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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

Propósito, enfoque e hipótesis

Conceptos cruciales

Pragmática y filosofía. Representación crítica y representación estética

Representación política

Límites

1. REPRESENTACIÓN Y REPRESENTATIVIDAD

Diseminación de poderes y de saberes

Cálculo y sentido

Agnosticismo contemporáneo

La representación como estrategia de acercamiento y de (inter)mediación

La palabra como representación. Poderes y límites

Problemas del instrumento y problemas del contexto

Unidades mínimas de representación, de poder y de saber

Las unidades mínimas en las ciencias sociales y las ciencias humanas

La publicidad como representación

Argumentación incompleta-representación incompleta

El símbolo como integración

Competencia y cooperación

Producción material y producción simbólica

Producción anímica y producción espiritual

La encíclica como texto argumentativo y como símbolo: otros géneros representativos

Utopías distópicas y comunidades

Silencio

Migraciones

Analogías. Desfases e insuficiencias

Continuidad y discontinuidad

Competitividad y cooperación

Representación débil-representación fuerte

El espejo como representación

Representar el sufrimiento

Representar los umbrales entre un más acá y un más allá: la palabra como unidad mínima

Representar la pobreza y la riqueza. Representar el salario

Representar el futuro. Prácticas constituyentes

2. REPRESENTATIVIDAD Y REPRESENTACIÓN

Diez poderes

Ocho cavilaciones finales

REFERENCIAS

Libros y artículos

Películas

el mundo del siglo XXI
sociología y política

PROBLEMAS DE LA REPRESENTACIÓN
Y LA REPRESENTATIVIDAD

Diez poderes

por

ALBERTO VITAL

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siglo xxi editores

CERRO DEL AGUA 248, ROMERO DE TERREROS, 04310, CIUDAD DE MÉXICO

www.sigloxxieditores.com.mx

siglo xxi editores, argentina

GUATEMALA 4824, C1425BUP, BUENOS AIRES, ARGENTINA

www.sigloxxieditores.com.ar

anthropos editorial

LEPANT 241-243, 08013, BARCELONA, ESPAÑA

www.anthropos-editorial.com

CATALOGACIÓN

NOMBRES: Vital, Alberto, autor.

TÍTULO: Problemas de la representación y la representatividad : diez poderes / por Alberto Vital.

DESCRIPCIÓN: Primera edición | Ciudad de México: Siglo XXI Editores, 2019 | Serie: El mundo del siglo XXI. Sociología y política

IDENTIFICADORES: e-ISBN  978-607-03-1027-0

TEMAS: Representación – Filosofía. | Representaciones sociales. | Representación proporcional (Política).

CLASIFICACIÓN: LCC BL105.R4 V57 2019 | DDC 291.65

DR© 2019 siglo xxi editores, s.a. de c.v.

e-isbn  978-607-03-1027-0

derechos reservados conforme a la ley. se prohíbe su reproducción total o parcial

En efecto, representación significa una determinación en nosotros,
que referimos a otra cosa (por así decirlo, la representación está en
nosotros en lugar de ella).

IMMANUEL KANT
(carta a Beck, 4 de diciembre de 1792)

Todo cuanto sucede lleva tal adelanto a nuestra intención que
jamás le damos alcance ni sabemos
cómo sucedió realmente.

RAINER MARÍA RILKE
“Réquiem por Karl Graf de Karlreuth”
(versión original de Jaime Ferreiro A.)

INTRODUCCIÓN

PROPÓSITO, ENFOQUE E HIPÓTESIS

El presente volumen se propone explorar aspectos cruciales de la vida contemporánea a partir de dos nociones estratégicas, representación y representatividad, mediante un enfoque heurístico: un acercamiento exploratorio, transversal y, a fin de cuentas, más sugerente que concluyente, más provocador que definitivo.

Una hipótesis es un hilo en el laberinto: problemas capitales de hoy tienen que ver con crisis, desfases e insuficiencias tanto de la representación como de la representatividad en múltiples actividades humanas. Demostrarla o descartarla será una tarea de estas páginas.

Tales crisis, desfases e insuficiencias podrían deberse al agotamiento de modelos anteriores o a la expansión de los campos, de los participantes y de las prácticas o a ambas circunstancias: al agotamiento de modelos por la expansión de factores constituyentes, muy dinámicos. Por lo pronto, será necesario emprender diversos rodeos y abordajes para ir desembocando en un puño de sugerencias tentativas.

