cover

 

Envejecimiento

Del nacer al morir

  

BIBLIOTECA UNIVERSITARIA

Ciencias Sociales y Humanidades






Temas para el diálogo y el debate

Title

Engle, Karen

Envejecimiento del nacer al morir / editores Elisa Dulcey-Ruiz, Carlos José Parales-Quenza, Roberto Posada-Gilede. – Bogotá: Siglo del Hombre Editores, Fundación-Christel- Wasiek Pro Personas Mayores en el Mundo, Cepsiger, 2018.


312 páginas; 21 cm. -- (Temas para el diálogo y el debate)


1. Envejecimiento 2. Longevidad 3. Envejecimiento de la población - América Latina I. Dulcey-Ruiz, Elisa, 1944. II. Parales-Quenza, Carlos José. III. Posada Gilede, Roberto. IV. Serie


612.67 cd 21 ed.

A1580831


CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango






© Elisa Dulcey-Ruiz, Carlos José Parales-Quenza, Roberto Posada-Gilède


Primera edición, 2018


© Siglo del Hombre Editores

http://libreriasiglo.com


© CEPSIGER-Envejecimiento y transcurso de la vida

www.cepsiger.org


© Fundación-Christel-Wasiek, Pro Personas Mayores en el Mundo

www.fundación-christel-wasiek.org


Carátula

Amarilys Quintero


Armada electrónica

Ángel David Reyes Durán


ISBN: 978-958-665-457-9

ISBN ePub: 978-958-665-458-6

ISBN PDF: 978-958-665-459-3


Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en su todo ni en sus partes, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.

   

Índice

AGRADECIMIENTOS

Elisa Dulcey-Ruiz

Carlos José Parales-Quenza

Roberto Posada-Gilède

PREÁMBULO

Christel Wasiek

INTRODUCCIÓN: LA PERSPECTIVA DEL TRANSCURSO DE LA VIDA

Elisa Dulcey-Ruiz

Carlos José Parales-Quenza

Roberto Posada-Gilède

Referencias

CAPÍTULO 1. LA PERSPECTIVA DEL TRANSCURSO DE LA VIDA: UNA MIRADA BIOGRÁFICA Y CONTEXTUAL

Elisa Dulcey-Ruiz

El transcurso de la vida

Diversidad de historias, contextos y expectativas de vida

La vejez en la perspectiva del transcurso de la vida

Contextos y condiciones de vida

A propósito de generaciones y género

Alcances, brechas y desafíos

A modo de corolario

Referencias

Lecturas complementarias

CAPÍTULO 2. MÁS PERSONAS VIVIENDO MÁS: LA REVOLUCIÓN DE LA LONGEVIDAD.COLOMBIA, 1950-2050

José Olinto Rueda

Cambios en la dinámica poblacional

“Nuevas generaciones” de mayores de 60 años

Responsabilidad social y estatal ineludible

Referencias

Lecturas complementarias

CAPÍTULO 3. EL PROCESO DE ENVEJECIMIENTO POBLACIONAL EN AMÉRICA LATINA

Miguel Villa-Soto

Tres observaciones preliminares

¿Cómo ocurre el proceso de envejecimiento?

Disminución de la fecundidad y evolución de la transición demográfica

Cuando comienza a descender la mortalidad, el componente infantil marca el rumbo

La transición demográfica conlleva cambios en la estructura de edad de las muertes, ¿será que la muerte también envejece?

Como fruto del descenso de la mortalidad, la esperanza de vida al nacer crece con celeridad

El descenso de la mortalidad repercute en el aumento de la esperanza de vida después de los 60 años de edad, pero lo hace de manera desigual según el sexo

Un rasgo del avance de la transición demográfica es el menor número de hijos por mujer. Esto se observa en América Latina. ¿Se llegará a un punto de convergencia hacia 2050?

Dada la desaceleración del ritmo de incremento de la población, la intensidad del freno ha sido variable (en y) entre los países. ¿Habrá una homogeneización en las próximas cuatro décadas?

Al avanzar, la transición demográfica cambia la estructura de edad (y sexo) de la población

La transformación de las estructuras de edad propicia el llamado “bono demográfico”: ¿se aprovechará o se convertirá en un espejismo?

Desde 2015 la relación de dependencia aumenta y en 2040 habrá más personas mayores de 60 años que menores de 15: ¿de no aprovecharlo, habrá que decirle adiós al “bono demográfico”?

¿Cómo se va concentrando el envejecimiento en los distintos países?

De cómo el envejecimiento conduce a su propio envejecimiento

Predominio femenino en la vejez: la mayor sobrevivencia de las mujeres parece implicar un mayor riesgo de soledad

Predominio urbano de la vejez, aunque en algunos casos este es mayor en el campo

Heterogeneidad del envejecimiento poblacional

Conclusiones y repercusiones

Referencias

Lecturas complementarias

CAPÍTULO 4. TRANSCURSO DE LA VIDA E INSEGURIDAD LABORAL EN COLOMBIA

Hugo Alberto López-Castaño

Sesgos del empleo moderno en perjuicio de la población con menos educación formal

Efectos a largo plazo de las tendencias laborales

Alternativas de respuesta ante el problema pensional

Referencias

Lecturas complementarias

CAPÍTULO 5. LAZOS EMOCIONALES ENTRE PADRES E HIJOS A TRAVÉS DE LA VIDA: EL PAPEL FUNDAMENTAL DE LOS PRIMEROS AÑOS

Germán Posada y Laura Anaya

Algunos aspectos claves de la perspectiva de Bowlby y Ainsworth

Relaciones vinculares de apego en la infancia

Las relaciones de apego durante la niñez temprana

Orientaciones futuras

Conclusión

Referencias

Lecturas complementarias

CAPÍTULO 6. CRECIENDO EN ENTORNOS VIOLENTOS: INFLUENCIAS DEL CONTEXTO EN EL DESARROLLO MORAL

Roberto Posada-Gilède

Exposición a violencia: consecuencias y vacíos

Primer estudio: existencia de conceptos morales y su aplicación

Segundo estudio: interpretación y evaluación de desacuerdos en adolescentes desplazados, según la perspectiva de víctima o de victimario

Tercer estudio: interpretación y evaluación de conflictos interpersonales en estudiantes de colegios, en áreas con predominio de violencia

Algunas características del conocimiento social en un contexto adverso

Referencias

Lecturas complementarias

CAPÍTULO 7. SITUACIONES TRAUMÁTICAS Y OPORTUNIDADES DE CRECIMIENTO PERSONAL

Carlos José Parales-Quenza

Perspectivas del curso de la vida

Conceptualización de trauma psicológico

Observaciones

Elementos/retos para el análisis

Referencias

Lecturas complementarias

CAPÍTULO 8. IMPACTOS DE LA EDUCACIÓN Y DE LA INVESTIGACIÓN INTERDISCIPLINARIA

Alberto Múnera-Duque, S. J.

