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© César Augusto Lenis Ballesteros y Roberto Luis Jaramillo

© Universidad de Antioquia, Fondo Editorial FCSH de la
Facultad de Ciencias Sociales y Humanas

ISBN: 978-958-5413-28-3

ISBN E-book: 978-958-5413-27-6

Primera edición: marzo de 2017

Imagen de cubierta: Manuel Uribe Ángel. Ca. 1879. Archivo
Fotográfico Biblioteca Pública Piloto, Medellín.

Coordinación editorial: Diana Patricia Carmona Hernández

Diseño de la colección: Neftalí Vanegas Menguán

Corrección de texto e indización: José Ignacio Escobar

Diagramación: Luisa Fernanda Bernal Bernal,

Imprenta Universidad de Antioquia

Impresión y terminación: Editorial L. Vieco. S.A.S.

Impreso y hecho en Medellín, Colombia/
Printed and made in Medellín, Colombia

Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier
medio o con cualquier propósito, sin la autorización escrita
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Lenis Ballesteros, César Augusto

Manuel Uribe Ángel. Viajero y observador 1867-1892 / César Augusto Lenis Ballesteros y 

Roberto Luis Jaramillo. -- Medellín : Universidad de Antioquia. Facultad de Ciencias Sociales y Humanas. Fondo Editorial FCSH, 2017.

234 páginas : imágenes ; 23 cm. -- (FCSH. Ediciones críticas)

ISBN 978-958-5413-28-3

1. Uribe Ángel, Manuel (1822-1904) 2. Relatos de viajes

3. Antioquia - Historia - Siglo XIX 4. Intelectuales - Antioquia (Colombia) I. Jaramillo, Roberto Luis II. Serie.

923 cd 21 ed.

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Tabla de Contenido

Presentación

Recuerdos de un viaje por el Nordeste de Antioquia, 1867

Nota de Manuel Uribe Ángel en la que hace algunas observaciones relativas al Ferrocarril de Antioquia, 1879

Cartas a Isidoro Laverde Amaya

Bibliografía

Listado de imágenes

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PRESENTACIÓN

Un sabio antioqueño en el siglo XIX

Sin lugar a dudas, Manuel Uribe Ángel puede ser considerado como el más importante de los intelectuales del siglo xix en Antioquia. Nació en Envigado en 1822; hijo de José María Uribe Arango y Josefa Ángel Uribe.

Era biznieto por partida doble del regidor perpetuo de Medellín, don Antonio Uribe, cabeza de la rama más extensa e importante de esa familia en Antioquia. Los tíos abuelos y tíos carnales de Uribe Ángel formaron parte de las élites criollas de finales de la colonia, en las que hubo un significativo número de clérigos, funcionarios y, sobre todo, comerciantes. Además, tenía parentesco con próceres, intelectuales, políticos, mineros y comerciantes del siglo xix.

Desde niño trató a sus primos establecidos en las principales poblaciones de la provincia de Antioquia (tenía otros en Pamplona, Cartago, Buga, Bogotá y Quito). Su padre, con una pequeña estancia y algo de comercio, logró levantar sus once hijos en medio de un status social elevado, y algunos se educaron con el apoyo de los tíos ricos, cosa común en la Antioquia de entonces.

Después de hacer estudios primarios en Envigado, pasó a la ciudad de Antioquia, y en 1836 al Colegio del Rosario. En Bogotá y en el Colegio gozó de la protección de sus tíos y parientes políticos, entonces partidarios del general Santander, que habían sido conspiradores septembrinos y opuestos en los congresos al partido bolivariano. Otros eran ricos comerciantes y uno de ellos rector del propio Colegio del Rosario, en el que estudió latín y filosofía.

Precisamente, el marinillo Manuel Duque, comerciante y fundidor de oros en su villa, logró fortuna y pudo enviar a Bogotá a su hijo José Duque Gómez (1808-1841); este se afilió al partido santanderista, y por ello fue representante a la Cámara, rector del Colegio del Rosario, directivo de la Universidad Central, gobernador de Mompox y perseguido por el gobierno de J. I. de Márquez. Su padre, ya viudo, se casó en segundas nupcias con la envigadeña doña Mariana Uribe Arango, y con ella pasó a vivir a Bogotá, donde se estableció en el comercio. De Envigado a Bogotá también pasó un hermano de doña Mariana, don Pedro Uribe Arango, comerciante de sombreros y tronco de la conocida familia Uribe Buenaventura. El tío y la tía pidieron que les mandaran a Bogotá a su sobrino Wenceslao Uribe Ángel (Envigado, 1812). Este Wencesalao era diez años mayor que su hermano Manuel Uribe Ángel; se afilió también con el santanderismo, por lo que se amistó tanto con el gobierno de José Hilario López que fue calumniado por José Eusebio Caro. Además, fue perseguido por la dictadura de Melo. Sus parientes formalizarían en adelante sus empresas como “Uribe & Duque” y “Manuel Uribe Toro”.

Cuando don Pedro Uribe Arango se casó en Bogotá en 1836, su hermano José María viajó hasta la capital, acompañado por su hijito Manuel Uribe Ángel, de 14 años de edad. En ese mismo año de 1836, y bajo la sombra protectora del rector Duque Gómez, el joven Uribe Ángel ingresó al Colegio de El Rosario en medio de las tensiones políticas en las que estaba envuelta su familia; un año después también entraría al Colegio su paisano Pedro Antonio Restrepo Escobar, quien militaría en ese mismo partido por varios años. Por entonces el rector Duque Gómez, un abanderado de la reforma de estudios del proyecto político santanderista, la aplicó en el plantel, aunque levantara polémica: se enseñaban las ideas de Bentham, Say, Filanghieri, Constant, don Juan Sala, así como Guizot y… Michelet. Esa reforma fue echada atrás por otro plan, el de Mariano Ospina Rodríguez.