CONCEPTOS CRUCIALES

Sabemos que un hábito científico consiste en construir o revisar nociones que contribuyan a adentrarse en una intrincada selva de fenómenos. Conceptos y métodos surgen y fungen como guías en las encrucijadas del pensamiento, del conocimiento y de las propias ciencias y disciplinas, así como en esas otras encrucijadas: las arduas relaciones entre los constructos de la inteligencia y las realidades acerca de las cuales dichos constructos desean dar cuenta.

¿Pero por qué suponer que ambas nociones poseen alta pertinencia hoy?

Representación resume una aptitud inherente a la especie humana, decisiva para diferenciarse de otras especies desde hace cientos de miles de años: el Homo sapiens expresa, manifiesta, reproduce y recrea lo vivido y lo deseado; lo hace de modo analítico o creativo, esquemático o simbólico. Ya desde nuestros orígenes descubrimos y explotamos una creciente habilidad para traer al presente lo pretérito y lo futuro, por más remotos que fueran.

Representatividad sintetiza otra aptitud inherente a la especie: la de llegar a acuerdos complejos para el gobierno, la gobernanza y la gobernabilidad de las más diversas comunidades y de los grupos más extensos.

Ahora bien, un uso común y conocido del término representación se refiere a actividades políticas. Aquí se revisarán ejemplos de representaciones verbales, icónicas, etcétera, que influyen en representaciones políticas, como sugerencia de que el empleo de un mismo vocablo para dos ámbitos distintos encierra una secreta relación entre una y otra. Asimismo, es habitual que se hable de obras “representativas”, de modo que la representatividad no es ajena al orbe de las expresiones verbales, icónicas, estéticas, etcétera; por ello habrá ejemplos tomados de literatura, teatro, cine, asimismo como un reconocimiento al poder de la cultura y a un rasgo comunicativo (como se recordará aquí) en el poder.

PRAGMÁTICA Y FILOSOFÍA.
REPRESENTACIÓN CRÍTICA Y REPRESENTACIÓN ESTÉTICA

Desde el punto de vista pragmático, se usa aquí representación en un sentido muy amplio, que abarca no únicamente los actos de habla constatativos, cuyo propósito y sentido consisten en referirse a un objeto o persona y crear mediante las palabras una imagen de uno u otra en la mente del interlocutor, sino aquellos que son actos de habla performativos o realizativos, como las órdenes, las promesas, las advertencias, la instrucción: en todos los actos de habla se produce, por mínima que sea, la representación esquematizada de una realidad concreta. Por cierto, el concepto de esquematización, de la teoría de la argumentación de Grize, es útil aquí para verificar la presencia del concepto de representación en diversas disciplinas, por ejemplo, la lógica: “La noción central de la lógica natural es la de esquematización, definida como una ‘representación de aquello de lo cual se trata’”;1 asimismo, nos es provechoso tanto el vínculo en Grize entre argumentación y representación (el cual indica que la argumentación es “un proceso que busca intervenir en la opinión, la actitud, el comportamiento de alguien con los medios de una esquematización que actúa sobre sus representaciones”)2 como la propuesta en Oswald Ducrot acerca del estrecho lazo entre hablar y argumentar (hablar es argumentar;3 si unimos a Grize y Ducrot, diremos que hablar es exponer representaciones argumentativas esquemáticas o esquematizadas). Grize coincide con Ducrot en que enunciados tan simples como “son las ocho horas” son argumentativos.4 Ahora bien, en la teoría del lenguaje de Karl Bühler el referente o referencia es el ser, ente, entidad u objeto del cual se habla; un signo, un símbolo o un ícono es una representación esquematizada y funcional del referente. Para efectos de estas páginas, es más que suficiente esta distinción, así como la comprensión del signo, del símbolo y del ícono de Peirce como representaciones esquematizadas.

Desde el punto de vista filosófico, para los alcances de este trabajo basta aquí la distinción de Gottlob Frege, quien reconoce

tres campos ontológicos –tres “mundos” o “reinos” [Reiche]– de entidades que tienen diferentes modos de existencia. El primer mundo es el mundo exterior [Aussenwelt], que contiene, entre otras, todas las entidades naturales y por lo tanto objetivas. El segundo mundo, interior [Innenwelt], es el de las entidades psicológicas, que Frege divide en Vorstellung y Entschlüsse [voliciones]. Las representaciones incluyen las impresiones sensibles, las creaciones de la imaginación, las sensaciones, las emociones, los sentimientos, los estados anímicos, las inclinaciones y los deseos. Por último, el tercer mundo es el de los pensamientos [Gedanken], constituidos por los “sentidos” [Sinne] de las expresiones lingüísticas. Frege precisa que las Vorstellungen, al igual que los pensamientos, no son accesibles a la percepción sensible, sino que, contrariamente a éstos, pertenecen al contenido de la conciencia y tienen necesariamente un “portador” [Träger, es decir, el sujeto de las representaciones].5