La educación

La investigación interdisciplinaria

Lecturas sugeridas

CAPÍTULO 9. LA EDUCACIÓN Y LA TAREA DE VOLVERSE HUMANO

Francisco Cajiao

La tarea de volverse humano

La tarea de mantenerse humano

El diálogo entre generaciones

Referencias

Lecturas complementarias

CAPÍTULO 10. EL CUIDADO EN EL CURSO DE LA VIDA

Lucero López-Díaz

La demanda de cuidado en salud

Algunas reflexiones finales

Referencias

CAPÍTULO 11. LONGEVIDAD Y CUIDADO: EL CASO DE ALEMANIA

Christel Wasiek

Antecedentes

Desafíos

Situación del cuidado en Alemania

La situación demográfica

Prestación de cuidado

Primera solución sistemática: los servicios de cuidado a domicilio

Segunda solución sistemática: el seguro del cuidado

Retos actuales

Observaciones finales

Referencias

CAPÍTULO 12. EN LA VEJEZ ¿LOS DERECHOS HUMANOS SON DIFERENTES?

María Isolina Dabove

Introducción

Derecho de la vejez: contenido y alcances de una nueva especialidad jurídica

El reconocimiento institucional de los derechos de las personas mayores

En síntesis…

Referencias

Lecturas complementarias

CAPÍTULO 13. IDENTIDAD Y ENVEJECIMIENTO. ¿SEGUIMOS SIENDO LOS MISMOS? ¿SEGUIMOS SIENDO LAS MISMAS?

Ricardo Iacub

Introducción

Identidad o ipseidad

La otredad externalizada

Incorporaciones y rechazos de la cultura

La identidad narrativa

Referencias

Lecturas complementarias

CAPÍTULO 14. LA SORPRENDENTE NATURALEZA DEL ENVEJECER

Lewis Wolpert

Referencias

CAPÍTULO 15. DEL MORIR Y DE LA MUERTE

Javier Darío Restrepo

Consecuencias del ocultamiento

La muerte en las religiones

Algunas coincidencias

Referencias

LOS AUTORES

 

INTRODUCCIÓN:
LA PERSPECTIVA DEL TRANSCURSO DE LA VIDA

Como resultado de diversas investigaciones, conferencias y debates realizados a partir de la segunda década del presente siglo XXI, este libro ofrece una perspectiva particular, y a la vez amplia, del desarrollo humano: la del transcurso de la vida, asumido como continuidad con cambios y envejecimiento permanente. Con el propósito de invitar al diálogo y al debate acerca del proceso de vivir-envejecer, en él se conjugan miradas de distintas disciplinas (psicología, sociología, demografía, economía, desarrollo humano y estudios de familia, filosofía, educación, asistencia social, enfermería, derecho, biología y periodismo), reconociendo así la multidimensionalidad de dicho proceso y su creciente complejidad.

Intencional énfasis se hace en el proceso de envejecimiento, presente desde el comienzo hasta el final de la vida, considerándolo básicamente como el vivir cada día más, alejado de connotaciones estereotipadas y de lugares comunes, así como de equívocos tales como confundir el proceso de envejecer con el concepto de vejez o la condición de ser persona vieja (haber vivido, comparativamente, más años). El desafío es contribuir a superar falacias e inexactitudes que con frecuencia llevan a la negación de la finitud de la vida y del vivir como envejecimiento permanente, pretendiendo rechazar la existencia como unidad que es y cómo fluir constante con inevitables cambios.

Con un énfasis sociocultural, la perspectiva del transcurso de la vida destaca la integralidad de la vida desde la infancia hasta la vejez, sin dejar de tener en cuenta su finitud y, en consecuencia, considera que el morir y la muerte son parte integrante del transcurso vital.

El transcurrir de la vida, en sentido amplio, tiene que ver con ir a través de, y nos trae a la mente la idea de un viaje por caminos pues, como dice el poema de Antonio Machado (1875-1939), al andar se hace camino. Por supuesto, porque vivir es un proceso de construcción continua, que es lo mismo que decir un desarrollo y un envejecimiento permanentes desde el nacimiento hasta la muerte. El camino se entiende mejor cuando la mirada se vuelve hacia atrás, o como en el poema de Machado, en las huellas que van quedando. El movimiento es hacia delante, hacia el campo de las expectativas y las posibilidades, aunque también hacia atrás, observando el recorrido y las huellas que han quedado. Incluye siempre y simultáneamente, logros y quebrantos.

