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A. B. RUDD, D. D.

LAS
ESPISTOLAS
GENERALES

SANTIAGO - I y II PEDRO -
I, II y III JUAN - JUDAS

Editorial CLIE

C/ Ferrocarril, 8

08232 VILADECAVALLS (Barcelona) ESPAÑA

E-mail: clie@clie.es

Internet: http://www.clie.es

LAS EPISTOLAS GENERALES

ISBN 978-84-7645-177-9

eISBN 978-84-8267-768-2

INDICE

Prefacio

Epístola de Santiago

Primera Epístola del Apóstol Pedro

Segunda Epístola del Apóstol Pedro

Primera Epístola del Apóstol Juan

Segunda y Tercera Epístolas de Juan

Epístolas de Judas

Dedico cariñosamente esta obrita a los Obreros Evangélicos que trabajan por la evangelización de la América-Latina.

PREFACIO

Después de haber terminado 34 años de trabajos misioneros en América-Latina, he dedicado una gran parte del tiempo subsecuente a la preparación de unas notas sobre diez epístolas del Nuevo Testamento. Anteriormente se han publicado los dos tomos sobre “Las Epístolas a los Corintios,” y “La Epístola a los Hebreos.” En éste, que ahora ofrezco al indulgente público, trato de arrojar alguna luz sobre las siete “Epístolas Generales,” escritas por Santiago, Pedro, Juan y Judas.

Como en los tomos anteriormente mencionados, “la versión sobre la cual está basada la obra, es la Antigua de Cipriano de Valera (Madrid) cotejada con la Versión Moderna, la Hispano-Americana y el Nuevo Pacto, y revisada con arreglo al Griego.” (Westcott y Hort).

No pretendo haber aclarado todos los problemas presentados en estas siete epístolas. Más de una vez, en el curso del trabajo, me encontré seriamente perplejo ante alguna dificultad de interpretación, especialmente en las cartas de Pedro y la de Judas; y, en tal caso, he tratado de buscar y de presentar el sentido más probable y más lógico del pasaje.

Y, siendo este el último libro de notas sobre las epístolas novotestamentarias que he de publicar, desearía dar expresión a mi sincero agradecimiento a los dos ministros portorriqueños, el Revdo. Hipólito Cotto Reyes, y el Revdo. Abelardo Díaz Morales, por la inestimable ayuda que me prestaron, leyendo y corrigiendo el manuscrito de mis últimos dos libros. También soy deudor en grande escala a las obras de varios comentadores, de las que he hecho uso en mis estudios, y siempre, con debido reconocimiento.

Pido al Señor que los apreciables lectores de mi humilde libro puedan, por medio de él, penetrar más profundamente en el sentido verdadero de estas siete epístolas del Sagrado Volumen.

“Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino.”

EPISTOLA DE SANTIAGO

OBSERVACIONES PRELIMINARES

LA EPISTOLA de Santiago (de Jacobo, como también se titula) es una de siete que llevan la clasificación de “Epístolas Generales,” y, a veces, “Epístolas Universales,” también “Epístolas Católicas,” donde la palabra, “Católicas” se refiere, no al elemento doctrinal, sino al hecho de que dichas cartas no se dirigen a especificada iglesia, como las de Pablo, sino a los creyentes en general. Estrictamente hablando, no es este el caso con todas las siete, pues la segunda y la tercera de Juan se dirigen a personas particulares; aquélla, “A la señora elegida y a sus hijos,” y ésta, “Al muy amado Galo.” Las siete de referencia son la de Santiago, I y II de Pedro, I y II y III de Juan, y Judas. En algunos manuscritos y en varias versiones este grupo se encuentra después de los Hechos, y casi siempre en el orden ya indicado.

“Los cuatro Evangelios y las Epístolas de San Pablo eran los escritos cristianos mejor conocidos durante el primer siglo después de la Ascensión, y universalmente reconocidos como de absoluta autoridad; y fue costumbre hablar de ellos como ‘El Evangelio’ y ‘El Apóstol,’ de la misma manera que hablaban los judíos de ‘la Ley’ y ‘los Profetas.’ Pero cuando una tercera colección de documentos cristianos se hacía conocer, se necesitaba otro término colectivo para distinguirla de las colecciones ya bien conocidas, y el rasgo característico de estas siete epístolas que parece haber llamado más la atención de los recibidores de las mismas, fue la ausencia de una dirección a una iglesia local, y de allí recibieron el nombre de Epístolas Católicas o Generales, o Universales.”— El Reverendo Alfred Plummer, en The Expositor’s Bible.

I.Autor de la Epístola.

El autor, como el apóstol Pablo, empieza su carta con su propio nombre: “Santiago, siervo de Dios, y del Señor Jesucristo” (1:1). Pero hay que tener presente que, en el Nuevo Testamento se mencionan tres Santiagos: Santiago, hijo de Zebedeo y hermano de Juan, apóstol, y el más prominente de los tres; Santiago, hijo de Alfeo, también uno de los Doce; y Santiago, hermano del Señor. ¿Cuál de los tres escribió nuestra epístola? El consenso de opinión entre los estudiantes de la Biblia está en favor de Santiago, el hermano del Señor, llamado “El Justo,” en los escritos de los padres de la iglesia, como su autor. Los siguientes argumentos se pueden aducir en favor de esta idea: (1) Si el autor hubiera sido apóstol, sin duda lo hubiese anunciado al principiar su carta. (2) Santiago, hermano de Juan, sufrió martirio a manos de Herodes (Hch. 12:1), y esto pasó probablemente en el año 42, antes de la fecha de haberse escrito esta carta; y, parece que Santiago, hijo de Alfeo, había muerto antes, aunque de esto no tenemos pruebas convincentes. (3) Según testimonio del apóstol Pablo, el Santiago de referencia, “hermano del Señor,” fue una de las columnas de la iglesia de Jerusalem (Gál. 1:19; 2:9), y así, persona de gran influencia entre los creyentes judaicos. Es generalmente admitido que fue el pastor de la iglesia de Jerusalem, y por su carácter, como también por su puesto oficial, bien capacitado para escribir a las doce tribus de la dispersión. (4) El hecho de que fue el “hermano del Señor,” es prueba irrefutable de que no fue uno de los Doce, pues sabemos que los hermanos del Señor no creyeron en El hasta después de su resurrección (Juan 7:5; Hch. 1:14). Estas cuatro consideraciones, aunque no ponen fuera de toda duda la paternidad literaria de nuestra carta, hacen muy probable, cuando menos, que Santiago, hermano del Señor, haya sido su autor.

