Brounstein, Néstor A.

              Memoria y espanto O el recuerdo de la infancia /
              Néstor A.Brounstein. — México : Siglo XXI,
              2008.

              1 contenido digital — (Psicología y psicoánalisis)

 

              ISBN-13: 978-968-23-2738-4

 

              1. Psicoánalisis, I. t. II. Ser.

 

Conversión eBook:

Information Consulting Group de México, S.A. de C.V.

 

ÍNDICE

 

TAMARA


1. INTROITO: LOS PAPELES ÍNFIMOS

1. DEL LIBRO DE LA VIDA CUYAS PÁGINAS SON RECUERDOS,

2. MEMENTO. EL SUJETO DE LA ANUNCIACIÓN,

 

2. JULIO CORTÁZAR Y EL GALLO DEL ESPANTO

1. ACERCA DEL PRIMER RECUERDO, ¿PIEDRA BASAL DEL SUJETO?

2. EL ESPANTO AURORAL DE JULIO CORTÁZAR,

 

3. LA MEMORIA ES UN ARMARIO REBOSANTE DE FANTASMAS

1. FREUD Y LOS ORÍGENES DE LA MEMORIA,

2. EL RECUERDO PRIMERO NARRADO POR GOETHE Y LEÍDO POR FREUD

3. UNA REMINISCENCIA INFANTIL DE SIGMUND FREUD,

 

4. EL FALSO ESPANTO DE JEAN PIAGET

1. SECUESTRAN A UN NIÑO EN UN PARQUE DE PARÍS,

2. LA MEMORIA ES UN TRABAJO DE LA IMAGINACIÓN,

 

5. BORGES IMPLORA LA CEGUERA

1. EL YO MULTIPLICADO EN LAS LUNAS DEL ROPERO,

2. LOS LIBROS Y LA CEGUERA COMBATEN CONTRA LOS ESPEJOS,

 

6. EL SUCIO MAMELUCO DEL GABO GARCÍA

1. ¿DÓNDE SE QUEDÓ EL RECUERDO DE INFANCIA?,

2. LA RECUPERACIÓN (RETRIEVAL) DE LOS RECUERDOS,

 

7. VIRGINIA WOOLF: LA VERGÜENZA ANTE EL ESPEJO

1. ¿QUIÉN LE CREE A VIRGINIA WOOLF?,

2. LA FUNCIÓN ESPECULAR DE LA MADRE,

3. MARTHA ROBLES Y LA FOBIA AL ESPEJO: PREFERIRÍA NO VERME,

4. LA ESCRITURA COMO ÓRACULO,

 

8. NURIA AMAT: UN AGUJERO EN EL ESPEJO

1. POR LA VENTANA DE ENFRENTE,

2. UN PUNTO Y APARTE EN LA PROPIA IMAGEN,

 

9. VLADIMIR NABÓKOV ¿CÓMO SERÍA EL MUNDO SIN MÍ?

1. FELICIDADES DE LA MEMORIA INFANTIL,

2. CRONOFOBIA,

 

10. ELIAS CANETTI: LA NAVAJA EN LA LENGUA

1. LA LENGUA SENTENCIADA,

2. ESCRIBIR(:) EL DESEO DE LA MADRE,

 

11. GEORGES PEREC NO TIENE RECUERDOS DE INFANCIA

1. HISTORIA DEL HUÉRFANO QUE ERA HIJO DE SUS PALABRAS,

2. EL MIEDO DE OLVIDAR. LA FABRICACIÓN DE UNA MEMORIA,

 

12. MICHEL LEIRIS: EL AFORTUNADO FRACASO DE LA AUTOBIOGRAFÍA (—¡…lizmente!)

1. PRESENTACIÓN DEL AUTOR, DEL NARRADOR, DEL PERSONAJE,

2. EL DOBLE PRIMER RECUERDO: BEATITUD Y CAÍDA IN-FELIZ,

3. ESCRITURA AUTOBIOGRÁFICA Y PSICOANÁLISIS,

4. PRESENCIA DE LA MUERTE EN EL EMPEÑO LITERARIO DE LEIRIS,

5. LA SEXUALIDAD ANALIZADA: MICHEL LEIRIS Y HERMANN BROCH,

6. EGOGRAFÍA METÓDICA Y PERPETUACIÓN DE LA MEMORIA,

 

13. AUTOBIOGRAFÍAS Y AUTORRETRATOS

1. DE TODO CUANTO SE ESCRIBE COMO AUTOBIOFÍA,

2. DISYUNCIÓN DE LA FILOSOFÍA Y LA MEMORIA,

 

14. PROSOPOPEYA. MODOS DE LA AUTOBIOGRAFÍA

1. CONTRADICCIÓN ENTRE LETRAS Y LOS ESPEJOS,

2. LA MIRADA DEL OTRO,

 

15. HETEROTANATOFONÍA

1. EL MITO DEL NACIMIENTO DE LA MEMORIA,

2. CONTAR DESDE LA MUERTE,

 

El primer motor y el hilo conductor (motto)

de esta obra es una frase de Julio Cortázar:

“La memoria empieza en el terror.”

J. CORTÁZAR, El perseguidor y otros textos. Antología II,

Buenos aires, Colihue, 1996, p. 14.

 

A modo de dedicatoria

TAMARA1

 

5 de febrero de 2000

 

Una de las obras excelsas de la imaginación del siglo que tiene apuro por ser el pasado es el viaje que hace Italo Calvino por Las ciudades invisibles. Hacia la página 23 o 24 de la edición en castellano, el viajero, Marco Polo, se encamina hacia la ciudad de Tamara. Cuando se aproxima a ella siente que todo cuanto ve remite a la realidad de las cosas: la huella de las zarpas en la arena al tigre que pasó por ella, la nube a la posibilidad de la lluvia, el fruto al árbol que lo dio y a la semilla que en él se esconde y de la que otro árbol saldrá.

Pero entra en Tamara y allí se asombra al ver que todo indica algo distinto y arbitrario, que requiere de una interpretación. Las relaciones son indirectas: un tonel es la señal de la taberna, unas tenazas la del dentista; el orden y la amplitud de las casas y jardines refleja la opulencia de sus propietarios, la flacura del asno la pobreza de su dueño; la sonrisa del niño corresponde al amor de sus padres, la elegancia de la joven al buen gusto de su pretendiente. Nada es como parece: la ciudad no se recorre, se lee, pues en ella nada hay que no simbolice otra cosa, cada detalle habrá de ser traducido porque dice lo que se ha de pensar. Tras residir un tiempo en Tamara el viajero se va, sin saber a ciencia cierta cuál es la verdadera naturaleza de la ciudad, lo que se esconde bajo esa avalancha de signos… y encuentra entonces que las nubes no son ya nubes ni anticipan la lluvia sino que parecen danzantes, las marcas en la arena son escrituras de un calígrafo borracho, las frutas son emblemas de la anatomía masculina o femenina.