El transcurso de la vida, como marco de análisis del desarrollo humano, comparte supuestos básicos, entre los cuales resaltamos cuatro que consideramos principios fundamentales: i) La vida es movimiento, cambio permanente que se manifiesta en trayectorias vitales y transiciones. Implica estabilidad, además de transformaciones en las cuales juegan un papel importante los contextos socioculturales. ii) La vida es interrelación social, pues su sentido se deriva de las relaciones con otros seres humanos y con la sociedad como un todo. Somos seres interdependientes, sin dejar por eso de tener autonomía personal. Y en esa paradoja que implica la tensión entre interdependencia y autonomía, se sitúan muchas de las dificultades del vivir. iii) La vida es conjunción de factores, coincidencias y encuentros entre biografías y condiciones sociales. Un papel fundamental es el del contexto, o los contextos, en los cuales transcurre. En ella, las narrativas personales se entrelazan con la historia de la sociedad y la cultura. Las interacciones entre biografía y sociedad varían de acuerdo con la historia y, por tanto, cambian de una generación a otra. Como lo señala la sociología contemporánea y lo afirmara Bauman (2004), vivimos en tiempos de transformaciones sociales aceleradas, en un mundo que se nos escapa. En un mundo en el que, tal cual lo plantea Giddens (2000) ocurren cambios acelerados que afectan de forma cada vez más directa las identidades individuales. iv) Vivir es envejecer a lo largo de toda la vida. Se trata de un fenómeno inevitable, aunque con frecuencia se niegue o se rechace, buscando detenerlo u ocultarlo. La vida tiene límites: cada vez vivimos más años, a la vez que nos quedan menos por vivir.

Llegamos entonces a replantear lo tantas veces planteado: lo que nos constituye, sin descontar la genética y su interacción con los muy diversos entornos en los que inter-somos, es ante todo lo que vivimos en el tiempo, más que el tiempo durante el cual vivimos. Por otra parte, la edad es una propiedad de la vida que se representa de distintas formas según la historia y la cultura. La edad es también una categoría que produce enorme discriminación en todo el mundo. El edadismo, o la discriminación por razones de edad, es algo tan generalizado que está presente en todas las prácticas sociales y también hace parte, por su impacto, de la experiencia del vivir-envejecer.

Las concepciones tantas veces negativas acerca de lo que significa envejecer (vivir cada día más), como también de lo que significa ser persona vieja (llegar a vivir comparativamente más que otras personas), tendrían que contrastarse con la sorprendente riqueza que supone vivir más. Con el tiempo podremos volvernos más lentos, pero también, muchas veces, más dispuestos a aceptar limitaciones, a reflexionar más a fondo y a tener persistencia en lo que nos proponemos. La vejez, que implica haber vivido envejeciendo, se transforma en la medida en que cada vez más personas llegan a ser viejas en mejores condiciones de salud. Pese a los estereotipos que confunden envejecimiento con vejez, y que además relacionan vejez con deterioro y dependencia, la gran mayoría de las personas viejas, o que han vivido más, son activas e independientes.

No existe una única forma de vivir-envejecer; ni una única forma de ser persona vieja. Todos envejecemos de manera diferente y llegamos a la vejez de formas distintas. La perspectiva del transcurso de la vida asume que ese proceso de diferenciación progresiva, durante toda la vida, depende de muchos factores que actúan permanentemente desde el nacimiento hasta el momento de morir.

En el primer capítulo de este libro, Elisa Dulcey-Ruiz hace una presentación de la perspectiva del transcurso vital, en la cual se refiere a la vida humana como una continuidad de desarrollo y envejecimiento. No se trata de algo que se repite, sino que varía en el tiempo. Tampoco se trata de una concepción de tiempo lineal y homogénea si no, ante todo, heterogénea; no lineal, como tampoco cíclica, pero sí cada vez más diferenciada, o, en términos del biólogo del desarrollo Conrad Hal Wad­dington (1957) menos canalizada —en cuanto a determinación genética—. Con mayores y más diversos accidentes en el paisaje. Es decir, menos universal (nomotética) y más particularmente diferenciada (ideográfica). Con diversas perspectivas oscilantes entre lo emic y lo etic, entre mi mirada y la tuya.

Los cambios sociodemográficos afectan los criterios desde los que socioculturalmente se define a un individuo como niño, joven, adulto, viejo. Significan transformación de la estructura etaria de las poblaciones. Llegan sin que nos demos cuenta e incluso, sin que estemos preparados para ellos, y son resultado de cambios en la fecundidad y la mortalidad, así como de los movimientos migratorios. Una característica del presente siglo XXI es el incremento de la longevidad y el consecuente cambio en la composición de las sociedades humanas, en términos de edad. Cada día hay más personas que viven más años. Las transformaciones sociodemográficas nos invitan a tener en cuenta que, en esta, más que en ninguna otra época de la historia ­humana, coexisten cada vez con mayor probabilidad tres y cuatro generaciones. Considerando lo anterior, y a modo de contextualización, se incluyen datos y reflexiones acerca de tales cambios sociodemográficos, los cuales evidencian innegables logros de la humanidad, a la vez que retos para las sociedades actuales.

En el transcurso de un siglo hemos pasado de la llamada explosión demográfica a los límites del crecimiento, como afirma José Olinto Rueda, quien se refiere a las transformaciones sociodemográficas en Colombia, señalando que el país está pasando de tener un predominio de niños y de jóvenes, a convertirse —más rápido de lo previsto— en un país de personas “adultas mayores”. Agrega que se trata de un hecho real y concreto que exige tomar conciencia del mismo y actuar en consecuencia. Porque quienes serán mayores de 65 años en el 2050 ya nacieron y hacen parte de la población que vive actualmente. Miguel Villa examina el proceso de envejecimiento en América Latina, en el marco de la transición demográfica. Analiza diferencias y similitudes entre países de la región, dejando planteadas inquietudes sobre las repercusiones de ese proceso en los sistemas de seguridad social. Esas inquietudes las retoma Hugo Alberto López, aludiendo al transcurso de la vida laboral y a la inseguridad social, en el caso de Colombia, en donde menos de la tercera parte de personas mayores de 60 años tiene ingresos provenientes del sistema pensional. López deja planteada la inminente necesidad de revisar y reformar el sistema general de pensiones.

En la perspectiva del transcurso de la vida, las experiencias tempranas son un determinante fundamental de la calidad de vida, la salud y el bienestar. Dentro de tales experiencias tempranas los vínculos sociales y afectivos constituyen aspecto fundamental y decisivo desde el comienzo hasta el final de la vida, puesto que van a tener consecuencias a lo largo de toda la existencia. Como lo afirmara uno de los más ­representativos estudiosos de tales vínculos en el desarrollo infantil: “El ­comportamiento de apego caracteriza a los seres humanos desde la cuna hasta la tumba” (Bowlby, 1979/2005, p. 154). Con base en tal marco de referencia, Germán Posada y Laura Anaya se refieren al papel determinante de los vínculos de apego durante los primeros años, considerando su impacto en las formas de vinculación social y afectiva a lo largo de la vida.