Desde luego, Arthur Schopenhauer es siempre en esto un punto de referencia:

“El mundo es mi representación”: ésta es la verdad que vale para todo ser viviente y cognosciente, aunque sólo el hombre puede llevarla a la conciencia reflexiva abstracta: y cuando lo hace realmente, surge en él la reflexión filosófica. Entonces le resulta claro y cierto que no conoce ningún sol ni ninguna tierra, sino solamente un ojo que ve el sol, una mano que siente la tierra; que el mundo que le rodea no existe más que como representación, es decir, sólo en relación con otro ser, el representante, que es él mismo.6

De modo asimismo muy general, dejan advertirse dos grandes tipos de representación al momento de aprehender alguno(s) de los tres mundos de Frege (el exterior, el íntimo y los pensamientos): la analítica o crítica, basada sobre todo en signos sin prescindir de los símbolos e íconos, y la estética, basada sobre todo en símbolos e íconos sin prescindir de los signos. Esta dicotomía simple sirve a las precisas intenciones de este libro.

REPRESENTACIÓN POLÍTICA

Una entrada del Léxico de la vida social actualiza y resume conceptos y reflexiones fundamentales con respecto a otro enfoque decisivo y otro uso constante del término:

La representación política es [y con razón, dada su indudable importancia] la forma de representación que más atención ha recibido en las ciencias sociales. Sin embargo, no es la única forma existente. Las relaciones de representación tienen una importancia obvia en, por ejemplo, los intercambios económicos y los procesos jurídicos. De hecho, se puede encontrar la representación en […] las relaciones familiares, en los deportes, en la ciencia, etcétera.7

Los autores recuerdan que para Max Weber la representación aparece allí donde en una relación social “la acción de ciertos miembros (los ‘representantes’) puede ser atribuida a otros (los ‘representados’)”. Las “acciones políticas de unas personas son atribuidas a otras”. La representación política contemporánea se encuentra “altamente institucionalizada: hay normas formales e informales”; hay espacios y mecanismos de elección o designación; hay políticos profesionales que buscan monopolizar dicha representación, aunque también conviven en un “campo mixto” de “mutua colaboración y competencia” con la burocracia (aquella administración eficiente sobre la cual reflexiona Pierre Rosanvallon a partir de un texto de Woodrow Wilson, según veremos), “organismos privados, movimientos civiles y una gran variedad adicional de actores públicos y privados”.8 Un propósito de la segunda parte del presente libro consistirá en proponer un agrupamiento simple, pero acaso sugestivo y funcional, de dichos actores y factores. Otro propósito se enuncia ya así: hemos visto cómo –ante el descrédito de las élites políticas, monopolizadoras de la representación correspondiente– personalidades de otros poderes (no necesariamente de la ciudadanía a secas, de la “sociedad civil”) asumen la representatividad del “pueblo” y desplazan a políticos profesionales. En términos del análisis aquí expuesto, ha ocurrido que un representante del quinto poder (el financiero, sobre todo –aquí– en su vertiente especulativa) y del séptimo poder, el empresarial, desplaza a profesionales del primer poder, el ejecutivo, asumiéndose como representante del noveno y décimo poderes (instancias civiles, educativas y culturales, y ciudadanía en general); por añadidura, apoya en realidad los intereses del quinto poder (el financiero), del sexto poder (la industria armamentista) y por supuesto los suyos propios, particulares. Esta representación política y todas las demás posibles se concretan con apoyo en expresiones verbales o icónicas; el poder posee un componente comunicativo, expresa el filósofo Byung-Chul Han, de la mano de Hannah Arendt y Jürgen Habermas: “Como medio de comunicación, el poder se encarga de que la comunicación fluya sin interrupción en una dirección determinada”.9 Más adelante, este filósofo matiza la suposición de que el poder es únicamente comunicativo.10 Por eso el mundo de los representantes públicos está pletórico de manifestaciones verbales e icónicas.

