CLÁSICOS CASTELLANOS

LOPE DE VEGA

COMEDIAS

I

Durante más de dos siglos, la vigorosísima figura de Lope de Vega quedó oscurecida y sepultada bajo el alud de flores retóricas que, con piadosa intención, derramó sobre ella, en su Fama póstuma, su discípulo y amigo el doctor Juan Pérez de Montalván. En vano fué que Lope hubiera cuajado de íntimos rasgos autobiográficos gran parte de sus obras, hasta el punto de que muchas de sus poesías no son otra cosa que un comentario lírico a sucesos de su vida: el amañado y artificioso retrato trazado por el autor del Para todos en las páginas del libro que queda citado arriba, en el cual, bajo la exuberancia de apologéticos ornamentos, trata de encubrirse, y aun desmentirse, lo que no parecía decoroso se supiera de las flaquezas y pecados del poeta, tuvo que ser tradicionalmente recibido como vera efigies de Lope de Vega.

En 1839 publicó Fauriel en la Revue des Deux Mondes un estudio en que se indica el valor autobiográfico de La Dorotea; idea que, rechazada por Damas-Hinard, fué adoptada después por Ticknor en su historia (1849) y por von Schack en la suya (1854) y desenvuelta por Ernest Lafond en su Etude sur la vie et les œuvres de Lope de Vega (París, 1857). Con ello estaba dado el paso capital para llegar al auténtico conocimiento de la vida de Lope, apreciando rectamente los numerosísimos datos dejados por aquél, más o menos desfigurados, en muchas de sus obras.

Hacia ese tiempo ya había estado en manos de don Agustín Durán parte de la valiosísima correspondencia de Lope con el Duque de Sessa, de la cual había copiado sesenta y dos cartas, que comunicó a von Schack cuando éste trabajaba en su Historia de la literatura y el arte dramático en España. Pero hasta que, en 1863, fueron encontrados en el archivo del Conde de Altamira tres tomos de la dicha correspondencia, tan donosa como poco edificante, Cartas y billetes de Belardo a Lucilo, y, estudiados por don Cayetano Alberto de la Barrera, surgió de ellos el picaresco y apasionado episodio de los amores sacrílegos de Lope con doña Marta de Nevares (con lo cual fué dado apreciar el fundamento autobiográfico puesto por el poeta a su égloga Amarilis), casi puede decirse que no comenzó a ser conocida la verdadera personalidad de Lope.

Sin embargo, no fué la Barrera quien dió noticia al público de aquella larga novela de la vejez del poeta: su Nueva biografía, compuesta con gran sagacidad y diligencia, y a la cual aún es forzoso acudir hoy al estudiar muchas cuestiones (por ejemplo, los ataques literarios a Lope del maestro Torres Rámila), a pesar de haber avanzado tanto desde 1864 el conocimiento de las sergas lopescas, permaneció inédita en la biblioteca de la Real Academia Española hasta 1890, cuando don Marcelino Menéndez y Pelayo la puso al frente de la edición académica de las obras de Lope de Vega, llenando con ella el tomo I. Entre tanto, don Francisco Asenjo Barbieri había publicado en 1876, aprovechando las mismas fuentes que aquel erudito y hasta su manuscrito, su libro Ultimos amores de Lope de Vega, en el cual adelanta sobre la Barrera el descubrir noticia del rapto de Antonia Clara, la hija de Lope y Amarilis, por un galán de la Corte (hecho que hasta ahora no ha sido comprobado documentalmente) en la égloga Filis, último poema que antes de morir preparó Lope para la imprenta.

Otra de las grandes etapas en el conocimiento de la vida del poeta es señalada en 1901 con la publicación del Proceso de Lope de Vega por libelos contra unos cómicos por los señores Tomillo y Pérez Pastor, el benemérito investigador de la vida de Cervantes. De este modo quedó reafirmado el valor autobiográfico de La Dorotea, aclarado el episodio de los amores con Elena Osorio y buen número de otros lances de esta oscura y compleja existencia.

Diligentes investigaciones de los señores Rodríguez Marín, Cotarelo, Rennert, Castro, han ilustrado después los amores con Micaela de Luján y otros sucesos de la vida de Lope, hasta el punto de que ya hoy tenemos derecho a decir que, por lo menos en sus rasgos fundamentales, la singularísima figura de Lope, libre de las vendas y bálsamos con que la amortajó Montalván, se alza llena de vida ante nuestros ojos. El libro del señor Rennert The Life of Lope de Vega (Glasgow, 1904), completado y renovado en gran parte por don Américo Castro (Vida de Lope de Vega, Madrid, 1919), es por hoy la obra que más completa y perfectamente puede llevarnos a conocer el espíritu de Lope y los novelescos sucesos de su vida. La noticia biográfica que nos ha parecido indispensable estampar aquí está principalmente basada en este libro.