Otra dimensión que caracteriza a los seres humanos desde muy temprano en la vida hasta su muerte es el comportamiento moral. A las influencias del contexto en el desarrollo moral, y específicamente a experiencias interpersonales de niños y jóvenes, marcadas por violencias de diferente índole, se refiere Roberto Posada-Gilède. Se pregunta por el impacto de contextos marcados por la adversidad, en particular por la exposición a la violencia, en el desarrollo moral de los individuos. Analiza cómo dichos contextos afectan la agencia moral y fomentan relaciones basadas en la retaliación que, con frecuencia, conducen a la reproducción de la violencia. Carlos José Parales-Quenza reflexiona sobre la confluencia de condiciones sociales y eventos adversos, específicamente sobre el caso de los eventos traumáticos y su relación con procesos de vulnerabilidad y de capacidad para sobreponerse a las adversidades. Señala, entonces, que, en muchas ocasiones, puntos de inflexión negativos, como las experiencias traumáticas, pueden tener el potencial de generar cambio y crecimiento personal.

La totalidad de la vida y el cambiante paisaje que rodea sus caminos están conformados por espacios de interacción, roles y lugares en la estructura social. Entre ellos se destaca el papel de la educación, la cual moldea el camino desde el nacimiento hasta la muerte. Alberto Múnera se refiere al impacto de la educación en el transcurso de la vida, así como a la importancia de la investigación interdisciplinaria al respecto. Afirma que la educación es un proceso permanente durante toda la existencia, aunque su influencia es diferencial en distintos momentos de la vida. Francisco Cajiao relaciona el proceso educativo con la humanización y argumenta sobre las posibilidades que la ­educación ofrece para “volverse y mantenerse humano”. Hace énfasis en la educación como un proceso, no solo ni principalmente académico y formal, sino sobre todo cotidiano y experiencial, que incluye la relación entre generaciones, y que se va ­haciendo a lo largo de la vida, porque durante toda la vida vivimos en relación con otros y la sociedad va cambiando.

El cuidado es una condición fundamental para vivir de comienzo a fin de la existencia. En su sentido estricto, aunque también en sentido ideal, implica vínculos que contribuyen a conservar la vida, a vivirla con calidad y satisfacción. Sin desconocer lo anterior, es evidente que existen condiciones temporales o permanentes que en cualquier momento de la vida requieren de cuidados especiales. Con la mayor longevidad tiende a disminuir la plasticidad y la agilidad del organismo, a lo cual contribuyen condiciones del entorno físico y sociocultural que interfieren en la posibilidad de mantener la autonomía funcional. Entonces, se requieren cuidados específicos. A ello se refiere Lucero López cuando analiza la situación de los servicios de cuidado en América Latina y especialmente en Colombia, donde el cuidado se ha considerado como una función que corresponde solo a las familias y sobre todo a las mujeres. Aboga por separar “el cuidado de la esfera privada y constituirlo en objeto de políticas públicas y del concurso de toda la sociedad para que en un futuro cercano se cuente con servicios de cuidado de alta calidad”. Por su parte, Christel Wasiek ilustra las políticas que, con respecto al cuidado, existen en la República Federal de Alemania, y hace énfasis en los desafíos que supone para los gobiernos la necesidad del cuidado, subrayando la responsabilidad del Estado y el papel de las políticas públicas.

María Isolina Dabove se pregunta si los derechos humanos en la vejez son derechos diferentes. Y en caso tal ¿cuál sería su alcance y para qué servirían? Y además: ¿sería necesario desarrollar una nueva especialidad denominada “derecho de la vejez”? Plantea reflexiones y cuestionamientos sobre el poder, la construcción de la persona desde ese lugar de ­fortalecimiento, la facultad negociadora, como también en relación con el patrimonio y la economía en la vejez. Destaca la importancia y el valor estratégico de la Convención sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, aprobada en 2015 por la Organización de los Estados Americanos (OEA).

Ricardo Iacub se refiere a la identidad y se pregunta si seguimos siendo los mismos y las mismas. Alude a la estabilidad y al cambio a través de la vida, y particularmente en la vejez; a cómo se establece la identidad personal con respecto a un otro y ante circunstancias de cambio permanente, con el fin de mantener una coherencia narrativa acerca de lo que soy, acerca de lo que somos.

Afirmaba Trotsky que “la vejez es lo más inesperado que le puede suceder a un ser humano”. Con esta reflexión, que también hace suya, Lewis Wolpert se refiere a la sorprendente naturaleza de envejecer. La pregunta que se hace lo desconcierta: ¿cómo un hombre joven llega a convertirse en viejo? Recurre Wolpert a múltiples fuentes literarias, periodísticas y científicas para recrear sus reflexiones en torno al hecho de envejecer y de llegar a ser viejo, así como con respecto a la dificultad de reconocerlo y aceptarlo. Dificultad evidenciada en eufemismos y expresiones tales como “¡por ti no pasan los años!” y “¡cómo te ves de bien!” Alude también Wolpert a la calidad de vida, a la longevidad y al derecho a morir dignamente.

Javier Darío Restrepo hace el cierre de este libro con una reflexión acerca del morir y de la muerte, como también acerca de la conciencia de la propia muerte. Analiza múltiples formas en que los seres humanos pretendemos ocultar la muerte y negar la finitud de la vida. Cita a diversos autores que se han ocupado del morir y de la muerte, entre ellos a la médica investigadora Elisabeth Kübler-Ross (1994), quien afirma que la aceptación de la propia muerte puede ayudarnos a crecer como personas y a comprender el sentido de la vida. Tal afirmación nos lleva a insistir en la necesidad de entender el transcurso de la vida como continuidad con cambios desde el nacer hasta el morir. Como lo recordara Borges (1929) en su poema “La ­Chacarita”, citando una milonga anónima: “La muerte es vida vivida, la vida es muerte que viene, la vida no es otra cosa que muerte que anda luciendo”.