Y es que la representación política necesita a cada paso de expresiones críticas o estéticas. Quedan con ello unidos los dos usos más comunes del término. Hannah Arendt apunta que, entre los griegos, de

todas las acciones necesarias y presentes en las comunidades humanas, sólo dos se consideraron políticas y aptas para constituir lo que Aristóteles llamó bios politikos, es decir, la acción (praxis) y el discurso (lexis), de los que surge la esfera de los asuntos humanos (ta tôn anthrôpôn pragmata, como solía llamarla Platón), de la que todo lo meramente necesario o útil queda excluido de manera absoluta.11

La lexis, la oratoria, el ágora, el diálogo, la retórica acaso a veces excesiva y el debate tenían la virtud de volver prepolítica, primitiva, la violencia: “Ser político, vivir en una polis, significaba que todo se decía por medio de palabras y de persuasión, y no con la fuerza y la violencia”.12

LÍMITES

Aun así, pese a todo lo escrito, lo dibujado, lo cantado o simplemente dicho y expuesto, las personas no parecemos capaces de expresar y transmitir el conjunto de sutilezas de nuestro ánimo, de nuestra vida, de nuestras ideas, de nuestras sensaciones y emociones: en especial el Innenwelt de Frege se resiste ante el flujo de la acción comunicativa, aunque las artes y las representaciones críticas hayan explorado durante milenios el Aussenwelt, el Innenwelt y los Gedanken. Tampoco parecemos capaces de comprender la suma de sutilezas de las personas que nos rodean. Al adentrarse en su dilatado análisis del pensamiento y de la voluntad, del pensar y del desear, Hannah Arendt nos recuerda el tópico de las limitaciones del lenguaje:

El famoso aforismo de Wittgenstein –“De lo que no se puede hablar, es mejor callar”–, que [...] si se toma seriamente podría aplicar no solamente a lo que se encuentra más allá de la experiencia sensible, pero más aún a los objetos sensibles. Nada que vemos o escuchamos o tocamos puede ser expresado en palabras que igualen lo que es dado a los sentidos. Hegel estaba en lo correcto cuando apuntó que “el Esto del sentido […] no puede ser alcanzado por el lenguaje”. ¿No fue precisamente el descubrimiento de una discrepancia entre las palabras, el medio en el que pensamos y el mundo de las apariencias, el medio en el que vivimos, lo que lleva a la filosofía y a la metafísica en primer lugar?13

Sin embargo, aquellas dos limitaciones fundamentales (una con respecto a nosotros, la otra con respecto a los demás) no nos impiden representarnos y representar lo circundante. En efecto, una persona no sólo busca representarse a sí misma, sino representar a otra, como el pintor que traza un retrato o el poeta que escribe una semblanza o el biógrafo que detalla una trayectoria. De hecho, las fronteras de la representación invitan a ser rebasadas por los individuos más audaces o más urgidos de hacerse presentes.

En suma, nos encontramos ante un par de aptitudes únicas en el reino animal y a la vez advertimos los límites de una de ellas: no podemos representarlo todo. Si a lo largo de este libro constatamos que el mundo contemporáneo se caracteriza por una aguda crisis de la representatividad, entonces comprobaremos los límites de la segunda de ellas: no podemos conseguir que un algo sea capaz de ser plenamente representativo de un todo; esto es, que una célula o mónada o unidad mínima humana sea representativa de un conjunto. Menos aun parecerá posible que un conjunto menor sea representativo de aquel conjunto que se conforma con la totalidad de las personas y, de ser necesario, con la totalidad de los seres vivos del planeta.

Y, sea como fuere, ha de insistirse aquí en que el Homo sapiens es Homo loquens y es Homo representans. La palabra y el dibujo son las representaciones más a la mano y más antiguas. La validez del concepto de representación se sustenta en la preminencia y en la resistencia de las prácticas de la representación a lo largo del tiempo; dicho de otro modo, se sostiene gracias a su constancia en la vida humana: hablamos todo el tiempo y al hablar representamos esquemas de hechos, ideas, estados de ánimo, aun cuando es cierto que no todo acto de habla es un acto de representación de entes u objetos, sino también –como ya se sugirió– de promesas, órdenes, amenazas, entre otros típicos actos de habla.

Para discutir la hipótesis de que muchas crisis e insuficiencias en la comprensión de problemas contemporáneos y en la solución de los mismos son problemas de la representación y de la representatividad, vincularemos los conceptos de representación y de representatividad mediante características generales que afectan a una y a otra, y mediante un puente –entre la primera y la segunda parte de este libro– que a todas luces transita de la una a la otra y por ende las enlaza: la representación crítica o estética, constituyente y constitucional, del futuro.

La primera parte pondrá énfasis en la representación sin desembarazarse de la representatividad; la segunda invertirá el énfasis sin perder la conciencia de los estrechos lazos entre ambas prácticas.