 

Lope Félix de Vega Carpio nació el 25 de noviembre de 1562, en Madrid, en la Puerta de Guadalajara (parte de la calle Mayor comprendida entre la Cava de San Miguel y la calle de Milaneses) y fué bautizado el 6 del siguiente diciembre en la hoy desaparecida parroquia de San Miguel de los Octoes.

Fueron sus padres Félix de Vega y Francisca Fernández Flores o del Carpio (que de ambos modos es designada en los documentos publicados por el señor Pérez Pastor en el Proceso). Eran éstos naturales del valle de Carriedo, en la Montaña, y habían fijado su residencia en Madrid el mismo año del nacimiento de Lope. El padre, que consagró a la caridad gran parte de las horas de su ejemplar existencia, tanto que sus virtudes fueron celebradas por Herrera Maldonado en su Vida de don Bernardino de Obregón, fué bordador de oficio y murió en 1578. De la madre, para quien no tiene Lope en sus obras ningún recuerdo de filial amor, sólo sabemos que fué enterrada en 22 de septiembre de 1589. ¡Dios sabe lo que habrá sufrido la pobre mujer en sus últimos años con las lozanías y desórdenes de su turbulento hijo!

Montalván se detiene a describir las portentosas dotes que revelaba Lope en su niñez; refiere cómo leía en romance y latín a los cinco años, y, antes de saber manejar la pluma, repartía su almuerzo con los compañeros mayores para que le escribieran los versos que él improvisaba. "Pasó después a los estudios de la Compañía—sigue diciendo su apologista—(Lope declara en el Proceso que había estudiado en el más modesto colegio de los Teatinos), donde, en dos años, se hizo dueño de la Gramática y la Retórica, y antes de cumplir los doce tenía todas las gracias que permite la juventud curiosa de los mozos, como es danzar, cantar y traer bien la espada..." El mismo Montalván refiere una travesura de la mocedad del poeta, que pone bien de manifiesto la inquietud fundamental de su carácter. Muerto su padre, es decir, hacia los diez y seis años, huyó Lope de Madrid en compañía de un amigo, llegando hasta Astorga en su escapatoria.

No es fácil tarea la de establecer en orden cronológico los sucesos de la primera juventud de Lope: tal contradicción hay entre las afirmaciones de La Dorotea y lo que resulta de otras fuentes. Consta que sirvió a don Jerónimo Manrique de Lara, obispo de Cartagena, "a quien agradó sumamente con unas églogas que escribió en su nombre y con la comedia La Pastoral de Jacinto, que fué la primera que hizo de tres jornadas", dice Montalván, sin que podamos saber en qué tiempo entró Lope a prestar esos servicios ni cuánto duraron. Antes, aún siendo niño, había ya traducido en verso el poema de Claudiano De raptu Proserpinae, y quizás escrito obras dramáticas en cuatro actos, según indica en el Arte nuevo de hacer comedias; pero la que llegó a nosotros atribuída a esa primera edad, Los Hechos de Garcilaso, no puede haberla compuesto antes de los diez y seis o diez y ocho años. Consta también que estudió en Alcalá, ignorándose en qué años, ya que no ha sido dado hasta hoy descubrir su nombre en aquellos registros universitarios. "Según todas las probabilidades—dice la versión española de la Vida del señor Rennert—, Lope se matriculó en la Universidad cuando tenía alrededor de quince años, es decir, en 1577, y estuvo allá cuatro años, saliendo en 1581-82." Sabemos igualmente que participó en la jornada de las Islas Terceras contra los portugueses, campaña que tuvo menos de dos meses de duración, desde el 23 de junio de 1583, en que zarpó de Lisboa la armada de don Alvaro de Bazán, hasta el 15 de setiembre, en que regresó a Cádiz.

Poco después ya era Lope poeta conocido; colabora en el Jardín espiritual de fray Pedro de Padilla (1584) y en el Cancionero de López Maldonado (1586, pero con licencia de 1584), y es celebrado por Cervantes en el Canto de Calíope de La Galatea (1585) en los siguientes términos:

"Muestra en un ingenio la experiencia
que en años verdes y en edad temprana
hace habitación así la ciencia,
como en la edad madura, antigua y cana:
no entraré con alguno en competencia
que contradiga una verdad tan llana,
y más si acaso a sus oídos llega
que lo digo por vos, Lope de Vega."