No faltará quien diga que el viajero pre-tamarino estaba mejor instalado en la realidad y no se complicaba la vida buscando sentidos herméticos, extraviándose en dudosas interpretaciones. No faltará quien afirme que al estar en esa equívoca ciudad se infiltró en él una inclinación hacia la sospecha, un hábito de indagar a las cosas simples para descifrarlas como si de criptogramas se tratase, una inquietud, un sentimiento de ignorancia, una necesidad de asegurarse acerca de lo que parece tan natural a los habitantes de la ciudad. Pero será mejor no decírselo al viajero que pasó por Tamara: él replicaría que su mundo es ahora infinitamente más rico que antes, que la incertidumbre sobre la significación de lo que ve y oye le ha llevado a aguzar ojos y oídos, que su tacto recoge ahora testimonios insospechados, vibraciones sublimes, subliminales, matices imperceptibles, microtonalidades, sutilezas insondables del ánimo y del humor, insólitos mensajes de lo inaudible.

Nietzsche y Heidegger, Kandinsky y Francis Bacon, Schoenberg y Ligeti, Musil y Eliot, Freud y Lacan, Resnais y Greenaway, son algunos de los pares de nombres que representan a Tamara. No se pasa impunemente por sus obras. El sujeto que se somete a ellas tiene que salir de sus goznes y pasar a ver el mundo de otra manera, de una manera otra. No se las consume: se es consumido por ellas. Y no se puede decir lo que dicen. ¿Quién podría “contar” una escultura de Brancusi, una página de Beckett, una sequenza de Berio? Y no es porque tales producciones encierren un “misterio”. Es porque confinan con lo que de verdad vale la pena expresar, es decir, con lo inexpresable.

TAMARA

 

1 De Ficcionario de psicoanálisis, México, Siglo XXI, 2001, pp. 68-70.

 


INTROITO: LOS PAPELES ÍNFIMOS

 

1 . Freud [1917], “Un recuerdo de infancia en Poesía y verdad”, Obras completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1977, vol. xvii, p. 143. Cf., infra, p. 50.

* Las traducciones están consignadas. En los más de los casos fueron cotejadas con los originales y, en caso necesario, corregidas. cuando no se indica nombre del traductor al castellano, ellas son obra y responsabilidad del autor.

 

2. M. Proust [1913-1927], À la recherche du temps perdu, París, La Pléiade, Gallimard, 1969, t. iii, pp. 877 ss.

 

3. M. Halbwachs [1926], Los marcos sociales de la memoria, trad. de M. Baeza y M. Mujica, Barcelona, Anthropos, 2004 y [1950] La mémoire collective, París, Albin Michel, 1997.

 

4. G. Perec, La vie mode d’emploi, París, Hachette, 1978. Fascinante e imprescindible ilustración de esta metáfora del rompecabezas. (Véase infra, cap. 10.) [La vida instrucciones de uso, Barcelona, Anagrama, 1992. Trad. de J. Escué].

 

5. M. Proust, À la recherche du temps perdu, París, Gallimard, La Pléiade, pp. 880 y 890.

 

6. J. W. von Goethe [1811], De mi vida. Poesía y verdad, en Obras completas, Madrid, Aguilar, 1958, tomo ii, p. 1459. Trad. de R. Cansinos Assens.

 

7. “Embonar” es un precioso mexicanismo. Se relaciona (para nuestra sorpresa y para alegría del fantasma de Georges Perec) con el armado de rompecabezas, donde las piezas deben “embonar” sin forzar su articulación.

 

8. M. Blanchot, El último hombre, Madrid, Arena Libros, 2001, p. 94.

 

9. V. Nabókov [1947], ¡Habla, memoria!, México, Edivisión, 1992, p. 25. Trad. de Angélika Scherp, corregida.

 

10. “Nunca supe contar una historia. Y como amo más que nada la recordación y la Memoria —Mnemosyne— siempre he sentido esta incapacidad como una triste flaqueza […] ¿Por qué no recibí este don? A partir de esta queja, probablemente para protegerme ante ella, una sospecha surge siempre en mi pensamiento: ¿quién puede de veras contar una historia? ¿Es posible el narrar?” J. Derrida, Memorias para Paul de Man, Barcelona, Gedisa, 1989, pp. 17 y 25. Trad. de C. Gardini.

 

11. H. von Hoffmanstahl [1903], La carta de Lord Chandos, México, fce, 1983. Trad. de J. García Terrés.

 

12. H. Weinrich, Lete, arte e critica dell’oblio, trad. de F. Rigotti, Bolonia, Il Mulino, 1999, p. 9.

 

13. Uso la palabra “anunciación” en su sentido fuerte (Ave Maria, gratia plena, Dominus tecum), el que indica una promesa, un presagio mesiánico. Volveremos sobre ello.

 

14. F. Nietzsche [1874], Seconde considération imtempestive, trad. de H. Albert, París, Flammarion, 1988, p. 78.

 

15. Véase epígrafe. Una primera versión del análisis y discusión de la tesis de Cortázar apareció con el título “Un recuerdo infantil de Julio Cortázar”, en N. A. Braunstein, Ficcionario de psicoanálisis, México, Siglo XXI, 2001, pp. 1-6.

 

16. J. Lacan [1954], “Le Séminaire sur “La lettre volée”, Écrits, Seuil, París, 1966, p. 41 [Escritos 1, México, Siglo XXI, 1984, p. 35].

 

17. Lacan [1958], “Jeunesse de Gide, ou la lettre et le désir”, Écrits, cit., p. 742.

 

18. En la edición en español de ese ensayo: Escritos 2, cit., p. 722.

 

19. J. Delay [1956-1957], The youth of André Gide, Chicago y Londres, Univ. of Chicago Press, 1963. Traducido al inglés y resumido por June Guicharnaud.

 

20. J. Lacan [1958], Écrits, cit., 1966, p. 744 [p. 724].


 

JULIO CORTAZÁR

 

1. P. Valéry [1936], Cahiers, París, La Pléiade, Gallimard, 1994, vol. i, p. 1256.

 

2. L. Carroll [1872], Through the looking-glass, capítulo 5:“It’s a poor sort of memory that only works backward”.

 

3. J. W. von Goethe, cit., p. 1460.

 

4. El ejemplo más radical es el del primer recuerdo de Jean Piaget. Cf. capítulo 4.

 

5. A. Rimbaud [13 de mayo de 1871], carta a Georges Izambard, París, Gallimard (nrf), 1984, p. 199.

 

6. L. P. Hartley [1953] The go-between. En español: El mensajero. La frase citada inicia la novela. El guión de la película es del Premio Nobel de Literatura 2005, Harold Pinter.

 

7. En latín abolere es “anular, destruir, hacer perder el recuerdo de” (Le Robert: Dictionnaire historique de la langue française). Es sugerente la conexión con oblivisce de donde derivan oblio, oblivion, oubli y olvido.

 

8. P. Valéry [1926], cit., p. 1239. En el capítulo 6.2 (p. xx), sobre el recuerdo de Gabriel García Márquez, veremos que los científicos de la memoria discuten ásperamente esa cuestión.

 

9. B. Pascal [1670], Pensées, núm. 277.

 

10. J. Cortázar, cit. epígrafe.

 

11. S. Freud [1899] “Sobre los recuerdos encubridores”, Obras completas, trad. de J. L. Etcheverry, Buenos Aires, Amorrortu, 1981, vol. iii, pp. 291-315.