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Uribe Ángel evocó sus tiempos de colegial, de manera dispersa, en varios escritos, en los que menciona a sus compañeros, a sus profesores Joaquín Acosta, Rojas Garrido, Florentino Gonzáles y otros, quienes enseñaban “lo mejor y más correcto”. Uribe conoció en la calle y en los congresos al general Santander, a sus partidarios y a sus enemigos; no fue ajeno a la tertulia del doctor Aranzazu y observó de cerca al doctor José Manuel Restrepo, su paisano poderoso, intelectual, historiador y buen funcionario público. Su interés por las ciencias y la geografía le fue despertado por Joaquín Acosta, y por la historia, con su trato con el historiador Restrepo.

Egresó de sus cursos de medicina en 1844, y se graduó a finales de 1845 con exámenes defendidos ante la Universidad Central. Por entonces el novel pintor cartagenero José Gabriel Tatis le hizo una miniatura conocida por muchos años como “Retrato de un hombre”, la misma que se conserva en la Biblioteca Luis Ángel Arango, en Bogotá, y que es publicada en este libro.

Tras dos años de práctica en Antioquia, comenzó su vida de viajero y observador por Perú y Ecuador. Pudo tratar de cerca a antiguos próceres de la Independencia, y fue marcado por las conversaciones que tuvo con el maestro de Simón Bolívar, el pedagogo Simón Rodríguez. Se reafirmó su interés por los apuntes de viaje, la observación de la naturaleza, y se interesó por la pedagogía, temas que lo acompañaron hasta su muerte. Regresó a Antioquia en 1853, y se casó en Medellín en 1854 con Magdalena Urreta Saldarriaga. Su novia vivía en una casa baja en plena plaza de Medellín, diagonal al templo de La Candelaria. Era hija de un prócer de la Independencia que había sido en tres ocasiones gobernador de la provincia: don Gregorio María Urreta Tatis, cartagenero que había actuado en los dos bandos durante la guerra con España. Alternadamente trabajó con los patriotas, mas al llegar Pablo Morillo adhirió a la causa del rey y, perdida la guerra, volvió con Santander y con Bolívar para servir a Colombia. Amistado con ellos, Urreta ocupó cargos militares y administrativos. Santander lo nombró gobernador cuando la capital estaba en la ciudad de Antioquia, mas obedeció la norma para trasladar el gobierno provincial, con los archivos, a Medellín. Cuando Uribe Ángel se casó contaba con 32 años, y ella 21. Aunque no tuvieron descendencia criaron a su ahijado y sobrino Luis Gregorio Johnson Urreta, nacido en Medellín y bautizado en febrero de 1858, hijo del ingeniero inglés Carlos Johnson y de doña Susana Urreta.

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En sus años de estudiante en Bogotá pudo oir, ya en los congresos, ya en los bancos de la universidad, las enseñanzas dogmáticas del maestro Florentino González, o las lógicas lecciones del doctor Ezequiel Rojas. Se comprenderá fácilmente que almacenaba en su cerebro lo mejor y más correcto de la ciencia adquirida hasta entonces por el país.

De 1846 a 1853 viajó por el Perú y el Ecuador, y más adelante pasó a Estados Unidos y Europa, ejerciendo su profesión y estudiando. Precisamente, estando en el Ecuador, recibió el título de médico por la Universidad Central de ese país.

Cuando volvió a Antioquia, encontró una trocha abierta en los estudios geográficos e históricos regionales. En su ausencia, don Joaquín Acosta (su posible profesor en el Colegio del Rosario) había publicado los “Viajes científicos a los Andes Ecuatoriales”, de J. B. Boussingault. Leyó las relaciones de viaje de don Juan Francisco Ortiz, las observaciones geográficas de mister Tyrell Moore, los “Apuntamientos…” de don Carlos de Greiff y los estudios, en parte históricos y sobre todo corográficos, del coronel Agostino Codazzi, que había visitado la región antioqueña en 1852 y cuyos informes se publicaron en la prensa oficial de las provincias. También fue incitado por el contrato celebrado entre el general Tomás Cipriano de Mosquera y don Felipe Pérez para redactar una Jeografía de los Estados Unidos de Colombia.

Puede decirse que su carrera como escritor de historia y de geografía se inició en 1862, en plena guerra, con ocasión de un viaje de Medellín a Bogotá (que duró inédito muchos años).1 Dos años más tarde ensayó escribir en un periódico conservador, La Restauración, una serie de artículos por entregas sobre geografía e historia de la conquista de Antioquia, basado en sus propias observaciones y en fuentes secundarias. La acogida que tuvo lo movió a obtener un privilegio para publicar una obra en ese sentido.

Terminada la guerra civil, como elemento mosquerista, había sido nombrado convencionista de Rionegro, pero no aceptó sino que más bien obtuvo un privilegio para vender píldoras, cuya fórmula ideó. Aunque toda su vida laboral la dedicó al ejercicio de la medina y la cirugía, también fue botánico, orador, publicista, presentador de libros, periodista, escritor de viajes, de investigaciones médicas, cuadros de costumbres, cuentos, novelas, cartas, biografías, historias, estadísticas, reflexiones filosóficas y relaciones geográficas. Ejerció la política y se había afiliado al liberalismo santanderista casi desde niño, como ya se ha dicho; ocupó pocos cargos políticos y de representación, siempre forzado por las circunstancias, destacándose como empleado eficiente, previsivo, tolerante y, sobre todo, conciliador. Esto le valió algunos ataques que sus amigos de los dos partidos rechazaron igualmente.

Al final de sus días estuvo envuelto en la corriente de la Regeneración, en cuyo gabinete se negó a servir como Secretario de Instrucción Pública. Asistió al Congreso. Cuando no dormía en el Senado, presentaba proyectos de ley útiles a Antioquia (como la creación de la Escuela de Minas) o defendía nuestras anexiones territoriales. En las cámaras provinciales del periodo liberal, siempre se opuso al destierro o la sanción a clérigos y políticos conservadores; aunque muchas veces tuvo que sancionar esas leyes, siempre votó en contra de tales medidas.