Antes de este tiempo debieron comenzar los amores con Filis, la gran pasión de la primera juventud de Lope, inmortalizada en tan bellos romances y en las escenas de La Dorotea, llenas de agudeza y donosura, sin que sea posible determinar exactamente el año de su principio, si bien parece razonable opinión la expuesta por Ormsby (en un estudio sobre Lope de Vega publicado en la Quarterly Review (1894), citado en el libro de Rennert y Castro) de que, ya que repetidamente se afirma en La Dorotea que estas relaciones duraron cinco años, éstos debieron ser los comprendidos entre la expedición de las Terceras y la de la Invencible contra Inglaterra. Cierto que en La Dorotea se dice también que don Fernando (Lope) tenía diez y siete años al ser solicitado por Dorotea; pero bien probado está que Lope de Vega tenía la coquetería de disminuir la cifra de sus años, como acaso la de aumentar la de sus comedias. No fué el de Filis el primer afecto de Lope de Vega (en La Dorotea se nos habla de una Marfisa, pariente suya, "primer sujeto de mi amor en la primavera de mis años", a quien aún no ha sido posible identificar documentalmente), pero sí el primero que dejó honda huella en la producción literaria del poeta. Filis, Elena Osorio, era la hija del representante Jerónimo Velázquez, y estaba casada desde 1576 con un tal Cristóbal Calderón, también comediante. Repentina pasión brotó entre ella y el gran enamorado y gran poeta. "No sé qué estrella propicia a los amantes reinaba entonces—léese en La Dorotea—, que apenas nos vimos y hablamos cuando quedamos rendidos el uno al otro." En prosa y verso ha alabado repetidamente Lope los encantos, físicos y espirituales, de su amada, creando de ella una imagen, según atinadamente se hace observar en el libro de los señores Rennert y Castro, que "más bien que en damas de la España tradicional, hace pensar en un tipo de gentil cortesana, surgido al contacto de la Italia renacentista". La figura que traza Lope de la Amarilis de sus postreros amores guarda estrecha relación con la de esta heroína de la novela de sus años mozos. Elena parece haberse interesado mucho por el perfeccionamiento del saber de su genial enamorado e influído en él para que visitara cátedras de disciplinas diversas: en más de un sentido debe ser considerada como galana maestra del poeta.

De todo tiene menos de edificante lo que de estos amores descubre La Dorotea y comprueba el Proceso. La familia parece haber consentido las relaciones mientras Lope compusiera comedias para la compañía de Jerónimo Velázquez y no estorbara que Elena tuviera amantes de más alto copete y mejor nutrida bolsa, como el indiano don Bela de La Dorotea, en la realidad don Francisco Perrenot, sobrino del cardenal Granvela. Por muy diversas fases atraviesan los amores: en un principio, Filis quiere guardar fidelidad al poeta; pero éste no puede subvenir al sostenimiento de su amada, la que por él se empobrece, por lo cual su madre la vitupera y maltrata y, por último, la entrega a un amante de mayores posibles. Lope, según La Dorotea, huye a Sevilla y Cádiz lleno de dolor; pero, vuelto a Madrid, se presta a ser favorecido en secreto, consintiendo el oficial señorío de don Bela.

No era posible que durara mucho tal situación: desengañado de Elena, enamorado de doña Isabel de Urbina (la dulce Belisa de los romances), Lope se venga de su antigua amada dejando de dar comedias a su padre y haciendo circular por Madrid dos poesías, un poema en latín macarrónico la una y la otra un romance castellano, en que se escarnece y vilipendia a Elena Osorio y su familia. Abrese proceso, Lope es detenido y llevado a la cárcel el 29 de diciembre de 1587, y, después de oídos testigos, sentenciado "en cuatro años de destierro de esta Corte y cinco leguas (no le quebrante, so pena de serle doblado), y en dos años de destierro del reino, y no le quebrante, so pena de muerte". Después, ante nueva denuncia de los Velázquez, que dicen que desde la cárcel sigue Lope haciendo contra ellos versos de infamia, los alcaldes, el 7 de febrero de 1588, acuerdan lo siguiente: "Confirman la sentencia de vista en grado de revista con que los cuatro años de destierro de esta Corte y cinco leguas sean ocho demás de los dos del reino y los salga a cumplir desde la cárcel los ocho de la Corte y cinco leguas, y los del reino dentro de quince días; no los quebrante, so pena de muerte los del reino, y los demás, de servirlos en galeras al remo y sin sueldo, con costas."

Estamos en el momento más dramático que nos es conocido de la vida de Lope: los lances se precipitan uno tras otro como en la más accidentada de sus comedias. Sale de la cárcel para cumplir su destierro fuera del reino de Castilla el 8 de febrero de 1588; acabamos de ver las penas severísimas en que incurría caso de volver a la Corte, y, sin embargo, en el Inventario general de las causas criminales que se hallan en el archivo de la sala de alcaldes de la casa y corte de S. M., encontró Pérez Pastor la noticia siguiente: "Lope de Vega, Ana de Atienza y Juan Chaves, alguacil, por el rapto de doña Isabel de Alderete." Desgraciadamente ha desaparecido este proceso. Pérez Pastor prueba cumplidamente la identidad de esta doña Isabel de Alderete con doña Isabel de Urbina y Cortinas, primera esposa de Lope de Vega. Probablemente habrá comprendido el poeta, al salir de la cárcel, que la importante familia de Belisa (su padre había sido regidor de Madrid y rey de armas de Felipe II y Felipe III), con la cual Lope estaría en relaciones desde algún tiempo antes como se desprende de algunos de los romances, no consentiría el matrimonio de ésta con un condenado por la justicia, y habrá convencido a su amada, siempre dulce y sumisa, de que se dejara raptar e hiciera así preciso el casamiento. En un principio la familia denuncia a Lope, quien ya hemos visto los peligros que corría con ello; pero después debe haber mediado perdón, ya que, en vez de seguir adelante la causa, el inmediato 10 de mayo se casa por poder el desterrado Lope con la dicha doña Isabel de Alderete.