 

12. M. Leiris [1948], “…reusement”, Biffures, La règle du jeu, París, Gallimard, La Pléiade, 2003, pp. 3-6. Cf., más adelante, capítulo 12 .

 

13. J. Cortázar, Rayuela, Madrid, Cátedra, 1984, cap. 67, p. 532.

 

14. M. Proust, cit., tomo i, pp. 3-9.

 

15. J. Cortázar, “¡Ah, si en el silencio empollara el Roc!”, Rayuela, cit., cap. 93, p. 594.

 

16. David Markson [1988], Wittgenstein’s mistress, Chicago, Dalkey Archives Press, 2002, p. 157.


LA MEMORIA ES UN ARMARIO REBOSANTE DE FANTASMAS

 

1. Las referencias obligadas son, siguiendo la edición de las Obras completas de Sigmund Freud, cit., los trabajos “Sobre los recuerdos encubridores” (1899), vol. iii, pp. 301-320, Psicopatología de la vida cotidiana (1901), vol. iv, cap. 4, Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci (1910), vol. xi, pp. 53-128 (especialmente pp. 77-81) y “Un recuerdo de infancia en Poesía y verdad [de Goethe]” (1917), vol. xvii, pp. 137-150.

 

2. E. R. Kandel, In search of memory. The emergence of a new science of mind, Nueva York, Norton, 2006. Obra notable: el autor, judío nacido en Viena en 1931, admirador de Freud, Premio Nobel de Medicina (2000), relata los comienzos de su formación como psicoanalista y su dedicación ulterior a una “ciencia de la mente” que podría integrar al saber psicoanalítico… si éste renunciara al concepto de inconsciente. En La memoria, la inventora nos ocuparemos de sus investigaciones y de su vida.

 

3. D. Spence, Narrative truth and historical truth, Nueva York, Norton, 1982. D. Spence: “The rhetorical voice of psychoanalysis”, J. Amer. Psychoanal. Assn. 38: 579-603, 1990. S. Wetzler: “The historical truth of psychoanalytic reconstructions”, Int R. of Psychoanal. 12:187-197, 1985. P. Ricoeur, “La identidad narrativa”, en Historia y narratividad, trad., A. Sauquillo, Barcelona, Paidós, 1999, pp. 215-240.

 

4. Véase infra, capítulo 6.

 

5. S. Freud [1901], Psicopatología de la vida cotidiana, cit., p. 52.

 

6. D. L. Schecter, Searching for memory, Nueva York, Basic Books, 1996, p. 21.

 

7. S. Freud [1899], “Sobre los recuerdos encubridores”, cit., vol. iii, p. 314.

 

8. S. Freud [1899], cit., vol. iii, p. 315.

 

9. S. Freud [1910], cit., vol. xi, p. 78.

 

10. S. Freud, Carta a W. Fliess del 4 de octubre de 1897, O.C., cit., vol. i, p. 304.

 

11. S. Freud [1917], cit., vol. xvii, p. 145.

 

12. S. Freud [1917], cit., vol. xvii, p. 150.

 

13. S. Freud [1925], “Presentación autobiográfica”, O.C., cit., vol. xx, pp. 7-69.

 

14. S. Freud [1899] cit., vol. iii, p. 303.

 

15. S. Freud [1901] cit., vol. vi, pp. 54-56.

 

16. La traducción es objetable: “Sorge oder Sehnsucht” escribe Freud, Sorge es, indudablemente, “inquietud o preocupación”, pero Sehnsucht no es, en absoluto, angustia, sino “anhelo” o “deseo”.

 

17. “La delgadez” …die Schlankheit der rückehrenden Mutter (Gesammelte Werke., vol. 4, p. 60, nota agregada en 1924).

 

18. S. Freud [1917], cit., vol. xvii, p. 147.

 

19. S. Freud [1897], cit., vol. i, p. 306.


 

EL FALSO ESPANTO DE JEAN PIAGET

 

1. J. Piaget [1945], La formación del símbolo en el niño, México, fce, 1987, pp. 257-258. Trad. de J. Gutiérrez.

 

2. J.-C. Bringuier, Conversaciones con Piaget, Barcelona, Gedisa, 1977, p. 210. Trad. de J. Bignozzi.

 

3. A. Carotenuto [1980], Una secreta simetría. Sabina Spielrein entre Freud y Jung, Barcelona, Gedisa, 1984. Trad. de R. Alcalde.

 

4. J.-C. Bringuier, cit., pp. 213-214.

 

5. S. Freud [1901] cit., vol. iii, p. 52.

 

6. J.-C. Bringuier, cit., p. 211.

 

7. T. Hobbes [1651], Leviatán 2.3 y 2.4.

 

8. J. W. von Goethe [1811], cit., t. ii, p. 1460.

 

9. E. Roudinesco y M. Plon, Dictionnaire de la psychanalyse, París, Fayard, 1997. Artículo: Spielrein, Sabina.

 

10. J.-C. Bringuier, cit., p. 213.


 

BORGES IMPLORA LA CEGUERA

 

1. Jorge L. Borges, Veinticinco Agosto, 1983 y otros cuentos, Madrid, Siruela, 1983, pp. 80-81.

 

2. G. García Márquez, Vivir para contarla, Nueva York, Knopf, p. 32.

 

3. J. L. Borges, “El espejo”, en Obras completas, Buenos Aires, Emecé, tomo 2, p.193.

 

4. Borges el memorioso. Conversaciones de J. L. Borges con Antonio Carrizo, México, fce, 1983, p. 92.

 

5. Cf. infra, cap. 15.

 

6. J. L. Borges, Obras completas, cit., vol. 2, p. 144.

 

7. J. L. Borges [1977], “La ceguera”, Siete noches, México, fce, 1980, p. 158.

 

8. Ibid., p. 154.

 

9. Ibid., p. 157.

 

10. Ibid., p. 159.

 

11. Ibid., pp. 157-158.


 

EL SUCIO MAMELUCO DEL GABO GARCÍA

 

1. G. García Márquez, Vivir para contarla, cit.

 

2. Cit., p. 40.

 

3. Cit., p. sin número. Epígrafe: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla.”

 

4. V. Nabókov, ¡Habla memoria!, cit., p. 85. Cf. capítulo 10.

 

5. Cf., infra, capítulos 7.3 y 7.4.

 

6. Sobre la noción de “epifanía”, tal como surge de Joyce, volveremos al tratar las primeras impresiones que Virginia Woolf recuerda haber vivido (capítulo 7.1). Entonces podremos distinguir a la epifanía, una experiencia sensual y corporal revivida, del episodio, que es recordado y se transmite como narración.

 

7. De Funes y de Sherasevski se trata en capítulos de La memoria, la inventora (N. Braunstein, México, Siglo XXI, 2008).

 

8. Más que dudoso, sabidamente falso, es que la memoria tenga uno o varios “centros”.

 

9. Asociación de Academias de la Lengua Española, Diccionario panhispánico de dudas, Bogotá, Santillana, 2005. En p. 107 se agrega algo que conviene a esta investigación sobre el olvido: “No debe olvidarse que el equivalente español de este anglicismo es octeto.

