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Comité Nacional Conmemorativo
del 150 Aniversario
de la Batalla de Puebla

 

Presidente Honorario
C. FELIPE CALDERÓN HINOJOSA
Presidente Constitucional
de los Estados Unidos Mexicanos

 

Presidente Ejecutivo
C. RAFAEL MORENO VALLE ROSAS
Gobernador Constitucional
del Estado de Puebla

 

Vicepresidente Ejecutivo
C. FERNANDO LUIS MANZANILLA PRIETO
Secretario General de Gobierno
del Estado de Puebla

 

Presidente del Comité Ejecutivo
C. Guillermo Jiménez Morales

 

Presidente del Consejo Consultivo
C. Luis Maldonado Venegas
Secretario de Educación Pública
del Estado de Puebla

 

Consejo Estatal para la Cultura
y las Artes de Puebla
C. José Saúl Juárez Vega
Secretario Ejecutivo

PRESENTACIÓN

 

A mediados del siglo XIX México se encontraba en el proceso de consolidar sus instituciones, y la disputa por el poder alcanzó, en este caso, dimensiones globales. De esta manera, conservadores y liberales enfrentaron las distintas concepciones que defendían sobre una patria que luchaba contra las diversas crisis que la recorrían.

Cuando Luis Napoleón Bonaparte ofreció el trono a Maximiliano de Habsburgo se puso en marcha una de las muchas piezas que transformaron el mundo del siglo XIX. El Imperio napoleónico y la monarquía en México ofrece una visión amplia y variada sobre este convulso episodio de la vida nacional: alejada del maniqueísmo histórico de los héroes y los traidores, el lector encontrará en sus páginas una invitación a la reflexión sobre la conformación, llena de contradicciones, de la identidad nacional.

Somos testigos de la historia, en el mejor sentido de la palabra, cuando comprendemos el significado de los acontecimientos que refrendaron la Independencia, la República y la separación Iglesia-Estado. En este proceso México definió su Estado republicano y laico.

El 5 de mayo de 1862 inició la lucha contra las tropas napoleónicas. El Ejército de Oriente, creado por el presidente Benito Juárez y al mando del general Ignacio Zaragoza, se enfrentó al ejército más poderoso del mundo. Las palabras del también general Ignacio Mejía expresan el sentir nacionalista ante la intervención extranjera: “Gran honor tengo en poder comunicar que el suscrito fue el primer individuo de este glorioso Cuerpo de Ejército de Oriente, en hacer frente al enemigo y el primero en repeler su ataque, no impulsado por otra razón, sino por el amor que á todos los buenos mexicanos nos enardece, cuando la Madre Patria se encuentra en peligro”. Las consecuencias de esta victoria inesperada coadyuvarían a afianzar las características de la identidad que nos define como mexicanos.

Por ello, el 7 de septiembre del 2011 se creó la Comisión Especial Encargada de los Festejos del Sesquicentenario de la Batalla del 5 de Mayo de 1862, en el Senado de la República, para conmemorar esta victoria de la soberanía y la dignidad nacionales.

La obra que hoy presentamos es fruto del trabajo de especialistas de la red de historiadores nacionales y extranjeros miembros de la Asociación ARISI, donde se analizan las repercusiones históricas, políticas y culturales del imperialismo napoleónico y del Segundo Imperio en México.

COMISIÓN ESPECIAL ENCARGADA DE LOS
FESTEJOS DEL SESQUICENTENARIO
DE LA
BATALLA DEL 5 DE MAYO DE 1862

Senador Humberto Aguilar Coronado
Presidente

Senador Alfonso Sánchez Anaya
Secretario

Senador Melquiades Morales Flores
Senador Ángel Alonso Díaz-Caneja
Integrantes

Dra. Patricia Galeana
Secretaria técnica ad honorem

EL IMPERIO NAPOLEÓNICO
Y LA MONARQUÍA EN
MÉXICO

PATRICIA GALEANA*

Hace ciento cincuenta años con la Batalla de Puebla del 5 de mayo de 1862 inició la lucha por la Segunda Independencia de México, que culminó con la salida del ejército francés del territorio nacional el 6 de marzo de 1867. Nuestro país no se convirtió ni en un protectorado francés ni en uno norteamericano. Se acuñó la Doctrina Juárez, de defensa de la soberanía nacional, de autodeterminación de los pueblos, de igualdad de los Estados y de solución pacífica de los conflictos; conceptos que se convirtieron en principios normativos de nuestra política exterior, incorporándose a la Constitución que nos rige en el Artículo 89 en 1988.