Siempre fue reconocido como una de las más importantes figuras intelectuales de su tiempo. Se le calificó de sabio, fue activo fundador de las academias de medicina y de historia, señalado como un orador del segundo centenario de la Villa de Medellín y del último día del siglo xix. Cuando se comenzaban los trabajos del Canal de Panamá, fue representante por su región.

Uribe Ángel fue testigo y participante del cambio y el crecimiento demográfico, económico y social de Antioquia, especialmente de la segunda mitad del siglo xix: el surgimiento de la banca comercial, la apertura de fronteras agrícolas y poblados, el auge de la educación pública y de la minería, los inicios del cultivo del café hasta su consolidación en el mercado, el ferrocarril, los primeros intentos industriales, los progresos de la cirugía y de la arquitectura, los comienzos de la urbanización, el paso de los artesanos por el “bachillerato técnico” (Escuela de Artes y Oficios) y el de los bachilleres por la ingeniería en la Escuela de Minas, entre otros procesos, fueron percibidos, impulsados, estudiados, apoyados y opinados por el sabio.

Cincuenta años de ejercicio de la medicina y setenta y cinco de observaciones sobre todo acontecimiento lugareño, regional o mundial, lo capacitaron para escribir de lo que sabía un típico erudito, un “sabio” del siglo xix.

La profesión de Manuel Uribe Ángel era la Medicina, y siempre estuvo dispuesto para la Historia. Desde niño tuvo interés tanto en la medicina como en el pasado. Su interés por la geografía data de 1844 aproximadamente. De niño, tanto en su familia como entre sus allegados, conoció próceres locales del tiempo de la Independencia.

Siempre estuvo preocupado por la historia regional, y como una de las actividades económicas más importantes de Antioquia fuera la minería, en 1856 (tenía 34 años) publicó, al parecer, su primera obra, en compañía de los también liberales Camilo Antonio Echeverry y Emiro Kastos: Estudios industriales sobre minería antioqueña en 1856. Esta obra despertó el interés de muchos por los estudios sobre historia de la minería, y don Vicente Restrepo, el autor del célebre Estudios sobre las minas de oro y plata de Colombia, así lo reconocía.

Para entonces no era un mero aficionado: estaba viviendo los llamados “cambios de medio siglo”. Era un afiliado al partido liberal y ya había viajado por Suramérica, Estados Unidos y Europa.

Un viaje que hizo a Bogotá en 1862 lo movió a escribir Recuerdo de un viaje de Medellín a Bogotá, que, como se dijo antes, fue el comienzo de su oficio como escritor de historia y de geografía. En ese texto tiene unas concepciones definidas sobre los viajes y viajeros: “Sería conveniente y provechoso para el país que toda persona que se encontrase en aptitud de escribir bien o mal, recogiera sus impresiones de viaje, por corto y por insignificante que éste fuese. Las crónicas locales, la geografía, la física, la política, la industria, los ramos todos de las ciencias naturales, ganarían inmensamente con ello”.2

Más adelante agrega: “De otro lado, un viaje no es otra cosa que un catecismo, un libro de escuela, una obra académica en forma de preguntas y respuestas”.3 Desde 1864 comenzó a escribir sobre geografía e historia de la Conquista, más a nivel regional, con mucho éxito. De esta época datan sus primeros escritos en la prensa regional. Obraba así ya que estaba excluido de la política por estar gobernando en el Estado de Antioquia el partido conservador. Se dedicó a su profesión, a la docencia en varios colegios, a dictar conferencias de geografía, a responder por la prensa unos ataques que le hicieron a su suegro, el militar de las guerras de Independencia y que había servido en ambos bandos, el de la monarquía y el de los rebeldes.

Como hubiera obtenido un privilegio para publicar una obra sobre geografía e historia de Antioquia, la legislatura del Estado autorizó al Presidente Recaredo de Villa para que adelantara $2.000 a Uribe Ángel, como compra anticipada de un número de ejemplares de la obra.

Decidió viajar a los Estados Unidos para educar a su hijo de crianza y sobrino, Luis G. Johnson, quien estudiaría ingeniería. Al tiempo visitó la feria mundial de Filadelfia. Estaba en Nueva York en abril de 1875 y fue invitado a una fiesta conmemorativa de la muerte de Cervantes. Pronunció un discurso que lo hizo famoso en la prensa de ese país, y desde entonces lo llamaron “sabio”. De vuelta a Colombia estuvo en las Antillas y en México, y como resultado escribió De la Habana a Méjico.

También trabajaba políticamente para “ver si consigo la expedición de un decreto sobre el establecimiento de la Escuela Nacional de Minas en Medellín y para ver si arreglo definitivamente la cuestión de límites con el Tolima”.4 Uribe Ángel siempre defendió los intereses territoriales de la Antioquia expansionista del siglo xix. Visitó las zonas fronterizas, y, entrevistando colonos, leyendo informes recientes o consultando documentos de archivo, alegó razones para defender dicho proyecto político regional. Presentó argumentos fundamentados en el antiguo derecho de conquista, para definir límites con la costa; adujo razones basadas en títulos coloniales, necesidades económicas y geopolíticas para buscar la anexión de Urabá; consiguió apoyos sustentados en la equívoca toponimia o en los derechos que otorgaba la posesión por colonización, como en los límites con el Tolima. Exhibió razones de estrategia y seguridad como con las anexiones de la región de Chinchiná y Villa María.

Muy a comienzos de 1885, en los talleres de Goupy y Jourdan en París, salió impresa la Jeografía Jeneral y Compendio Histórico del Estado de Antioquia en Colombia, en una edición valiosa desde cualquier punto de vista que se le mire.

