de los siglos. Es, entonces, más ambicioso el objetivo y más difícil de lograr; pero vale la pena, porque enseñar la historia de los sinaloenses merece los mayores esfuerzos.

Esta obra parte de lo investigado por otros muchos historiadores. Sinaloa tiene muy buenos historiadores y de sus obras se nutre este trabajo. Sin embargo, no todos los asuntos ni todos los periodos han sido suficientemente estudiados; existen amplias lagunas en los relatos de la historia de Sinaloa, que inevitablemente se verán reflejadas en esta narración, cuyo propósito es hacer una síntesis de dichas investigaciones, sin que se pueda, por el momento, colmar esos huecos, por sensibles que sean.

En la elaboración de esta historia recibí el auxilio de numerosas personas a quienes debo mi agradecimiento. En primer lugar, a mis compañeros del Seminario de Historia del Norte de México, del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, quienes con todo profesionalismo leyeron y criticaron los borradores de este trabajo y a cuyas sugerencias debo muchas ideas: Patricia Osante Carrera, Martha Ortega Soto, Edgar Omar Gutiérrez López, Juan José Gracida Romo y Mario Cuevas Arámburo, y a Saúl Jerónimo Romero y Benito Ramos Meza, quienes han sido miembros de este seminario y tanto han aportado a la historia de Sinaloa. Doy las gracias a los investigadores, alumnos y maestros de la Facultad de Historia de la Universidad Autónoma de Sinaloa y a los compañeros investigadores del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales y de la Maestría en Historia Regional de la misma universidad, cuyos trabajos están cimentando los actuales estudios históricos sobre Sinaloa. A Rina Cuéllar Zazueta y a Nicolás Vidales Soto, quienes generosamente me proporcionaron abundante material impreso sobre la historia de los sinaloenses. Para todos ellos mi sincero reconocimiento.

I. EL ESCENARIO DE ESTA HISTORIA

EL ESTADO DE SINALOA SE LOCALIZA en el litoral del Océano Pacífico de la República Mexicana, en su parte norte, frente a la Península de Baja California. Junto con los estados de Sonora, Baja California Sur y Baja California forma parte de una amplia región llamada del noroeste de México, enmarcada por el océano y la abrupta cordillera de la Sierra Madre Occidental. Los estados del noroeste comparten numerosas características geográficas y muchos de los hechos históricos que han conformado a sus sociedades, por lo que no es raro descubrir similitudes entre las costumbres y modos de ser de sus habitantes. Recordemos que el noroeste mexicano fue un territorio aún más extenso que lo que es ahora, pues comprendió también una buena porción de los estados de Arizona y California, que hoy forman parte de Estados Unidos. El mar, la llanura y la sierra son los elementos primordiales que forman el espacio de esa región, cuyos habitantes trabajan día con día para aprovechar las riquezas naturales y transformarlas en el sustento de todos.

El mar, la llanura y la sierra se encuentran en todo Sinaloa como se aprecia en el mapa I.1. En el extremo sur del estado, donde está el municipio de Escuinapa, la sierra se aproxima al mar; es la parte más angosta del territorio, con unos 100 km de anchura en su límite con el estado de Nayarit. A partir de este punto, el litoral y la cordillera corren hacia el noroeste separándose gradualmente y dejan entre ambos el espacio que ocupa la llanura costera, donde están los suelos que constituyen la base de la riqueza agrícola de Sinaloa. En su extremo norte, el territorio alcanza unos 200 km de amplitud, en el límite con Sonora. El mar, la llanura y la sierra: tres elementos geográficos diferentes pero que se complementan y cuyas diversidades pueden ser entramadas armoniosamente por la habilidad de los hombres para obtener mayores beneficios. Esta historia breve dará cuenta de cómo los pobladores de Sinaloa han sabido aprovechar las cualidades del territorio para construir un espacio agradable y digno para sus familias.