II.Rasgos característicos de la Epístola

Tanto el griego fácil y perspicuo, como también la construcción de la epístola, indican que fue su autor persona de alguna cultura, y que estaba versado en la literatura canónica y apócrifa de los judíos. El Dr. Plummer, en su Comentario sobre esta epístola, descubre en los primeros capítulos, nueve puntos de similaridad con citas de Ecclesiástico, libro de la Apócrifa, y siete en la carta entera, con citas del libro de la Sabiduría de Salomón. En efecto, por su estilo literario, muchos escritores clasifican entre los “Libros de Sabiduría” nuestra epístola; y no se puede negar que hay mucho que justifica tal clasificación.

Otro eminente comentador bíblico, el Dr. Edwin T. Winkler, llama la atención a la similaridad entre Santiago, el autor, y Jesús, respecto a su modo de enseñar. Dice él: “En el espíritu, y en no pocas de las expresiones de su carta despliega una notable similaridad familiar con aquel gran predicador quien dio al mundo el Sermón del Monte. También Santiago emplea el estilo didáctico, sentencias precisamente proverbiales, y una variedad de ilustraciones y ejemplos, como el mejor modo de interesar e instruir la mente popular.”

III.A Quien fue Dirigida la Epístola.

Una cuidadosa lectura de la epístola demuestra que, al escribirla, el autor se dirige, mayormente, a los judíos creyentes entre todas las tribus de la dispersión. Esto se nota en 1:18—ellos habían sido “engendrados por la palabra de verdad;” en 2:1, 14—habían creído en Cristo, y se les habla como “hermanos;” en 2:7—el nombre de Cristo había sido “invocado sobre” ellos (probablemente en su bautismo); en 5:7—esperaban ellos la venida del Señor. Sin embargo, hay otros pasajes que indican que el autor tenía presente en su pensamiento también a todos los judíos, y no exclusivamente a los creyentes, como por ejemplo, los que contienen tan fuertes reprensiones contra los ricos (2:5-7; 5:1-6). Lo mismo tenemos en el Sermón del Monte, que fue dirigido mayormente a los creyentes, pero que contiene también mucho de interés especial para todos los creyentes. Este rasgo de nuestra epístola ha dado origen, de parte de algunos comentadores, a la idea de que este escrito se asemeja más a un sermón que a una epístola, pues posee todos los rasgos de una perifonía del día de hoy.

De todo lo dicho deducimos que fue dirigida la carta mayormente a los judíos creyentes, pero que su autor no se olvidaba del bien espiritual y moral de sus nacionales en general.

IV.Propósito Especial.

Es evidente que el fin que persigue el autor fue el de corregir las malas costumbres en las cuales habían caído muchos de sus lectores, y el de encaminarlos en la práctica de los principios de su nueva fe. En efecto, es un ensayo sobre la cristiandad aplicada. Haciendo el autor punto omiso de doctrina, inculca el bien vivir, la vida práctica del Cristianismo. Y esto lo hace mayormente desde el punto de vista de la ley. Siendo pastor de una iglesia netamente judaica, y escribiendo antes de descubrir los judíos cristianos que el Cristianismo había de suplantar cuando menos en parte el sistema mosaico, Santiago mide, por decirlo así, la vida cristiana por los requisitos de la ley, más bien que por los del evangelio. Hasta su descripción de “la religión pura y sin mácula,” se expresa en términos referentes a la vida exterior, y no en los que describen el estado del alma (1:27).

V.Fecha de su Composición.

Sobre este punto hay mucha variedad de opiniones. Sin entrar de lleno en la discusión de esta cuestión, basta decir que todas las indicaciones tienden a probar que esta carta es uno de los primeros escritos, en cuanto a la fecha de su composición, del Nuevo Testamento, disputando con la primera carta a los tesalonicenses la honra de absoluta prioridad. Algunos opinan que fue escrita tan temprano como por el año 40, otros, por el 50, y otros, por el 61. Los resultados de los estudios más recientes indican que antes del año 50 fue escrita nuestra carta, y que el lugar de su composición fue Jerusalem, donde fue pastor su autor.

VI.Autenticidad de la Epístola.

En la siguiente cita, el Dr. Winkler presenta de una manera clara y concreta la cuestión de la autenticidad de esta carta:

“La evidencia más importante de la autenticidad de esta epístola es que consta en la Peshito, la venerable Versión Siriaca del Nuevo Testamento, que fue compuesta en el siglo segundo, y en una región contigua a la Palestina. También el siriaco Efraím la cita, asignándola a Santiago, hermano del Señor. Hay referencia a ella en el antiguo documento cristiano, ‘El Pastor,’ de Hermas, y es citada por Clemente de Roma, Ireneo, Orígenes y otros de los primitivos escritores cristianos. Cuando las pretensiones de la epístola fueron consideradas en el Concilio de Nicea en el siglo cuarto, se disiparon todas las dudas respecto de su autoridad canónica, y fue recibida como un escrito inspirado tanto por las iglesias orientales como por las occidentales... El argumento principal en contra de la autenticidad de la epístola, es más bien teológico—a saber, la contradicción aparente entre la doctrina de Santiago y la de Pablo; pero esta dificultad pertenece sin duda al departamento de interpretación, más bien que al de evidencia histórica, y por lo tanto debería dejarse al intérprete para su ajuste .. La gran mayoría de intérpretes concuerdan en reconocer la paternidad literaria de Santiago y la integridad de la epístola en sus partes componentes…”

VII.Análisis de la Epístola.

No es fácil hacer un análisis de esta carta. El autor emplea un estilo medio retórico, presentando asuntos casi idénticos, y fundiendo unos con otros, haciendo bien difícil un análisis satisfactorio de su escrito. Con unos pequeños cambios, podemos adoptar en lo general las divisiones sugeridas en The Twentieth Century New Testament, como siguen:

Después de la Salutación (1:1), tenemos:

A.Consejos sobre varios asuntos. 1:2-27.

1. Pruebas (2-4). 2. Falta de sabiduría (5-8). 3. Los pobres y los ricos (9-11). 4. Tentación (12-18). 5. La religión verdadera (19-27.)

