Puritano intolerante [el general Máximo Gómez],

impone el más celoso cuidado para los seres débiles;

la mujer, el anciano, el niño. La más ligera falta contra estos es severamente castigada. Los niños excitan en él una ternura suavísima, que lo hace repentinamente tan benigno y dulce que el hombre parece transformado.

En su pequeño equipaje encontré un solo objeto de lujo:

un álbum de fotografías de niños.

General Bernabé Boza,

Jefe del Estado Mayor del Generalísimo.

Bernabé Boza: Mi Diario de la Guerra, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1974, t. I, p. 85.

Introducción

La presencia de niños involucrados en el escenario de las luchas independentistas de Cuba fue triste y heroica a la vez. Ellos, por ser los más indefensos y frágiles, sufrieron los abusos y maltratos de los enemigos y de las personas inescrupulosas que se aprovecharon de su indefensión, tanto cuando eran abandonados o se perdían en los campos por las mismas circunstancias de la guerra.

El ejemplo más desgarrador de lo que sufrieron los niños durante nuestra última lucha por la emancipación nacional, lo constituye la reconcentración decretada en 1896 por el capitán general de la isla, Valeriano Weyler, mediante la cual decenas de miles de niños y niñas murieron de hambre, enfermedades y por los abusos de los cuerpos armados colonialistas.

En cuanto al heroísmo espontáneo y desenfadado de los pequeños envueltos en las acciones bélicas, se podrían escribir muchas páginas para exaltar su amor a la patria; tradición que para suerte de Cuba permanece y se desarrolla en la actualidad bajo la óptica y obra de la Revolución, que como continuidad de los fundamentos de las gestas independentistas del siglo xix, brinda una atención especial a la niñez, incluso antes del nacimiento.

En las narraciones de estas epopeyas ―como en «Octavio, El Alferecito», con excepción de «Los niños de un hospital mambí»1―, se exponen los hechos tal como sucedieron; pues los héroes, a pesar de ser niños, cuando se incorporaron al Ejército Libertador, por el tiempo de permanencia en la manigua insurrecta, se convirtieron en combatientes consumados hasta el punto de alcanzar grados militares ganados por acciones combativas.

En el caso de los niños no combatientes, como «Los niños de un hospital mambí», totalmente indefensos ante la dura existencia de la guerra contra un enemigo implacable, la realidad de la historia no se presenta tal como ocurrió, sino que a partir de la matanza en el hospital Govea, la historia verdadera se sustituye por un desarrollo y desenlace feliz, en el cual se relacionan situaciones y personajes ficticios ―como el rescate de los niños y el reencuentro de estos con sus padres al final de la guerra.

Los personajes ficticios de esta trama son el cocinero Isidro y el capitán Fernández, padre de los niños, cuyas actitudes no debieron haber estado muy lejos de la realidad. Por su parte, los personajes reales que se intercalan en la narración, como el cura Arocha, el doctor Pérez Abreu y el general Pedro Díaz, sí están en concordancia con sus actividades descritas en los territorios y lugares mencionados.

Sirvan estas breves narraciones como homenaje a los niños y jóvenes de las pasadas generaciones, por tan ejemplarizantes muestras de amor a la patria y heroísmo, espejo de las presentes y futuras generaciones que al lado de la Revolución luchan y lucharán por la independencia y soberanía de Cuba.

1 Según el capitán ayudante del general Máximo Gómez, Miguel Varona Guerrero, la palabra «mambí» tiene su origen en las tradiciones emancipadoras de América, pues existió un coronel negro al servicio de España con mando militar en Santo Domingo nombrado Mambí, el cual desertó para incorporarse al mando de los negros haitianos separatistas, de donde procedía. Por esta razón, al estallar la guerra de independencia de 1868 en Cuba, los colonialistas españoles comenzaron a llamar «mambí», en forma despectiva, a todos los cubanos que se sumaron a la lucha por la independencia. Los patriotas cubanos adoptaron el calificativo con orgullo; tanto es así, que al triunfo de la Revolución el 1ro. de enero de 1959 el pueblo calificó a los miembros del Ejército Rebelde como «los mambises del siglo xx».

Décima popular

Durante la guerra de independencia de 1895 era cantada en repudio de los llamados «guerrilleros»,2 traidores de la patria:

Yo te he visto con sombrero

y lleno de confusión

revestido de traición

con el fusil en el hombro

sin ver que Cuba es escombro

del despotismo en vigor

sin afectarle el dolor

de ver tu patria oprimida

siendo en ruinas convertida

y tú, villano, traidor.

¿Qué harás cuando tus hermanos

tocando su triunfo al fin

y alegre suene el clarín

convocando a sus hermanos?

Mientras tú, entre los tiranos

figuras cobardemente

sin el entusiasmo ardiente

que da la cubana grey,

sin Dios, sin patria, sin ley

y sin poder alzar la frente.

Llegue de mi Cuba el día,

el momento de victoria.

La trompeta de la gloria

resuene en la patria mía.

Abajo la tiranía

resonará en lontananza

mientras tú, sin esperanza

bajo el yugo del tirano

figurarás mal cubano

y esa será mi venganza.

Al grito de ¡Viva España!

servil doblas las rodillas

y al fiero León de Castilla

defiendes con dura saña,

sin oír de las montañas

de nuestra patria el clamor

sin afectarte dolor

de ver a tu patria infeliz

has de doblar la cerviz

pero será sin honor.3

2Contrario al significado que tiene hoy en día, durante las guerras independentistas del siglo xix, se identificaba como «guerrillero» a aquel que procedía de zonas rurales y traicionaba a la patria en defensa de los intereses coloniales. Ellos se desempeñaban como auxiliares de las columnas enemigas, sirviendo de espías, prácticos o guías. En la guerra de 1895 llegaron a la cifra de treinta mil.

3Tomado de: Miguel Varona Guerrero: La Guerra de Independencia de Cuba: 1895-1898, Editorial Lex, La Habana, 1946, vol. II, p. 1 423.