 

MAPA I.1. El mar, la llanura y la sierra

LA SIERRA

La cordillera que recorre el territorio sinaloense por su lindero oriental es parte del conjunto montañoso más importante de la República Mexicana, la Sierra Madre Occidental, que separa a Sinaloa de los estados de Durango y Chihuahua. Los picos más altos de la sierra alcanzan 3 000 metros sobre el nivel del mar (msnm), pero se encuentran en Durango o Chihuahua, porque la línea divisoria no fue trazada por la cresta de la sierra; a Sinaloa corresponden las alturas medias, de entre 1 000 y 2 000 msnm, de la vertiente occidental.

La Sierra Madre contiene preciados recursos minerales: plata, oro, cobre y plomo, principalmente, que han desempeñado un papel de primer orden en la historia de Sinaloa. Durante siglos, los metales preciosos fueron el más fuerte de los incentivos de los buscadores de riquezas, como veremos más adelante. La plata de la sierra sinaloense no fue tan abundante como la de Guanajuato o Zacatecas, pero en la región noroeste los metales de El Rosario, Cosalá y Álamos (actualmente en el estado de Sonora) fueron los más cuantiosos y opulentos. Aunque la minería haya sido ampliamente superada por otras actividades económicas, aún proporciona ocupación a muchos sinaloenses de la sierra, donde permanece viva la tradición de los buscadores de riquezas minerales.

La sierra actúa como colector de las aguas de lluvia que, a través de profundas quebradas, corren hacia la planicie, la irrigan y desembocan en el mar. El estado de Sinaloa tiene ocho ríos mayores: el Fuerte, con escurrimiento anual de 5 900 millones de metros cúbicos, el Culiacán (3 300 millones), el Sinaloa (2 200 millones), el Piaxtla (2 000 millones), el San Lorenzo (1 900 millones), el Presidio y el Baluarte (1 800 millones cada uno), y el de las Cañas o Acaponeta (1 500 millones), que forma la línea divisoria entre los estados de Sinaloa y Nayarit. Otros tres ríos de menor caudal, el Quelite y el Elota (500 millones cada uno) y el Mocorito (131 millones), completan los 11 ríos que constituyen la extensa red fluvial de Sinaloa, como se puede ver en el mapa I.2.

El agua de los ríos es otra de las riquezas naturales de Sinaloa, porque permite el cultivo de las tierras de la planicie. Se aprovecha de la mejor manera gracias a las gigantescas obras hidráulicas que la distribuyen en territorios más extensos y contribuyen a la generación de energía eléctrica. Doce presas con sus correspondientes sistemas de canales distribuidores forman la infraestructura hidráulica de Sinaloa, una de las mayores de la República Mexicana, pues podría irrigar 1’200 000 ha de terrenos, si no fallan las lluvias.

LA PLANICIE

De los 58 000 km2 de superficie que tiene el estado de Sinaloa, aproximadamente la mitad corresponde a las tierras bajas, es decir, aquellas cuya altitud sobre el nivel del mar es menor de 150 m. Ésta es la extensa planicie costera situada entre la sierra y el mar, como se observa en el mapa I.1, donde hoy la vida de los sinaloenses se desarrolla de manera más intensa. En esta planicie están las tierras de riego, donde la conjunción de los buenos suelos y el agua hábilmente distribuida facilita la expansión de una agricultura mecanizada con altos rendimientos, que produce alimentos y materias primas para la agroindustria nacional. A los ojos de cualquier viajero que recorra la planicie de Sinaloa, es evidente que donde el agua se distribuye surgen los inmensos campos cultivados que caracterizan al paisaje del estado.

La Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos del gobierno federal administra los cuatro distritos de riego que actualmente están establecidos en Sinaloa: el distrito de Culiacán, que aprovecha las aguas de los ríos Culiacán y San Lorenzo; el distrito de Mocorito, que distribuye el agua del río del mismo nombre; el distrito de Guasave, que aprovecha las aguas del Río Sinaloa, y el distrito del Valle del Fuerte, con cabecera en Los Mochis y bañado por el Río Fuerte. Las tierras irrigadas de Sinaloa alcanzan la suma de 750 000 ha, que pronto aumentarán debido a las nuevas obras de infraestructura hidráulica que se construyen en la parte sur del estado.