Al regresar a Medellín se dio cuenta de que su costoso viaje por Europa, más la publicación de su Jeografía, habían arruinado su patrimonio. ¿Qué hacer? Su íntimo amigo, copartidario y paisano, don Luciano Restrepo Escobar, había sido depuesto de su cargo de Presidente del Estado Soberano de Antioquia, y mandado a la cárcel, de la cual salió cuando su familia pudo pagar una multa de $120.000, impuesta por el nuevo régimen centralista. Pocos días después, el dos de julio de 1885, falleció don Luciano Restrepo. Todo eran malas noticias, pues don Luciano había sido el último Presidente del Estado con régimen federal, y su Jeografía tenía como título el del régimen estatal y federal. Sus tribulaciones se confirmaban con un Decreto de Rafael Núñez que mandaba que los gobiernos de Tolima y Antioquia habían dejado de existir constitucionalmente.

Crisis en sus finanzas personales, y un gobierno de crisis en Antioquia. De las dificultades económicas lo sacó su paisano y amigo, mas no su copartidario, el general Marceliano Vélez, encargado del gobierno de Antioquia. Vélez había dictado un Decreto Ejecutivo el 28 de octubre de 1885 sobre división territorial, por el cual el Estado de Antioquia se compondría de cinco departamentos. La vigencia de la Jeografía de Uribe Ángel estaba entre parentesis.

El nuevo gobierno, del corte conservador de “los históricos”, lo protegió para la publicación, en Medellín, de dos obras reducidas: el Compendio de geografía del Departamento de Antioquia en la República de Colombia y el Compendio histórico del departamento de Antioquia en la República de Colombia, publicados en 1887 en la Imprenta Republicana de Carlos E. Molina, cuando Marceliano Vélez era gobernador del nuevo departamento de Antioquia. Se advierte que para estos compendios hizo algunos aportes a la historiografía. Revisó la edición de su Jeografía publicada en París, y analizó brevemente la historia regional hasta 1832. Pero la edición de estos dos tomitos no le resarció en mucho los costos de la edición parisiense.

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Para conseguir la redacción de su Jeografía, Uribe Ángel había seguido el plan que años anteriores había contratado el gobierno del general Tomás Cipriano de Mosquera con don Felipe Pérez, para dar publicidad a los trabajos de la antigua Comisión Corográfica. Pérez, y por ende Uribe, escribió una geografía física y política más una historia de los Estados Unidos de Colombia, proyectada con el complemento de unos atlas generales y de cada Estado en particular. Pues bien, nuestro Uribe Ángel redactó una descripción física y política del Estado de Antioquia, con una historia. Al final de su libro agregó un atlas con dos mapas y las láminas. Los mapas y las láminas fueron litografiados en Berlín. Mientras terminaba estos trabajos, estaban ocurriendo cambios políticos importantes en nuestro país. En enero de 1885, el nuevo gobernante, Rafael Núñez, había decidido el cambio de régimen, del federalismo al centralismo.

Durante un año se dedicó a organizar el Museo y Biblioteca de Zea, que él mismo había ayudado a fundar y para el que donó objetos y libros, además de lograr que su propio hijo adoptivo, el ingeniero Luis Gregorio Jhonson Urreta, diseñara y construyera el edificio sede. (Ya en 1875, en un viaje que Uribe Ángel hiciera a los Estados Unidos, llevó, para ser matriculados en la Universidad de Georgetown a su sobrino Luis Gregorio y al joven Elías Uribe Latorre, para que estudiaran Ingeniería).

En 1892 se asoció con el millonario Carlos C. Amador, con varios vecinos de Medellín y el Suroeste, y con el ingeniero francés George Brisson para explorar minas en el Sur del Chocó. A los tres años apareció publicado el viaje del francés Brisson, Exploración en el Alto Chocó. Así mismo, publicó el folleto Colón – América – Medellín, coincidente con la celebración de los 400 años del descubrimiento de América.

Ya estaba ciego cuando, en 1898, una Ordenanza de la Asamblea Departamental decretó comprar una colección de objetos curiosos de su propiedad, así como su biblioteca, mas no su archivo. Un año más tarde fue objeto de homenaje con ocasión de su cumpleaños; entonces dictó un artículo de viajes, publicado en La Miscelánea como “Apuntes de Viaje”. Este es un fragmento del que hiciera en 1867 por el Nordeste de Antioquia, que aquí se publica completo y sin variaciones, ya que en la La Miscelánea se suprimieron un par de párrafos.

También fue el encargado de pronunciar un discurso en la noche de 1899, y a primera hora del año siguiente, para despedir el siglo xix y saludar el xx. Tal discurso se dividió en dos partes: en la primera hizo un balance del siglo xix y sus avances, pronosticando un promisorio y optimista siglo xx; en la segunda decayó al hacer alusiones religiosas y al pedir la construcción de un monumento al “Salvador del mundo” (según el obispo de Medellín, por entonces Uribe Ángel había “acrisolado su fe y frecuentaba los sacramentos”). Con agradecimiento se admira de las conquistas de la ciencia y de los adelantos técnicos del siglo xix: vapores, máquinas, locomotoras, telégrafos, teléfonos, rayos x, el paso del daguerrotipo a la fotografía, el microbio controlado por Pasteur, etc.

Reconocido como la figura intelectual más importante de Antioquia, era el hombre indicado para escribir sobre su tiempo. En efecto, durante casi un año (junio de 1891 a mayo de 1892) mantuvo correspondencia con Isidoro Laverde Amaya, editor de la Revista Literaria, una publicación bogotana. Allí aparecen escritos artículos, poesías, ensayos y otros asuntos de los principales escritores del país. Son 10 cartas sugeridas por Laverde a Uribe, para que escribiera sobre la situación en la que se encontraba Medellín en 1891 y su evolución desde mediados de siglo. Ellas fueron, con el Compendio, su mejor producción en materia de historia.

