Abdou Khadre Bop

 

Entre montes y calores

 

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Primera edición: febrero de 2019

 

© Grupo Editorial Insólitas

© Abdou Khadre Bop

 

ISBN: 978-84-17467-96-8

ISBN Digital: 978-84-17467-97-5

 

Difundia Ediciones

Monte Esquinza, 37

28010 Madrid

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A Bakel (SENEGAL)

A mis alumnos de siempre

 

PRÓLOGO

1. SI TUVIERA QUE ESCRIBIRLO, ASÍ SERÍA

2. LLUVIAS SOBRE BAKE

3. HACIA UNA ASOCIACIÓN DEMOCRÁTICA EN BAKE

4. DEL RÍO AL MONTE, UN RELÁMPAGO

5. ESPEJO SAGRADO, REFLEJO NACIDO

6. LA REPÚBLICA DE LAS TELAS

7. EL QUE SE VAYA A BAKE, PODRÁ SABER DE SU PORQUÉ

8. HOY VINIERON LOS COOPERANTES

9. BUSCANDO AMPARO EN EL MONTE

10. MAÑANA ESTARÁN LOS GRINGOS AL OESTE

11. ¿ESTÁ DE VERAS EL SUR AL SUR?

12. CARRERA INTERMINABLE POR ETERNA RUEDA

13. CARRERA INTERMINABLE ENTRE MONTES VERDES

 

 

PRÓLOGO

Si por el viaje, es posible acudir a un lugar por un medio de transporte, sí que los hay viajes que no necesitan desplazamiento con lo que coinciden con periplos imaginativos e imaginarios.

Nuestra mente es la que viaja por todo el mundo mundial, por todo el mundo inmaterial, por todo el mundo material, por todo el mundo hecho de ensoñaciones y de espejismos.

A veces, las ensoñaciones desembocan en espejismos «reales» y «realizables», a veces, desembocan en ilusiones intocables e irrealizables.

No obstante, esa empresa que se acuñó y se desarrolló entre montes y calores «bakenses», es fruta de una mente con memorias que lo saben todo de cabo a rabo y de lo estrecho a lo ancho.

Esa empresa, o mejor esa «literaturilla», «diseñada» con recursos propios y ajenos, con repeticiones, con imitaciones, es la comprobación y la concreción de un postulado nuestro hace ya muchos años. Precisamente en el año 1996, en Curso de Secundo S1 en el liceo, tuvimos la suerte de leer unos cuarenta libros ―poesías, novelas, teatros, cuentos, ensayos, etc.―. Y siempre nos fastidiaba y extrañaba el cómo de la creatividad de los autores que leíamos, el cómo de su posibilidad de crear en una novela una historia, unos personajes, unos lugares y hacer vivir fulanito en un tiempo determinado, entristecer a mengano en otro, etc.

En aquel entonces, tras leer una novela, nos decíamos que nunca jamás podríamos ser capaces de «crear» en esa edad.

Y, ¡qué ensoñación hacer de la desilusión una ilusión! ¡Qué más felicidad haber encontrado entre montes y calores la geometría interna y externa del terruño «bakense», del calor humano «bakense», en breve de La Teranga2 cálida en país soninke3 años más tarde!

Por supuesto, no hemos «creado» nada, por supuesto, lo hemos «heredado» todo porque solo nos hacemos «(re)editor» en las líneas que van a leer ustedes de la novela acuñada entre montes y calores; novela perdida para siempre y cuyos ecos (re)editamos con el genio creador que nos acecha y que emana de ídolos que ni pretendemos entender por la profundidad de sus pensamientos.

Esos ídolos, durante cien años de soledad, tocaron los tambores de la memoria acompañados con los cantos del cisne rubendariano y la melodía de Joal4.

Sin entrar en las laberínticas fronteras esparcidas entre montes y calores, os dejo las llaves para que abran ustedes las puertas de las cuevas que se abrigan en las cálidas colinas calientes y los calores montañosos.

 

 

 

1. SI TUVIERA QUE ESCRIBIRLO, ASÍ SERÍA

Si tuvierva que escribirlo, así sería.

Al fin y al cabo, lo he escrito y así es y así se leerá. No se trata de una sencilla lectura, no se trata de una lectura por el gusto de leer; pero sí una lectura reescritura de las mismas peripecias ocurridas entre montes y calores. Peripecias que tienen tintes a veces de cuento, a veces de poesía, a veces de prosa porque mi ambición no es aquella que consiste en novelar una novela. Mi deseo es leer para vosotros con escrituras o contaros leyendo unas historias «metareales», reales, realistas. No soy naturalista o realista por tomar al pie de la letra como esos seguidores de yo no sé qué escuela literaria. Soy libre pensador, deseo liberar las palabras liberándome la mente y dejando desenvolverse las letras acuñadas entre montes y calores en la primavera de su juventud.

