M. P. López Álvarez

 

Miguel y los almohades

 

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Primera edición: enero de 2020

 

© Grupo Editorial Insólitas

© M. P. López Álvarez

 

ISBN: 978-84-17799-92-2

ISBN Digital: 978-84-17799-93-9

 

Difundia Ediciones

Monte Esquinza, 37

28010 Madrid

info@difundiaediciones.com

www.difundiaediciones.com

 

 

Agradecimientos

A mis hijos, para que comprendan que la familia es la fuente de la más imponente de las fuerzas.

A mis cuñados Marina y Antonio, que afincados en Granada desde hace unos años han sabido apreciarla y enseñarnos a todos el cariño por esa maravillosa tierra y cultura.

A mi sobrino Paco, por ser tan genialmente maravilloso.

A Duna, nuestra perrita, para que no se ofenda por no ser ella, tampoco esta vez, protagonista de nuestra historia.

 

 

Agradecimientos

INTRODUCCIÓN

CAPITULO 1 ¡VIVAN LAS VACACIONES!

CAPITULO 2 GRANADA, TIERRA SOÑADA

CAPITULO 3 TRES SON COMPAÑÍA, MÁS, SON MULTITUD

CAPITULO 4 ALÍ EL MISTERIOSO

CAPITULO 5 UNA CIUDAD DENTRO DE LA CIUDAD

CAPITULO 6 LAS PROMESAS HAY QUE CUMPLIRLAS

CAPITULO 7 ¿DÓNDE ESTÁN LOS NIÑOS?

CAPITULO 8 ¿QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ?

CAPITULO 9 UNA GRAN MISIÓN PARA UN GRAN PUEBL0

CAPITULO 10 ¡QUE ALGUIEN PONGA ALGO DE CORDURA!

EPÍLOGO

 

 

INTRODUCCIÓN

Rafa, Miguel y Beatriz son tres hermanos tinerfeños de padres peninsulares de 10 años el mayor y 7 los dos pequeños, que además son gemelos. Los tres son listos, traviesos y de gran corazón. Poseen una imaginación desbordante, que en su inocente diversión, les ha llevado a vivir, en ocasiones, aventuras algo extrañas. Su origen medio peninsular–medio isleño les ha concedido también una visión integrada de la cultura española y que, por curioso que parezca, se ha visto involucrada en sus pequeñas andanzas. Como por ejemplo, unos meses atrás, en la aventura corrida en el municipio de Valle Gran Rey, en la preciosa isla de la Gomera, que fue la primera que además, ha sido pasada a papel y a la que nos referimos en el siguiente texto en varias ocasiones por ser bastante reciente.

 

 

 

CAPITULO 1
¡VIVAN LAS VACACIONES!

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No habían pasado más de 3-4 meses cuando ya estaban aquí de nuevo las vacaciones. Para los niños, muchíííííííísimo tiempo. Demasiado poco, para los padres. Y eso que su otoño–invierno había sido mucho más especial que el de otros años. Desde la aventura del verano en la Gomera, todo habían sido felicitaciones y parabienes. Lo habían festejado en casa, en el barrio, en el colegio,…y ahora, por si fuera poco, iban a celebrarlo con la familia en la península. Todos se sentían tan orgullosos de la pequeña hazaña de los tres hermanos, que nadie quería quedarse ajeno a la celebración.

 

Esa mañana del primer día de las vacaciones escolares de Navidad, estaban preparando otro año más las maletas para visitar a la familia. Siempre había sido especialmente divertido el periodo navideño en la península. Ya solo el hecho de usar esa ropa tan “guay” como guantes, gorros , bufandas y botas era toda una pasada para los niños, tan acostumbrados al clima templado pero bastante monótono de las islas. Además, el viaje en avión, les hacía sentirse especialmente emocionados y también, aunque no lo reconociesen jamás, algo asustados. Y por si fuese poco el reencuentro con sus familiares más queridos. La abuela, los tíos, pero sobre todos sus primos, a los que la distancia habitual a la que vivían, no les impedía en absoluto sentirse tan especialmente unidos.

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–Mamá, por favor, no te olvides planchar mi camiseta favorita – dijo Rafa tan presumido.

–No te preocupes, si se arruga en la maleta yo te la plancho cuando lleguemos– otorgó la madre.

–Pilar, ¿dónde están los cargadores de las tablets del colegio de los niños?– preguntó el padre desde la habitación del fondo.

–Ya están en la maleta de los accesorios– respondió la madre.

–Mami, ¿me puedo llevar el peluche del oso panda de los reyes del año pasado?– preguntó meloso el pequeño Miguel.

–Lo siento mi niño– respondió con “son” canario la madre mientras, cariñosa, le atusaba el pelo– pero Gordi es un poco grande y nos pueden cobrar un asiento extra en el avión.

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–Está bien, mami, pero entonces me llevo el cocodrilo–dijo decidido el pequeño.

–Pasa lo mismo, Miguel, Coco es también un poco grande. ¿Qué te parece si te llevas mejor a Lobezno. Seguro que cabe incluso en tu mochila– zanjó la madre mientras le alcanzaba el peluche.

 

Esa curiosa costumbre de bautizar a sus muñecos la habían heredado los niños de su madre y tías, que desde muy niñas tenían nombradas a todas y cada una de sus muñecas y peluches.

 

–Está bien, mami, me llevaré a Lobezno– dijo el niño mientras lo guardaba con extremo mimo en su mochila.

–Mamá, ¿me dejas el móvil que me voy a despedir de mis amigas?– pidió Bea, la gemela de Miguel.

–Está en la mesa de la cocina. Pero cuando termines lo vuelves a dejar allí para que no lo olvide.

–Descuida mamá, te lo dejo en su sitio–repuso agradecida la niña.

–Te pongo la documentación en la cartera de viaje– le decía la madre al padre mientras continuaba con la tarea del equipaje familiar.

 

Todos a una en unas horas y “justo a tiempo”, como decía Rafa, el hijo mayor, con frecuencia cuando era más pequeño, terminaron de arreglar las maletas y se dispusieron a coger un taxi rumbo al aeropuerto.

 

–Tanto correr para después tener que esperar – se lamentaba Miguel.