Uribe Ángel fue muy solicitado para que escribiera en diversas publicaciones periódicas, literarias, políticas y científicas, tanto antioqueñas como de otras regiones y del exterior. Periódicos liberales, conservadores, literarios, estudiantiles, independientes, especializados en comercio, y hasta jocosos publicaron sus artículos, cartas, debates, proclamas y discursos. Entre esas publicaciones estaban: El Alcance (Liberal, Mosquerista, Antiberriista), El Deber (de Carlos Holguín y José María Samper. Independiente. Nuñista), El Movimiento (Industrial, de Camilo Botero Guerra, publicado en 1893 en la Tipografía El Comercio, Liberal, de línea de Uribe Uribe), Novedades (Comercial, literario y noticioso de Nazario Pineda, publicado en 1877), Revista de Antioquia (Costumbrista y literario, de Liborio Echavarría, publicado en 1876), La Revista Industrial (Comercial y de negocios, Liberal, de corriente radical, de Camilo Botero Guerra, publicado en 1880), El Sendero (Conservador y nacionalista, publicado en 1895), Los Tiempos (Conservador y nacionalista, defensor de La Regeneración, de Liborio Echavarría), El Cartel (Independiente, de la línea del general Rafael Uribe Uribe), El Liceo Antioqueño, La Tertulia Literaria, Papel Periódico Ilustrado, El Siglo Nuevo, La Balanza, La Consigna, El Liceo Antioqueño, El Cóndor (Conservador), Revista Literaria, Alpha, La Miscelánea, La Restauración (en el cual escribió artículos de geografía), El Espectador, etc.

Uno de los intentos en materias históricas estuvo en la pretensión de formar escuela: a comienzos del siglo xx presentó formalmente a los jóvenes José María Mesa Jaramillo, pedagogo y paisano suyo, con Gabriel Arango Mejía, abejorraleño, historiador precoz y amanuense del sabio Uribe Ángel, quienes serían importantes historiadores regionales. Entre sus jóvenes amigos también se destacó como historiador el médico Eduardo Zuleta Gaviria, a cuyos padres y abuelos había conocido en una estadía en Remedios. Con ellos y otros, fundó la Academia Antioqueña de Historia, que fue muy importante en sus comienzos. Con el mismo Zuleta, y otros, fundó la Academia de Medicina.

Manuel Uribe Ángel murió en Medellín en 1904. Su obra, aunque dispersa, debe ser recopilada con sus trabajos inéditos, pues es fundamental para investigaciones de la región. Esta recopilación de tres de sus escritos es un limitado aporte en ese sentido.

Viajero y observador

Dos de los tres textos ofrecidos en este libro fueron difundidos en la segunda mitad del siglo xix; un tercer texto permanecía hasta ahora en el olvido. En ellos se nota con contundencia el carácter de observador, de viajero, de crítico y de erudito del envigadeño.

Se trata, en primer lugar, de un viaje que el sabio hizo en 1867 a la región del Nordeste de Antioquia, en un momento de profundos cambios políticos en los que la actividad minera, la apertura de frontera y el poblamiento hacia esta zona se estaba dinamizando. Precisamente su interés era visitar e invertir en algunas minas de la región, ocasión que tuvo para escribir un detallado informe de lo que llamó su atención, desde aspectos geográficos, pasando por los caminos, los animales, las plantas, la arquitectura, las condiciones sociales y la vida diaria en una zona en la que se estaba abriendo montaña. Es, por múltiples razones, un relato que servirá para quien se interese en la historia regional y local.

Como segundo, se presenta un informe que Manuel Uribe Ángel elaboró con ocasión de su visita a los trabajos de construcción del Ferrocarril de Antioquia, a finales de 1879. Desde la orilla del río Magdalena, observando las obras de avance de esta empresa, conversando con su director, el ingeniero cubano Francisco Javier Cisneros, consignando sus impresiones sobre lo observado y llamando la atención sobre diversos aspectos, Uribe Ángel elaboró un escrito sobre un temprano momento en la que, suponían, era la “obra redentora” de la economía antioqueña.

Estos dos textos se conservan manuscritos en el Archivo Histórico de Antioquia, en Medellín. Una pequeña parte del primer relato, el viaje al Nordeste, había sido publicado con el título de Apuntes de viaje en la revista La Miscelánea, en octubre de 1899; del resto del texto no se tienen referencias de difusión y publicación hasta ahora. Un tercer texto lo forman un total de 10 cartas, publicadas entre el 21 de junio de 1891 y el 12 de mayo de 1892, en la mencionada Revista Literaria bogotana. Estas muestran con detalle sus recuerdos sobre los cambios urbanos de Medellín en la segunda mitad del siglo xix. Las cartas recogen múltiples detalles y descripciones de la ciudad y los contornos de todo el Valle de Aburrá.

El objetivo inicial de las misivas, pedidas por el director de la Revista Literaria, Isidoro Laverde Amaya, era mostrar la situación de Medellín en 1891. Sin embargo, el sabio Uribe Ángel, echando mano de su memoria, reconstruyó la evolución del Valle de Aburrá desde 50 años atrás, es decir, desde el momento en que regresó a su tierra, después de ausentarse de la Nueva Granada. Mas Uribe Ángel no hizo un escrito, una historia o un ensayo, sino que dividió su percepción en 10 cartas que tratan infinidad de aspectos de la Medellín y del Valle de Aburrá de esos tiempos.

Isidoro Laverde Amaya fue un intelectual colombiano que nació en Bogotá en 1852 y murió allí en 1903. Periodista con una particular cultura literaria, escribió unos Apuntes sobre bibliografía colombiana, publicados en 1882. La segunda edición de esos Apuntes se hizo en 1895, más completa que la primera, revisada y corregida; solo pudo llegar a la letra “O”, pues una enfermedad frustró su proyecto. También escribió Viaje a Caracas, Viaje a Venezuela y Fisonomías literarias de colombianos. Laverde había fundado en Bogotá la Revista Literaria que, en sus cinco grandes tomos, continuó publicitando, como lo había hecho Vergara y Vergara en su tiempo, la producción literaria del país, una tarea que retomó Antonio Gómez Restrepo, colaborador de la propia Revista Literaria y corto biógrafo de Laverde Amaya. Sus artículos en tal revista también le dieron reconocimiento en el contexto intelectual del país, como estudioso y publicista de la literatura colombiana.

