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ELECTRA

BENITO PÉREZ GALDÓS

ELECTRA

INTRODUCCIÓN

DE ELENA CATENA

PRÓLOGO Y EPÍLOGO

DE GERMÁN GULLÓN

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© De la introducción, Elena Catena, 1998, 2001

© Del prólogo y epílogo, Germán Gullón, 2020

© Malpaso Holdings S. L., 2021

C/ Diputació 327, principal primera.

08009 Barcelona

www.malpasoycia.com

ISBN: 978-84-18236-44-0

Maquetación: Palabra de apache

Imagen de cubierta: Rex Whistler - Lady Caroline Paget, 1930

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Para Andrés Amorós,desde siempre tan querido,

tan admirado.

Para don Antonio Roche y don Manuel Bonsoms,

por su paciencia, por su cortesía.

 

PALABRAS PROLOGALES

Hay obras en la historia de la literatura universal que constituyen un hito, porque captan un aspecto de la vida social cuya urgencia y relevancia las convierte en textos icónicos. Así sucedió con la obra de teatro, la Casa de muñecas (1879), de Henrik Ibsen, una defensa de los derechos de la mujer. Electra, de Galdós, supuso también al estrenarse en Madrid (1901) un auténtico bombazo, parecido al estreno del drama francés Hernani (1830), de Victor Hugo, que escenificaba la batalla entre los románticos y los clasicistas, mientras la española catalizó la opinión pública nacional. Abordaba un tema candente, la influencia de la Iglesia en las familias burguesas. Su onda expansiva fue enorme, hubo dulces, cigarrillos, cerillas, periódicos Electra, como si un artefacto de fragmentación hubiera explotado en medio de la sociedad española. Y un poco era así, la obra vehiculaba la frustración y la rabia de la clase burguesa progresista y de la llana con la política de la Restauración, que incumplió el programa de reformas nacional prometido tras la Revolución de 1868, cuando la reina Isabel II se vio obligada a abandonar el trono. Las reformas administrativas, la defensa de la separación de poderes, especialmente entre Iglesia y Estado, no acabaron de consolidarse, o se vieron entorpecidas, como la libertad de prensa, lo que impedía la normalización de la vida democrática. Además, los españoles acababan de sufrir la humillante pérdida de las colonias de Ultramar, la isla de Cuba, la perla de las Antillas, Guam y las Filipinas, que nos reducía a una potencia mundial de segundo rango.

El estreno de Electra en el teatro Español despertó las esperanzas de la clase intelectual, que ocupaba las butacas, de que la acción política, la protesta, iba a modificar el rumbo del país, dirigiéndonos hacia una era de progreso social. Galdós, sutilmente, y hoy lo entendemos mejor, confiaba más en los avances de la ciencia que en los políticos, que a fin de cuentas tienen influencia limitada sobre la vida social. Desde la publicación de su novela Doña Perfecta (1876), protagonizada por Pepe Rey, un ingeniero, y Máximo, el de esta obra, un investigador de la conducción eléctrica, dos científicos, venía indicando nuestro autor que los hombres de ciencia eran los responsables de la marcha hacia delante, del progreso de la sociedad española. Ayer como hoy, los políticos, y ese es el mensaje de Galdós, ejercen una influencia sobre una parcela limitada del dominio público, y desde luego el progreso compete a ingenieros e investigadores, hoy quizá debemos mencionar a biólogos moleculares e ingenieros digitales. El autor enviaba asimismo un fuerte mensaje sobre el valor de la conciencia humana, el terreno privado de cada ciudadano, de la propia persona, de la joven Electra, expresando que le pertenece al individuo.

En 1901, la recepción de la obra enfocó solo un aspecto del mensaje, porque como dije el clima social estaba condicionado por el descontento de los españoles con el estado de los asuntos públicos, y el anticlericalismo fue el sentimiento que unió los deseos de reforma, aunque, según comentaré en el Epílogo, la obra considerada en el siglo XXI permite una lectura de mayor alcance temático. El anticlericalismo se convirtió en una punta de lanza, el mensaje de la obra, que se repetirá en la prensa española y extranjera, caldeó los ánimos de la gente y, a la vez, suscitó la animadversión hacia su persona y obra de los conservadores y del clero, especialmente los jesuitas. Las repercusiones fueron importantes, y se evidenciaron cuando las fuerzas reaccionaras se opusieron años después (1912) a que le concedieran el Premio Nobel, un momento de infamia nacional, que le escamoteó la fama universal.

Hace diez años (2010), el dramaturgo Francisco Nieva hizo una versión moderna de la obra, que fue recibida con aplauso. Nosotros, con motivo del centenario de la muerte de Benito Pérez Galdós (1943-1920), hemos querido recuperar la edición de Elena Catena de Electra, cuya publicación en 1998 supuso un hito en los estudios galdosianos. Ofrecía al lector el olvidado texto de esta obra dramática, la más famosa de un autor conocido principalmente por su obra narrativa, y la acompañaba con una introducción, donde con competencia crítica se explica la relevancia y el contexto de la obra. Sus palabras introductorias siguen siendo válidas, por eso las reproducimos aquí, y junto con las nuestras epilogales pensamos ponen al día la presentación de esta obra clave de nuestra literatura. Hemos actualizado también la bibliografía.

 

INTRODUCCIÓN