B.Diversas amonestaciones, 2:1-5:6.

1. Cómo tratar con ricos y pobres (2:1-13). 2. Relación entre la fe y las obras (2:14-26). 3. El gobierno de la lengua (3:1-12). 4. La sabiduría falsa (3:13-18). 5. Las contiendas partidarias (4:1-12). 6. La presunción (4:13-17). 7. La opresión de parte de los ricos (5:1-6).

C.Exhortaciones finales, 5:7-20.

1. La paciencia cristiana (7-11). 2. Contra juramentos (12). 3. Poder de la oración (13-18). 4. La bienaventuranza de convertir a una alma errante (19-20).

PRIMERA EPISTOLA DEL APOSTOL PEDRO

OBSERVACIONES PRELIMINARES

I.El Autor.

Esta epístola, como las del apóstol Pablo, empieza con el nombre del autor: “Pedro, Apóstol de Jesucristo;” y en esto los apóstoles siguieron la costumbre de aquellos tiempos. Su nombre propio fue Simón, pero cuando Andrés, su hermano, le presentó a Jesús (Jn. 1:42), éste le dio el nombre de Pedro (Piedra), y después llevaba los dos—Simón Pedro. Era hijo de Jonás, de la ciudad de Betsaida, casado, pescador de oficio, y de consiguiente, hombre “sin letras,” es decir, no había sido educado en las mejores escuelas del día como el apóstol Pablo; pero sin duda, había recibido la instrucción que correspondía a los de su clase social. Durante el ministerio público de Jesús, Pedro tenía su residencia en Capernaum (Mat. 8:5, 14), ciudad comercial, en la cual Jesús fijó su residencia también al principio de su largo ministerio en Galilea (Mat. 4:13). Como se ha indicado ya, por conducto de su hermano Andrés llegó él a relacionarse con Jesús luego después del bautismo de éste (Jn. 1:40-42), y más tarde, fue llamado a dejar su red en el mar de Galilea y a hacerse “pescador de hombres” (Mat. 4:18-22; Mar. 1:16-20; Lu. 5:1-11). Después fue llamado a ser uno de los doce apóstoles (Mar. 3:13-19; Lu. 6:12-16), y en este sagrado circulo alcanzó el honor de entrar en el pequeño grupo de los tres que parecían estar más cerca del Maestro, compartiendo con Juan y Santiago este honroso puesto. En las cuatro listas de los nombres de los Doce (Mat. 10, Mar. 3, Lu. 6, Hch. 1), el de Pedro principia cada una aun cuando hay variación considerable en el orden de los demás, lo cual parece indicar que poseía cierta prominencia en este grupo. No obstante, no hay nada que indique una prominencia oficial; por su edad—era probablemente el mayor de todos—y por sus dotes personales, llegaría a ejercer una influencia superior a la de sus compañeros. Era de temperamento impulsivo—por no decir explosivo—dispuesto siempre a decir y hacer lo primero que se le venía a la mente. Esta debilidad fue, por cierto, un defecto bien serio en su carácter, y le causó no pocas lágrimas; pero después de la resurrección de Jesús se nota en Pedro un cambio muy notable; ya no era el Pedro de antes.

Haciendo caso omiso, por falta de espacio, de mucho de su historia subsecuente, basta recordar su servicio el día de Pentecostés, su heroísmo bajo las persecuciones narradas en los primeros captítulos de Los Hechos, sus milagros, su obra en abrir la puerta al Evangelio entre los gentiles en Cesarea, su prominencia en el concilio de Jerusalem, para convencemos de que nuestro autor, “el apóstol de la circuncisión,” merece un puesto alto entre los fundadores del cristianismo; y de que su experiencia le había capacitado para escribir las dos cartas que llevan su nombre. Según la tradición, sufrió el martirio en Roma como por el año 67 a 68. Que él haya fundado la iglesia de Roma, o que haya sido el primer papa de esta iglesia, no hay ni sombra de prueba. Su referencia a “Marcos, mi hijo,” en 5:13 cotejada con Hch. 12:12, ha dado origen a la teoría de que Marcos le sirvió de amanuense al escribir esta carta; y también está generalmente aceptada la idea de que Pedro cooperó con Marcos en la producción del Evangelio que lleva el nombre de éste.

II.El Propósito Especial de la Epístola.

En 5:12 el escritor afirma lo siguiente: “... os he escrito brevemente, amonestándoos, y testificándoos que ésta es la verdadera gracia de Dios, en la cual estáis.” Un examen del contenido de la carta confirma esta aserción; el autor trata de exhortar a sus lectores en cuanto a la vida cristiana y de asegurarles que no se han equivocado al aceptar la fe cristiana. Sus exhortaciones tienden a prepararlos para sufrir con paciencia las persecuciones de sus enemigos y demostrar en su conducta el espíritu cristiano.

III.Rasgos Característicos de la Epístola.

Aunque la epístola es intensamente práctica, se ve que el autor está al tanto de las doctrinas fundamentales del cristianismo. Pocos versículos del Nuevo Testamento están más repletos de doctrina que el segundo del primer capítulo: la Trinidad (mención de las tres Personas), la presencia de Dios, la santificación del Espíritu, la salvación mediante la sangre de Cristo; y todo esto introducido con una referencia a la doctrina de la elección. Como la carta de Santiago, ésta también se relaciona íntimamente con el Antiguo Testamento, en lo que se asemeja al Evangelio de Mateo. Muchos han llamado la atención también a la similaridad entre varias expresiones de Pedro y de Pablo, mayormente en las cartas a los Romanos y a los Efesios. Los siguientes ejemplos son tomados de The New Century Bible, editada por el Dr. W. H. Bennett: 1 Ped. 1:14 y Rom. 12:2; I Ped. 1:22 y Rom. 12:10; I Ped. 2:5 y Rom. 12:1; I Ped. 3:8, 9 y Rom. 12:14-17; I Ped. 1:20 y Efes. 1:4, 5; I Ped. 3:21, 22 y Efes. 1:21, 22; I Ped. 3:18, 19 y Efes. 4:9. También entre Pedro y Santiago hay abundante paralelismo, tanto en el fondo como en la forma. En todas estas citas es obvio que los escritores perseguían el doble fin de amonestar a sus lectores y de confirmarlos en la fe.

IV.Tiempo y Lugar de su Composición.