Si algún día en este laberinto existencial alguien se reconoce como protagonista o personaje entre montes y calores, será por pura casualidad de la selección mental que siempre quiere apropiarse de recuerdos tan buenos como bonitos y reminiscencias positivas. No se trata entre montes y calores de ensayar una teoría del escribir o de teorizar un ensayo del escribir. Solo se trata de gozar, de disfrutar, de dejar la mente, la ensoñación, etc. atravesar kilómetros, ríos, montes y calores para buscar, para buscarse, perdón, para amontonar lo que se dijo entre montes y calores, lo que se dice entre montes y calores, lo que se dirá entre montes y calores.

De antemano, seáis agradecidos queridos actores, verdaderos reactores excavadores de los montes; de antemano, seáis agradecidos, queridos actores verdaderos suavizadores de los calores.

No obstante, sin los montes y sin los calores, dicho de otro modo, sin las piedras montadas y sin los calientes aires picantes, tal vez nunca jamás se hablaría o se murmuraría entre montes y calores en estas líneas laberínticas. Pero, a decir verdad, a pesar de este pretexto tan parlanchín, ¿de qué texto trata «Entre montes y calores»? No lo sé yo. Pero sí lo saben esos actores, reactores, excavadores y suavizadores que escenifican detalles de sus historias detalladísimas por memorias que, en este continente, se llaman también con una falsedad lingüística, con un maquillaje verbal o con un habillaje verbal «comunicadores tradicionales». Tratan de reconstituir un subcontenido de este continente con duras penas en obras entre montes calurosos y calores montañosos.

Ahora, no queda más que escalar el calor y calentar el monte para el que quiera descubrir los enigmas encerrados allá por donde pasa el río de nuestra pirogua.

Pretexto parlanchín o texto de Don King, las próximas líneas laberínticas informarán porque, poco tras fallecer su abuelo, el huérfano Mani, chaval de siete años, iba a pasarse los momentos más difíciles de la infancia en la dependencia total y la dolencia fatal para poder atravesar el río de la supervivencia vital.

Perdió al padre cuando cumplió los cinco años y dos «temporadas lluviosas» después a la madre y si la datación fuera de lluvia a lluvia...

Tan solo le acompañaba y le aconsejaba el abuelo Bomu en el abismo tan existencial de esta vida ingrata que siempre acaba por ser aniquilada por alguna fuerza maléfica y metafísica superior.

Al fin y al cabo, todo se aniquilará algún día por el Poder Absoluto Maestro de toda la Existencia existente, Maestro de la Tierra y del Cielo y de lo que hay entre ambos, Maestro del Universo.

Bomu: un viejo ochentón por frisar más de ochenta lluviosas de veras, patriarca de una aldea de cuyo nombre siempre quiero acordarme por estar ahí de estancia y por escanciar ahí el té procedente de Gurey y Selibabi así como el café Tuba y no el café «tubab» que solía comprarme en alguna tiendita del barrio Ndiayga de Bake.

Bake: la aldea natal e inmortal, Bake: la mítica y mística aldea, Bake con su torre amarilla. Allí, casi todo era de las edades primarias, incluso en esos ratos con datos esparcidos en la ciudad «bakense»5 a imagen del cementerio colonial, de la casa misionaria, de esta torre irresistible que se burla del tiempo por tener un tiempo eterno que nunca el viejo Tiempo podrá aniquilar acaso.

Mañana, muy de madrugada, estará el Bomu delante de su cabaña de paja, sentado en una alfombra de paja pensando en aquel ayer cuando vinieron René Caillié y sus compinches a modernizar lo tan remoto de Bake, es decir, las colinas y los montes.

Como si escribiera él aquella novela guardada en alguna carpeta de su mente, acaso fuera esbozándola, acaso el eco del remoto violento viejo viento varón a vísperas de las lágrimas celestes, resonara por inspirarle al sabio viejo de pelo fijo y blanco como la nieve blanca.

Pues bien, así le interrogó a la memoria: «Tantísimas lluviosas penosas para fundar Bake, tantísimos niños dudosos para derrumbar Bake».

Como altavoz portavoz de la voz jubilada, el eco de la memoria del patriarca penetraba unas miles «lluviosas» hasta perderse en ruinas tan remotas en el espacio como en el tiempo para reaparecer como pico de unas confidencias ancestrales.

Al regresar al nido existencial, quizás un abismo, acaso un hogar, tal vez una morada, poco importa como lo llaman, entonces al volver, Mani le encuentra al abuelo delante de la cabaña descifrando y desentrañando lo de siempre: el rosario existencial; intentando desentrañar lo hermético y lo patético que encierra cada perla redondita de él.

«¿Cómo estamos, abuelo? «Creo que respiras el aire de la paz. La tertulia vital me ha enseñado algo más hoy, un poco más que antes y menos que ahorita porque ya sé y quiero seguir sabiendo más. Uno de aquellos hermanitos mayores nos inició a nosotros los novatos a la sabiduría y al espíritu de los refranes afanes de mis planes.»

Nos dijo: «Mañana no será almuerzo y cena tampoco lo será, pero cabe preverlo con parsimonia», vuelve a decirle el nietito al viejón.

«Querido nieto mío, escupe verdad ese mayorcito. De buenas a primeras, quisiera decirte que esta escuela vitallluviosas»