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Manuel Carvajal Sinisterra (Una vida dedicada a generar progreso con equidad)

Cali / Universidad Icesi, 2016

160 pp, 15,5 x 22,5 cm

ISBN 978-958-8936-05-5 / 978-958-8936-57-4 (ePub)

Palabras claves:

1. Carvajal Sinisterra, Manuel, 1916-1971

2. Empresarios industriales, Cali (Colombia)

3. Ecopetrol (Empresa Colombiana de Petróleos)

4. Empresas (Historia) 5. Desarrollo regional,

Valle del Cauca (Colombia) 6. Filántropo

Clasificación Dewey: 338.9 - ddc 21

© Universidad Icesi

Facultad de Ciencias Administrativas y Económicas

Facultad de Derecho y Ciencias Sociales

Noviembre de 2016, segunda edición.

Colección “…a conocer el hielo”

Rector

Francisco Piedrahita Plata

Secretaria General

Maria Cristina Navia Klemperer

Director Académico

José Hernando Bahamón Lozano

Decano Facultad de Ciencias Administrativas y Económicas

Francisco Héctor Ochoa

Decano Facultad de Derechos y Ciencias Sociales

Jerónimo Botero Marino

Directora de la Oficina de Publicaciones

Natalia Rodríguez Uribe

Asistente Editorial

Adolfo A. Abadía

Revisor de Estilo

Julio César Londoño

Diseño y Diagramación

Natalia Ayala Pacini

Cactus Taller Gráfico | www.cactus.com.co

Universidad Icesi

Calle 18 No. 122-135 (Pance), Cali – Colombia

Tel. +57 (2) 555 2334

E-mail: editorialicesi@correo.icesi.edu.co

Diseño epub:

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El material de esta publicación puede ser reproducido sin autorización, siempre y cuando se cite el título, el autor y la fuente institucional.

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Nuestra gratitud honda y sincera a

Julio César Londoño / Autor de esta obra

César Eduardo Ibáñez Fernández / Asistente de producción

Francisco Piedrahita Plata / Rector de la Universidad Icesi

Enrique Rodríguez Caporali / Director del proyecto

Jaime Eduardo Londoño Motta / Investigador

Silvio Borrero, Iván Darío Sánchez y Ana Cristina González / Autores del capítulo «Manuel Carvajal, el estratega»

Annie Sterenberg Carvajal / Diagramadora y diseñadora (primera edición)

Catalina Ararat / Asistente de investigación

Betsimar Sepúlveda / Editora (primera edición)

Rodrigo Guerrero Velasco, María Eugenia Carvajal y familia

Oscar Sterenberg Pinedo, Emma Carvajal y familia

Manuel José Carvajal de Roux, Olga Sardi y familia

Mateo Muñoz Carvajal, Ana Beatriz Morales e hijo

Pedro Muñoz Carvajal

/ Índice /

Introducción

Desde el nacimiento hasta su romance con María Reresa de Roux

Desde su matrimonio hasta Ecopetrol

El mundo en los años cuarenta

Carvajal durante la Segunda Guerra

Cartón de Colombia

Andi y la conferencia sobre aranceles aduaneros en Annecy

De nuevo en casa

La Central Hidroélectrica del Bajo Anchicayá

Ecopetrol

Años 50

La Corporación Autónoma Regional del Cauca (CVC)

Un ritual de familia

Nuevos retos en Carvajal

Fotografías

Años 60

La Fundación Hernando Carvajal Borrero

Todos juntos otra vez

Calima y el Alto Anchicayá

El Magíster de la Universidad del Valle

Fedesarrollo

La Fundación para la Educación Superir (FES)

MIT y Boston

Un trago amargo y más proyectos

Su partida

Manuel Carvajal, el estratega

Innovador y estratega

Las constantes de su estrategia

Evolución de su estrategia

Anexos

Carta de Peter Drucker

Breve historia y análisis de los aspectos principales de la política seguida por la empresa desde su fundación

Memorándum proponiendo a la familia la creación de la Fundación

Notas al pie

/ Introducción /

Kant dijo que «la belleza es una cosa que desespera». Obsesionado con los números, Pitágoras juraba que era un asunto de proporciones. Es probable que el secreto de su prestigio no sea psicológico ni geométrico sino estadístico. La belleza es preciosa porque escasea; es anormal, como lo monstruoso. Para que algo se destaque en el paisaje, debe estar por fuera de «la media».