El triunfo del gobierno constitucional sobre el gobierno emanado de la rebelión de Tacubaya y el Segundo Imperio significó la consolidación del Estado mexicano como Estado liberal de derecho. Se resolvieron las dicotomías: monarquía o república; centralismo o federalismo; y se suprimió el Estado confesional, estableciéndose un Estado laico.

Si bien la historia, como todo conocimiento, está en permanente revisión, los aniversarios son momentos propicios para la reflexión. Hace siglo y medio que el ejército mexicano logró la victoria sobre el invicto ejército napoleónico, superior en fuerza, en armas y experiencia. Con esta victoria se detuvo un año el avance del invasor y se infundió confianza en el triunfo final. Es por ello que el Senado de la República creó una Comisión Especial para conmemorar estos hechos históricos. Con la colaboración de la Universidad Nacional Autónoma de México a través del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC), de la red de historiadores mexicanos, europeos y estadounidenses ARISI,1 y de Siglo XXI Editores, la Comisión senatorial publica la obra El Imperio napoleónico y la monarquía en México, con 24 investigaciones de destacados especialistas que arrojan nuevas luces sobre un periodo vital de la historia mexicana que tuvo impacto en Francia y en el mundo de su época.

El primer capítulo está dedicado a liberales y conservadores, republicanos y monarquistas. Inicia con el texto de Raúl Figueroa Esquer sobre la refutación que Melchor Ocampo hizo a Francisco de Paula Arrangoiz, donde el líder ideológico del liberalismo inculpa a los conservadores de ser cómplices de Santa Anna.2

En seguida, Víctor Villavicencio Navarro presenta una semblanza biográfica de José Manuel Hidalgo y Esnaurrízar.3 Presenta un recuento de sus ideas y de su trayectoria política. Villavicencio analiza la participación de Hidalgo en el establecimiento del Segundo Imperio y sus acciones como ministro del mismo en París. Quien fuera calificado por José María Iglesias como “traicionero” desde los tiempos de la dictadura santanista; el que fuera acusado por Manuel Payno de despilfarrador; a quien Francisco Zarco quisiera ver “encerrado en el hospital de los incurables” por seguir afirmando, después de la caída del Imperio, que la monarquía seguía siendo la salvación para México; el que fuera amigo personal del papa y compañero de baile de la emperatriz de Francia, falleció en la miseria y sin patria, concluye el autor.

Héctor González Medrano4 aborda un aspecto poco conocido de Manuel Larráinzar, su obra histórica. Después de hacer su semblanza biográfica, con su trayectoria política y diplomática, y repasar su gestión en Estados Unidos en torno a la concesión para la comunicación interoceánica en Tehuantepec, el autor centra su análisis en sus aportaciones historiográficas. Larráinzar planteó la importancia de contar con una historia nacional, desde la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, proyecto que desarrolló en su trabajo Algunas ideas sobre la historia y manera de escribir la de México. Interrumpió su actividad como historiador cuando fue nombrado enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de México en Rusia, Suecia y Dinamarca, consecutivamente. En 1875, Larráinzar publicó Estudios sobre la Historia de América 5 en cinco tomos. La obra detalla sus monumentos arqueológicos y llama la atención sobre la ausencia de una legislación que preserve el patrimonio histórico y evite el saqueo. González Medrano concluye que la obra de Larráinzar puede ser considerada como uno de los pilares del inicio de la ciencia arqueológica del México del siglo XIX.

Marta Eugenia García Ugarte 6 hace la semblanza de Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, centro de la disputa Iglesia-Estado durante los periodos de la Reforma y el Imperio. Muerto Lucas Alamán, Labastida encabezó al grupo conservador clerical. Por la recuperación de sus bienes, las autoridades de la Iglesia Católica apoyaron primero al grupo conservador para que derrocara a la República liberal. El arzobispo de México tuvo un papel decisivo en la Intervención y el Segundo Imperio, convencido de que los conservadores no podían vencer a los liberales sin el apoyo de la intervención extranjera.

En una obra conmemorativa del sesquicentenario de la Batalla de Puebla no podía faltar una semblanza del general Ignacio Zaragoza. Humberto Morales Moreno y Fernando Castrillo Dávila 7 hacen la remembranza del coahuilense a través de sus partes de guerra. Los autores destacan que la imagen de Zaragoza se convirtió en un elemento fundamental como mecanismo de afirmación de identidad. Concluyen que: “Ninguno de los anteriores próceres o impulsores de la Reforma o de la primera etapa de la Intervención Francesa habían sido elevados al grado que se le dio al insigne general en jefe del Ejército de Oriente. Ni Melchor Ocampo, Miguel Lerdo o Santos Degollado, sin duda personajes clave en la realización de la Reforma, fueron glorificados por la historia liberal en una forma semejante”.