Las evidencias internas favorecen una fecha posterior en la vida de Pedro—probablemente por el año 66. La cuestión del lugar es muy dudosa. La mención de Babilonia en 5:13 no determina el sitio, pues había cuatro Babilonias en aquel tiempo; dos en Asirla, una en Egipto y otra en Italia (Roma, figuradamente así llamada). Dado que Pedro probablemente pasara sus últimos años en Roma, y que la referencia a Babilonia en Apoc. 17:5 es, sin duda, a la ciudad de Roma, parece más acertada la opinión de que Pedro emplee el nombre en el mismo sentido refiriéndose a la capital del imperio romano.

V.Autenticidad de la Epístola.

Es reconocida su autenticidad por la gran mayoría de los escritores eclesiásticos de los primeros siglos, por las primeras versiones, y hasta por un hereje—Basílides—que pertenecía a los años tempranos del segundo siglo. Dice The International Critical Commentary: “Su vocabulario se caracteriza por cierta dignidad y elevación,” y esto, unido al hecho de que la carta contiene 62 palabras griegas que no se encuentran en otro libro del Nuevo Testamento, ha levantado alguna duda en cuanto a la paternidad literaria petrina; sin embargo, tan abundante es la prueba de su autenticidad, que dice el mismo comentador: “No hay ningún otro libro en el Nuevo Testamento que presente evidencia más temprana, ni mejor, ni más convincente.”

VI.Análisis.

Salutación introductoria, 1:1-2.

1.La sublime suerte de los hijos de Dios, 1:3-12.

2.Exhortaciones a la santidad personal, 1:13-2:12.

3.Relación del cristianismo con el gobierno civil, 2:13-17.

4.Exhortaciones a los miembros de la familia, 2:18-3:7.

5.Exhortaciones a todos, 3:8-12.

6.Sufrir por hacer el bien, 3:13-22.

7.Los resultados lógicos del sufrir por hacer el bien, 4:1-6.

8.Varias recomendaciones en cuanto a la nueva vida en Cristo, 4:7-11.

9.La debida actitud del cristiano frente a la persecución, 4:12-19.

10.Recomendaciones concluyentes, 5:1-14.

(1)A ancianos y jóvenes, Vrs. 1-5.

(2)A todos en cuanto a la humildad y la vigilancia, Vrs. 6-11.

(3)Cariñosa despedida, Vrs. 12-14.

SEGUNDA EPISTOLA DEL APOSTOL PEDRO

OBSERVACIONES PRELIMINARES

I.Autor.

Esta epístola, como la primera escrita por el mismo apóstol, empieza con el nombre de Pedro; la primera con Pedro, y ésta con Simón Pedro. Sin embargo, ha habido mucha discusión sobre la paternidad literaria de esta breve, pero interesante carta. Puesto que el nombre de Pedro consta como su autor, si otro la escribió, tendríamos aquí un caso de falsificación. No se puede negar que existía en aquellos tiempos, entre los autores clásicos, la costumbre de que, a veces, un escritor tomara el nombre de otro, a fin de dar más realce a su obra; pero como se ha dicho: “La conciencia literaria no estaba todavía al tanto del pecado del plagio.”

Los argumentos en favor y en contra de la paternidad literaria petrina de nuestra epístola son muchos. De hecho, no fue aceptada como canónica hasta el Concilio de Cartago en 397; pero esto no implica necesariamente que Pedro fuera su autor. Sin embargo, desde entonces hasta la Reforma se aceptó pasivamente esta teoría, la que fue rechazada por Erasmo y Calvino, admitiendo éste la probabilidad de que el autor, sea quien fuere, haya basado sus enseñanzas sobre dichos de Pedro. En este caso la carta seria petrina en pensamiento, aunque no en su composición.

La evidencia externa en favor de la paternidad literaria petrina no es muy fuerte, toda vez que los padres de la Iglesia de los primeros siglos se mostraron tardíos para reconocer la epístola como apostólica en su origen. Sin embargo, este excesivo cuidado de su parte demuestra el carácter fidedigno de su juicio, una vez formado dicho juicio. La evidencia interna es más convincente. Nótense los siguientes puntos de la misma: 1. El autor declara ser “Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo.” Si esto es falso, imagínese la blasfemia de tal mentira. 2. El autor dice que ésta es la segunda carta que escribe a sus lectores, y sabemos que Pedro ya había escrito una a ellas. 3. El tono general de la carta. Aunque contiene cosas raras en escritos apostólicos, el tono general es serio, persuasivo, digno; y aun las “cosas raras” están en consonancia con el bien conocido carácter del apóstol Pedro. 4. Dice el escritor que está próxima su muerte. Tal afirmación de parte de un falsificador no es fácil de imaginarse, tratándose de una cosa tan seria como la muerte.

En fin, se puede decir que, aunque los oponentes y los defensores de la paternidad literaria petrina de nuestra carta son muchos y eruditos, el mayor peso de la argumentación parece estar de parte de éstos. En espera de más luz sobre esta interesante discusión, aceptamos la tradicional teoría de que Pedro escribió la segunda carta que lleva su nombre.

II.Ocasión o Propósito Especial de la Epístola.

El contenido de la carta demuestra que su autor fue movido por dos motivos: Primero, fomentar el conocimiento de sus lectores en las virtudes cristianas (capítulo 1); segundo amonestarles de antemano en contra de los falsos enseñadores que habían de levantarse entre ellos (capítulos 2 y 3). El gnosticismo, forma de error prevaleciente en aquellos tiempos, y aludido en la Epístola de los Colosenses y el Apocalipsis, consistía en pretensiones de poseer superiores conocimientos, “en virtud de los cuales ellos rechazaron la autoridad de la iglesia y la disciplina moral (2 Pedro 2:10, 19, etc.). De esta manera llegaron a ser antinomianos, es decir, se oponían a la ley de la fe.”—The Century Bible. El cuadro de los secuaces de esta herejía, presentado en el capítulo dos, hacer ver la extremidad de error y de corrupción a que llegaron; el crecimiento en esta clase de “conocimientos” tendía sólo a la ruina; y por eso termina el autor su carta con la sana recomendación: “Mas creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.” Esta especie de “conocimiento” servía para contrarrestar los funestos resultados de los llamados conocimientos de los gnósticos.

III.Características de la Epístola.