Un ejemplo notable de anormalidad es el sabio. El sabio no es simplemente un sujeto memorioso sino también una persona que descubre relaciones nuevas entre los datos conocidos, y vuelve a pensar todas las cosas del mundo, construye puentes entre campos aparentemente inconexos y asombra a los hombres.

Por encima del sabio está el genio. El sabio es lógico y conservador. El genio es paradojal y revolucionario. Demuele los viejos cánones, impone otros nuevos, lo estimula la palabra «imposible», descifra los misterios de la naturaleza, construye prodigios y asombra a los sabios.

Curiosamente, el genio ha sido uno de los fenómenos más estudiados y menos definidos. Nadie ha podido precisar el vocablo. Quizá «genio» sea, antes que un sustantivo preciso, una vaga interjección de asombro.

Entre los sabios, los genios y el hombre de la calle, media una persona que desarrolla un oficio extraordinario y humilde a la vez: es como un cartero que nos trae noticias de los sabios y los genios, pero no se limita a informarnos sino que nos contagia su entusiasmo por esas noticias. Nos antoja, nos intriga, nos seduce. En sus manos, la información cobra claridad y se vuelve poema o canción. Hablo del maestro.

Un poeta dijo que Dios hizo al gato para que el hombre pudiera acariciar al tigre. Si es así, entonces hay que decir que el maestro existe para que los mortales podamos entender a los genios y a los sabios, para que podamos asomarnos, así sea por las ventanas, «a esos palacios de precisos cristales», que era como veía Borges el reino encantado, y prohibido, de las matemáticas.

Hay otra criatura anómala, el filántropo. Mientras los mortales nos enloquecemos pensando en nosotros, el filántropo está pensando en los demás. Mientras todos buscamos la manera de atesorar, él solo quiere dar a manos llenas. Mientras pensamos en el bienestar de nuestra familia, este bello marciano se afana por el bienestar de la humanidad. El filántropo es otra anormalidad estadística. Ignora el egoísmo, la avaricia.

Quizá sea por estas razones que la inteligencia y la bondad son virtudes tan apreciadas. Sin inteligencia somos torpes. Sin bondad, no somos seres humanos.

Por desgracia, la filantropía y la genialidad no van de la mano. El genio es obsesivo y egoísta y puede llegar a ser cruel, quizá involuntariamente cruel, como lo fue Picasso con sus amantes o Einstein con su familia. El filántropo anda tan ocupado resolviendo los problemas del mundo, que no tiene el tiempo necesario para ser sabio, ni el narcisismo suficiente para ser genio. Pero a veces, por azar o por necesidad, por caprichos del destino o por dictados divinos, surge un hombre que puede ser genio y filántropo a la vez, como Manuel Carvajal Sinisterra. Demostrar que esta afirmación es una observación exacta, no la hipérbole de un biógrafo obsecuente, es el fin de las siguientes páginas.

En ellas mostraré la combinación exacta y providencial de valores, fortuna y tropiezos que convirtieron a un joven colombiano en un líder de excepción; alguien capaz de adquirir una formación intelectual compleja de manera autodidacta, cargar con la responsabilidad de ser un pater familiae desde muy temprana edad, convertir la empresa familiar en una poderosa multinacional, ser protagonista de la vida académica de su tiempo, liderar una gran diversidad de proyectos de región a gran escala, ocupar altos cargos sin buscarlos y dejarlos luego con discreción, crear la que sería con el tiempo una de las petroleras más importantes del mundo, establecer una poderosa fundación filantrópica y gozar siempre, más allá de su muerte, del respeto y la gratitud unánimes de la sociedad.