 

MAPA I.2. Los 11 ríos de Sinaloa y sus presas

En la planicie costera se encuentra la mayor parte de la población sinaloense; aquí están las principales ciudades, las carreteras, los ferrocarriles y los centros del comercio. Pero aunque hoy la planicie es la región con mayor significación económica, esto no siempre ha sido así. En esta historia veremos cómo y de qué actividades productivas han vivido en cada época los sinaloenses.

EL MAR

Se dice en las descripciones geográficas que el mar es el límite occidental del estado. Esta afirmación no es del todo correcta, porque el mar no es límite sino parte de Sinaloa, y sin él no se entiende la vida de los sinaloenses. No hablemos, pues, de límite, sino de litoral. El litoral sinaloense es una sinuosa línea que mide 656 km, cuya mayor parte se encuentra dentro del Golfo de California y la menor en el Océano Pacífico. Corre de sur a noroeste desde la desembocadura del Río de Las Cañas —que es el límite con el estado de Nayarit— hasta la Bahía de Agiabampo, en el límite con el estado de Sonora.

El litoral sinaloense cuenta con numerosos esteros, albuferas, lagunas y bahías muy ricas en fauna marina y con algunos importantes depósitos naturales de sal. Tiene también extensas playas apropiadas para la diversión y el turismo, aparte de una buena cantidad de islas, aunque de corta extensión. En el litoral sinaloense hay dos puertos de altura: Mazatlán y Topolobampo, además de numerosos puertos de cabotaje por los que fluye un intenso tráfico de mercancías y de pasajeros.

El mar es un medio de comunicación de extraordinaria capacidad que ha permitido a los sinaloenses vincular aún más las comarcas de su entidad, traficar activamente con otros estados del litoral del Pacífico y comunicarse con puertos remotos como Liverpool, Boston, Nueva York, Valparaíso, El Callao, Panamá, San Francisco y muchos más, de los que recibe las más variadas mercancías y a los cuales envía los productos del campo y de las minas sinaloenses. El mar proporciona abundantes y exquisitos alimentos, como camarón, ostión, lisa, sierra, huachinango, mero y caguama, tanto para la mesa de los sinaloenses como para la exportación a otros estados de la República y al extranjero. Sinaloa es un estado marítimo y este hecho se refleja en su historia y su cultura.

PRECIPITACIONES, TEMPERATURAS, CLIMAS

En todo el territorio sinaloense, el clima es cálido la mayor parte del año. En abril empiezan a sentirse temperaturas de alrededor de 25oC; de junio a septiembre, el riguroso calor del verano alcanza a superar los 40oC, pero a partir del mes de octubre desciende, hasta que en enero se registran temperaturas mínimas de entre 0 y 10oC. El calor es más fuerte en la planicie y algo se atempera en las tierras altas, aunque no es mucha la diferencia en los meses más calientes.

La estación de lluvias comprende los meses de julio, agosto y septiembre, pero no es uniforme en todo el territorio. En la parte sur, entre los ríos Piaxtla y de las Cañas, la precipitación pluvial es más abundante, entre 900 y 1 500 mm anuales, de modo que son frecuentes las inundaciones. El volumen de las aguas pluviales disminuye en la planicie a medida que se avanza hacia el norte, hasta llegar a menos de 300 mm en los valles de los ríos Sinaloa y Fuerte. En las tierras altas la precipitación es mayor que en la planicie, pues alcanza entre 500 y 900 mm anuales, suficiente para el desarrollo de la agricultura de temporal.

También influyen en los recursos hidrológicos de Sinaloa los ciclones, que durante el verano se forman en el Océano Pacífico y que con cierta frecuencia azotan las costas del estado. Los ciclones producen graves daños en la zona donde inciden directamente: destruyen sembrados, derriban casas, dañan carreteras y líneas eléctricas, producen inundaciones que afectan a amplias comarcas; sin embargo, tienen un aspecto positivo en cuanto que aumentan notablemente los recursos hidrológicos del estado.