Una ligera lectura de nuestra carta demuestra una marcada diferencia entre ella y los demás libros del Nuevo Testamento, excepción hecha de la Epístola de Judas, con la cual parece tener gran afinidad. Cierto escritor bíblico ha encontrado unos treinta puntos de semejanza por decirlo así entre estas dos cartas, que ponen fuera de duda que el autor de 2 Pedro había visto la carta de Judas, o vice-versa. Las dos abundan en vehementes invectivas contra los falsos enseñadores. El tono general de nuestra epístola es más fuerte, más enérgico, que el de 1 Pedro, siendo, en efecto, una rara combinación de suavidad y serenidad—suavidad hacia sus lectores, serenidad hacia los falsos profetas. La palabra Salvador se encuentra cinco veces en la carta (1:1,11; 2:20; 3:2, 18), y ni una sola vez en la primera. Esto, unido a otras varias diferencias entre las dos, ha dado origen a dudas en cuanto a la identidad de sus autores; no obstante, como ha dicho un erudito comentador, los puntos similares entre las dos cartas contrapesan las diferencias. El último capítulo trata de doctrina falsa, especificando la negación de la segunda venida del Señor; y luego describe los acontecimientos maravillosos que han de acompañar dicha venida. Con una fervorosa exhortación a estar prevenidos para este acontecimiento, termina la carta.

IV.Fecha y Lugar de Composición.

Estos son puntos que esperan su solución. Como vemos en 1:14, el autor consideraba próxima su muerte. La primera carta fue escrita probablemente por el año 66, y ésta, parece haber sido escrita no mucho después de esta fecha, pues se cree que Pedro fue muerto en Roma por el año 68. Opina el Dr. Williams que llegó el autor a Roma después de haber escrito la primera epístola y que la segunda tuvo su origen en esta ciudad.

V.Análisis.

Introducción, 1:1-2.

1.Crecimiento en la vida cristiana, 1:3-21.

(1)Exhortación al crecimiento, Vrs. 3-11.

(2)Motivos para el crecimiento, Vrs. 12-21.

2.Maestros falsos, Capítulo 2.

(1)Predicción de su venida, Vrs. 1-3.

(2)Dios sabe distinguir entre falsos y verdaderos, Vrs. 4-11.

(3)Descripción detallada de los falsos maestros, Vrs. 12-22.

3.El día de Dios, o sea, el día del juicio final, Capítulo 3.

(1)Los burladores de las profecías respecto de la venida del Señor, Vrs. 1-4.

(2)La ignorancia de estos burladores, Vrs. 5-7.

(3)Narración de los detalles de este magno acontecimiento, Vrs. 8-13.

(4)Solemne exhortación final, Vrs. 14-18.

PRIMERA EPISTOLA DEL APOSTOL JUAN

OBSERVACIONES PRELIMINARES

I.Autor.

El nombre del autor no consta en la epístola, pero el testimonio de los escritores de los primeros siglos asigna la paternidad literaria al Apóstol Juan, autor del Evangelio que lleva su nombre. Palabras, frases, pensamientos, estilo—todo demuestra identidad entre los autores de los dos escritos. Los tres eruditos comentadores— Schultz, Holtzman y Brooke—aprueban la siguiente afirmación: “En toda la epístola apenas se encuentra un solo pensamiento que no conste en el Evangelio.” Dice el Dr. Brooke, escribiendo en el Critical and Exegetical Commentary: “Ambos escritos (Evangelio y Epístola) tienen las mismas características, a saber, un reducido vocabulario; reiteración con pequeñas variaciones que expresan generalmente diferencias de sentido también pequeñas; y con sólo las palabras nuevas que requieren las diferencias de asuntos y las circunstancias, las cuales son éstas ampliamente capaces de explicar.” Damos, pues, por sentado que el apóstol Juan, autor del Evangelio de Juan y del Apocalipsis, es autor también de nuestra epístola—“el apóstol al cual Jesús amaba.”

II.Tema General.

Comunión con Dios, en la opinión de varios comentadores, es el tema general de la epístola; aunque el profesor Burton Scott Easton se expresa, en The Abingdon Bible Comentary, de la manera siguiente: “Si alguno pregunta: ¿A qué se asemeja Dios?, la respuesta es: Mira a Jesucristo, y apréndelo. Este es el tema único de nuestra epístola, afirmado y reafirmado en todas formas concebibles, y con toda clase de aplicación .... El carácter de Jesús es el carácter de Dios.” No cabe duda de que las dos opiniones tienen mucho en su favor, como lo demuestra una ligera lectura de la epístola; pero la primera parece destacarse con más prominencia en la mente del autor. Otro comentador dice: “Tema: Comunión con Dios; su propósito: traer a sus lectores a esta comunión y asegurarlos contra la pérdida de la misma.”

En el primer capítulo la idea de comunión es prominente (versículos 3, 6 y 7), y en el resto de la epístola el autor, directa o indirectamente, señala la esencia de ella y el modo de alcanzarla y de conservarla.

III.Ocasión o Prepósito Especial de la Epístola.

Es evidente, desde la primera palabra de la epístola, que el autor está combatiendo los errores doctrinales de algunos contrincantes, aunque no hay mención expresa de ellos; pero se infiere de la línea de ataque seguida por el autor. Descúbrese fácilmente que los gnósticos, que pretendían saberlo todo, mejor que ningún otro grupo de aquel tiempo, tenían y propagaban los errores doctrinales combatidos en la carta, de los cuales un tal Cerinto fue el defensor más prominente. El gnosticismo era una combinación de la filosofía griega con las tradiciones religiosas del Oriente. Su principio fundamental era: la materia es esencialmente mala y el espíritu es esencialmente bueno. Por consiguiente la encarnación era imposible, pues envuelve la combinación de la materia con el espíritu, de lo esencialmente malo y lo esencialmente bueno. Cerinto hacía diferencia entre Jesús y el Cristo, enseñando que, desde su nacimiento hasta su bautismo, Jesús era humano—nada más—y que llegó a ser el Cristo el Mesías, en el acto del bautismo, dejando de serlo en su crucifixión, y muriendo él como hombre. La existencia de estos errores explican partes de la carta que, de otra manera, serían ininteligibles; por ejemplo, véase 1:1, donde el autor ataca fuertemente el error de que Jesús no encarnó, que su llamado cuerpo fue sólo un fantasma una ilusión óptica; 2:22, donde él contesta la falsedad de Cerinto; que Jesús y el Cristo eran seres enteramente distintos; y 5:6, donde refuta otro error de Cerinto: que sólo desde el bautismo hasta la crucifixión, Jesús fue el Cristo. (Resérvase la discusión de estos versículos algo obscuros hasta llegar a ellos en nuestro estudio de la carta). Estos, y otros errores de los gnósticos amenazaban seriamente la vida moral y espiritual de los lectores, siendo capaces de interrumpir su íntima comunión con Dios; y para evitar tan funesto resultado, el apóstol les dirige los sanos consejos de nuestra epístola.