Desde el nacimiento hasta su romance con María Teresa de Roux

Manuel Carvajal Sinisterra nació el miércoles 20 de febrero de 1916 en el hogar de Hernando Carvajal Borrero y Eugenia Sinisterra Velasco; era una pareja joven que celebraba la llegada de su primer hijo. Hernando, su hermano Alberto y su padre Manuel Carvajal Valencia, habían creado en 1904 la Imprenta Comercial, un negocio exótico en un poblado sin servicios públicos y 30.740 habitantes, en una región donde sólo se movían la caña de azúcar, la ganadería y la producción de insumos para la agroindustria. El negocio estaba dedicado a la comercialización de productos de imprenta y papelería, la mayoría elaborados en la imprenta de la familia. Aquí, Alberto Carvajal Borrero imprimió el periódico El Día.

A finales de la década de 1900, Manuel Carvajal Valencia, el abuelo de Manuel Carvajal Sinisterra, había sido nombrado rector del Colegio de Santa Librada. Su hijo mayor, Hernando, había creado una empresa de transporte a lomo de mula entre Cali y el caserío de Dagua, en compañía de Carlos Simmonds. La idea del negocio era aprovechar la apertura de la Vía al Mar y transportar hacia el interior del país las materias primas y los bienes terminados que llegaban o salían por Buenaventura.

Para 1907, Manuel Carvajal Valencia formalizó su actividad comercial al constituir la firma Carvajal & Cía. en asocio con sus hijos y un capital de 200 pesos.

En 1910 se fijó una nueva organización territorial en el país con trece nuevos Departamentos, entre ellos el Valle del Cauca con capital en Cali.

Manuel Carvajal Valencia falleció de un ataque cardíaco en 1912, luego de un debate de control político que le hizo la Asamblea Departamental por supuestas irregularidades en el ejercicio de su cargo como Director de Instrucción pública. En Manuel Carvajal Sinisterra y el Desarrollo, Diego Castrillón escribió:

Todo giró alrededor del pago de unos auxilios para comunidades religiosas. El debate se desarrolló en el seno de la Asamblea Departamental por parte de la representación liberal. A la sesión debió concurrir Manuel Carvajal Valencia para afrontar las cosas y lo hizo en compañía de su hijo Alberto. Manuel era un hombre muy irascible, muy bravo, y cuando tomó la palabra para responder los insultos de que fue objeto (….) se alteró de tal manera que sufrió un colapso y perdió el conocimiento. Los médicos lo atendieron y le recomendaron a su hijo Alberto que se llevara a Manuel porque se hallaba delicado. Alcanzaron a llevarlo a la casa del doctor Teófilo Borrero, en la calle 13 con carrera 5. Lo sentaron en una silla y allí murió.1

Previendo que la empresa de transportes a lomo de mula perdería vigencia con la inminente puesta en servicio del ferrocarril, Hernando Carvajal liquidó el negocio de arriería para concentrar su capital y esfuerzos en Carvajal & Cía. Con la importación en 1912 de una máquina rayadora (la primera de su tipo en el occidente colombiano), la empresa ingresó en el interesante mercado de los cuadernos y las libretas de «línea corriente», elementos muy utilizados en los colegios e incluso en las oficinas puesto que apenas empezaba la comercialización de las máquinas de escribir, responsables del auge del papel sin líneas. Con la producción y venta de artículos de papelería, que hasta entonces eran importados, se inició en 1914 la expansión de las ventas a Buga y Palmira, a donde se enviaban, por el recién inaugurado Ferrocarril del Pacífico, los excedentes de producción que superaban la demanda de Cali.