Las 10 cartas que aquí se presentan fueron encomendadas a Manuel Uribe Ángel porque, sin lugar a dudas, en ese momento era la persona más conocedora e indicada sobre el pasado y el presente del Medellín de entonces. Isidoro Laverde se fijó en Manuel Uribe Ángel, tal y como lo había hecho el Cabildo de Medellín en 1875, cuando pronunció un discurso sobre el bicentenario de la erección de Medellín.5 Uribe Ángel, a su vez, se había basado en los Apuntamientos geográficos i estadísticos de la provincia de Medellín, de Carlos Segismundo de Greiff, en apuntes de viajeros, en los informes del coronel Agustín Codazzi y su Comisión Corográfica, y en sus propias experiencias y recorridos por la provincia.

A lo largo de sus relatos, Manuel Uribe Ángel advierte sobre el crecimiento futuro de la ciudad, proponiendo la canalización del río y su posterior urbanización moderna, tal y como se hizo años más tarde. Una de las primeras noticias sobre el urbanismo de la ciudad la podemos conocer por las observaciones de Uribe Ángel. Y lo mismo sobre arquitectura: él mismo había sido promotor del barrio de Villa Nueva, de la junta de construcción de la nueva catedral, del Comité que repartió y trazó el nuevo barrio de Robledo en el sector de Aná, y dirigió la fábrica del templo de Envigado. En sus cartas lleva al lector por un viaje temporal y geográfico. Por calles, plazas, plazuelas, fuentes, plazas de mercado y edificios importantes, con precisión casi fotográfica.

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Observa y describe las casas campesinas del periodo colonial y pasa por las republicanas, también llamadas “número siete”, por ser de esa forma; el uso de los corredores, las nuevas casas de claustro y patio central, las mansiones de La Playa y las quintas de recreo con todos sus lujos, además de los tugurios. Todas estas edificaciones están detalladas en su distribución espacial y, lo más importante, en sus técnicas y materiales constructivos: habla de artesanos y albañiles con toda propiedad, describe sus usos y salarios, su vestimenta y su origen social. También describe las vestimentas del pueblo, el incipiente estado del arte, la música, la literatura y el teatro. Se muestra agradecido por la inminente llegada del alumbrado eléctrico y por el uso de los teléfonos, ya instalados hasta en las casas de campo. Nuevamente, el detalle en las observaciones, sus recuerdos de viaje y la extraordinaria memoria del sabio, salen a flote en estas interesantes y desconocidas cartas.

En la actualidad, el archivo personal del sabio Manuel Uribe Ángel se encuentra fraccionado. Parte de la documentación reposa en el Archivo Histórico de Antioquia, la otra parte de los manuscritos se encuentra en la sala patrimonial de la Universidad eafit. Una revisión detallada de esa documentación de inmediato hace notar las conexiones entre ambos depósitos; son fuentes de gran valor para la historia antioqueña y muestran las diferentes facetas de las reflexiones que hizo el sabio. Precisamente, un inventario de los documentos de Uribe Ángel, elaborado en septiembre de 1902, ilustra esa diversidad de preocupaciones intelectuales. Allí se consignan artículos, folletos, cuadernos y libros con la fecha de elaboración o publicación. Los ocho temas clasificados son: ciencias, literatura e historia, viajes, costumbres, cuentos, discursos y cartas. Y en lo referente a los relatos de viajes escritos por el sabio, se registraron los siguientes:

Recuerdos de un viaje de Lima al Bajo Chocó (1855). Cuaderno. Hoy desaparecido.

Recuerdos de un viaje al Niágara (1858). Cuaderno.

Recuerdos de un viaje de Medellín a Bogotá (1862). Cuaderno. Publicado por primera vez en el Boletín de Historia y Antiguedades, en 1904; y en el 2007 por la Editorial Universidad de Antioquia, con prólogo de Ángela Pérez Mejía.

Recuerdos de un viaje por el Nordeste de Antioquia (1867). Cuaderno. Que, como se ha dicho, un pequeño fragmento se publicó en la revista La Miscelánea.

Recuerdos de un viaje a Cuba (1875). Cuaderno.

Recuerdos de un viaje a México (1876). Cuaderno.

Los Recuerdos de un viaje por el Nordeste de Antioquia, de 1867, se incluyen en este libro.

No podía imaginar el viajero Uribe Ángel que cerca de diez años después de este viaje sería el primer violín dentro del caos que se orquestó con motivo de la guerra religiosa de 1876. A finales del año precedente, Uribe Ángel había regresado a Medellín después de un viaje que hiciera a los Estados Unidos, Cuba y México. Durante el año que ejerció como médico en la ciudad, se estaba cocinando una nueva guerra: los liberales estaban atentos, y los conservadores divididos entre los cautos y los belicistas. El poderoso banquero y Presidente de Antioquia, Recaredo de Villa, prefirió renunciar antes que fomentar la guerra que era inevitable.

El Estado de Antioquia entró en guerra religiosa, patrocinada por los conservadores del Sur; uno de ellos, el doctor Silverio Arango, había sucedido a un gobernador provisional que había durado unos ocho días. Alcanzó a mandar, fuera de Medellín, porque estaba con el ejército conservador vencido el cinco de abril; Arango y otro guerrerista y paisano de Uribe Ángel, el general Marceliano Vélez, capitularon al día siguiente en Manizales, ante el jefe vencedor, general Julián Trujillo. En poco más de cuatro meses hubo tres gobiernos de crisis en el Estado de Antioquia.