Pero Lope no va pacíficamente a cumplir su destierro, gozando del tranquilo y legítimo amor de su Belisa: el 29 del mismo mes de mayo se alista en Lisboa como voluntario en la Invencible, probablemente "arrastrado por el soplo heroico que inflamó en aquella ocasión a todos los pechos jóvenes", como indican los señores Rennert y Castro. No habrá existido otro más apto para sentir tales fiebres patrióticas que el de este gran vate hispano, en quien el orgullo nacional se presenta en formas casi delirantes. A bordo del galeón San Juan dice Lope que compuso su poema La Hermosura de Angélica. En diciembre del propio año regresan a España los restos de la Armada. Lope desembarca en Cádiz, viene a Toledo, y, reunido con su esposa, habrá marchado a Valencia a principios de 1589.

La razón de haber escogido Lope esta rica ciudad como lugar donde cumplir su destierro fuera del reino de Castilla debe haber sido el gran florecimiento que habían alcanzado allí las letras. Allí habrá conocido a los poetas dramáticos Tárrega, Boyl y Aguilar; habrá dado comedias al naciente teatro valenciano y contribuído a la publicación de las primeras colecciones de romances, base del futuro Romancero general, la primera de las cuales, según Wolf, debió salir en Valencia "poco después de 1588" y en la cual se encuentran varios romances que pertenecen a Lope, indudablemente. Su vida en Valencia parece haber sido todo lo tranquila y feliz que era posible, dado su arrebatado temperamento. Teniendo que sostener su hogar de hombre casado, habrá comenzado allí a escribir comedias para ganar el pan de su familia, no "por su entretenimiento, como otros muchos caballeros de esta Corte", según se alababa de hacerlo en el Proceso; y, en efecto, sabemos que de Valencia enviaba obras dramáticas a directores de compañías teatrales. De lo que dice Cervantes en el prólogo de sus comedias, y de otros datos, parece deducirse que ya en este momento era Lope el autor más popular de la escena española. Sin embargo, que se sepa, no han llegado a nosotros sus comedias de esta primera época.

En 1590, cumplida la parte de destierro fuera del reino, viene Lope a Toledo, y, como secretario, entra al servicio del joven duque de Alba don Antonio, cargo que desempeñó durante cinco años, residiendo en Alba de Tormes buena parte de este tiempo. Aunque siguen siendo perdidas para nosotros la mayor parte de sus comedias, poseemos algunas, hasta una de ellas en su autógrafo, de las que sabemos indubitadamente que corresponden a este período. También entonces escribió Lope la novela pastoril La Arcadia, primera de sus obras extensas que había de ser impresa, en la que, bajo figura de pastores, introduce a su protector y a sus amigos.

A principios de 1595—si hemos de prestar fe a la profecía del astrólogo César en La Dorotea, que coincide con lo que resulta de otros datos—debe haber fallecido doña Isabel en Alba de Tormes, dejando a Lope padre de dos niñas que no tardaron en seguir la suerte de su pobre madre.

Muerta su esposa, trasladóse Lope a la Corte, donde su antiguo perseguidor Jerónimo Velázquez pide a la justicia le sea levantado lo que le falta por cumplir de la condena de destierro; acaso esperando, según han maliciado eruditos modernos, que el fecundo y ya famoso poeta se casaría ahora con Elena, ya también viuda por aquellos tiempos.

Poco después deja Lope el servicio de la casa de Alba, y por algún tiempo es secretario del Marqués de Malpica. En 1598 lo encontramos desempeñando cargo análogo cerca del Marqués de Sarria, futuro Conde de Lemos, el gran protector de Cervantes y tantos otros ingenios.

El 25 de abril de este mismo año de 1598 casóse Lope en Madrid con doña Juana de Guardo. Su padre, Antonio de Guardo, era rico carnicero que abastecía de víveres los mercados de la Corte, circunstancia que sirvió de base para que se mofaran de Lope sus enemigos, con el terrible Góngora a su cabeza. Doña Juana llevó en dote al matrimonio más de veintidós mil reales. Por lo que conocemos del carácter de esta señora, parece haber sido mujer vulgar y bondadosa, que sufrió con paciencia la cruz que le imponía la desgobernada conducta de su esposo. Que se sepa, jamás fué cantada en los versos de éste: tiene todas las trazas de un enlace de conveniencia este matrimonio.

En este año de 1598 publicó Lope sus primeros libros: la citada novela pastoril La Arcadia y el poema épico La Dragontea consagrado a las temidas hazañas del marino inglés el Drake. A principios de 1599, El Isidro, poema en quintillas, en que se narra la vida del que había de ser Santo Patrón de Madrid.