Hernando llevaba con frecuencia a Manuel a la litografía y el niño pasaba horas enteras observando las máquinas sin parpadear. De manera que no es exagerado decir que Manuel Carvajal Sinisterra nace bajo el signo de las máquinas. Hay una fotografía de 1920 donde lo vemos, de cuatro años, posando feliz entre las imprentas y la máquina rayadora.

Su infancia discurrió en el taller y en la casa familiar, donde su tía, la religiosa católica Ana Carvajal, les contaba fábulas a Manuel y a sus hermanos. Pero Manuel fue su sobrino favorito; ella fue testigo de sus primeras palabras y de sus primeros pasos. Estas fábulas (y sus inevitables moralejas) fueron la base de los principios que regirían la vida de Manuel. También influyeron la vocación de servicio social y la devoción de su madre, Eugenia Sinisterra, por la Virgen de los Remedios. La divisa de Eugenia pudo ser la misma de Rabindranat Tagore: «Yo dormía y soñaba que la vida era alegría. Desperté y vi que la vida era servicio. Serví, y supe que el servicio era alegría».

Hacia 1920, la familia se mudó al «castillo», un palacete aislado de sus vecinos, como todo castillo que se respete. Fue construido por orden de Hernando y permanece en pie detrás de la Plazoleta Jairo Varela, en el Barrio Granada. La construcción es famosa por su belleza y porque es la única ostentación de riqueza de los Carvajal, una familia que ha guardado celosamente un bajo perfil durante un siglo largo de residencia en el Valle.

A la edad de cinco años, Manuel presenció el aterrizaje de un avión; era la primera aeronave que aterrizaba en Cali, un biplano de guerra llamado El Telégrafo, piloteado por el aviador italiano Ferrucio Guicciardi, que estaba de gira por Colombia y Ecuador. El hecho lo marcó: años después, pilotar aviones será uno de sus pasatiempos favoritos.

Cuando tuvo «uso de razón» (una facultad mental que se adquiría exactamente a los siete años de edad), inició sus estudios de primaria en la escuela de las señoritas Pombo-Borrero, parientas lejanas de su padre.

[ ver imagen 01 en Fotografías ]

Desde 1914 y hasta que se desencadenó la crisis económica mundial de 1929, el negocio familiar tuvo un dinamismo que le permitió crecer comercialmente. A mediados de 1921, Hernando abrió un almacén con productos de papelería y adaptó un motor eléctrico a la prensa manual que había comprado Manuel Carvajal Valencia, aprovechando la expansión a 746 kilovatios que había hecho la compañía de electricidad de Cali. Esto lo impulsó a tomar una decisión clave no solo en el futuro de la Compañía sino también para su formación como empresario: se embarcó hacia Europa desde el Puerto de Buenaventura para asistir a una feria litográfica en Leipzig, Alemania, donde estuvo varios meses conociendo todas las innovaciones en esa tecnología. Visitó oficinas y plantas e hizo contactos con fabricantes y distribuidores, construyendo lo que ahora se denominaría una red de proveedores que alimentaría las necesidades de la Empresa en el futuro; adquirió dos prensas impresoras con piedras litográficas, un equipo para tipos de letras en plomo y otro para hacer sobres, y contrató los servicios de cinco operarios para que manejaran las prensas.

Hernando regresó en 1922 impactado con el «maquinismo» de la época y con la estructura económica y tecnológica del pueblo alemán.

Como se necesitaba espacio para las nuevas máquinas, compró un lote frente a la casa paterna e inició la construcción en 1923 de un edificio de dos plantas en la carrera 5 entre calles 14 y 15, que sería la planta de la Imprenta Carvajal, cuyo punto de venta siguió funcionando en la casa materna. El edificio, de corte francés, se construyó en ladrillo y fue inaugurado en 1925 con las nuevas máquinas litográficas alemanas.2

Estas innovaciones de la Empresa se complementaron con la adquisición de los saldos de la Casa Comercial J. V. Mogollón y Compañía, un lote de máquinas registradoras de marca National, máquinas de escribir Underwood, instrumentos musicales, billares y pianolas. Como en la casa materna no cabía tanta cosa, la Imprenta Carvajal tuvo que trasladarse a un local más grande ubicado en la calle 13 con carrera 4, donde se empezó a vender tubería galvanizada importada, vidrios y marcos, amén de los artículos de la línea litográfica, por supuesto.