Basta recordar Las palabras y las cosas, de Michel Foucault, para reconocer que debajo de cada representación existe una serie de paradigmas, protocolos, sustentos estéticos, éticos, ideológicos, religiosos que decaen o al menos se modifican cuando grandes paradigmas sufren transformaciones profundas, como en aquel largo tránsito desde la Edad Media, el Renacimiento y el Barroco hasta la era de la racionalidad moderna, que desplazó y marginó un conjunto de supuestos, esquemas, plataformas para la producción del conocimiento y de las artes. Las páginas siguientes no estarán en circunstancias de siquiera asomarse a una hipótesis sobre mutaciones profundas de nuestros paradigmas, pero acaso dejarán caer aquí y allá alguna sugerencia interesante para la inteligencia y sensibilidad de quienes generosamente las lean.

Después de todo, aquí no se trata de presentar un cuadro íntegro o por lo menos aproximado de las bases filosóficas (filosofía del lenguaje, filosofía del conocimiento, filosofía política, filosofía del derecho) de la representación y de la representatividad. Se trata simplemente de internarse por algunas de aquellas sendas de bosque, de esos Holzwege físicos y simbólicos en los que se adentró el filósofo alemán Martin Heidegger hacia la segunda mitad de su vida.

Y en último término las páginas siguientes no son sino algunas notas muy personales de lectura y glosas a textos clásicos de Hannah Arendt, Paul Ricœur y Norberto Bobbio, y a libros que ya despuntan como imprescindibles (por ejemplo, Legitimidad democrática. Imparcialidad, reflexividad y proximidad, de Pierre Rosanvallon). Aprecio asimismo las densas páginas del filósofo alemán Byung-Chul Han en Sobre el poder.

 

1 “La notion centrale de la logique naturelle est celle de schématisation, définie comme une ‘représentation discursive de ce dont il s’agit’” (Christian Plantin, L’argumentation. Histoire, théories et perspectives, p. 31).

2 “L’argumentation est ‘une démarche qui vise à intervenir sur l’opinion, l’attitude, voire le comportement de quelqu’un’, par les moyens d’une schématisation, agissant sur ses représentations” (ibid., p. 33).

3 En las páginas iniciales de Alberto Vital, Los argumentos de los asesinos. Mecanismos de justificación en personajes de Juan Rulfo, se presentan reflexiones de Oswald Ducrot.

4 Christian Plantin, L’argumentation. Histoire, théories et perspectives, pp. 33-34.

5 Jérôme Dokic, “Representación”, en Barbara Cassin (dir.), Vocabulario de las filosofías occidentales. Diccionario de los intraducibles, t. 2, p. 1338.

6 Die Welt als Wille und Vorstellung (<http://zeno.org>, consulta del 6 de febrero de 2017; “‘Die Welt ist meine Vorstellung’ – dies ist die Wahrheit, welche in Beziehung auf jedes lebende und erkennende Wesen gilt; wiewohl der Mensch allein sie in das reflektirte abstrakte Bewustseyn bringen kann: und thut er dies wirklich; so ist die philosophische Besonnenheit bei ihn eingetreten. Es wird ihm dann deutlich und gewiss, dass er keine Sonne kennt und keine Erde, sondern immer nur ein Auge, das eine Sonne sieht, eine Hand, die eine Erde fühlt; dass die Welt, welche ihm umgiebt, nur als Vorstellung da ist, d. h., durchweg nur in Beziehung auf ein Anderes, das Vorstellende, welches er selbst ist”; libro 1, parágrafo 1, p. 3). Esta misma cita aparece en Alberto Vital, “La representación y sus fronteras”, en Inflexiones. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, p. 63.

7 Matilde Luna Ledesma y José Luis Velasco, “Representación política”, en Fernando Rafael Castañeda Sabido, Laura Baca Olamendi y Alma Imelda Iglesias González, Léxico de la vida social, p. 460.

8 ibid., pp. 460-461.

9 Byung-Chul Han, Sobre el poder, p. 19.

10 ibid., pp. 120 y ss.

11 Hannah Arendt, La condición humana, p. 39.

12 ibid., p. 40.

13 “Wittgenstein’s famous aphorism ‘What we cannot speak of we must be silent about’ [...] would, if taken seriously, apply not only what lies beyond sense experience, but even more to objects of sensation. Nothing we see or hear or touch can be expressed in words that equal what is given to the senses. Hegel was right when he pointed out that ‘the This of sense […] cannot be reached by language.’ Was it not precisely the discovery of a discrepancy between words, the medium in which we think, and the world of appearances, the medium in which we live, that led to philosophy and metaphysics in the first place?” (Hannah Arendt, The Life of the Mind, p. 8).