En abril de 1599 encontramos a Lope de Vega en Valencia acompañando al Marqués de Sarria, quien se había trasladado allí, lo mismo que toda la corte, con el rey Felipe III y su hermana la infanta Isabel Clara Eugenia, para esperar a sus respectivos cónyuges la archiduquesa Margarita de Austria y el archiduque Alberto. Celebráronse en Valencia las velaciones—pues ya los desposorios se habían hecho por poderes en Ferrara—, y con tan grato motivo representóse el auto alegórico de Lope Las Bodas del alma con el amor divino. El señor Mérimée, en sus Spectacles et comediens à Valencia, menciona otras fiestas celebradas en esta ocasión, en las que Lope tomó parte principal. El mismo año imprimióse en Valencia el poema de Lope titulado Fiestas de Denia, que describe el festival ofrecido por el Duque de Lerma al Rey y a la Infanta.

Lope debió estar ya de regreso en Madrid en julio siguiente, ya que en 26 de ese mes es bautizada en San Ginés una hija suya y de doña Juana, Jacinta, que habrá muerto niña, pues nada más volvemos a saber de ella. Dejó el servicio del Marqués de Sarria en 1600. Ya entonces habría escrito Lope más de un centenar de comedias e impuesto forma y dirección definitivas al drama español.

En época imprecisa, por este tiempo, entró Lope en íntimas relaciones con la que había de ser madre de sus hijos Marcela y Lope Félix, la Camila Lucinda, tan celebrada en innumerables versos. Lucinda, por su verdadero nombre Micaela de Luján, parece haber sido una cómica de secundaria categoría—aunque debe haberse retirado definitivamente de las tablas desde que comenzó su trato con Lope—, mujer del representante Diego Díaz, quien, desde 1596, residía en el Perú, donde falleció a mediados de 1603. Durante largos años estuvo Lope enlazado con ella por un afecto tranquilo y pacífico, como conyugal, bien diferente de sus otras tormentosas pasiones. Es esta una época de grandes viajes para nuestro poeta, pues suele tener establecidos sus dos hogares en poblaciones distintas. Su mujer, con quien oficialmente vivía, residió en Madrid hasta 1604 y en Toledo de 1604 a 1610. La "serrana hermosa", Lucinda, quizás vivió primero en Toledo, luego en Sevilla (donde pasó largo tiempo Lope entre 1602 y 1604), después otra vez en Toledo, sitio del nacimiento de Marcela (1605), y, por último, en Madrid, cuando dió a luz a Lope Félix (1607).

Al señor Rodríguez Marín corresponde el honor de haber descubierto una firma de Lope, en un documento notarial de Sevilla, en que el poeta antepuso a su nombre la inicial de Micaela. ("Porque es uso en corte usado | Cuando la carta se firma, | Poner antes de la firma | La letra del nombre amado", dice el propio Lope en El Dómine Lucas.) Don Américo Castro, que ha buscado después esas iniciales antepuestas en las firmas de los autógrafos de las comedias de Lope y en otros escritos y ha estudiado las alusiones a estos amores en comedias y poemas (Revista de Filología Española, 1918), piensa que la pasión de Lope por Lucinda habrá comenzado en 1599, según la alusión de lasFiestas de Denia, hecha observar ya por la Barrera, y desde 1602 a 1604 habrá alcanzado su mayor intensidad, cuando el poeta, hasta en documentos públicos, osa poner ante su firma la letra de Micaela. De 1608 es el último autógrafo de comedias en cuya firma encuentra el señor Castro la inicial de la serrana, y en comedias posteriores a esta época tampoco descubre ya las alusiones a Lucinda, tan abundantes en las de los años anteriores. De un pasaje de la Jerusalem parece desprenderse que Lope tuvo cinco hijos en Micaela, sólo dos de los cuales, Marcelica y Lopillo, alcanzaron la edad adulta.

Nada más sabemos de Camila Lucinda; "aparece con silueta poco precisa en las obras de Lope", se dice en la biografía de los señores Rennert y Castro. Sin embargo, muchos de sus más excelsos pasajes líricos están inspirados en la hermosura de Lucinda, en sus ojos azules (bellas armas de amor, estrellas puras) y en la voz clara y regalado tono con que habla. (¡Triste del que escucha!) A diferencia de Dorotea y Amarilis, debía ser mujer de escasa cultura (consta que ni escribir sabía) y sin aficiones intelectuales. Lope no alaba en ella más que perfecciones naturales y espontáneas.

En 1602 publica Lope en Madrid La Hermosura de Angélica, poema en que aspira a rivalizar con el Ariosto y que, por lo menos en parte, tenía escrito desde tiempos de la expedición a Inglaterra. Sigue en el libro una colección de doscientos sonetos, Rimas, en que están muchos de los de Lucinda, y al final reimprime La Dragontea. En 1604 estampa en Sevilla una nueva edición de las Rimas y la novela El Peregrino en su patria, a cuyo fin inserta una lista de las comedias que tenía escritas hasta entonces: doscientos treinta títulos.