 

10. D. L. Schacter, Searching for Memory, cit., p. 58.

 

11. Cit., pp. 56-60.

 

12. Cit., pp. 77-78.


 

VIRGINIA WOOLF: LA VERGÜENZA ANTE EL ESPEJO

 

1. V. Woolf, “A sketch of the past”, en Moments of being, Nueva York, Harvest / H.B.J., eds., 1976, pp. 64-159. Las referencias de número de página (entre paréntesis) remiten a esta edición.

 

2. C. Simon, Le vent. Tentative de restitution d’un retable baroque, París, Minuit, 1957, p. 146.

 

3. L. Stephen [1881], Autobiography. Hours in a library, Londres, Folio Society, 1991, vol. i, p. 185.

 

4. Las palabras tomboy y tomboyish no tienen equivalente en nuestra lengua. Tanto “varonil” para referirse a una mujer o a una niña como “machota” o “marimacho” son inadecuadas. No disponemos de mejores.

 

5. V. Woolf, Moments of being, cit., p. 82.

 

6. V. Woolf [1928], Orlando. A biography. En castellano: Orlando, trad. de J. L. Borges, Barcelona, Edhasa, 1977, p. 122.

 

7. D. Markson [1988], Wittgenstein’s mistress, cit., p. 67.

 

8. V. Woolf, Orlando, cit., p. 91.

 

9. J. Lacan [1936-1949], “Le stade du miroir…”, Écrits, Seuil, París, 1966, pp. 93-100 [ed. Siglo XXI, pp. 86-93]. Es éste el aspecto más difundido de la enseñanza de Lacan. Su repetición puede parecer superflua pero resulta imprescindible para aclarar los rasgos esenciales de los recuerdos de las tres escritoras que nos ocupan: Virginia Woolf, Martha Robles y Nuria Amat.

 

10. Ch. Baudelaire [1860], Œuvres complètes, París, Gallimard, La Pléiade, 1975, p. 344.

 

11. D. W. Winnicott [1967], “Papel de espejo de la madre y la familia en el desarrollo del niño”, Realidad y juego [1971], Buenos Aires, Granica, 1972, pp. 147-155. trad. de F. Mazía. La traducción —deplorable— ha sido sustancialmente corregida, cf. Playing and reality, Londres, Tavistock, 1971, pp. 111-118.

 

12. N. A. Braunstein, “Ficcionario”, en Excélsior, México, 26 de mayo, 2, 9, 16, 23 y 30 de mayo de 2001.

 

13. Martha Robles es celebrada como novelista, ensayista y periodista. Autora de muchos libros. Entre sus novelas cabe destacar La condena (México, fce, 1996) y La ley del padre (México, fce, 1998).

 

14. M. Robles, “El primer recuerdo. Su doble espejo”, México, Arena, suplemento cultural de Excélsior, domingo 3 de junio de 2001.

 

15. Deudas que serán la sustancia de los capítulos 12 y 13.

 

16. J. Lacan [1945], “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma”, en Escritos 1, cit., pp. 187-203.

 

17. Sobre el concepto de diégesis (en oposición a mimesis) tan importante en la narratología contemporánea, cf. G. Genette, Figures ii, 1969 y P. Ricoeur, Temps et récit, ii, 1984. Su origen: Platón, La República, libro iii (395a-397d) y Aristóteles, Poética, cap. 3 (1447a-1448b).

 

18. S. Freud [1921], Más allá del principio del placer, en Obras completas, cit., vol. xviii, pp. 14-17.

 

19. J. Bentham [1791], El panóptico, prólogo de M. Foucault, trad. de M. J. de Chopitea, Puebla-México, Premiá, 1989. La primera edición en francés fue apresuradamente traducida y publicada en ese mismo año, aquel en que la guillotina cortó la cabeza de Luis XVI. El título es elocuente y podemos leer en el frontispicio del volumen: Panoptique. Mémoire. Sur un nouveau principe pour construire des maisons d’inspection, et nommément des maisons de force; par Jérémie Bentham. Imprimé par ordre de l’Assamblée Nationale.

 

20. R. Barthes [2004], La preparación de la novela, trad. de P. Willson, México, Siglo XXI, 2005, p. 277.

 

21. P. Bayard, Demain est écrit, París, Minuit, 2005.

 

22. P. Bayard, cit., p. 89.


 

NURIA AMAT

 

1. En la misma nota, Nuria Amat dice: “Enseñar (publicar) un texto es condenarlo al olvido.” Ella se refiere a los libros… ¡Cuánto más rápida es la desaparición de la memoria de lo publicado en los periódicos! Lo memorable se borra en el momento de imprimirlo. ¿Pero, de qué sirve la memoria sin los espectadores de su esfuerzo por persistir? ¡Que vivan los ínfimos papeles! Hay que dar un chance al raro azar del no-olvido.

 

2. Juan C. Onetti, Cuando entonces, México, Diana, 1988, p. 75.

 

3. ¿Depresión post-partum? Quizás el médico diría algo parecido.

 

4. Como la de Georges Perec, capítulo 12. Al igual que el escritor francés, Amat tiene sólo un recuerdo de infancia, el recuerdo de infancia, el de la loca en la ventana del manicomio, alegoría de la desaparición de la madre.

 

5. Ibid., p. 169.

 

6. N. A. Braunstein, “¿Conoce usted a Henri Boulard?”, en Ficcionario de psicoanálisis, cit., pp. 7-11.

 

7. N. Amat, Letra herida, cit., p. 149.

 

8. La intimidad, cit., p. 98.

 

9. Cit., pp. 12-13.

 

10. N. Amat, Letra herida, Alfaguara, Madrid, 1998, p. 148.

 

11. Ibid., p. 158.

 

12. P. de Man, Blindness and insight. Essays in the rhetoric of contemporary criticism, Minneapolis, University of Minnessota Press, 1983, p. 70.

 

13. N. Amat, La intimidad, cit., p. 173.


VLADIMIR NABÓKOV

 

1. V. Nabókov [1967], ¡Habla, memoria! Las referencias a esta autobiografía revisitada siguen la edición en español (México, Edivisión, 1992, traducción de A. Scherp), pero todas las citas están cotejadas (y, en su caso, la traducción corregida) con la edición en inglés: Speak, memory. An autobiography revisited, Nueva York y Toronto, Knopf (Everyman’s Library), 1999.

 

2. De hecho, el capítulo apareció por primera vez en New Yorker el 15 de abril de 1950 con el título “Un pasado perfecto”, suprimido luego en el volumen definitivo. (“Prefacio”, cit., p. 10, en inglés, p. 3.)

 

3. El introductor de la edición en inglés, Brian Boyd, no vacila en decir que el primer capítulo “gira alrededor de su primer recuerdo que Nabókov cree que data de uno de los cumpleaños de su madre” (p. xv).