1. REPRESENTACIÓN Y REPRESENTATIVIDAD

DISEMINACIÓN DE PODERES Y DE SABERES

El autor de estas páginas no es sociólogo, politólogo, jurista, historiador. Sólo es un filólogo y, antes que nada, es un universitario y un ciudadano que durante decenios ha leído y discutido acerca del pasado, del presente y del futuro del país, del continente, del planeta.

En mímesis o imitatio de un título de Thomas Mann, este volumen podría llamarse Consideraciones de un impolítico o bien Perplejidades de un ciudadano, por ser cavilaciones de quien se interesa en los asuntos del mundo y sufre por los desaciertos de las clases dirigentes y de las sociedades, y se beneficia de los aciertos de unas y otras, cada vez que unos u otros se presentan. El autor es un impolítico desde el momento en que no cuenta ni con la formación de un politólogo o un experto en filosofía política ni con la experiencia que proporciona el ejercicio constante de la política profesional. Más bien, actúa desde el terreno de la cultura y de una extensa preocupación por el destino de la vida sobre la Tierra (y posee un poco de experiencia en la conducción y administración de alguna instancia universitaria). Y es que si ya dijimos que la guerra es demasiado seria como para dejarla en manos de los militares, añadamos entonces que la realidad es demasiado compleja y demasiado próxima como para que no sintamos el derecho a comprenderla desde la interdisciplina, la multidisciplina y la transdisciplina como un deber de nuestra ciudadanía.1

Estas páginas parten de una evidencia que no tiene por qué escaparse a la mirada de cualquier persona inquieta por el estado actual del orbe en asuntos como la discriminación, el deterioro ambiental, las desigualdades extremas, las injusticias, la muerte violenta de incontables inocentes: el poder político, el poder financiero y económico, el poder social y el poder cultural, comunitario, familiar e individual se dispersan en numerosas prácticas, entes y entidades, hasta el punto de volver cada vez más difícil la toma de decisiones y la atribución de responsabilidades y de volver inocultable otra constatación empírica: cada persona posee algún tipo de poderío dentro de cada uno de los órdenes de vida en que se mueve. En este contexto se ubica la afirmación de Byung-Chul Han: “la sociedad moderna somete el poder a una dispersión radical o lo descentra”.2

Una de las bondades del mundo de hoy es asimismo uno de los retos más urgentes: la democracia en distintos ámbitos disemina el poder de decisión de tal modo que –en una reacción de péndulo previsible y no por ello menos extraña– más de un grupo de electores está prefiriendo un gobierno autoritario, caudillista, unipersonal o por lo menos peculiarmente carismático, a partir de la hipótesis de que un mando centralizado será capaz de resolver los problemas que agobian a países y sociedades. Al mismo tiempo, la democracia representativa exhibe una importante crisis por diversas insuficiencias justo en su representatividad mediante la respectiva legitimidad: como lo estudia Pierre Rosanvallon, no basta lo representativo electoral para que se obtenga un lazo satisfactorio entre los gobiernos y las sociedades.

Agréguese aquí que ya no nos son suficientes los órganos típicos de representación y decisión agrupados alrededor de los tres poderes políticos clásicos. Y, a la vez, no parece haber condiciones conceptuales ni institucionales óptimas o al menos mínimas para ampliar la representatividad hasta sectores que se han alejado de la economía formal y de las normas de convivencia.

En el ámbito académico y en la vida diaria ocurre un fenómeno que es curioso, por ser equivalente: existe una diseminación de saberes en disciplinas muy especializadas, cada una celosa de sus logros y de sus alcances, y a la vez más urgidas unas y otras de unirse y dialogar para aproximarse a enfoques convergentes, códigos compartidos, soluciones viables.

Vivimos, pues, una era de diseminación de poderes y de diseminación de saberes. Estas diseminaciones se hacen eco del concepto de diseminación discursiva, propuesto por Jürgen Habermas y evocado por Rosanvallon en el aludido intento por comprender y proponer nuevas legitimaciones y legitimidades para la complejísima vida democrática de hoy:

Pero nuestra intención es más amplia, puesto que se trata de considerar la legitimidad propia de las instituciones. Esto lleva, asimismo, a no conformarse con una perspectiva procedimentalista como la que desarrolla Habermas. Él también se esfuerza por superar los enfoques sustancialistas de la democracia e invita a considerar la voluntad general en los términos de una diseminación discursiva.3

Las conexiones y las negociaciones, los pactos, se vuelven un asunto crucial.