En el verano y otoño de 1604 reside con su mujer en Toledo, según una importante carta autógrafa que publicó en parte von Schack y más completa la Barrera, y los manuscritos de dos comedias, fechados en aquella ciudad. Por éste tiempo ya empieza Lope a quejarse de los editores que imprimen mutiladas y variadas sus comedias y le atribuyen obras ajenas. A principios de este año habrá salido la Primera partede comedias de Lope de Vega recopiladas por Bernardo Grassa. La primera edición es de Valencia.

Como "poeta toledano" es encargado Lope, en mayo de 1605, por el Ayuntamiento de la Imperial Ciudad, de dirigir la justa poética celebrada con ocasión del nacimiento del Príncipe de Asturias, después Felipe IV. En aquel mismo verano comenzó la íntima amistad de Lope con don Luis Fernández de Córdoba Cardona y Aragón, sexto duque de Sessa, relación que había de durar lo que la vida del poeta, por la cual ganó inmortalidad aquel prócer.

Por este tiempo tenía Lope establecidas en Toledo sus dos familias. En 8 de mayo de 1605, como de padres desconocidos, fué bautizada allí Marcela, la hija de Lucinda. En 28 de marzo del año siguiente, su hijo legítimo Carlos Félix. A 7 de febrero de 1607, ya en Madrid (Lope alquiló en octubre de este año una casa en la calle del Fúcar, quizás para Micaela), bautizóse Lope Félix, último fruto del amor de la serrana, y Lope lo declaró hijo suyo en la partida bautismal.

En 1608 apareció la Jerusalem conquistada, epopeya trágica en que Lope aspira a igualar al Tasso, como antes al Ariosto con laAngélica. Va dedicada al rey Felipe III. Aún hay aquí alusiones a Lucinda, pero ya frías y sin pasión, como de una cosa que se extingue y perece. Al año siguiente se publicó la Segunda parte de las comedias (en Madrid, por Alonso Martín), y en nueva edición de las Rimas de este año incluyó Lope el Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo, defensa de las irregularidades de sus obras teatrales, escrita amena y humorísticamente, obra importante para el estudio de las teorías dramáticas de su autor.

En setiembre de 1610 adquirió Lope la casa de la calle de Francos (hoy Cervantes), número 15, que había de habitar hasta su muerte, y establecióse en ella con su familia legal. Nueve mil reales fué el precio de la casa, que no carecía de comodidades ni de un bello jardín, reposo y contento del poeta. Así se lo describe a Francisco Rioja en una epístola:

"Que mi jardín, más breve que cometa,
tiene sólo dos árboles, diez flores,
dos parras, un naranjo, una mosqueta."

Desarrolláronse en Lope, para que nada en él faltara, instintos de existencia burguesa al sentirse propietario, y en su nueva casa vivió en paz y calma con su mujer y su muy amado hijo Carlos, durante un período no muy largo, que había de ser cerrado por la muerte. En una bella Epístola al doctor Matías de Porras, publicada después en La Circe, pintó bellamente Lope la felicidad de su vida doméstica. De tales sentimientos está impregnado el libro Los Pastores de Belén, especie de Arcadia a lo divino, que publicó a principios de 1612, tiernamente dirigido a su hijo Carlos. Acentuándose sus místicos sentimientos, imprimió el mismo año, en Valladolid, los Cuatro solilóquios... llanto y lágrimas que hizo arrodillado delante de un Crucifijo, pidiendo a Dios perdón de sus pecados, después de haber recibido el hábito de la Tercera Orden de Penitencia del seráfico Francisco; es un patético librillo de arrepentimiento que debe ser anotado como precedente de la inesperada transformación que veremos operarse en la vida de Lope antes de mucho tiempo. Desde 1610 pertenecía a la Cofradía del Caballero de Gracia y a la del Oratorio de la calle del Olivar.

En 1612 salió a luz la que se contó como Tercera parte de las comedias de Lope (Sebastián Cormella, Barcelona), aunque sólo tres son de este ingenio, de las doce que contiene el volumen.

La felicidad doméstica, tan tardíamente apreciada por el poeta, no debía durar: en el verano u otoño de 1612 murió el niño Carlos Félix, inspirando este doloroso suceso al atribulado padre una bellísima poesía, que se encuentra entre las Rimas sacras, y un año después, en agosto de 1613, falleció doña Juana, enferma desde mucho tiempo antes, a poco de dar a luz a Feliciana, única hija legítima que había de sobrevivir a su padre.

Pero cinco semanas después de esta muerte ya tenemos a Lope figurando en la comitiva de un viaje de Felipe III y la corte a Segovia, Burgos y Lerma y tratando de festejos y galanteos.