En el segundo capítulo, dedicado al Imperio napoleónico, Enrique Zuleta Álvarez8 estudia la difusión de las ideas ilustradas en América Latina, en particular en Buenos Aires y en México, así como el triunfo del nacionalismo en México con la derrota de la Intervención Francesa. El historiador destaca la acción de Napoleón III para sustituir el término de Hispanoamérica por el de Latinoamérica, a través de la prensa de la época.

María Elena Stefanón 9 estudia las batallas de Puebla de 1862, 1863 y 1867. Refiere las penalidades que sufrió la población, los errores tácticos y las condiciones adversas de los soldados reclutados contra su voluntad. También da cuenta de la vulnerabilidad de las soldaderas. El estudio del comportamiento humano en situación de crisis permite dimensionar la reacción social. La autora da cuenta de cómo Forey atemorizó a la población para que dejara de prestar ayuda al ejército republicano durante el sitio de Puebla de 1863, hasta que la disminución de alimentos y municiones, junto con las enfermedades, fueron mermando las energías de los sitiados. Destaca que, si bien el 16 de mayo el general Jesús González Ortega rindió la plaza, sólo se perdió material de guerra, ya que el ejército salió inerme. Stefanón analiza el comportamiento de los diferentes estratos sociales, así como el peso histórico del conservadurismo ultramontano. Concluye que mientras las élites estaban de acuerdo con la Intervención, en las clases populares hubo defensores de la soberanía nacional. Finalmente refiere que si durante la dictadura porfirista se exaltó la batalla del 2 de abril, después de la Revolución se celebraría la del 5 de mayo de 1862.

A continuación, Arturo Aguilar Ochoa10 analiza la imagen gráfica de la Intervención Francesa, difundida entre 1862 y 1867 en periódicos franceses como La Ilustración. Debido al impacto visual que las imágenes tuvieron sobre la sociedad desde 1830, y dado el avance vertiginoso de la fotografía, en la década de 1860 hubo una “explosión de las imágenes” en los medios de comunicación. Aguilar refiere cómo el Segundo Imperio napoleónico fue un momento de auge para los periódicos ilustrados en Francia, que fue considerada como su edad de oro; de ahí la importancia de analizarla.

En la etapa anterior al desembarco de las tropas las imágenes satisfacen la curiosidad del público francés respecto de un país exótico como México, con álbumes de litografías como México y sus alrededores. Después, la prensa gráfica se convierte en una especie de crónica de guerra. El autor destaca que pese a haber perdido la batalla del 5 de mayo, los franceses resaltan el heroísmo y la valentía de sus soldados. La prensa reiteró la mala estrategia de Lorencez y exaltó el recibimiento que los mexicanos dieron a las tropas francesas, como sus libertadoras, cuando tomaron Puebla y la ciudad de México. Finalmente, para 1866 el autor refiere cómo se perdió el interés por la Intervención en México, razón por la cual los periódicos ya no proporcionaban tantas noticias. El interés de Aguilar es “hacer notar que al igual que los textos, las imágenes vieron el acontecimiento de manera parcial o subjetiva, es decir, de acuerdo con sus intereses [...] o lo que querían ver”.

El capítulo concluye con un texto de Rubén Ruiz Guerra,11 quien aborda el proyecto imperial napoleónico y la solidaridad latinoamericana con México en contra de la Intervención Francesa. El autor explica a la Intervención Francesa como parte de un proceso de reacomodo de los equilibrios internacionales, por lo que no puede entenderse como un fenómeno aislado. Francia buscaba abrirse nuevos espacios en el mundo. El triunfo de México sobre la intervención extranjera tuvo significación para toda la región.

La mayor parte de los países del continente americano manifestaron su oposición a la intervención. Colombia y Venezuela se opusieron a la instauración de una monarquía en América; Chile y Perú organizaron colectas para apoyar al ejército mexicano. Sólo Guatemala y Brasil apoyaron a las fuerzas francesas. El latinoamericanista muestra también cómo los problemas internos de algunos países, como en los casos de Ecuador y Bolivia, los hicieron permanecer a la expectativa por sus intereses políticos y económicos con Francia. Desde 1861, el gobierno peruano había convocado a los gobiernos latinoamericanos a adoptar una política común contra la intervención: Chile, Argentina y Bolivia se negaron; en tanto que Ecuador negoció con el representante francés una acción solidaria con México. Ruiz Guerra concluye que la Intervención Francesa en México fue parte de un entramado de intereses y conflictos que involucró a una parte importante de los gobiernos del mundo occidental.