 

4. L. Trotsky, Ma vie, París, Gallimard, 1953, p. 17.

 

5. J. Brodsky, Less than one, Nueva York, Noonday, Farrar, Straus Giroux, 1993, p. 7.

 

6. S. Freud [1916], “La transitoriedad”, en O. C., cit., vol. xiv, pp. 309-312.

 

7. W. G. Sebald, Campo Santo, Londres, Penguin, 2006, pp. 146-155.

 

8. Michelangelo Buonarotti, Poesie, Milán, Adelphi, 1996.

 

9. L. N. Tolstoi [1878], “Primeros recuerdos”, Obras completas, Madrid, Aguilar, tomo II, p. 1502. Trad. de I. y L. Andresco.

 

10. L. Tolstoi, cit., tomo 2, p. 1501.


ELIAS CANETTI

 

1. Elias Canetti nació en Bulgaria en julio de 1905, murió en Zúrich en 1994. En 1981 obtuvo el Premio Nobel de Literatura. La lengua absuelta [1977] (Die gerettete Zunge – Geschichte einer Jugend) es el primer volumen de su autobiografía, Barcelona, Muchnik Editores, 1980, traducción de L. Díaz. Los números de página entre paréntesis en el texto corresponden a la edición de bolsillo: Alianza Editorial, Madrid, 1983. Las citas textuales están, en lo posible, abreviadas, “editadas”, como se dice ahora.

2. E. Canetti [1976], La conciencia de las palabras, México, fce, 1981, p. 71. Trad. de J. del Solar.

 

3. E. Canetti [1976], La conciencia de las palabras, cit., p. 91.

 

4. Cit., p. 71.

 

5. Sobre la conflictiva relación de Canetti con Freud, nueva versión del padre, consultar el segundo tomo de sus memorias: La antorcha al oído. Historia de una vida (1921-1931), Barcelona, Muchnik, 1982, pp. 125-128: “Me daba perfecta cuenta de que necesitaba (a Freud) como adversario. Pero nadie hubiera podido convencerme entonces de que también me servía como una especie de modelo.”

 

6. En esta argumentación he resumido elementos de un diálogo fecundo con Daniel Koren, quien ha aportado lo esencial. Dejo constancia de mi agradecimiento al amigo y colaborador.

 

7. E. Canetti, La conciencia de las palabras, cit., pp. 36-37.


GEORGE PEREC

 

1. En la redacción de este capítulo se han usado, además de los textos de Perec que se citan, datos tomados de las revistas L’Arc, núm. 76, 1979 y Magazine Littéraire, núm. 193, de marzo de 1983 y núm. 316, diciembre de 1993, dedicadas a Perec. También se consultó la extensa y recomendable biografía de D. Bellos, Georges Perec. A life in word, Londres, Harvil, 1995.

 

2. G. Perec [1975], W ou le souvenir d’enfance, París, Denoël, Gallimard, L’imaginaire (293), 2001, p. 59.

 

3. G. Perec, Un homme qui dort [1967], París, Denoël, Folio (2197). En español, Un hombre que duerme, Barcelona, Anagrama, 1990. Trad. de E. Russek. La cita es de pp. 136-137.

 

4. G. Perec, W o el recuerdo de infancia, cit., p. 98.

 

5. G. Perec, “Les gnocchis de l’automne”, en Je suis né, París, Seuil, 1990, p. 73.

 

6. G. Perec,”Les lieux d’une astuce”, Penser/classer, París, Hachette, 1985, p. 63.

 

7. G. Perec, “Récits d’Ellis Island”, en Je suis né, cit., París, Seuil, 1990, pp. 99-100.

 

8. G. Perec [1970], Je suis né, cit., p. 10.

 

9. G. Perec, La vie mode d’emploi, cit.

 

10. La frase parece no tener nada de especial. Está tomada de Miguel Strogoff que, como se recordará, se hacía pasar por ciego.

 

11. Cl. Burgelin, “Autoportrait d’une âme”, Magazine Littéraire (316), 1993, pp. 50-52.

 

12. Cabe recordar que Pontalis, discípulo de Lacan, era ya famoso cuando Perec lo visitó por haber escrito (con Jean Laplanche) un Vocabulaire de la psychanalyse (París, puf, 1968) que ha sido traducido a todos los idiomas occidentales y sigue siendo considerado esencial para la ilustración de los psicoanalistas. Todas las palabras de la especialidad están claramente definidas e historiadas en él. Perec, este maniático del lenguaje, tenía razones de consonancia espiritual al buscar el auxilio de un “colega”, J.-B. Pontalis.

 

13. J.-B. Pontalis [1977], Entre el sueño y el dolor., Buenos Aires, Sudamericana, 1978, pp. 260-263. Trad. (encomiable) de C. Aira.

 

14. J.-B. Pontalis [1986], El amor a los comienzos, Barcelona, Gedisa, 1988, pp. 158-160, trad. de S. Abreu.

 

15. G. Perec, Je me souviens, París, Hachette, 1978.

 

16. G. Perec, Je suis né, cit., p. 92.

 

17. J. Cortázar, “Conservación de los recuerdos”, en Historias de cronopios y de famas, Buenos Aires, Minotauro, 1962, p. 123.

 

18. G. Perec [1969], La disparition, París, Denoël, Gallimard, L’imaginaire (215), 1987.

 

19. Perec [1972], “Les revenentes. Texte”, Romans & récits, París, Le livre de Poche, La pochothèque, 2002, pp. 567-639.

 

20. G. Perec [1975], W…, cit., contratapa.

 

21. Si alguien dudase de su infinita astucia, puede leer dos breves relatos guiados por una inteligencia sublime: Le voyage d’hiver, París, Denoël-Seuil, 1979, y Un cabinet d’amateur. Histoire d’un tableau [1979], París, Seuil, 1994. Traducción al español de J. Escué, Anagrama, 1989.

 

22. D. Bellos, Georges Perec, cit., pp. 546-549.

 

23. G. Perec, “Les gnocchis…”, cit., p. 68.

 

24. D. Bellos, cit., p. 552.

 

25. D. Bellos, cit., p. 553.

 

26. G. Perec, W…, cit., p. 25.

 

27. M. Leiris, “…reusement”, La règle du jeu, cit., pp. 3-8. Véase infra, capítulo 13.

 

28. L.-R. des Forêts, “Une mémoire démentielle”, La chambre des enfants, París, Gallimard, L’imaginaire (117), 1960, pp. 91-132.

 

29. G. Perec, “Le travail de la mémoire”, Je suis né, cit., p. 69.

 

30. Ph. Lejeune, La mémoire et l’oblique. Georges Perec autobiographe, París, Hachette, 1991, p. 83.

 

31. G. Perec, La vida instrucciones de uso, cit., p. 572.

 

32. S. Freud [1899], Palabras finales de “Sobre los recuerdos encubridores”, O. C., cit., vol. iii, p. 315.

 

33. En esta cita las cursivas son de Freud mismo. Las palabras en inglés fueron interpoladas por mí para destacar cómo, ya a finales del siglo xix, Freud hacía una clara distinción, consonante con la psicofisiología de nuestros días entre “despertar del recuerdo” (retrieval) y formación del mismo (encoding).