Elisa Dulcey-Ruiz

Carlos José Parales-Quenza

Roberto Posada-Gilède

REFERENCIAS

Bauman, Z. (2004). Modernidad líquida. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Borges, J. L. (1929). La Chacarita. Muertes de Buenos Aires. En Cuaderno San Martín. Buenos Aires: Cuadernos del Plata.

Bowlby, J. (1979/2005). The making and breaking of affectional bonds. London: Routledge.

Giddens, A. (2000). Un mundo desbocado. Los efectos de la globalización en nuestras vidas. Madrid: Santillana.

Kübler-Ross, E. (1994). La muerte: un amanecer. Barcelona: Ediciones Luciérnaga.

Waddington, C. H. (1957). The strategy of the genes. London: George Allen & Unwi.

    

Capítulo 1
LA PERSPECTIVA DEL TRANSCURSO DE LA VIDA: UNA MIRADA BIOGRÁFICA Y CONTEXTUAL

Elisa Dulcey-Ruiz

Referirnos a la totalidad de la vida como continuidad con cambios y como desarrollo y envejecimiento permanentes, es asumir que, de principio a fin, la vida es moldeable y cambiante e implica la interacción recíproca de pérdidas y ganancias, de posibilidades y limitaciones, en contextos históricos, políticos, económicos y socioculturales específicos. Desde esta perspectiva se evita considerar el desarrollo como equivalente a logros progresivos y a etapas sucesivas, y el envejecimiento como si fuese sinónimo de vejez. Por el contrario, desarrollo y envejecimiento se entienden como procesos de cambio interrelacionados durante toda la vida. Reiteramos la necesidad de superar visiones ahistóricas y culturalmente descontextualizadas, teniendo en cuenta que más que la biología y que la cronología, lo que caracteriza la identidad de cada persona es la biografía, mediada por la historia y el contexto. Por ello es primordial enfatizar la importancia de los vínculos sociales y afectivos, así como su impacto en el bienestar y la satisfacción, desde temprano en la vida, hasta el final de la misma. En coherencia con ello, se destaca el propósito de contribuir a la construcción de “sociedades para todas las edades”.

EL TRANSCURSO DE LA VIDA

Hablar del transcurso de la vida, del nacer al morir, es reconocer la vida como un proceso de continuidad y cambio constante, de envejecimiento permanente, en el que se conjugan posibi­lidades y limitaciones, incluyendo la finitud de la vida como una de sus características definitorias. Porque la vida tiene límites y, en coherencia con ello, cada vez vivimos más, a la vez que nos queda menos tiempo por vivir. Por otra parte, tanto el proceso de envejecimiento, como la condición de la vejez o el hecho de ser persona vieja, no podrían entenderse sin inscribirlos en la totalidad de la existencia. “El envejecimiento y el curso de la vida son siempre inseparables” (Longino, 2003, p. S326). Considerarlos aisladamente equivaldría a fragmentar la vida con la consecuente dificultad de entenderla.

No basta, sin embargo, concebir la vida, de principio a fin, como continuidad con cambios y envejecimiento constante. Es preciso tener en cuenta la historia y el contexto en que se enmarca, porque resultaría absurdo aludir al transcurso de la vida sin tener en cuenta las múltiples condiciones en que este tiene lugar. Como lo afirmara el sociólogo Charles Wright Mills (1959/2004), “ni la biografía de un individuo, ni la historia de una sociedad pueden entenderse, si no se consideran en conjunto” (p. 23).

Asumir la totalidad del transcurso vital implica, entonces, reconocer la vida como integración de persistencia y cambio, puesto que continuamos siendo los mismos, sin dejar de cambiar continuamente. Y vivimos cambiando y envejeciendo en contextos y condiciones históricas y socioculturales cada vez más rápidamente cambiantes, complejas y diversas. Esto implica que estudiar el transcurso de la vida humana requiere una mirada multidisciplinaria e idealmente interdisciplinaria, puesto que cualquier disciplina aislada, por completa que se considere, solo puede ofrecer visiones parciales.

DIVERSIDAD DE HISTORIAS, CONTEXTOS Y EXPECTATIVAS DE VIDA

Una característica determinante del presente siglo XXI es que cada día hay más personas que viven más tiempo. Lo anterior, sin desconocer que durante toda la historia de la humanidad ha habido personas que, comparativamente, han vivido mucho más que el resto de la población y por ello se han considerado “personas viejas”, teniendo en cuenta que los parámetros de lo que se ha dado en denominar “vejez” (época en que más se ha vivido) han sido, son y seguirán siendo cambiantes, dentro de ciertos límites.

A modo de ejemplo, a mediados del siglo XIX, cuando en Francia la esperanza de vida estaría alrededor de los 40 años, Honorato de Balzac, autor de la novela La mujer de 30 años, se refería a esta como a una mujer vieja.

De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), desde 1950, la esperanza promedio de vida en el mundo se ha incrementado al ritmo de tres años por década; y entre el año 2000 y el 2015, ha aumentado cerca de cinco años (WHO, 2016). Esto se debe a avances científicos, tecnológicos y culturales que han llevado a cambios en las condiciones de existencia, los comportamientos y los estilos de vida.

Sin embargo, tales cambios no son homogéneos. Como señala la misma OMS, hay diferencias en la expectativa de vida al nacer de acuerdo con regiones, países y sectores. Por ejemplo, en el año 2015, en el mundo la esperanza de vida al nacer era de 71 años aproximadamente (cerca de 74 para las niñas y de 69 para los niños), pero en los países con mejores niveles de vida, como Japón, Suiza, Italia, España, Francia, Islandia, entre otros, era igual o superior a los 80 años. En cambio, en países con precarios niveles de vida, entre ellos los de África Subsahariana, era inferior a los 60 años (WHO, 2016). También y por supuesto, se evidencian diferencias en América Latina, más aún si se tiene en cuenta la enorme desigualdad económica y social persistente en la región.