Por lo pronto, conclúyase ya aquí que las expansiones de la economía, de la demografía, de las prácticas o acciones individuales y sociales contribuyen, sí, a la diseminación de poderes y saberes como una característica decisiva del mundo en nuestros días. Tan sólo tales expansiones exigen cada vez más capacidad de representación, justo cuando las industrias culturales asumen una buena tajada de la construcción de los imaginarios colectivos.

CÁLCULO Y SENTIDO

Otra posible causa –más profunda– de la diseminación de saberes y de una consecuente dispersión de sentidos e incluso pérdida de los mismos se encuentra en las reflexiones de Paul Ricœur acerca de la sociedad del cálculo y de la planeación frente a la sociedad del sentido y de la perspectiva. A juicio del filósofo francés, mientras más se avanza en el cálculo racional y en la economía del incuestionable crecimiento, más se pierde aquel sentido general que sólo se encuentra en un proyecto humano compartido. Ricœur añade que, aun así, el sentido es más abundante que el sinsentido: “la buena nueva consiste en que el sentido supera a la carencia de sentido”.4

La economía que Ricœur describe como economía del cálculo, del crecimiento y de la planeación puede argumentar y defenderse exhibiendo cifras y evidencias empíricas del bienestar alcanzado: nunca antes un número tan alto de personas había tenido acceso a bienes materiales de cuya existencia y pertinencia nadie tiene derecho a dudar. Ahora bien, el propio filósofo del tiempo y la narración destaca el máximo sinsentido en una sociedad y una economía del cálculo y la planeación: se refiere a los crímenes aleatorios a manos de jóvenes que se arman y que así, bien armados, entran en sus escuelas o en parques o en andadores y disparan hasta que matan el mayor número de inocentes; incluso en aquellos casos en que los jóvenes se encuentran ideologizados al extremo, el trasfondo sería la ausencia de sentido colectivo, esto es, la falta de una narrativa compartida, sentida. En último término, parecería desprenderse de las reflexiones de Ricœur que aquello que se sintiera de modo literalmente unánime, contribuiría a construir un sentido universal: lo sentido contribuiría al sentido (y por lo pronto contribuye a una cierta cercanía entre las personas, así sea esporádica). Mientras tanto, la sociedad del cálculo habría abandonado un sentido general profundo que abarcara a la sociedad entera. Para Edmund Husserl las nociones de mundo y de sentido se presuponen la una a la otra:

De acuerdo con Husserl, “‘mundo’ es el correlato de la noción fenomenológica de sentido” […] Mundo es simplemente el horizonte sin fin de posibilidades en el cual se crea el sentido: “el correlato-acto de la noción fenomenológica de sentido”.5

Perder una posibilidad de sentido implicaría perder una posibilidad de mundo. Perder sentido general sería perder mundo.

El escritor marroquí Tahar Ben Jelloun revisa el caso de un joven criminal: el muchacho no actúa como respuesta a un sinsentido colectivo, sino al hecho de que, pese al bienestar alcanzado, el sentido general no cubre a muchas personas en la forma de atención, afecto, escuela, expectativas de estabilidad y ascenso. El homicida del 11 de diciembre de 2018 en Estrasburgo exhibe carencias paradigmáticas:

Si emprendió una carrera de delincuente ya a los 13 años fue porque sus padres y sus hermanos no se ocuparon de él. No recibió educación alguna, no tuvo contacto con ninguno de los valores humanistas que propone el islam […].

Francia […] tiene un grave conflicto con los jóvenes hijos de inmigrantes víctimas de la falta de reconocimiento e incluso del rechazo: el 40% está en el paro; el fracaso escolar está muy extendido: menos del 3% de los hijos de inmigrantes llegan a la Universidad. El ascensor social no funciona. Algunos casos aislados consiguen salir adelante e incluso triunfar, sobre todo en la música, el humor y el cine, pero son una minoría.

[…] la labor de reparación y prevención corresponde tanto al Estado como a las familias que, ya que no han educado a sus hijos, deben impedir que cometan crímenes y se conviertan en terroristas por una causa difusa e injustificable.6

Una crisis de la representación se ejemplifica con este tipo de casos: pese a numerosos esfuerzos, no expresamos todos los matices del ánimo del victimario ni el de las víctimas ni de las familias de uno y otras. Esos rasgos finos ayudarían a prevenir mejor los hechos de sangre que laceran a la sociedad, sobre todo si se llevan a la práctica las consecuencias de que hayamos entendido y asumido mejor unos y otros: los matices y los hechos.

Pero, sobre todo, no se puede construir y representar un sentido puesto en común mediante el discurso mientras no se alcancen niveles básicos de atención y consideración al conjunto.