MICHEL LEIRIS

 

1. J. Lacan [1946], “Propos sur la causalité psychique”, Écrits, París, Seuil, 1966, pp. 166-167 [ed. Siglo XXI, p. 157].

 

2. M. Leiris, respectivamente Aurore, AH y RJ, París, Gallimard, La Pléiade, 2003.

 

3. M. Leiris, Miroir de la tauromachie, París, Fata Morgana, 1981, con ilustraciones (maravillosas) de André Masson. En español: México, Aldus, 1998, con los mencionados dibujos de Masson.

 

4. J.-B. Pontalis [1955], Après Freud, París, Gallimard, nrf (237), 1968, p. 313.

 

5. Th. Reik, The search within, Nueva York, Grove Press, 1956.

 

6. J. Nassif, En face. Confessions d’un psychanalyste, París, Aubier, 2001.

 

7. S. André, Flac, seguido de “La escritura empieza donde el psicoanálisis termina”. México, Siglo XXI, 2000. Trad. de T. Francés y N. A. Braunstein.

 

8. M. Proust [1896, publicado en 1952], Jean Santeuil, París, Gallimard, La Pléiade, 1971, pp. 181.

 

9. Ph. Roth, Fuga sin fin, Madrid, Icaria, 1979. Trad. de P. L. Ladrón de Guevara.


AUTOBIOGRAFÍAS Y AUTORRETRATOS

 

1. É. Benveniste [1946 y 1958], Problemas de lingüística general I, México, Siglo XXI, 1971, pp. 166 y 180. Trad. de J. Almela.

 

2. Stendhal [1836], Vida de Henry Brulard , Madrid, Aguilar, 1988, t. ii, p. 1063. Trad. de C. Berges.

 

3. Stendhal, cit., pp. 1069-1072. Resisto a la tentación de trabajar su nítido “primer recuerdo” (p. 1069) pero no dejo de recomendar fervorosamente su lectura.

 

4. W. Shakespeare: Borges estaba prendado de esta frase de Parolles en All’s well that ends well [1602-1603], acto iv, escena 3. Parolles es un personaje deleznable que ruega por su vida ante presuntos enemigos; es entonces cuando, pidiendo que no se le mate, dice: The thing I am shall make me live. Para escarnio de los lectores en español la traducción más reputada reza: Viviré tal como soy. W. Shakespeare, Obras completas, Madrid, Aguilar, 1961. Trad. de Astrana Marín.

Las referencias borgesianas a esa frase aparecen en un ensayo, en Otras inquisiciones (Obras completas, Buenos Aires, Emecé, t. i, p. 751), en un cuento: “La memoria de Shakespeare” (cit., t. ii, p. 401) y también en un poema que se titula así: “The thing I am” (cit., t. ii, p. 196).

 

5. N. A. Braunstein, “El amor en La llama doble de Octavio Paz y en los Cahiers de Paul Valéry”, en Ficcionario de psicoanálisis, cit., pp. 166-196.

 

6. P. Valéry, Cahiers, i, París, Gallimard, La Pléiade, p. 474.

 

7. J.- J. Rousseau, [1765-1770] Las confesiones, Buenos Aires, Jackson, 1950. Trad. de R. Urbano y J. Bianco.

 

8. J. Lacan [1956], “Le séminaire sur La lettre volée”, en Écrits, París, Seuil, 1966, p. 41. [ed. Siglo XXI, p. 35]. Fórmula frecuentemente reiterada, tópico de su enseñanza.

 

9. J. Derrida, “La loi du genre”, Parages, París, Galilée, 1986, p. 264.

 

10. Horacio, Sátiras, i, l. 69.

 

11. Horacio, Odas, iv, # 3.

 

12. M. Leiris [1939], L’age d’homme, París, Gallimard, Folio (435), 1973, p. 15.

 

13. Ph. Lejeune [1975], Le pacte autobiographique. Nouvelle éd. augmentée, París, Seuil, Points (326), 1996. Signes de vie. Le pacte autobiographique 2, París, Seuil, 2005.

 

14. B. Pascal [¿1660?] Obras. “Papeles no clasificados, xxvii”, Madrid, Alfaguara, 1987, p. 566. Trad. de C. R. de Dampierre. Pensées. París, Seuil, 1962, # 790: Parler de ceux qui ont traité de la connaissance de soi-même, des divisions de Charron, qui attristent et ennuient. De la confusion de Montaigne, qu’il avait bien senti le défaut d’une droite méthode. Qu’il évitait en sautant de sujet en sujet, qu’il cherchait le bon aire. Le sot projet qui’il a de se peindre et cela non pas en passant en contre ses maximes, comme il arrive à tout le monde de faillir, mais par ses propres maximes et par un dessein premier et principal. Car de dire des sottises par hasard et par faiblesse c’est un mal ordinnaire, mais d’en dire par dessein c’est ce qui n’est pas supportable…

 

15. M. Stirner [1844], El Único y su propiedad, México, Sexto Piso, 2003, p. 358. Trad. de P. Blanco.

 

16. J.-P. Sartre, La nausée, París, Gallimard, Soleil (50), 1938, p. 57.

 

17. B. Pascal, Pensées. Los números entre paréntesis corresponden al número del “pensamiento”, cit.

 

18. M. Yourcenar, Recordatorios [1974], Archivos del Norte [1977] y ¿Qué? La eternidad [1988], Madrid, Alfaguara, trad. de E. Calatayud, 1984, 1985 y 1990, respectivamente.

 

19. M. Yourcenar, Recordatorios, cit. p. 16.

 

20. H. Michaux [1927], Œuvres complètes, París, Gallimard, La Pléiade, 1998, p. 73.

 

21. M. Yourcenar, cit., p. 37.

 

22. T. W. Adorno [1962], Terminología filosófica ii, Madrid, Taurus, 1977, p. 100. Trad. de Sánchez Ortiz.

 

23. C. Ozick, Metaphor & Memory. Essays, Nueva York, Vintage, 1991, pp. X-XI.

 

24. ¡Benemérita ambigüedad del lenguaje!: “… el caso del escritor”.

 

25. C. Tomkins, Duchamp. A Biography. Nueva York, Holt & Co., 1996. Debo a mi amigo José L. García Castellano la ubicación precisa e indubitable de la caída de agua y del farol a gas del alumbrado en pleno centro de Ruán, en contradicción con la afirmación del biógrafo.


PROSOPOPEYA

 

1.J. Derrida [1990], Memoirs of the blind. The self-portrait and other ruins, Chicago, Univ. of Chicago Press, 1993, pp. 60-62. Trad. de P. Braul y M. Naar.

 

2. Cit., p. 63.

 

3. P. de Man [1983], referido por J. Derrida, Memorias para Paul de Man, cit., p. 37.

 

4. Es el caso de S. Freud en su “Presentación autobiográfica” [1926], cit., distante de las revelaciones que muestra en La interpretación de los sueños [1900] y en la Psicopatología de la vida cotidiana [1901]. Combinados, estos dos ensayos se acercan a esa autobiografía ideal cuya imposibilidad reconocemos.