IV.Destino.

En la epístola no hay indicación clara, en cuanto a su destino. La ausencia de referencias al Antiguo Testamento parece indicar que los destinatarios, eran gentiles. También las últimas palabras (“hijitos, guardaos de los ídolos” 5:21) favorecen esta opinión. La creencia tradicional de que fue dirigida la carta a las iglesias de Asia Menor, es probablemente correcta.

V.Fecha y Lugar de su Composición.

Tiene general aceptación la idea de que fue escrita la carta durante el período de 90 a 100 A. D. El año exacto no se puede precisar. Mucha discusión ha habido sobre la prioridad del Evangelio y de nuestra epístola. ¿Cuál de los dos fue escrito primero? Aunque esta pregunta no se puede contestar con certidumbre, hay indicaciones en la carta que parecen favorecer la prioridad del Evangelio. Algunas expresiones en los versículos 1-3 del primer capítulo, el cambio del tiempo del verbo, escribir, desde el presente al pasado, en 2:13, 14, y también el contenido de 2:21, parecen presuponer otro escrito anterior. Prevalece, pues, entre los comentadores la creencia de la prioridad del Evangelio a la epístola.

VI.Análisis.

Hay que admitir que nuestra epístola no se presta fácilmente a un análisis lógico y satisfactorio, puesto que el pensamiento no sigue ordenadamente hacia un blanco definido. Al contrario, el autor vuelve a repetirse varias veces, a fin de acentuar ciertas ideas sobresalientes que desea comunicar a sus lectores, como, por ejemplo: Dios es luz, Dios es justo, Dios es amor, etc. El siguiente análisis aunque dista mucho de ser satisfactorio, nos ayudará algo en nuestro estudio de la carta:

Introducción, 1:1-4.

I. Dios es luz, y para tener comunión con El, hay que andar en luz, 1:5-2:12.

II. Amonestación contra los anticristos, “que niegan que Jesús es el Cristo,” 2:18-29.

III. Los hijos verdaderos de Dios: sus privilegios, obligaciones, etc., 3:1-24.

IV. La importancia y la manera de discernir entre los falsos y los verdaderos maestros, 4:1-6.

V. Dios es amor, y para tener comunión con El, hay que andar en amor, 4:7-21.

VI. La fe y sus frutos, 5:1-21.

Para no molestar al lector desde el principio con las subdivisiones de la epístola, éstas se reservan para dárselas en el curso de nuestros estudios de la misma.

SEGUNDA Y TERCERA EPISTOLAS DE JUAN

OBSERVACIONES PRELIMINARES

Estas dos epístolas, las más breves del Nuevo Testamento, son tan similares que se pueden incluir en unas mismas observaciones.

I.Autor.

Una vez admitida la paternidad literaria de la Primera Epístola de Juan, no hay dificultad en determinar la de las otras dos, generalmente atribuidas a este apóstol. Tan marcada es la similaridad de pensamiento, de palabras, de construcciones gramaticales, etc., en las tres, que una ligera lectura basta para convencer a uno que todas son producto del mismo autor. Sin embargo de esto, la Iglesia Primitiva tardó mucho en aceptar las dos últimas como escritos del apóstol Juan, debido al hecho de que los primeros dos siglos produjeron una cosecha abundante de escritos apócrifos, lo cual hacía necesario tener sumo cuidado de parte de la Iglesia para distinguir entre lo verdadero y lo falso. Además, siendo nuestras dos epístolas de carácter privado, es probable que hayan tardado mucho en llegar al conocimiento del público, apareciendo en medio de un sinnúmero de escritos apócrifos.

Son anónimas las dos epístolas, como lo es también la primera, empezando ambas con las palabras—“El anciano,” título que se refiere probablemente a la avanzada edad del autor, más bien que a su puesto oficial. Compárese la expresión de Pablo en Filemón 9.

Vivía en Efeso, en el tiempo del apóstol Juan, un tal “Juan el anciano,” y en los primeros siglos muchos le atribuían estas dos epístolas pero más tarde, después de larga discusión, el consenso de opinión aceptó las dos como producto del apóstol Juan, y desde entonces han formado parte del canon del Nuevo Testamento.

II.Destino.

La segunda carta fue dirigida “a la señora elegida y a sus hijos.” ¿Sería esa “señora” una persona o una iglesia personificada? Sobre esto ha habido diversidad de opinión. Es cierto que la tercera carta fue dirigida a una persona, y esto sugiere que lo mismo pasa con la segunda; pero las instrucciones y admoniciones de ella son más apropiadas para una iglesia que para un individuo. Este punto queda en duda, con la probabilidad en favor de la interpretación figurada.

III.Ocasión y Propósito.

La segunda carta, como la primera, gira al rededor del peligro inminente de los “muchos engañadores,” “los anticristos” que amenazaban la sana doctrina de los creyentes. Estos son los mismos “falsos maestros” de la primera carta, quienes “no confiesan que Jesucristo ha venido en carne” (7). Señala el autor el peligro de tener el más mínimo contacto con los tales (10, 11).

Gayo, a quien es dirigida la tercera carta, había ofrecido hospitalidad a ciertos hermanos (para él) desconocidos, y el autor le escribe encomiando su conducta y recomendando esta clase de cooperación con los mensajeros de la verdad. Contrasta la conducta de dos miembros de la iglesia de Gayo—Diótrefes y Demetrio —respecto a su actitud hacia los mensajeros de la verdad.

IV.Tiempo y Lugar de su Composición.

Sobre estos puntos las cartas no proporcionan ningunos datos. La probabilidad es que fueran escritas las dos en Efeso, donde el apóstol pasó la mayor parte de su ministerio, y dentro del período de los años 90 a 95.

V.Análisis.

1.La segunda.

(1)La salutación, Vrs. 1-3.