Ahora bien, las cifras absolutas, los porcentajes, las generalizaciones, las sugerencias, los consejos (como aquel con que se inscribe en el párrafo anterior) son una representación con efectos débiles del sufrimiento y de las posibilidades de por lo menos aliviarlo, inhibiendo las causas más irracionales, como las matanzas de inocentes. Un ejemplo de generalización se encuentra en el mismo texto de Tahar Ben Jelloun: “Estos criminales aislados constituyen actualmente la mayor amenaza contra la seguridad de Europa”. 7 La edición destaca esta frase, que se presenta sin pruebas numéricas o comparaciones concluyentes. ¿Se alcanzará un punto en que debamos reconocer que nunca representaremos todos los matices de la condición humana en su conjunto y del dolor individual?

Para Ricœur no parece tratarse sólo de una dispersión de saberes y de una multiplicación de discursos en defensa de cada uno de esos saberes y en defensa de prácticas, intereses, ideas e ideologías, sino de la ausencia de aquel sensus comunis del que habló Hans Georg Gadamer: sentido puesto en común que da el primer sitio a las cuestiones más relevantes para la humanidad, como la protección del medio ambiente en el contexto de la protección de los más vulnerables (después de todo, la Tierra se encuentra entre los más vulnerables).8

De una fundamental pérdida de sentido habla asimismo Hannah Arendt en The Life of the Mind. Se refiere a la destrucción o deconstrucción del mundo de las ideas al modo del Topos Uranos de Platón o del mundo metafísico más allá de lo físico, lo material o tangible. La muerte del mundo metafísico en tanto que referente, si se quiere desafío, estímulo heurístico, orientación, aspiración o realidad pura, conllevaría una equivalente pérdida de mundo, esto es, de orden general, de sentido compartido, dentro del ámbito cotidiano y tangible de lo material:

Esta idea de Nietzsche, a saber, que “la eliminación de lo suprasensible también elimina lo meramente sensible y por lo tanto las diferencias entre ellos” (Heidegger), es de hecho tan evidente que desafía todo intento de fecharlo históricamente […]. En otras palabras, una vez que el siempre precario balance entre los dos mundos se pierde, no importa si el “verdadero mundo” deroga al “aparente” o viceversa, todo el marco de trabajo de referencia en el que nuestro pensamiento estaba acostumbrado a orientarse, colapsa. En estos términos, ya nada parece tener mucho sentido.9

En síntesis, dos cabezas filosóficas de primer orden razonan acerca de escenarios donde la pérdida de sentido se vuelve una realidad con consecuencias incalculables. La pérdida del mundo de las ideas implicaría la imposibilidad de disponer de un referente ante el cual (o contra el cual) contrastaríamos las realidades materiales. Se trataría de una pérdida neta de posibilidades de representación, una pérdida no tanto de representatividad como de representabilidad de lo real.

El problema es tan grande que transita desde lo filosófico hasta lo material cotidiano e impulsa a Hannah Arendt a entender que –a diferencia de las altas matemáticas, que son asunto de especialistas– la filosofía no puede seguir pensándose como la actividad de una élite cercana a los dioses, según planteaba Platón, sino como una urgencia de tal magnitud que termina atañendo a todas las personas.10

La filosofía del siglo XX ha asediado de un modo u otro las grandes construcciones de sentido, más allá de la estrategia de erigir sistemas monumentales como el de Friedrich Wilhelm Hegel. En la lógica de Ludwig Wittgenstein late la conciencia de la relación entre unidades mínimas y redes abarcadoras; entre signos extraños como garabatos y monumentales comprensiones incluyentes:

¿Cómo puede la lógica, que todo lo abarca y que refleja el mundo, utilizar garabatos y manipulaciones tan especiales? Sólo en la medida en que todos ellos se anudan formando una red infinitamente fina, el gran espejo 11

Una representación completa del mundo sería una red infinitamente fina, un vastísimo espejo. Representaciones filosóficas y estéticas aspiran a ser esa red, ese espejo, quizá un Aleph como el que imaginó Jorge Luis Borges:

Arribo, ahora, al inefable centro de mi relato, empieza aquí, mi desesperación de escritor. Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten; ¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph que mi temerosa memoria apenas abarca? Los místicos en análogo trance prodigan los emblemas: para significar la divinidad, un persa habla de un pájaro que de algún modo es todos los pájaros; Alanus de Insilus, de una esfera cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna; Ezequiel, de un ángel de cuatro caras que a un tiempo se dirige al 12