 

5. Sin olvidar a los ilustres antecedentes latinos, a las Confesiones de san Agustín y, después, a las autobiografías de Guibert de Nogent [1114] y de Benvenuto Cellini [1558], por nombrar tan sólo a la más característica del medievo y a la más lograda antes de Rousseau. Tampoco podemos descuidar al Lazarillo de Tormes del siglo de oro español, novela picaresca que es parodia de la autobiografía. Veremos muy pronto que el origen del “género” en Rousseau es simultáneo a su parodia: L. Sterne, Tristram Shandy.

 

6. M. Proust, À la recherche…, cit., vol. iii, pp. 890 y 880, respectivamente.

 

7. J. Lacan [1953], Écrits, París, Seuil, 1966, p. 265 [ed. Siglo XXI, p. 254]. Fórmula que retorna en pp. 379, 469, 549, 628, etc. [pp. 364, 450, 531, 608].

 

8. La sensacional metáfora de la cámara como “un espejo con memoria” es casi tan vieja como la fotografía. O. W. Holmes, médico y fotógrafo amateur yanqui, la usó en 1859. Cf. A. Draaysma, Metaphors of memory, cit., p. 119. Me pregunto: ¿Es también el cerebro un espejo con memoria?

 

9. S. Freud [1908], “La novela familiar de los neuróticos”, O.C., cit., vol. ix, pp. 213-220.

 

10. J. Lacan [1953], “Le mythe individuel du névrosé ou poésie et vérité dans la névrose”, París, Ornicar?, núm. 17-18, 1979, pp. 289-307.

 

11. J.-P. Sartre [1964], Les mots, París, Gallimard, Folio, 1974.

 

12. Íd., p. 211.

 

13. J. Derrida, “Être juste avec Freud”, Penser la folie: essais sur Michel Foucault, París, Galilée, 1992, p. 141.

 

14. J.-J. Rousseau, cit., Libro IV, p. 169.

 

15. Horacio, Odas, II, 19.

 

16. O. Rank [1924], The double. A psychoanalytic study, Londres, Karnac, 2000.


HETEROTANATOFONÍA

 

1. M. Yourcenar, Recordatorios, cit., pp. 34-44.

 

2. Cit., p. 15.

 

3. S. Ferenczi y O. Rank [1923], The development of psychoanalysis, Nueva York, Dover, 1956. Trad. de C. Newton.

 

4. Es discutible la participación del escritor en el texto que se le atribuye, publicado como: J. L. Borges, Un ensayo autobiográfico, Buenos Aires, Galaxia Gutenberg – Emecé, 1999, redactado por N. Th. di Giovanni a partir de una conferencia dictada por Borges en Oklahoma en 1970. Quien lo prologa y traduce del inglés, Aníbal González, dice (p. 11) “que en este texto intervino otra mano —la de su traductor y entonces secretario, Norman Thomas di Giovanni”.

 

5. J.-J. Rousseau [1782-1789], Confesiones, cit.

 

6. M. Yourcenar, Recordatorios, cit.

 

7. P. Loti [1890], Roman d’un enfant, París, Flammarion, 1998, p. 39.

 

8. C. Magris, El Danubio, Barcelona, Anagrama, 1988. p. 17. Trad. de J. Jordá.

 

9. M. Leiris, Biffures. La règle du jeu. Cit., p. 167.

 

10. J.-J. Rousseau, cit., p. 1.

 

11. L. Sterne, The life and opinions of Tristram Shandy, Esq. Cambridge (G. B.), Brentano, sin fecha, pp. 13-15. Citaré corrigiendo cuando lo estime necesario la traducción de A. Ma. Aznar, Vida y opiniones de Tristram Shandy, caballero, Barcelona, Planeta, 1976, pp. 29 y ss.

 

12. La novela como parodia de la novela no es una novedad. Todas las mejores obras del género narrativo en el Renacimiento y en la época clásica son sarcasmos extensos, violentos, enderezados hacia el género al que dicen pertenecer: Rabelais, Cervantes, Voltaire y Diderot son precursores de la empresa hilarante de Sterne. Como ejemplo más próximo hay que mencionar a Joyce y sus dos grandes “novelas” paródicas: Ulysses y Finnegans Wake.

 

13. L. Sterne, cit., vol. iv, cap. x.

 

14. J. Derrida The ear of the Other: Otobiography, transference, translations, Lincoln y Londres, University of Nebraska Press, 1988. Trad. de Kamuf y Ronell.

 

15. W. Shakespeare, Soneto lxxvii. En una traducción prosaica arriesgaríamos: Confía a estas áridas páginas lo que tu memoria no puede retener. Verás cómo crecen estas criaturas paridas por tu cerebro y renuevan el conocimiento de tu alma. Cuanto más te entregues a estos menesteres, mayor será tu provecho y más pródigo tu libro. Este soneto hace pendant con otro del mismo tema (cxxii) cuya reproducción aquí obviamos pero que analizaremos en el primer capítulo de La memoria, la inventora.

 

16. E. Levinas [1961], Totalité et infini. Essai sur l’extériorité, París, Le Livre de Poche (Biblio - 4120), 1990, pp. 48-49.

 

17. S. Doubrovsky, Fils, París, Galilée, 1977.

 

18. J. Derrida, Parages, cit., pp. 264-265.

 

19. J. Bentham [1817], The theory of fictions, 2a. ed., Londres, Routledge, 1951.

 

20. F. Nietzsche [1886], La voluntad de poder, § 515.

 

21. F. Nietzsche [1888], El crepúsculo de los ídolos, Madrid, Alianza de Bolsillo (467), 1973, p. 49. Trad. de Sánchez Pascual. La trad. al inglés (J. Norman) dice: “Temo que no nos hemos desembarazado de Dios porque aún tenemos fe en la gramática” The twilight of the idols, Cambridge, Cambridge University Press, 2005, p. 170.

 

22. Th. W. Adorno [1963], cit., p. 216.

 

23. F. Nietzsche [1873], “Sobre verdad y mentira en sentido extramoral”, Sobre verdad y mentira, Madrid, Tecnos, 1990, pp. 15-38.

 

24. M. Stirner, cit. Excelente el ensayo introductorio redactado para la edición italiana por Roberto Calasso (1991), pp. 7-46 que, sin embargo, omite destacar este aporte que es, a mi juicio, el más trascendental de Stirner.

 

25. Cit., p. 382.

 

26. Ch. Baudelaire, Œuvres complètes, París, Gallimard, La Pléiade, 1975, vol. i, p. 73.

 

2
JULIO CORTÁZAR Y EL GALLO DEL ESPANTO

 

1. ACERCA DEL PRIMER RECUERDO, ¿PIEDRA BASAL DEL SUJETO?

 

En cierta ocasión, fuera del corpus de su obra publicada, Julio Cortázar reveló el primer episodio vital que dejó huellas en su conciencia. Era el brote inaugural de la memoria, la página 1, que le permitía comenzar la narración de su existencia en primera persona, la inscripción de un momento que parecía no provenir del relato de algún otro, el micelio del yo del que surgía el hongo de la historia individual. Valdrá para nosotros como mito del nacimiento del deseo y de la vocación del escritor.