(2)Recomendación de andar en amor, Vrs. 4-6.

(3)Amonestación en cuanto a los engañadores, Vrs. 7-11.

(4)Conclusión, Vrs. 12-13.

2.La tercera.

(1)La salutación, Vrs. 1-2.

(2)Encomio de la conducta de Gayo, Vrs. 3-8.

(3)Los dos casos de Diótrefes y Demetrio, Vrs. 9-12.

(4)Conclusión, Vrs. 13-15.

EPISTOLA DE JUDAS

OBSERVACIONES PRELIMINARES

I.El Autor.

El hecho de que se mencionan en el Nuevo Testamento cinco personas que llevaban el nombre de Judas, ha dado lugar a mucha discusión sobre cuál de estas cinco escribió esta epístola. Las cinco son: “Judas, hermano de Jacobo, y Judas Iscariote” (Luc. 6:16), apóstoles de Cristo; Judas, hermano de Jesús (Mat. 13:55); Judas, el Galileo (Hech. 5:37); y Judas de Jerusalem, quien fue uno de los dos enviados por la iglesia de Jesuralem con Bernabé y Pablo, después del concilio celebrado en dicha ciudad (Hech. 15:27). Sin entrar en detalles de esta discusión, basta decir que la opinión general favorece la paternidad literaria de Judas, hermano de Jesús. Sin duda, podemos eliminar a Judas el Galileo y a Judas Iscariote de esta lista. Poco, casi nada, se puede decir en favor del Judas de Jerusalem, compañero de Silas dejando solo al apóstol de este nombre y al hermano de Santiago en la arena. Si el autor hubiera sido apóstol, sin duda lo habría dicho en su introducción, como lo hacen Pablo y Pedro, en vez de presentarse sólo como “siervo de Jesucristo.” Además, la referencia a los “apóstoles de nuestro Señor Jesucristo,” en el versículo 17, indica que el autor no pertenece a este grupo.

Aceptamos, pues, el consenso de opinión que señala a Judas, hermano carnal de Cristo, y así hermano de Jacobo, como autor de esta epístola.

II.Ocasión Especial de su Composición.

Es obvio, desde las primeras palabras de la epístola, que el espíritu del autor está intensamente conmovido por causa del mal ejemplo y las malas palabras de algunos falsos maestros que habían “entrado encubiertamente” (4) en el grupo de los fieles; y que, mediante la representación desfavorable que él da de ellos, trata de salvar a aquéllos de tan infausta influencia. Es interesante la teoría del Dr. Charles Biggs, colaborador en el International Critical Commentary, quien opina que la segunda carta de Pedro, a la cual ésta es muy parecida, fue escrita primero, y que el apóstol, alarmado por los errores e inmoralidades de los falsos maestros que iban extendiéndose por todas partes, mandó copia de su epístola a Judas, quien escribió inmediatamente una circular a las iglesias bajo su jurisdicción, amonestándoles en contra de dichos maestros. Tal hipótesis, a juicio del Dr. Biggs, explica la similaridad y las diferencias entre las dos cartas. Hay que admitir que esta teoría es del todo verosímil, y hasta que otra más razonable se presente, se puede aceptar como explicación del propósito u ocasión de la composición de la epístola que ahora estudiamos.

III.Rasgos Característicos.

Por la vehemencia de sus invectivas y la multiplicación de términos raros en el Nuevo Testamento, se parece mucho a la segunda carta de Pedro. Es muy solicito el autor por la conservación de la pureza de la “fe que ha sido una vez dada a los santos” (3), y esta solicitud explica la intensidad de estilo que se nota en toda la carta, que es, en su estilo literario, una combinación de algunas características de la profecía del Antiguo Testamento y las de la literatura apocalíptica (Dr. Salmond, en The Pulpit Commentary). “Judas escribió una epístola bien breve, por cierto, pero pletórica de palabras severas y de gracia celestial.”—Orígenes. Sus enérgicas amonestaciones contra la impiedad, y sus igualmente enérgicas exhortaciones a los fieles, no dejarían de producir en el ánimo de sus lectores impresiones profundas y permanentes.

IV.Los Destinatarios de la Epístola, Lugar y Fecha de su Composición.

Judas dirige su escrito a “los llamados, santificados ...y conservados... etc.” (1), pero no hay indicación en cuanto al sitio donde éstos vivían—probablemente en Asia Menor. La ausencia de tal indicación justifica la clasificación que de universal se da a nuestra carta. Tampoco hay datos que arrojen luz sobre la fecha y el lugar de su composición. Según la opinión del Dr. Biggs. (Sec. ción II de estas “observaciones”), fue escrita la epístola inmediatamente después de la fecha de la Segunda de Pedro, es decir, un poco antes de la destrucción de Jerusalem, o sea en 67 o 68. También la ausencia de estos datos sobre el particular nos deja en ignorancia en cuanto al lugar de su composición, aunque el tenor general de la misma sugiere la conjetura de que fue escrita en Palestina, quizás en Jerusalem.

V.Análisis.

Introducción. Vrs. 1-2.

1.El porqué de la carta. Vrs. 3-4.

2.Casos del castigo de Dios contra los rebeldes. Vrs. 5-7.

3.Descripción detallada de las falsos maestros. Vrs. 8-16.

4.Exhortaciones fervorosas a sus lectores. Vrs. 17-23.

5.Doxología. Vrs. 24-25.

EPISTOLA GENERAL DE SANTIAGO

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CAPITULO I.

1Jacobo, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están esparcidas, salud.

2Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando cayereis en diversas tentaciones;

3Sabiendo que la prueba de vuestra fe obra paciencia.

4Mas tenga la paciencia perfecta su obra, para que seáis perfectos y cabales, sin faltar en alguna cosa.

5Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, demándela a Dios, el cual da a todos abundantemente, y no zahiere; y le será dada.

6Pero pida en fe, no dudando nada: porque el que duda es semejante a la onda de la mar, que es movida del viento, y echada de una parte a otra.

7No piense pues el tal hombre que recibirá ninguna cosa del Señor.

8El hombre de doblado ánimo es inconstante en todos sus caminos.

9El hermano que es de baja suerte, gloríese en su alteza:

10Mas el que es rico, en su bajeza; porque él se pasará como la flor de la hierba.

11Porque salido el sol con ardor, la hierba se secó, y su flor se cayó, y pereció su hermosa apariencia: así también se marchitará el rico en todos sus caminos.