Asimismo, en invierno golpean a la Sierra Madre Occidental fuertes nevadas. Aunque ocurren fuera del estado de Sinaloa, sus deshielos de primavera alimentan los ríos sinaloenses, que, por lo general, presentan dos avenidas anuales: la de primavera, por los deshielos, y otra en los meses más lluviosos del verano. Ocasionalmente, cuando las lluvias invernales son muy abundantes en la sierra también provocan fuertes avenidas que pueden causar daños graves en los campos agrícolas.

La combinación de estos factores meteorológicos hace que Sinaloa tenga una extensa escala climatológica: en la parte sur del estado, es tropical húmedo; en las tierras montañosas del oriente, es tropical subhúmedo; en la planicie es semiárido, y es francamente árido en el noroeste, donde se localiza el municipio de Ahome. Más al norte, ya en los límites con el estado de Sonora, el clima pasa de árido a desértico.

VEGETACIÓN Y FAUNA SILVESTRE

En el sur del estado, donde hay más humedad que en otras partes del territorio, la vegetación autóctona predominante es el bosque tropical, con sauces, álamos, mezquites y caobas, aunque no faltan las cactáceas, que se encuentran en toda la entidad. En la planicie del centro y norte la vegetación autóctona predominante es la llamada “selva espinosa”, formada por matorrales, secos la mayor parte del año; cactáceas como la biznaga, el nopal, el cardón, la choya y la pitahaya, y algunos árboles de mediana altura, como el mezquite, el guamúchil, el macapul, la amapa y el palo blanco. En la sierra hay bosques de coníferas y encinos, y en esteros y albuferas del litoral se encuentran manglares. La flora de Sinaloa se ha enriquecido con muchas variedades vegetales traídas de todas las partes del mundo y que se han aclimatado en nuestro territorio.

La fauna silvestre de Sinaloa, que en el presente está muy deteriorada a causa de la explotación irracional, fue muy rica por la variedad de especies y la abundancia de los individuos. Aún quedan coyotes, gatos monteses, tigrillos, zorras, venados, armadillos, conejos, liebres, ardillas, codornices, perdices, palomas, patos, caimanes y víboras. En el litoral y en alta mar se encuentran el tiburón, el marlín, el mero, el atún, el camarón, la curvina, el pargo, el cangrejo, la caguama, la jaiba, el pelícano y la gaviota. La humedad y el calor propician la abundancia de mosquitos, muy molestos y peligrosos por ser transmisores de malaria y paludismo, y de otros insectos como jejenes, alacranes, cucarachas y gran variedad de arañas.

LOS MUNICIPIOS Y LAS PRINCIPALES CIUDADES

Como todas las entidades federativas de la República Mexicana, el estado de Sinaloa está dividido en municipios o unidades territoriales que agrupan a la población para el ejercicio de sus derechos políticos y para la organización de la administración pública. En Sinaloa hay actualmente 18 municipios, aunque su número tiende a crecer al aumentar el número de los pobladores y la complejidad de la organización social. El municipio más reciente es el de Navolato, separado del de Culiacán por decreto del Congreso del estado en enero de 1984.

De las principales ciudades de Sinaloa algunas existen desde la época prehispánica y otras fueron fundadas por los españoles o en Épocas más recientes, como veremos en esta historia.

Son tres las ciudades mayores de Sinaloa: Culiacán Rosales, que es la capital del estado, con 793 730 habitantes; Mazatlán, con 403 888, y Los Mochis, con 388 344 habitantes. Otras tres ciudades: Guasave, Navolato y El Fuerte, siguen en orden de población, pues tienen 270 260, 135 681 y 92 585 habitantes, respectivamente. Mientras que en los municipios del mismo nombre se observa la mayor densidad de población, los de Concordia, San Ignacio y Cosalá tienen la menor densidad de todo el estado. En los primeros la población va en aumento, no así en los segundos, y en el municipio de San Ignacio incluso disminuye porque sus habitantes emigran a otros lugares de la entidad, según datos del Conteo de Población de 2005. En Sinaloa no se da el fenómeno de las ciudades excesivamente pobladas; sus habitantes están distribuidos de manera más equilibrada que en otros lugares de la República, pues aquí sólo dos quintas partes de la población viven en ciudades grandes y medianas, y las tres quintas partes restantes son de población rural.