En sentido similar lo plantea la organización Save the Children en el “Mapa de la supervivencia infantil” (2012):

Los niños y niñas que nacen en Islandia, Suecia, Japón o Austria, tendrán una larga vida y disfrutarán de educación y buena salud; pero de los que nacen en Haití, 165 de cada 1000 no llegarán a los cinco años, 18 por ciento sufrirá de desnutrición y una mayoría tendrá acceso restringido a la educación y la salud (citado por Dulcey-Ruiz, 2015, p. 547).

LA VEJEZ EN LA PERSPECTIVA DEL TRANSCURSO DE LA VIDA

Cuando hablamos del transcurso de la vida como caracterizado por “la interacción de consistencia y cambio” (Thomae, 2000, p. 295), no deja de sorprender que con alguna frecuencia se confunde el proceso de envejecimiento con la condición de ser persona vieja; que se alude a la vejez como si constituyera una realidad separada del transcurrir total de la vida, como si quienes la viven conformaran un mundo aparte, y además, como si en la vejez las personas se parecieran mucho entre sí. Por lo anterior vale la pena aludir a heterogeneidad, a integralidad de la vida y a identidad más allá de las apariencias.

A PROPÓSITO DE HETEROGENEIDAD

Alguien dice con razón que cuando más nos parecemos es cuando somos recién nacidos y nunca más nos pareceremos tanto, porque la vida es un proceso de diferenciación progresiva. Aunque a la luz del mercadeo y de la sociedad de consumo masivo suele convenir considerar a las personas viejas como muy parecidas entre sí, en realidad la población más heterogénea que existe es la que más ha vivido. Es decir, las personas viejas constituyen la población más disímil y no se asemejan por sus edades, sino por sus experiencias de vida, las cuales son cada vez más diferenciadas, así se trate de gemelos univitelinos (que proceden de un mismo óvulo fecundado por un mismo espermatozoide). Nos parecemos más a nosotros mismos en épocas anteriores de la vida que a otras personas de la misma edad, aunque vivamos en contextos similares. Más que la biología y que la cronología, lo que nos caracteriza es la biografía. Por otra parte, las diferencias de género implican que mujeres y hombres viven, envejecen y llegan a la vejez de maneras muy distintas, no solo por razones biológicas, sino sobre todo por razones socioculturales. Las expectativas sociales que se construyen desde el comienzo de la vida con respecto al hecho de “ser mujer” y de “ser hombre” moldean gran parte de la existencia.

A PROPÓSITO DE LA INTEGRALIDAD DE LA VIDA

Con frecuencia, tanto en palabras como en acciones parece creerse que la vejez es una realidad separada del resto de la vida. Por eso interesa insistir en que la fragmentación de la vida y la segregación entre generaciones conducen fácilmente a la discriminación por razones de edad (Hagestad y Uhlenberg, 2005). Parecería que algunas personas se preguntaran con asombro: ¿qué tiene que ver la vejez con el transcurrir anterior de la vida? ¿Qué tienen que ver la infancia, la niñez y la juventud con la vejez? Aunque a veces parezca difícil reconocerlo, la respuesta es: tienen todo que ver porque la vejez constituye la culminación de la vida desde su comienzo, y en buena parte evidencia cómo ha sido su transcurrir. Ventajas y desventajas de diferente orden se acumulan individual y socioculturalmente, de manera progresiva, a lo largo de la vida. Con respecto a lo anterior, no sobra recordar que las personas viejas de hoy no nacieron viejas y que los jóvenes de hoy van a llegar a vivir la vejez, si no mueren antes. Por supuesto, asumiendo lo anterior más allá de eufemismos y de “parroquialismos lingüísticos” que ingenuamente pretenden identificar juventud con vigencia y vitalidad, y vejez con obsolescencia y decadencia.

IDENTIDAD MÁS ALLÁ DE LAS APARIENCIAS

Vivimos envejeciendo y seguimos siendo los mismos, a la vez que cambiamos permanentemente. Seguimos siendo los mismos, pero algunas veces, al percibir cambios físicos y sobre todo de apariencia, hay quienes tienden a ocultarlos, probablemente por vivir en una sociedad donde con frecuencia se supervalora lo juvenil. Y esa valoración extrema de lo juvenil, de lo reciente, parece influir en dejar a un lado y en minusvalorar lo menos reciente y, en el caso de las personas, a quienes más han vivido. Lo anterior equivale a negar la integralidad de la vida y a desconocer, igualmente, que la pertenencia social y el sentirse parte de la sociedad en que se vive son valores fundamentales y constitutivos de la vida, independientemente de la edad.

CONTEXTOS Y CONDICIONES DE VIDA

Como se ha señalado, cada día hay más personas que viven más tiempo: más de 65, 70 y 80 años. Y la población que crece más rápidamente es la que más ha vivido. Sin embargo, vale la pena diferenciar entre el vivir cada vez más y la calidad de ese vivir más. Sin duda, en el mundo, en general, y en los países latinoamericanos, en particular, muchas personas que hoy tienen 65 y más años, dadas las condiciones en que viven, sienten y en ocasiones expresan que vivir así no vale la pena, pues es apenas sobrevivir.

Interesa, entonces, diferenciar entre ser persona vieja en condiciones precarias de vida y ser persona vieja en condiciones coherentes con calidad de vida. Porque la calidad de vida depende en buena parte de las condiciones en que se vive a lo largo de la misma, desde el nacimiento e incluso antes, como también de los comportamientos, las relaciones y los estilos de vida predominantes.

Lejos de considerar que vejez equivale per se a deficiente calidad de vida, a pobreza y a dependencia, conviene tener en cuenta las condiciones políticas, económicas y culturales del sistema social en las cuales viven muchas personas, sobre todo en la vejez (Bury, 1996; Towsend, 2007). Ilustra lo anterior la precariedad y con frecuencia la carencia de seguridad económica, la falta de servicios de salud oportunos, confiables, accesibles y de calidad, así como la persistencia de condiciones de trabajo precario en las que viven muchas personas, particularmente en América Latina (OIT, 2011).

