A aquellos que me enseñaron el gusto por las historias y los polvorones.
Gracias a Pierre Delye y Hélène Bardot por sus consejos.
Gracias a Gaëlle Moreno, pastelera y chef.
S. Servant
En su casa, la viejita se aburría.
Ya nadie la venía a ver.
Y ella ya no veía a nadie.
Sólo estaba el reloj de la cocina
para ver cómo pasaba el tiempo.
La viejita se aburría tanto
que para matar el tiempo
había decidido nada más esperar:
esperar a la Señora Muerte.