LAS COMUNICACIONES

Las vías y los medios de comunicación para el transporte de mercancías y de personas son elementos de primera importancia para el desarrollo de una región, por lo que resulta conveniente conocer cómo son y cómo han evolucionado en Sinaloa. En un apartado anterior vimos el significado del mar en las comunicaciones del estado, ya por la vinculación de sus comarcas, o bien por la conexión de Sinaloa con otros estados mexicanos del litoral y con otros países. En este apartado trataremos de otros medios de enlace que tienen o han tenido los sinaloenses.

La geografía ha sido determinante para el desarrollo de las comunicaciones terrestres en la jurisdicción sinaloense, que por siglos han ido en dos direcciones: o bien a lo largo del territorio, desde Nayarit hasta Sonora, a través de la planicie, o bien en rutas transversales que corren del litoral a la sierra siguiendo los valles de los ríos. En ambos casos, los obstáculos naturales han tenido mucha importancia. Para las comunicaciones a lo largo del territorio, los numerosos ríos presentan barreras al desplazamiento de los vehículos. En otras épocas, los ríos crecidos eran atajaderos insuperables que impedían los traslados durante semanas o meses. Los ríos se cruzaban por vados, lo que hacía casi inutilizable la carreta y obligaba al uso de recuas de mulas. Las rutas transversales por valles y cañadas y por las profundas quebradas de la Sierra Madre Occidental eran muy peligrosas, aun para el paso de las mulas. Durante siglos, las comunicaciones terrestres de Sinaloa seguían caminos de herradura y de recuas de mulas, sin que esto detuviera a los esforzados arrieros, quienes iban y venían por Sonora, Chihuahua, Durango, Nayarit, Jalisco y la Ciudad de México.

Las comunicaciones terrestres expeditas durante todo el año son cosa de este siglo. El primer medio de enlace por tierra fue el Ferrocarril del Pacífico, que recorre Sinaloa de norte a sur y lo comunica con Sonora y la frontera estadounidense, por el norte, y con Nayarit y Jalisco por el sur. Pero la comunicación hacia el norte comenzó apenas en 1910, y 10 años más tarde el ferrocarril pudo correr hasta Guadalajara. Sólo existen dos ferrocarriles transversales: el que va de Altata a Culiacán, inaugurado en 1884 como parte de un fracasado proyecto de conectar Culiacán con Durango, y el Ferrocarril Chihuahua-Pacífico, que va de Topolobampo a Ojinaga, iniciado en 1886 pero no concluido hasta 1961.

Las carreteras sinaloenses son aún más recientes. La Carretera Internacional, que recorre de extremo a extremo el estado, es posterior a 1950, si se considera la terminación de los puentes adecuados para el tráfico de camiones de carga. La más moderna de las carreteras sinaloenses, llamada la Costera, en su primer tramo tenía 135 km de longitud y comunicaba a Culiacán con el poblado de Las Brisas, en el municipio de Guasave, pero actualmente llega hasta Mazatlán. Las carreteras transversales son más bien caminos asfaltados que comunican las ciudades de la planicie con las comunidades serranas. A través de la sierra y hasta los estados vecinos sólo existe la carretera de Mazatlán a Durango y una corta fracción de la proyectada vía de Badiraguato a Parral, en el estado de Chihuahua.

En cuanto a las comunicaciones aéreas, que son cada vez más notables, Sinaloa cuenta con tres aeropuertos de gran magnitud en Mazatlán, Culiacán y Los Mochis. Hay muchos aeropuertos para aeronaves pequeñas en casi todos los principales puntos del estado. Las comunicaciones aéreas son de mucha importancia para las comunidades más aisladas de la serranía sinaloense.