Como lo advierte el sociólogo y demógrafo colombiano José Olinto Rueda “las personas viejas del 2050 ya nacieron y están entre nosotros” (2004, p. 34). Ante tal realidad es pertinente preguntarnos por las condiciones en que están viviendo actualmente muchas personas jóvenes y adultas. Un porcentaje importante de jóvenes hace parte de los hoy llamados “ni-ni”: ni estudian, ni trabajan, por falta de oportunidades. No obstante, están envejeciendo y si no mueren antes, han de llegar a vivir la vejez. La pregunta en la que vale la pena insistir es: ¿en qué condiciones? La figura 1 ilustra el caso del proceso del vivir-envejecer, desde el nacimiento y la llegada a la vejez, de quienes nacieron en 1985, en el año 2004 eran jóvenes y a mediados del siglo (en el año 2050) habrán llegado a su cumpleaños número 65.

Por ello es urgente y prioritario cambiar miradas centradas en el concepto de vejez como separada del transcurso de la vida y como equivalente a deficiencia, dependencia y pobreza, sin tener en cuenta las condiciones políticas, económicas y socioculturales de precariedad y discriminación en que muchas personas viven, sobre todo en países de América Latina, lamentablemente caracterizada como la región socioeconómicamente más inequitativa del planeta.

Se trata de mirar a lo largo y ancho de la existencia, y de ocuparnos como Estado y como sociedad de las personas de todas las edades durante toda la vida. De ocuparnos de las generaciones futuras de personas viejas, sin descuidar por eso las presentes.

Figura 1. Niños en 1985, jóvenes en 2004, viejos en 2050. Colombia

img36

Fuente: DANE (2003). Presentación de César Caballero en la celebración del Día Mundial de la Población.

Tal vez uno de los trabajos más urgentes es visibilizar el tema y sensibilizar acerca del mismo a quienes toman decisiones políticas, haciendo énfasis en la necesidad de políticas cada vez más coherentes con los derechos humanos y alejadas del asistencialismo. Políticas que tengan en cuenta el transcurso total de la vida, sin fragmentarlo, aunque sin dejar de tener presentes necesidades específicas, sabiendo que las personas no se asemejan por edades, sino por necesidades, condiciones y requerimientos (Neugarten, 1996/1999).

Por otra parte, es fundamental contribuir a que las personas de todas las generaciones se familiaricen con formas de en­tender la vida como construcción permanente en que interactúan desarrollo y envejecimiento. Al respecto, Baltes y Baltes (1990) consideran que el desarrollo y el envejecimiento a lo largo de la vida implican una relación orquestada de selectividad, optimización y compensación. Es decir, de elección de metas y comportamientos orientados a las mismas (selectividad); de perfeccionamiento de ciertas capacidades y experiencias mediante la práctica (optimización); y de la posibilidad de contrarrestar pérdidas y disminuciones funcionales, sustituyéndolas por nuevas habilidades y recursos (compensación).

Interesa entonces indagar, durante la vida y no solo al final de la misma, cómo vamos en su construcción y qué tanto la favorecen, o no, las condiciones en que vivimos, las relaciones, los comportamientos y los estilos de vida que mantenemos. Al respecto, vale la pena recordar lo que, desde hace ya casi dos siglos, expresó el filósofo danés Søren Kierkegaard: “la vida se vive hacia adelante, pero solo se entiende mirándola hacia atrás”.

A PROPÓSITO DE GENERACIONES Y GÉNERO

“Los seres humanos se parecen a sus contemporáneos más que a sus progenitores”, afirmaba el filósofo estadounidense Ralph Waldo Emerson (1850). Tal afirmación bien puede introducirnos al concepto de generación, en el sentido histórico del término. Se trata de un conjunto de personas que comparten, en mayor o menor grado y simultáneamente, experiencias históricas que se ven reflejadas en sus comportamientos, actitudes y formas de pensar.

Al respecto, el profesor Felipe Rojas Moncriff (2011), investigador de la condición juvenil en Colombia, afirma:

... la noción de generación como grupo de población con una conciencia histórico-social propia es la que le confiere cohesión en sus comportamientos y en sus formas de pensar. Considerar así las generaciones sería entenderlas como conjuntos de seres interrelacionados e interdependientes cuyos cambios generan cambios en otros grupos de edad, tanto en el corto como en el largo plazo.

Con dicho marco de referencia es coherente la afirmación del sociólogo español Gil Calvo (2003): “Los viejos de hoy no son el espejo en que hayamos de mirarnos los demás, contemplando en su reflejo nuestro propio futuro, lejano o próximo, sino algo completamente distinto” (p. 96). Afirmación que el mismo autor ilustra refiriéndose al impacto de diferentes condiciones históricas, políticas y socioeconómicas, en distintas generaciones de su país.

El género, por otra parte, es una construcción cultural que se emplea para aludir a lo que se considera adecuado —para no decir propio— en términos de formas de ser y comportarse de las mujeres y de los hombres. Interesa aclarar que, mientras el sexo se refiere a las características anatómicas y fisiológicas, el género tiene que ver con significados construidos histórica y socioculturalmente. Significados relativos a lo que dentro de cada contexto cultural —y también en cada época— caracterizaría lo femenino y lo masculino. Por supuesto, al revisar la historia de la humanidad encontramos atribuciones muy diversas y generalmente asimétricas con relación a lo masculino y a lo femenino, desde el nacer hasta el morir, incluyendo expectativas relacionadas con el nacimiento y la infancia, en cuanto a atuendos, cuidados, formas de crianza y aprendizajes.

El impacto de tales expectativas a lo largo de la vida de hombres y mujeres es indiscutible.