En aquel momento (1925), Cali tenía cerca de 60.000 habitantes. La infraestructura de comunicaciones en el Valle y el suroccidente estaba mejorando. El tendido de la línea férrea Buenaventura-Cali-Manizales había incrementado de manera notable el volumen de carga movilizada desde el Puerto, y se estaba iniciando la construcción de la vía Armenia-Ibagué, que luego llegaría hasta Bogotá.

El crecimiento de la ciudad generó la necesidad de vehículos y materiales de construcción, situación que aprovechó Hernando Carvajal para fundar, en asocio con Hernando y Roberto Arboleda, la sociedad Agencias Unidas Carvajal y Compañía H. R. Arboleda, para importar y distribuir la línea completa automóviles y camiones General Motors. Tres años después, en 1928, junto con otros empresarios de Cali fundó Tejares Santa Mónica, una ladrillera que producía 32.000 piezas por día.

Manuel dejó la escuela de las señoritas Pombo-Borrero y pasó al Colegio San Luis Gonzaga de los Hermanos Maristas, orden religiosa de origen francés. Tenía nueve años y era inteligente, laborioso y reservado. Lo recibieron en tercero de primaria. Recibía clases de geografía, aritmética, latín, francés, historia y apologética, comulgaba los viernes y hacía ejercicios periodísticos en El Caleñito, un semanario escrito a cuatro manos con Alfonso Bonilla Aragón. Nunca practicó deportes, salvo alguna vez el tiro al blanco.

En los ratos libres jugaba lo que jugaron todos los muchachos antes de la irrupción de las pantallas: trompo, balero, bolas.

Los domingos, después de la misa, su padre llevaba a toda la familia a la casa campestre de Las Nieves, en el corregimiento de Felidia, o realizaban excursiones a los charcos de El Burro, Los Pedrones, Pance o Río Claro.

Para 1928 el aspecto de Cali había cambiado bastante con respecto a los primeros años del siglo, en parte fruto del rápido desarrollo del comercio y el establecimiento de empresas manufactureras, factores que activaron la construcción y mejoraron los servicios públicos.

Entre 1925 y 1929 se construyeron 458.866 metros cuadrados, con un número de viviendas acumuladas a 1928 de 5.302.3 Esto contribuyó al incremento de los costos de la tierra en la periferia de la ciudad, donde fueron apareciendo el Peñón, Granada y San Fernando, barrios de vocación mixta, residencial y comercial. El auge de la construcción masificó el uso de materiales como el cemento, el hierro y el ladrillo.

Atento como siempre a la evolución de la ciudad, Hernando comprendió que Carvajal & Cía. debía prepararse para afrontar un incremento en la demanda de productos tipográficos. Fue por esto que a mediados de 1930 la empresa le compró una prensa offset a la revista Cromos y su hermano Alberto viajó con su familia a los Países Bajos y Alemania para ver qué novedades había en el campo de la industria litográfica.4

Para entonces, la crisis económica estadounidense ya repercutía en todo el mundo y Colombia no fue la excepción. Para agosto de 1930 los efectos de la debacle ya eran palpables en el Valle; la contracción financiera afectó el flujo de crédito hacia el Departamento, que había aumentado su inversión diez veces en cinco años (pasó de $ 259.720 a $ 2.607.387, entre 1922-1927), bonanza que se destinó principalmente a la infraestructura y el saneamiento básico.5

La crisis determinó la suspensión de obras públicas como la construcción del Palacio Nacional, un drástico recorte de casi cien trabajadores en la nómina del Ferrocarril del Pacífico y la reducción de los salarios mayores de 200 pesos6 para lograr la meta de ahorro de 120.000 pesos anuales. Esto impactó las tasas de consumo y de empleo y generó protestas sociales en todo el país.