Sin embargo, a principios de 1614 determinóse Lope a recibir órdenes sagradas. En los versos a la poetisa peruana Amarilis dice así:

"Dejé las galas que seglar vestía;
ordenéme, Amarilis; que importaba
el ordenarme a la desorden mía."

Pronto sabremos lo que había de durar aquel orden en Lope. Trasládase a Toledo, en marzo de aquel año, y, por su correspondencia con el Duque, podemos seguir los preliminares, no sobrado místicos, de su dedicación eclesiástica. Residió en casa de la cómica Jerónima de Burgos, madrina de Lope Félix, para la cual había escrito La Dama boba. Ya antes había vivido con ella en Segovia, en el viaje a que acabamos de referirnos. Siguió frecuentando el mundo de la comedia y participaba en los galanteos que rodeaban a Jerónima. No obstante, ordenóse de Epístola en marzo, de Evangelio en abril y regresó a Madrid en junio, ya sacerdote. Dada la emoción e intensidad de sus obras religiosas, no tememos el menor motivo para dudar de la sinceridad del movimiento que llevó a Lope al sacerdocio, aunque su inquieto espíritu no le haya permitido perseverar por mucho tiempo en aquella estrecha vía, como no perseveró en cosa alguna que no fuera abandonarse a la torrencial espontaneidad de su temperamento.

En este año de 1614 publicó Gaspar de Porres, amigo íntimo del poeta, la Cuarta parte de sus comedias, dedicada al duque de Sessa.

Por cartas de este mismo verano vemos que Lope venía sirviendo de secretario al de Sessa en sus múltiples y adulterinos amores. El confesor del nuevo sacerdote le prohibía ocuparse en tan poco edificante menester, y en las cartas se refleja la angustia de Lope al tener que dejar de servir a su protector, aunque no fuera más que en tales asuntos, por la escrupulosidad de conducta moral que le imponía su nuevo estado.

Aquel otoño—1614—publicó sus Rimas sacras, dedicadas a su confesor. Hubo entonces un certamen literario para celebrar la beatificación de Santa Teresa, y Lope figuró en el jurado calificador, recitando el panegírico con que se inauguró el concurso.

En octubre de 1615 trasladóse la corte a Burgos, donde se celebraron, por poder, los matrimonios de la infanta doña Ana de Austria, hija de Felipe III, con Luis XIII de Francia, y el de Isabel de Borbón, hermana del Rey de Francia, con el Príncipe de Asturias. El Duque de Lerma fué enviado por el Rey para que acompañara a doña Ana hasta el Bidasoa y trajese desde allí a doña Isabel. El Duque de Sessa fué con el de Lerma y llevó consigo a Lope de Vega.

De este año es la que se cuenta por Parte quinta de las comedias de Lope (Flor de comedias de España de diferentes autores, recopiladas por Francisco de Avila, 1615, Alcalá), si bien sólo una hay en el libro que sea de nuestro autor. También entonces apareció la Parte sexta, en Madrid, por la viuda de Alonso Martín.

Pero en la vida del poeta sacerdote iban a presentarse ahora nuevos sucesos escandalosos, que habrán hecho murmurar largamente a los maldicientes de la Corte y que dieron pábulo a los ataques de los enemigos de Lope, de los cuales es de recordar una emponzoñada décima de Góngora, publicada por la Barrera. Anúnciase este nuevo período por un inesperado viaje de Lope a Valencia a fines de junio de 1616, a pretexto de asuntos de su hijo el fraile descalzo. (Esta es la única noticia que se tiene de él. Acaso sería fruto de algunos pasajeros amoríos del poeta mientras residió en Valencia con su primera esposa.) Mas parece probado que el objeto del viaje fué esperar a la compañía de Sánchez, que regresaba de Nápoles con el Conde de Lemos. En esta compañía figuraba la cómica a quien Lope llama "la loca" en sus cartas, Lucía de Salcedo por su verdadero nombre. Durante su estancia en Valencia estuvo Lope enfermo de mucha gravedad. Mas este oscuro y breve episodio ("veinte días hablé con la loca") no es más que tanteo y anuncio de la gran pasión que va a llenar la vejez del poeta. Agotado el fuego de la exaltación mística que lo había llevado al sacerdocio, vuelve a imponerse su temperamento erótico. Versos y mujeres, ahora como antes, llenan la vida del poeta.