En el tercer capítulo, Norma Zubirán Escoto12 aborda la reorganización del Ejército de Oriente en Oaxaca; encomendada a Porfirio Díaz por el presidente Juárez para la recuperación de la ciudad de México. Trata, asimismo, de las acciones del general Alejandro García en la recuperación de Veracruz.

Zulema Trejo 13 estudia la situación de Sonora, estado que Napoleón quiso poseer. La autora demuestra cómo las diferencias políticas y económicas de los diferentes grupos estatales hicieron que se unieran al Imperio, por estar en contra del gobernador Ignacio Pesqueira, nombrado por Juárez. Entre blancos e indígenas hubo algunos partidarios de la monarquía, otros de Maximiliano y unos más enemigos de Pesqueira. El texto concluye con la recuperación del estado por los republicanos.

Luis Ramos Gómez-Pérez 14 expone minuciosamente las características de la eclesiología en la que se formó Maximiliano, y cómo ésta se contraponía con los obispos mexicanos, cuya fidelidad al papa era su componente principal. El historiador explica que la eclesiología es el marco teórico teológico que define a la Iglesia como una sociedad perfecta, con derechos soberanos, como paradigma moral. Mientras que para los liberales la Iglesia es sólo un grupo de creyentes. El Patronato Regio colocó a la Iglesia bajo la tutela del soberano, como parte de las instituciones monárquicas. El autor refiere la postura defensiva y conservadora de los papas, a finales del siglo XVIII y la primera mitad del XIX, frente a los planteamientos de la Revolución Francesa. En contraste, una minoría influyente del clero de Austria, Alemania y los Países Bajos habían propugnado por el diálogo y la independencia entre la Iglesia y el Estado.

Maximiliano había heredado las tradiciones joseístas, regalistas y galicanas moderadas por su liberalismo. Como emperador de México quiso ejercer el Patronato Regio que habían ejercido los reyes de España, como podemos constatar en el proyecto de concordato que le presentó al papa Pío IX. En éste define al soberano como jefe de la Iglesia, quien regularía la comunicación del clero mexicano con las autoridades de Roma. Ramos concluye que con esta política Maximiliano se alejó del episcopado, privando al Imperio de un apoyo indispensable.

Cierra este capítulo el texto de Konrad Ratz,15 quien aborda la importancia de los viajes de Maximiliano al interior del país como una forma de legitimación. Ratz da a conocer los informes de Anton von Magnus, representante de Prusia en México, al canciller Bismarck.

En el capítulo dedicado a la trascendencia jurídica y social del periodo, Georgina López González16 repasa la historia del derecho mexicano y los proyectos iniciados en el Imperio, que prosiguieron en la República. Señala que el estudio de las instituciones jurídicas durante el Segundo Imperio fue abordado sólo hasta la segunda mitad del siglo XX.

En el mismo sentido, Peter L. Reich 17 emprende el análisis de las noticias de la obra legislativa del Imperio en las publicaciones periódicas especializadas, y su continuidad en la República. Destaca la ausencia de reflexión sobre los actos jurídicos de la época de Maximiliano.

Magdalena Martínez Guzmán18 muestra otro ejemplo de la continuidad entre el Imperio y la República: la Casa de Maternidad en la ciudad de México. Esta institución, establecida por Carlota, fue continuada por la señora Luciana Arrazola de Baz, esposa de Juan José Baz y Palafox, gobernador del Distrito Federal.

Sobre la trascendencia científica de la Intervención Francesa Rosaura Ramírez Sevilla e Ismael Ledesma-Mateos19 analizan el cuestionario que envió Francia del Cuarto Comité Científico, presidido por Michel Chevalier, como parte del proyecto imperial napoleónico para estudiar los recursos del país y explorar aquellos que les podían redituar. Destacan el interés en el Istmo de Tehuantepec para lograr la comunicación interoceánica.

Alberto Soberanis 20 aborda la obra de la Commission Scientifique du Mexique creada por Napoleón III. Destaca que entre 1833 y 1864 se crearon en México comisiones científicas de diversas áreas, sobresaliendo la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, a la que la Comisión napoleónica solicitó ayuda. El autor señala que la influencia francesa en la política científica es evidente; sin embargo, la impopularidad de la intervención militar provocó que hayan sido ocultadas sus memorias. Los Archivos de la Comisión Científica de México constan de tres volúmenes, en los cuales se tratan temas tan importantes como la apertura de un canal navegable que construirían en el Istmo americano, igual al Canal de Suez.