En medio de un ambiente tenso se realizaron las elecciones presidenciales que dieron como ganador al liberal boyacense Enrique Olaya Herrera, Administración que puso término a 44 años de hegemonía conservadora. En Carvajal, las consecuencias de la crisis ya eran visibles, si bien la Empresa contaba con 40 trabajadores, una cifra considerable para los estándares industriales de la época.7 Hernando tuvo que ordenar la reducción de los salarios en un 10% para hacer sostenible la empresa.

Entre tanto, Manuel Carvajal concluía el cuarto grado de bachillerato en el colegio San Luis Gonzaga en junio de 1931. Tenía quince años de edad.

Por su afición a las máquinas y aplicación al estudio, Hernando Carvajal decidió enviarlo a estudiar a Bélgica bajo la tutela de su hermano Alberto, que estaba radicado allá y ponderaba en sus cartas la calidad de la educación de ese país, en especial la del Colegio de los Hermanos Cristianos, en Bruselas.

Este país tenía una fuerte estructura académica, soportada en la Biblioteca Real, en la Universidad Católica de Lovaina y en la Universidad Libre de Bruselas. En general, un sistema educativo superior con escuelas de ingeniería e institutos médicos, químicos y biológicos de renombre, unos administrados por el Estado y otros de carácter privado, como era el caso del colegio marista donde Alberto Carvajal deseaba matricular a Manuel.8

Aunque mantuvo su decisión y mandó a Manuel a Bélgica, hay una carta de Hernando Carvajal en la que se advierten sus temores por la situación.

Estás ya en Europa, Manuel. Has realizado uno de los sueños dorados de tus primeros años; así es la vida, se vive de ilusiones que van desapareciendo a medida que las realizamos y forjamos otras nuevas. Agradece que eres el mayor y que gracias a Dios se te puede dar una buena educación; no sabemos si tus hermanos gozarán del mismo privilegio y te toque a ti trabajar para ellos y para tu mamá. Tú tienes el ejemplo de la manera como hemos procedido en la casa y debes hacer siempre lo mismo, es decir, realizar por tus hermanos y tu madre todos los esfuerzos necesarios para que no les falte nada, el día que yo no pueda hacerlo.

Era su primer viaje en la vida, experiencia que marcaría su pasión por viajar y conocer el mundo. Inicialmente viajó por tierra a Buenaventura, luego por mar hasta Panamá, a Ciudad de Colón, de ahí a Curazao y luego Hamburgo y el Puerto de Amberes en Bélgica, donde lo esperaría su tío Alberto. Acostumbrado a los cuidados permanentes de su madre y la tía Ana, Manuel enfrentó, solo, un escenario desconocido.

En la época, los padres de familia privilegiaban la vocación por encima de todo. Hernando no fue la excepción y dejó a su hijo en total libertad para que escogiera la carrera de su preferencia. «El hombre debe aprender aquello para lo cual se sienta inclinado. Lo que a uno le gusta, lo aprende con facilidad y con amor».

Su viaje por el Atlántico hasta el Puerto de Hamburgo transcurrió sin contratiempos; su padre lo había encomendado a una pareja colombiana que viajaba al mismo destino. Al llegar a Alemania lo recibió un otoño helado. Manuel conoció Hamburgo y Colonia, y llegó sin contratiempo a Bélgica. La forma como se desempeñó en su primera experiencia fuera de su hogar, dejó muy satisfecho a su padre:

Me dice Alberto que no te has aturdido y que encuentras todo fácil. Me complace esta noticia porque por ella comprendo que tienes energía y carácter, que son las grandes palancas que se necesitan en la vida. Con ellas, el camino se allana y es más llevadero. En mi vida eso me ha defendido siempre, mi carácter y mi energía. Tú has visto que no reconozco imposibles y que todas las dificultades las venzo con mi voluntad (…) Sigue por ese mismo camino, bástate siempre a ti mismo, y no esperes ayuda sino de Dios, que es el único amigo verdadero, y la vida se encargará de probarte que coronarás la victoria que siempre se les ha otorgado a los hombres enérgicos que no vacilan y que luchan siempre con fe y con valor.9

En el Instituto de los Hermanos Cristianos, Manuel perfeccionó su francés, inició estudios de alemán y mecánica y empezó a interesarse por la biología, seducido por la agudeza y la fama de Luis Pasteur.

Para diciembre de 1931 Manuel había aprobado el año escolar y se preparaba para concluir sus estudios preparatorios en un lapso de tres años. La correspondencia entre padre e hijo, compuesta de relatos de sucesos cotidianos y asuntos de la Empresa o el estudio, mantuvo viva la relación entre Hernando y Manuel. En esas cartas encontró Manuel normas éticas y prácticas para enfrentar el mundo y sus desafíos. Hernando le contaba cómo iban los negocios, los sucesos del hogar, la evolución de sus hermanos y los acontecimientos menudos que ocurrían en Cali, las fiestas, los fallecimientos o la llegada de alguna novedad en la moda o el estreno de alguna película en el único teatro de la ciudad, el Jorge Isaacs, y siempre deslizaba entre líneas un consejo; «Estoy convencido de que lo único seguro es el trabajo, lo demás son ilusiones inciertas».

Para el mes de enero de 1932, la situación derivada de la crisis financiera mundial ya había generado estragos en todo el país; Hernando la definía como «una incertidumbre con visos de caos». En febrero, ya tenía decidido el regreso de su hermano Alberto y su familia si la crisis se prolongaba, y lo mortificaba la idea de que Manuel se quedara solo en Bélgica. La disminución de la demanda de los productos de la litografía lo preocupaba hasta el punto que regateó el costo del alquiler del local que Carvajal tenía en el Centro y tomó una decisión dolorosa que había aplazado por meses: el recorte de la nómina de empleados.

Con todo, en los primeros días de marzo la crisis financiera de la Empresa se agudizó y Hernando decidió que Alberto y Manuel regresaran en cuanto terminara el año lectivo.

He hecho todo lo posible por sostener los negocios, pero ya no puedo resistir por más tiempo. Todo se derrumba, no solamente en Colombia, que es uno de los países que más se ha sostenido, sino en el mundo entero, y ante esa perspectiva no queda otro remedio que el regreso de ustedes y defendernos aquí todos juntos.

Hacía seis meses que el Presidente Enrique Olaya Herrera había enviado tropas al Amazonas para repeler la invasión del ejército peruano, y declarado la moratoria de los pagos de la Nación y la suspensión de la convertibilidad a patrón oro del papel moneda.

Con la caída de los precios como consecuencia del alto volumen de oferta y la avalancha de cobros por parte de los acreedores internacionales, Hernando luchaba para librar a Carvajal del desastre, pero, por atender los pagos de las deudas de la Empresa, no pudo cumplir algunos compromisos comerciales.

Alberto se lamentaba amargamente de tener que emprender el regreso, pero a Hernando le quedaba la satisfacción de que Manuel hubiera tenido la oportunidad de conocer parte del continente europeo:

(…) Hoy tengo perdidas todas mis ilusiones, y solo me queda el consuelo de que hayas podido conocer Europa, que la vivieras un tiempo, para que así formaras tu criterio, tan niño todavía, y si es que no puedes volver por ahora, que Europa pasara de ilusión a realidad. De todas maneras este viaje ha sido una gran escuela para ti y ha servido mucho para tu formación y además has aprendido un idioma, si no perfectamente, por lo menos lo suficiente para entenderlo y hablarlo.10