OCUPACIONES Y PRODUCTOS

Los sinaloenses que en la actualidad tienen una ocupación remunerada son aproximadamente la tercera parte de la población total del estado. Treina y cinco de cada 100 sinaloenses ocupados trabajan en labores del campo, principalmente en agricultura y ganadería. Las tierras producen algodón, caña de azúcar, hortalizas, arroz, frijol, sorgo y soya; en las huertas se cultivan mango, aguacate, coco y cítricos. En Sinaloa se cría ganado bovino, que es el más abundante, para la producción de leche y carne, así como ganado caprino y ovino y gallinas y cerdos, cuya explotación está muy desarrollada. Sólo tres de cada 100 personas ocupadas trabajan en la pesca, que se practica tanto en aguas litorales como en alta mar, donde capturan básicamente camarón, pero también atún, sardina y otras especies. Más de la mitad de los productos marinos se consume como alimento fresco y el resto se procesa en plantas enlatadoras, congeladoras o deshidratadoras. Se dedican a la minería dos de cada 100 habitantes económicamente activos, que extraen plata, oro, cobre, plomo y cinc, principalmente.

El sector de los servicios ocupa a otro 40% de la población económicamente activa. La mitad de estos trabajadores son maestros y empleados de los gobiernos federal, estatal y municipal; la otra mitad trabaja en empresas privadas de los sectores comercial, turístico y del transporte.

El sector más débil de la economía sinaloense es el de la industria de la transformación, que da trabajo a 20% de la población económicamente activa. Las principales industrias son las que procesan productos agrícolas, ganaderos y pesqueros, como los ingenios azucareros, y las plantas empacadoras, despepitadoras y deshidratadoras. La industria de la construcción ocupa un importante lugar como fuente de empleo, tanto en obras públicas como privadas.

EL NOMBRE SINALOA

La palabra Sinaloa es de etimología incierta. Durante mucho tiempo se aceptó la interpretación propuesta por el sabio sinaloense del siglo XIX don Eustaquio Buelna, quien afirmaba que el término pertenecía a la lengua cahita, que significa “pitahaya redonda” (incluso, el escudo de armas del estado se basa en esta interpretación, pues su contorno tiene la forma del fruto de la pitahaya); sin embargo, los lingüistas contemporáneos no consideran correcta esta etimología, si bien no han propuesto otra más acertada. Lo que sabemos con seguridad es que la palabra “Sinaloa” aparece en los documentos españoles del siglo XVI, que son los más antiguos que se refieren a esta región. Se empleaba para designar a un río, que a veces era el actual Río Fuerte, o bien el que hoy conocemos como Río Sinaloa. Asimismo, se utilizaba para designar a un grupo indígena, los sinaloas, perteneciente a la familia cahita y que habitaba en las márgenes del río en lo que hoy es el municipio de El Fuerte, y para llamar también a un territorio de límites imprecisos que empezaba en el Río Mocorito y se extendía hacia el norte hasta donde llegaba el dominio de los españoles.

En la actualidad, la palabra “Sinaloa” se aplica al estado de la federación mexicana que fue creado el 13 de marzo de 1831 por disposición del Congreso General de la República. También hoy la usamos para designar a un río, a un municipio y a una ciudad. Además, el territorio al que antaño se aplicó el nombre “Sinaloa” no tenía las mismas dimensiones de ahora, sino que en distintas épocas tuvo diversas extensiones y diferentes límites. Así pues, el nombre “Sinaloa” puede provocar equívocos dada la diversidad de sus acepciones, por lo que debe ser empleado con precisión y claridad para prevenir interpretaciones erróneas.

Éste es el escenario: un territorio cuyas características hemos resumido como preámbulo al objeto principal de este libro, que es la historia de sus pobladores. Haremos un sucinto recorrido de cinco siglos, del XVI al XX, para mostrar cómo ha evolucionado la sociedad sinaloense y cómo ha llegado a ser la que hoy conocemos.