Nadie podrá, en este caso como en ningún otro, decidir en qué proporción el recuerdo responde a la verdad “objetiva” de lo que pasó o si es una leyenda personal, una invención “meramente subjetiva”, un emplasto cicatrizante. Lo más lógico es, por cierto, que ambas hipótesis confluyan divergiendo, como las dos aguas de un mismo techo, como los dos sentidos de un homónimo. Sea como fuere —reproducción o construcción, reminiscencia o mito— es seductora la hipótesis de que ese primer recuerdo prefigura y lleva en sí los gérmenes de la existencia que sobrevendrá después, que es un acontecimiento en el que se podrá leer retroactivamente, a partir de lo que el sujeto llegará a ser, el sello del destino. En medio de la confusa nada de un alma sin asideros pasaría algo, peripecia inesperada, que instauraría la vida y le daría sentido. ¡Fiat lux!, imperativo fecundante para una mente nueva, anclada de ahí en más en un lecho seguro.

Es también seductora, aunque arriesgada, la hipótesis de que el recuerdo se organiza, no desde el pasado ni desde el presente sino desde el porvenir: lo que uno llega a ser no es el resultado sino, por el contrario, la causa del recuerdo. Normalmente son más confiables los oráculos que presagian el pasado que aquellos que anticipan el futuro.

De todos modos la duda, en sí misma fecunda, subsiste: ¿Fue en verdad así o el recuerdo es una producción retroactiva que tiene el propósito de rubricar y confirmar un destino ya jugado, tal como es la norma en las hagiografías, las biografías de santos y héroes, pletóricas de anécdotas infantiles, que muestran a esos seres excepcionales exhibiendo los atributos maravillosos que los distinguirán en sus vidas como adultos? La memoria no restituye lo perdido, lo proyecta hacia delante. Valéry,1 ahorrando palabras, decía: “La memoria es el porvenir del pasado.” Lewis Carroll2 le hace decir a la reina de corazones que es una flaca memoria aquella que sólo trabaja cuando mira al pasado.

¿Cómo ubicar el primer recuerdo en el tiempo y en el espacio si, precisamente, ese recuerdo es anterior a cualquier significación? Parece imposible a menos que se lo “enganche” entretejiéndolo con recuerdos ulteriores. “Por algo que me pasó allí mismo y a los tantos años, eso tiene que haber pasado antes, cuando…” “Sucedió en casa de mi abuelo…” implica que después, necesariamente después, se supo la edad o que ese lugar era la casa del abuelo. No hay momentos primigenios; sólo hay reconstrucciones. Las sospechas se acumulan sobre las pretensiones de originalidad, autenticidad y originariedad. Todo comienzo es ulterior. El filme de nuestras vidas (nuestro primer interrogante en esta obra) tiene su comienzo en todas partes y, por eso mismo, en ninguna. No hay un buen modo de empezar a proyectarlo y, por ser todos malos, cualquiera puede ser bueno.

Por otra parte, debemos admitir que el recuerdo no es una función individual sino una construcción colectiva, que el Otro se inmiscuye siempre en él, sea aportando datos, sea censurando y torciendo la exactitud del relato según el viento de intereses no siempre claros, sea velando y deformando las borrosas imágenes fotográficas del pasado en la impalpable superficie de la remembranza. El Otro participa en el primer recuerdo, aunque más no sea porque, a ese episodio numinoso, incierto garante de la continuidad de una existencia, hay que contarlo en primera persona y porque es un producto inconcebible fuera de una lengua hablada por una comunidad. Bien sabemos, desde Wittgenstein, que no hay lenguaje privado.

El propio Goethe3 encontraba que

 

Cuando queremos recordar las cosas que en la más tierna infancia nos sucedieron, suele ocurrirnos con frecuencia que confundamos aquello que a otros hemos oído con lo que por efecto de la propia experiencia personal conocemos. Por lo que, sin llevar a cabo sobre ello un exacto examen, que por otra parte a nada podría conducir, sé que vivíamos en una vieja casona… (cursivas mías).

 

Difícil, si no imposible, es distinguir el recuerdo “real” del “inducido” y separar las “partes” correspondientes a uno y otro una vez que se han mezclado.4 La memoria de uno se mezcla inextricablemente con la memoria del Otro. A esta variable influencia del prójimo debemos agregar lo obvio: el yo autobiográfico dista de ser un testigo fiel e imparcial. Al contrario, según el adelanto profético de Rimbaud, “Es falso decir: Yo pienso. Uno debería decir: Se me piensa […] Yo es Otro”,5 yo no sabe y yo no quiere saber, yo construye el recuerdo con materiales heteróclitos; “yo” trabaja para crear y hacer creíble una imagen agradable o digna de compasión, de héroe o de víctima, de engañosa nitidez o de nebulosa indefinición de elementos esenciales. “Yo [que] es Otro” participa arrojando velos egoístas sobre la historia, registrando jirones del pasado y emparchándolos con elementos traídos de otros tiempos y de otras fuentes. Cada recuerdo de la temprana infancia es un patchwork, una colección interesada, reveladora (y por eso mismo muy interesante) de enmiendas y remiendos. Colaje y bricolaje.

No nos preocupa saber si la memoria de la infancia es la correcta reproducción mental de un acontecimiento realmente sucedido al niño —en nuestra investigación comprobaremos que ni lo es ni podría serlo. Lo que nos atrae, precisamente, es saber que el relato que recogemos es una creación de la fantasía: su verdad no es histórica —¡qué poco interés tendría en ese caso!—, su verdad es directamente proporcional a la distorsión (propia y ajena) que se ha inyectado al acontecimiento. El Cristóbal de los ínfimos papeles carga sobre sus hombros al niño Dios de la verdad. Sólo que es otro niño, distinto de quien él cree.

La memoria, según una raída metáfora, es una tela: está sometida a todos los avatares de un tejido (texto): desgarrones, desgastes, nudos, hoyos, zurcidos, bordados, remiendos, costuras hábiles o desmañadas, coloridos y desteñidos, cortes, dobleces, arrugas, hilvanes, manchas y brillos pueden ocurrir en su superficie. Las polillas del Alzheimer y la demencia tanto como las reparadoras manos de la costurera que pule y corrige en el texto pueden mostrar ocultando (u ocultar mostrando) las desnudeces, realzando así los encantos y los espantos del ser. Como dijimos poco ha, somos lo que recordamos; somos también (y aunque nos duela) eso que olvidamos. Somos lo que no podemos saber de nosotros mismos. Tres caras y no dos caras tiene la estatua de Mnemosyne: memoria, olvido y represión. Nuestro ser de olvido y el olvido de nuestro ser no son accidentales; están programados.

Las coordenadas de tiempo y espacio pueden ser, como en el caso de Cortázar (o el de Freud o el de Borges), muy precisas. Otras veces, muchas veces, el sujeto no puede asentarlas con precisión. La mayoría de las personas, según los psicólogos que a eso se dedican, ubica su primer recuerdo entre los dos y los cuatro años de edad. De todos modos, como decía el escritor inglés L. P. Hartley,6 autor de The go-between, novela en la que se basó Joseph Losey para rodar un hermoso filme (El mensajero del amor7 En el corazón de las tinieblas.