Las malas noticias no demoraron para llegar a Medellín, donde solamente permanecía en su cargo el Secretario de Gobierno del Estado, el abogado conservador Baltazar Botero, quien rogó al doctor Uribe Ángel que le recibiera el gobierno civil, lo que este aceptó a regañadientes a las once de la noche del nueve de abril de 1877, con la condición de ejercer como Jefe Provisorio en gobierno de crisis, para que el Estado no quedara acéfalo, para dar garantía a los vencidos y para contener a los vencedores. Un día después, el 10, el general Trujillo asumió como Jefe Civil y Militar del Estado de Antioquia. Llegado a Medellín, asumió todo el mando y nombró a Uribe Ángel como Jefe Civil (Prefecto) del departamento del Centro, con jurisdicción —por unos meses— desde Medellín hasta Yolombó, al Norte, y hasta Caramanta y Andes, al Suroeste. Por entonces fue Presidente de la Constituyente antioqueña. Se tiene por verdad sabida que la entrada de las tropas de Trujillo ocasionaría una nueva discordia entre los liberales pues, en adelante, del grupo de los radicales se separaron otros, los llamados independientes. Uribe Ángel simpatizó con los últimos.

También se publica el informe de la visita a los trabajos del Ferrocarril, que no aparece en el inventario de viajes de 1902. De igual manera, se incluyen las cartas a su amigo Isidoro Laverde, que evidencian esa faceta de observador, viajero y erudito de Uribe Ángel. Sin duda son documentos de gran utilidad para los investigadores de la historia regional. Su amigo Eduardo Zuleta Gaviria, afirmó que cuando Manuel Uribe Ángel quedó ciego “dejó de ver el mundo exterior”; sin embargo, no dejó de escribir ni de contribuir con sus conocimientos sobre los diferentes campos del saber que, a lo largo de su vida, cultivó de forma magistral. Ahora dictaba sus reflexiones, que siguieron siendo difundidas hasta el momento de su muerte, el 16 de junio de 1904.

Los tres documentos que aquí se publican son una constribución a la difusión de la importante obra de Manuel Uribe Ángel, el intelectual que ha sido estudiado en sus facetas de médico, historiador, geógrafo y narrador, que hizo múltiples aportes al conocimiento de su terruño, de su región, del pasado, el presente y el futuro de su entorno inmediato.

1 | Una reciente edición de ese texto fue publicada por la Universidad de Antioquia. Ver: Manuel Uribe Ángel, Recuerdos de un viaje de Medellín a Bogotá (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2007).

2 | Manuel Uribe Ángel, Recuerdo de un viaje de Medellín a Bogotá, Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, p. 23-24.

3 | Manuel Uribe Ángel, Recuerdo de un viaje de Medellín a Bogotá, Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, p. 24.

4 | Carta de Manuel Uribe Ángel a don Nicolás Florencio Villa, 19 de abril de 1881. Fotocopia. Colección particular, Medellín.

5 | Sobre los actos que conmemoraron el bicentenario de la antigua villa, informaron el obispo Valerio Antonio Jiménez y el cura de Medellín, José María Gómez Ángel. El discurso de don Manuel Uribe Ángel tuvo mucha aceptación, e hizo parte de los eventos culturales que se desarrollaron en la ciudad entre el 23 y el 24 de noviembre de 1875. Ver: Celebración del 2º centenario de la villa de Medellín. 1875, Medellín, Imprenta del Estado, 1875.

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RECUERDOS DE UN VIAJE POR EL NORDESTE
DE ANTIOQUIA, 1867
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Presentación

Para 1867, el antiguo cantón del Nordeste había digerido una serie de cambios administrativos, todos desacertados. Veinte años atrás, la cabecera cantonal había pasado de Remedios a la nueva y pujante población de Amalfi, para desagrado de los remedianos y de los conservadores de Santa Rosa. Una división territorial de 1859 había partido en dos el antiguo cantón, cuando se establecieron dos nuevos departamentos: el de Amalfi y el de Santa Rosa. Cuando Uribe Ángel hizo su viaje al Nordeste ya era oficial el “Departamento del Norte”, con la capitalidad en Santa Rosa.

En el tiempo en que Uribe Ángel emprendió el viaje al Nordeste del Estado todavía se sentían los efectos de dos eventos importantes: el Cisma dentro del clero y el olor a pólvora. Con el proyecto político del general Tomás Cipriano de Mosquera, algunos clérigos se sometieron al gobierno y a los dos decretos más importantes del caudillo: los de Tuición de Cultos y el de Desamortización de los bienes de Manos Muertas. Después de algunas incidencias y el destierro del obispo, muchos clérigos se resistieron a los mandatos del padre Lino Garro, nuevo Vicario y clérigo sometido. Los curas y los sacerdotes tuvieron claro el panorama con el Cisma Antioqueño: los de la resistencia solamente obedecían lo ordenado por el expresidente Ospina Rodríguez y por el clérigo doctor José Joaquín Isaza, gran perjudicado en sus rentas de extintas capellanías.

Los reaccionarios se apoyaron en dos clérigos marinillos, Valerio Jiménez y Vicente Arbeláez. Los resistentes forzaron a Jiménez para que fuera Vicario, también. Una diócesis en crisis, con dos vicarios simultáneos, había dado ocasión para que el Cisma —que ya llevaba unos quince años de entablado— terminara con la muerte del obispo, las mutuas excomuniones, las cartas al Papa, las acusaciones políticas, la pérdida de la sede obispal y el traslado de la capitalidad de la diócesis de la ciudad de Antioquia a la de Medellín, con la degradación de aquella catedral, que perdió su silla, a la categoría de “iglesia municipal”.

Además, hacía tres años que el gobierno del Estado había vuelto a las manos hegemónicas de los conservadores, y gobernaba quien se había transformado en el más moderado y estricto: Pedro Justo Berrío (enero de 1864 a 1873), claro líder del grupo berriísta. Aunque los políticos antioqueños eran favorables al sistema federal, los liberales más radicales lamentaban la muerte violenta dada al Presidente Pascual Bravo, y los conservadores deseaban mermar la temperatura en materia religiosa y educativa. La anterior Constitución liberal y la división territorial habían durado 15 meses.