12Bienaventurado el varón que sufre la tentación; porque cuando fuere probado, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.

13Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de Dios: porque Dios no puede ser tentado de los malos, ni él tienta a alguno:

14Sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído, y cebado.

15Y la concupiscencia, después que ha concebido, pare el pecado: y el pecado, siendo cumplido, engendra muerte.

16Amados hermanos míos, no erréis.

17Toda buena dádiva y todo don perfecto es de lo alto, que desciende del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.

18El, de su voluntad nos ha engendrado por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.

19Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oir, tardío para hablar, tardío para airarse:

20Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.

21Por lo cual, dejando toda inmundicia y superfluidad de malicia, recibid con mansedumbre la palabra ingerida, la cual puede hacer salvas vuestras almas.

22Mas sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.

23Porque si alguno oye la palabra, y no la pone por obra, este tal es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural.

24Porque él se consideró a sí mismo, y se fue, y luego se olvidó qué tal era.

25Mas el que hubiere mirado atentamente en la perfecta ley, que es la de la libertad, y perseverado en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, este tal será bienaventurado en su hecho.

26Si alguno piensa ser religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino engañando su corazón, la religión del tal es vana.

27La religión pura y sin mácula delante de Dios y Padre es esta: Visitar los huérfanos y las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha de este mundo.

Salutación, 1:1

Vs. 1. Jacobo; esta forma del nombre del autor corresponde más con el original que Santiago, aunque varias versiones castellanas tienen la última forma. Siervo de Dios y del Señor Jesucristo; esta designación es aplicable a los tres Jacobo del Nuevo Testamento, sin embargo, como se ha dicho en Observaciones Preliminares, la mayoría de la evidencia favorece la teoría de que el autor de esta carta fue el pastor de la iglesia de Jerusalem y hermano de Jesús (Véanse Hch. 12:17; 15:13; Gál. 1:19). Si hubiera sido apóstol, sin duda lo habría dicho en su salutación. Sólo dos veces en la epístola (aquí y en 2:1) tenemos el título, el Señor Jesucristo, tan común en las epístolas de Pablo. A las doce tribus que están esparcidas; mejor,... que están en la dispersión. La mayor parte de los judíos habían sido esparcidos entre los gentiles en distintas partes del mundo, y a ellos, mayormente, a los creyentes entre ellos, se dirige el autor. Pedro, apóstol de la circuncisión, dirige su primera carta a los esparcidos en tierras especificadas, “en Ponto, en Galacia, en Capadocia, en Asia, y en Bitinia;” mientras Santiago, encargado de la iglesia en Jerusalem, se dirige a los esparcidos en todo el mundo. Su puesto como pastor de la primera iglesia cristiana, compuesta probablemente toda de judíos, le daría inmensa influencia con los judíos cristianos entre todas las naciones. Salud; forma griega de salutación común entre los cristianos de aquel tiempo, y en el original, relacionada con la palabra “gozo,” del versículo 2.

I.Consejos Sobre Diversos Asuntos, 1:2-27.

1.Las pruebas, Vrs. 2-4.

Vs. Hermanos míos; catorce veces en su breve carta el autor aplica a sus lectores este término de intimidad y afecto—hermanos— agregando tres veces la palabra, “amados,” lo cual indica la índole de las relaciones que existían entre ellos. Tened por sumo gozo cuando cayereis en diversas tentaciones; mejor... en diversas pruebas. En el original las palabras traducidas, sumo gozo, siguen inmediatamente a la palabra “salud,” que termina el versículo uno y forma, en efecto, una especie de “juego de palabras,” pues las dos—salud y gozo— se derivan de la misma raíz. La exhortación de este versículo es a que los lectores encuentren en las mismas pruebas por las cuales al momento pasaban, motivo del gozo sugerido en la salutación. Quien pueda ver las pruebas de la vida desde este punto de vista, bendito sea. En Sirac, uno de los Libros de Sabiduría, tenemos una exhortación muy parecida a ésta: “Hijo mío, si pretendes servir al Señor Dios, prepárate para la prueba... pues el oro es probado en el fuego, y hombres aceptables a Dios, en el horno de adversidad.”

Vs. 3. Sabiendo que la prueba de vuestra fe, etc.; he aquí el motivo de la exhortación del versículo 2. Las pruebas, si las aguantamos en buen espíritu, contribuyen al desarrollo de una de las más hermosas virtudes cristianas—la paciencia. “El verdadero concepto de la fe es que toda especie de prueba... sea trabajo, o contratiempo de cualquiera clase o grado, es una oportunidad para demostrar nuestro temple; el propósito de Dios en tal prueba es nuestra enseñanza en valor y paciencia.”—Moffat (Véase Rom. 5:3).

Vs. 4. Mas tenga la paciencia perfecta su obra; el versículo 3 presenta “paciencia” como un efecto, como resultado, de la operación de la prueba; este versículo la presenta como una causa, obrando en favor de la perfección humana. Vemos, pues, que la paciencia es una virtud activa, y no solamente pasiva, y por lo tanto, todo obstáculo a su operación debe ser quitado dándole camino libre para su operación. Para que seáis perfectos y cabales, etc.; esta perfección es el blanco que el autor tiene delante desde el principio del versículo 2, siendo la prueba y la paciencia dos de los pasos que a ella conducen. Es de notarse el triple énfasis—perfectos, cabales, sin faltar en alguna cosa—que da el autor a la perfección del carácter cristiano. (Compárense las palabras de Cristo en el Sermón del Monte—Mat. 5:48). Probablemente las dos palabras traducidas, perfectos y cabales, fueron sugeridas por las víctimas sacrificadas bajo el sistema mosaico: el animal fue “perfecto” si no tenía enfermedad ninguna, y “cabal” si no le faltaba ningún miembro de su cuerpo.

2.Falta de sabiduría, Vrs. 5-8.

Vs. 5. Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría; esta “falta,” muy seria por cierto, y sugerida sin duda por la frase anterior (“sin faltar en alguna cosa”) da lugar a la idea presentada por varios escritores, de que el autor estuvo bien enterado de los “Libros de Sabiduría,” a los cuales este escrito se asemeja en muchas cosas. Esta “sabiduría” se presenta más en detalle en 3:13-18. Demándela a Dios el cual da, etc.;Ecclesiástico