La psicóloga española Anna Freixas se refiere a la utilización de un doble código sociocultural cuando se alude al envejecimiento y a la vejez de las mujeres y de los hombres. A propósito, considera el enorme peso de las presiones sociales en los estándares relacionados con el género, incluyendo cánones de belleza que suelen asociarse con juventud y que dificultan a muchas mujeres, sobre todo en la adultez media y mayor, el reconocimiento y la aceptación de su propio cuerpo. “Hermosamente maduras” subtitula uno de sus escritos, en el que aboga por que las mujeres luchen contra los estereotipos, tanto de edad como de género; logren replantear su autoimagen y asumirse sin enmascaramientos, lo cual es posible conseguir progresivamente, mediante el diálogo, el compartir de experiencias y el apoyo mutuo (Freixas, en Coria, Freixas y Covas, 2005, citada por Dulcey-Ruiz, 2015, pp. 316-317).

Rojas Moncriff (2011) se refiere así a cambios generacionales relacionados con la condición femenina en Colombia:

... el ejemplo por excelencia en nuestra experiencia como sociedad es el cambio de la condición femenina colombiana en los últimos cinco decenios, en donde esas transformaciones cambiaron el mercado de trabajo, modificaron la estructura del sistema educativo, dieron lugar a la primera generación de niños y niñas preescolares, generaron la necesidad de formar educadoras preescolares y, por consiguiente, hicieron posible la formulación y la socialización de la Política de primera infancia, por parte del Estado colombiano. La profesora Florence Thomas, quien fuera catedrática en la Universidad Nacional de Colombia, decía que es la revolución más profunda que se dio durante el siglo XX, y se dio con una inmensa ventaja, no se derramó una sola gota de sangre, lo cual es un mérito muy grande en un siglo que vio morir a casi 200 millones de personas entre dos guerras mundiales, varias revoluciones y muchas revueltas populares. Esa inmensa transformación generó cambios en la condición juvenil, nos obligó a los adultos del género masculino también a cambiar nuestras relaciones y evidentemente está generando cambios a largo plazo para los adultos mayores.

ALCANCES, BRECHAS Y DESAFÍOS

BIOGRAFÍA, HISTORIA Y CONTEXTOS

En realidad, somos parte de cuanto encontramos en el camino de la vida. Como afirmara el poeta británico Alfred Tennyson, en su poema Ulises (1833/1842), “soy parte de todo lo que he conocido”. Esta reflexión bien puede reflejar la importancia de considerar el transcurrir de la vida como un caminar en entornos específicos que incluyen diversidad de personas con quienes interactuamos, recursos de distinta índole, posibilidades y limitaciones, ventajas y desventajas que se van acumulando progresivamente a lo largo de la existencia. De ahí la importancia de tomar conciencia de la vida como proceso que implica, al mismo tiempo, continuidades y discontinuidades, innovaciones y logros, crecimientos y declinaciones, que ocurren a la vez y que no necesariamente son características —y menos propias— de una edad específica.

Igualmente, el viaje por la vida implica multidimensionalidad y multidireccionalidad. Muy diferentes factores se conjugan e interactúan en su construcción: influencias genéticas y epigenéticas, geográficas, medioambientales, históricas y socioculturales, así como acontecimientos y experiencias personales únicas que marcan las vidas humanas. De modo que en la práctica resulta imposible atribuir algún resultado como determinado por un solo factor. Sin duda y, como lo señalara Bronfenbrenner (1987, 2005), las influencias principales están en interacciones diversas y complejas de múltiples factores.

Surge, entonces, la necesidad de una visión conjunta de tipo interdisciplinario, indispensable para lograr una aproximación —aunque sea siempre incompleta— al estudio de la vida humana, como biografía mediada por historia y contextos. En tal dirección se orientan hallazgos de investigaciones que iluminan la complejidad del interjuego entre cultura y biología (Keller, 2002; Mather, 2016); entre genética y sociología (Shanahan y Boardman, 2009); entre sociología y epigenética ambiental (Landecker y Panofsky, 2013); entre estatus socioeconómico, diferencias epigenéticas y determinantes psicológicos, sociológicos y biológicos de la salud (McGuinness, McGlyn y Johnson et al., 2012); entre los contextos sociales e históricos, la salud y el bienestar de los individuos durante toda la vida (Bengtson, Elder Jr. y Putney, 2005); entre desarrollo humano, tiempo y contexto (Elder Jr., 2003); entre ecología, cambio ambiental y curso de la vida (Elder Jr. y Rockwell, 1979; Bronfenbrenner, 2005); entre teoría evolucionaria, psicología y antropología (Keller y Kärtner, 2013); entre psicología y sociología (Baltes y Mayer, 1999; Diewald y Mayer, 2008); entre robótica y comportamiento social humano (Broadbent, 2017).

En general, y cada vez más, predominan los interrogantes y las investigaciones orientados a estudiar comparativamente el desarrollo y envejecimiento humanos a lo largo de toda la vida, teniendo en cuenta un mundo cada vez más cambiante. ¿Cómo y por qué difieren grupos, cohortes y generaciones, de acuerdo con las condiciones biológicas, geográficas, ecológicas, históricas, económicas, políticas y culturales en general?

EL SER ES REALMENTE INTER-SER

En el camino de la vida jamás estamos solos, necesariamente interactuamos con otras personas y en diferentes entornos. A propósito, el maestro budista Thich Nhat Hanh (1996) afirma: “No podemos estar por nosotros solos… no podemos estar sin otras personas… pero muy a menudo olvidamos que el ser es realmente inter-ser”. Es imposible ser independientemente del entorno, del medio ambiente y, sobre todo, de otras personas. Interdependemos de manera permanente. Nos conformamos como personas y constituimos nuestra identidad siempre en entornos específicos y en relación con otros. Es decir, no solo vivimos envejeciendo, sino que vivimos interrelacionándonos directa e indirectamente, presencial y virtualmente con muy diversas personas. Y es en la interacción, en mayor o menor grado, que vamos construyendo redes y relaciones, unas más significativas que otras. En tal sentido, la socialización, o el construirnos como seres sociales, es un proceso recíproco y permanente, aunque en épocas tempranas de la vida sea mucho más determinante. Los vínculos nos constituyen como seres humanos durante toda la existencia.

¿CON QUIÉNES CAMINAMOS A LO LARGO DE LA VIDA?