Los vencedores, con Berrío al mando de su gobierno de crisis, reunieron una Asamblea Constituyente que aprobó la nueva Constitución para el Estado de Antioquia, con la consabida división territorial favorable a sus intereses electorales: en el anterior régimen coexistían los municipios de Amalfi y de Santa Rosa con 11 distritos entre ambos. Mas con la división política de 1864 el reordenamiento causó sobresaltos en unos y alegría en los hegemónicos: el poderoso y poblado departamento del Norte, con la capitalidad de Santa Rosa, abarcaba 19 distritos, desde las primeras minas de oro de Entrerríos hasta la última explotación del Nordeste. Uribe Ángel, pues, salió de viaje desde el departamento de Medellín y visitó casi todo el territorio del nuevo departamento del Norte, que en el manuscrito del viaje se dio en llamar “El Nordeste”.

Y es que desde las primeras décadas del siglo xix individuos, tanto extranjeros como nacionales, comenzaron a recorrer el territorio antioqueño y a planear alternativas de explotación de sus recursos naturales. Sobre el llamado cantón del Nordeste se hacía énfasis en la copiosidad de yacimientos auríferos y el poco desarrollo que había experimentado la minería. En los albores de la vida independiente, se decía que “solamente la minería ha permanecido en el estado abyecto en que la dejó el réjimen colonial sin esperimentar ninguna de aquellas reformas saludables que se han introducido con buen suceso en otros ramos”.2

Ese llamado de atención era algo generalizado entre quienes veían con optimismo las promisorias posibilidades de explotación aurífera en Antioquia. De ahí que, a lo largo del siglo xix, su territorio se convirtiera en un “laboratorio tecnológico”, en el que se pusieron en marcha algunos de los adelantos más significativos de la minería en el mundo.3 Estas innovaciones tenían una rápida difusión por las zonas mineras de Antioquia y, en ese sentido, pueden catalogarse como los principales adelantos técnicos en la minería antioqueña durante el siglo xix: el molino de pisones, las técnicas de fundición, el monitor hidráulico y la draga.4

Y es que, después de la Independencia, se pudo disponer de técnicas mineralógicas, americanas y europeas; se ampliaron las posibilidades del comercio con el exterior y se desarrolló un interés por explotar las minas de veta y no solo las de aluvión. Precisamente, esa introducción de conocimientos mineralógicos y las visitas llevadas a cabo por ingenieros europeos a algunos establecimientos mineros de Antioquia, iniciaron una verdadera revolución tecnológica en las vetas de su territorio. Esos adelantos repercutieron en la apertura de la frontera minera de Antioquia, toda vez que abrían las posibilidades de explotación hacia otra clase de yacimientos. Zonas ricas en ellos aumentaron las expectativas de inversión y explotación mineral: resurgieron los distritos mineros del Nordeste de Antioquia y se realizaron ingentes esfuerzos de explotación mineral en distritos como Titiribí, al Suroeste de la provincia.5 La apertura colonizadora hacia el Nordeste permitió el surgimiento de distritos parroquiales como Amalfi, Segovia, Yalí y Yolombó.

Precisamente, una colonia que alcanzó considerable importancia pocos años después de su establecimiento fue Amalfi, segregada del territorio de Cancán, dependiente de Remedios. En 1833, cuando mineros oriundos del altiplano de Rionegro eran señores de mina en buena parte del altiplano de Los Osos, el gobierno republicano le otorgó once leguas de baldíos al comerciante español Pedro Sáenz, vecino de Rionegro y parte integral de la familia más importante de Antioquia y de las más emprendedoras de la Nueva Granada. Tales tierras se le dieron en el cantón del Nordeste, inmediatas al nuevo lavadero del Riachón, entre la decandente parroquia de Cancán y la disminuida ciudad de Remedios.

La colonia de mineros estaba liderada por capitalistas y mineros de Rionegro, La Ceja, Cancán, Yolombó, y muchos de Carolina. Poco después tuvieron la necesidad de una colonia urbana, que fue trasladada del Pueblo Viejo a la Nueva Población, esta trazada en un valle por el minero sueco Carlos Segismundo De Greiff. Con los años se la llamó Amalfi, y fue parroquia y distrito.

Concentraron sus laboreos en los minerales del Riachón, Víbora, Viborita y Cancana, entre Cancán y Remedios. En su trasegar decidieron establecerse en un pequeño valle, junto a la confluencia de la quebrada Santa Bárbara con el Riachón. Ese fue el lugar donde se estableció el primer caserío que, dos años después, fue trasladado al punto donde se ubica hoy dicho municipio.

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Tal traslado fue impulsado, entre otros, por el presbítero Juan José Rojas, su primer cura, en unión con Antonio Aguilar, José Domingo, Casiano Botero, Nepomuceno Botero, José Santa María, Alberto Escobar, Nazario Echavarria, Nepomuceno Uribe, Esteban Álvarez, Vicente Mejía y Pedro Bernal, quienes acordaron mudar el villorrio a la parte Sur del valle, en terrenos de Pedro Sáenz.

De igual manera, acordaron denominarlo Nueva Población. Es importante señalar que quien diseñó el trazado de las calles y de la plaza central fue Carlos Segismundo de Greiff, como ya se ha dicho. Unos años después, en la visita llevada a cabo por el obispo de Antioquia, Juan de la Cruz Gómez Plata, se le asignó el nombre de Amalfi. En 1843 fue erigido en Distrito Parroquial,6 agregando a su jurisdicción parte del de Cancán, “con excepción del paraje denominado ‘Pantano’ que se // agrega a la de Yolombó”.7

Amalfi contribuyó al aumento de las expectativas de explotación aurífera en el Nordeste de Antioquia. Su acelerado crecimiento y la importancia que fue adquiriendo, llevaron a sus vecinos a solicitar ante las autoridades de Antioquia, en febrero de 1847, que se trasladara la cabecera del Cantón del Nordeste hacia aquel distrito, argumentando además que era más próspero que Los Remedios, que había aguantado la capitalidad durante 30 años.89 10