Los archivos dan cuenta de los trabajos de los comités científicos: de Ciencias Naturales y Médicas; Ciencias Físicas y Químicas; de Historia, Lingüística y Arqueología; así como de Economía Política y Estadística. Las observaciones científicas en México duraron tanto como las operaciones militares. Soberanis concluye que no puede separarse en este caso la acción científica de la militar, ya que éstas se complementaron.

En el apartado dedicado a la trascendencia cultural de la Intervención y el Segundo Imperio tenemos la satisfacción de publicar el último texto que escribió la doctora Clementina Díaz y de Ovando.21 La historiadora nos da cuenta del hallazgo de dos retratos de Maximiliano cuyo paradero se desconoce, uno de los cuales fue realizado por José Vallespín, en el cual según las noticias periodísticas de la época Maximiliano aparecía con un traje militar mexicano. Díaz y de Ovando nos narra la llegada de varios artistas europeos a México con la intención de retratar a los emperadores, y deja planteada la interrogante para que se continúe con la búsqueda de estas obras en las colecciones particulares.

Por otra parte, Amparo Gómez Tepexicuapan 22 nos muestra la colección de Francisco Kaska, farmacéutico del Imperio, que se encuentra actualmente en el Museo de Praga. También refiere la participación de este personaje en el restablecimiento de las relaciones entre México y Austria, y cómo logró que Porfirio Díaz apoyara la construcción de la capilla en el Cerro de las Campanas, en recuerdo a Maximiliano.

Catherine Raffi-Béroud 23 hace en su texto un recuento de las obras dramáticas escritas en torno al Segundo Imperio, en diversos idiomas y con objetivos variados, de acuerdo con la posición de sus autores frente a los acontecimientos. La autora destaca que hubo una proliferación de textos literarios después de la ejecución de Maximiliano, donde se reproduce la idea de que era un buen hombre, pero débil de carácter. Posteriormente, a la muerte de Carlota, el tema volvió a ser fuente de inspiración dramática. En la mayor parte de estas obras, Carlota se convirtió en el personaje central; la autora considera que esto se debe a que la emperatriz sobrevivió a Maximiliano. Mientras que en el teatro mexicano en general Maximiliano siguió siendo la figura principal. Raffi-Béroud concluye que el tema del Segundo Imperio se ha mantenido vigente, pero han sido pocas las obras con un verdadero peso teatral.

El recuento de los proyectos arquitectónicos y urbanísticos del Imperio corre a cargo de Ángeles González Gamio.24 La autora refiere, entre otras, las modificaciones que se planearon hacer al Palacio convertido en Imperial, donde el arquitecto Lorenzo de la Hidalga haría prevalecer el estilo neoclásico, así como el proyecto para erigir un monumento a la Independencia en el centro de la Plaza Mayor, del que sólo se haría el Zócalo. Por el ruido del centro, Maximiliano y Carlota se trasladaron al Castillo de Chapultepec, lo que condujo a su acondicionamiento y a la construcción del Paseo de la Emperatriz, hoy Paseo de la Reforma. Otra de las obras importantes del Imperio fue el museo del que se crearían posteriormente los museos de Historia Natural y de Antropología, entre otros.

La obra concluye con el capítulo dedicado al fin del Segundo Imperio. Erika Gabriela Pani Bano 25 analiza las leyes que definieron los delitos de conspiración y traición como elementos en la conformación del Estado nacional. La autora señala que el régimen liberal tenía el desafío de asegurar la lealtad de la población, habiendo renunciado al elemento religioso que antes había contribuido a apuntalar la legitimidad de la autoridad pública.

La Ley bajo la que fueron juzgados Maximiliano, Mejía y Miramón castigaba no sólo la colaboración con las armas extranjeras y la rebelión en contra de las instituciones, sino el que se contribuyera con el invasor. Pani concluye que esta legislación fue un instrumento político que contribuyó a la consolidación del orden en la posguerra.

Para concluir, Jean-David Avenel 26 explica que la intervención en México resultó el mayor fracaso político para el Imperio de Napoleón III, aunque el régimen no la reconoció oficialmente y la política posterior estuvo dirigida a olvidarla.

De esta forma, el lector encontrará en las páginas de la presente obra los orígenes de la disputa política entre los diferentes proyectos de nación; las semblanzas de sus protagonistas; y los proyectos y acciones del Imperio napoleónico y la monarquía en México, en el tiempo eje de su historia, así como las rupturas y continuidades al triunfo de la República.

LIBERALES Y CONSERVADORES,
REPUBLICANOS Y MONARQUISTAS