A fines de 1616 estaba Lope en las relaciones más íntimas con doña Marta de Nevares Santoyo, mujer de Roque Hernández de Ayala, hombre de negocios. La égloga Amarilis (Madrid, 1633) es la obra en que nos ha dejado Lope la visión literaria de aquella pasión de la edad madura. Amarilis, bautizada también literariamente por Lope con el nombre de Marcia Leonarda, era natural de Madrid y debía tener unos veintiséis años cuando Lope la conoció en un jardín con ocasión de una fiesta literaria. Es de advertir que doña Marta, semejante en esto a Elena Osorio, debe haber sido persona de cierta distinción y con gustos literarios y artísticos. Tenía una hermana poetisa. En agosto de 1617 nace Antonia Clara, bautizada como hija de Roque Hernández, prenda de estos amores de los ya avanzados años del poeta, consuelo y tormento de su edad postrera. Después doña Marta, guiada por Lope, intenta divorciarse de su marido, y aunque no lo logra, el matrimonio debió vivir últimamente en casa separada, hasta que la muerte, llevándose en 1618 ó 1619 al Roque Hernández, tan odiado por Lope, estableció la separación definitiva. Poco después del fallecimiento del marido, escribe Lope la dedicatoria a Marcia Leonarda de La Viuda valenciana (Parte XIV, 1620), página en que llega a lo más extremado el cinismo del poeta al mostrar al público las intimidades de su pecaminosa existencia.

Del año 1617 son las Partes séptima y octava, impresas en Madrid a costa de Miguel de Siles por la viuda de Alonso Martín. Ambas van dedicadas al Duque de Sessa. En este propio año apareció también la Parte novena, primera que figura como publicada por el mismo Lope y en cuyo prólogo rechaza por ilegítimas todas las Partes anteriores. No tenía completa razón para ello: muchas de estas Partes habían sido editadas por personas de su intimidad y es de suponer que con anuencia del autor. Sólo las llamadas Partes tercera y quinta deben haber salido al público con perfecta ignorancia de Lope; el cual, por lo demás, tenía sobrado motivo para quejarse de la negligencia con que daban a la imprenta los editores los libros de comedias, confundiendo muchas veces el nombre del autor y siguiendo manuscritos viciadísimos. Es de observar que Lope, que tan grande interés demostró siempre por la impresión de sus libros, descuidó hasta este año el ocuparse de las ediciones de sus comedias. Verdad que, en muchos casos, no era posible que hubieran sido publicadas por él en forma más pura que por sus anteriores editores—a menos de haberlas en gran parte rehecho—, pues no siempre poseería sus propios manuscritos, que, vendidos a los directores de las compañías, habrían ido a parar Dios sabe dónde, sino que tendría que valerse de copias y de copias de copias en las que el texto estaría mutilado y viciado hasta por las propias necesidades de la representación escénica.

De 1618 es el Triunfo de la fee en los reynos del Japón, opúsculo histórico, hecho de encargo, en que se relata el suplicio de los primeros mártires en las tierras del Extremo Oriente. El propio año salieron dos nuevas Partes de comedias: la X y la XI. (Ambas en Madrid. A costa de Miguel de Siles la primera y de Alonso Pérez la otra.) En la sexta edición del Peregrino, publicada este año, reproduce Lope la lista de comedias de la edición de 1604 y añade a ella ciento catorce títulos nuevos, deduciendo diez y seis repetidos.

La Docena parte de comedias es publicada en 1619. (En Madrid, por la viuda de Alonso Martín, a costa de Alonso Pérez.) Sigue adelante Lope trabajando en la edición de sus obras teatrales, y en 1620 publica la Trecena parte (Madrid, viuda de Alonso Martín. A costa de Alonso Pérez) y la Catorce (Madrid, por Juan de la Cuesta. A costa de Miguel de Siles).

El 19 de mayo de 1620, para celebrar la beatificación de San Isidro, hubo una famosa justa poética en la iglesia parroquial de San Andrés, de la cual fué director Lope de Vega. Poetas de los principales de España se disputaron los premios. Lope leyó el certamen ante un inmenso concurso, en que se amontonaban representantes de todas las clases sociales, alcanzando un gran éxito, que acrecentó, si era posible, su fama. Esta fué una de las grandes ocasiones en que Lope saboreó plena y directamente el gusto embriagador de la gloria. Al certamen concurrió Lope de Vega el mozo, el hijo de Lucinda, inquieto joven que daba grandes disgustos a su padre, y por primera vez aparece el seudónimo de "el maestro Burguillos" como firma de unos versos de burlas con que Lope salpimentó la gravedad del certamen. Acaso—han creído algunos—este Burguillos sería un loco popular y famoso por aquella época.

El mismo año, Marcela, el otro fruto de los amores con Micaela, tomó el velo en las Trinitarias descalzas, profesando en febrero de 1621.

La propia fecha de 1621 se muestra en la portada de La Filomena, poema dividido en dos partes, en cuya primera contesta Lope a los ataques que le había dirigido Torres Rámila en 1617 con su Spongia, y que hasta ahora no habían sido recogidos directamente por el poeta, sino sólo devueltos por medio de sus amigos. En la segunda parte refiere Lope su vida—lo que quería que se supiese de su vida—y traza uno de los principales documentos en que se apoya su biografía. En este mismo año aparecen las Partes XVXVI y XVII de comedias (Madrid, viuda de Alonso Martín, Alonso Pérez las dos primeras y V. de Alonso Martín, Miguel de Siles, la última).

Madrid celebró la canonización de San Isidro en 1622. Para estas fiestas, a petición del Ayuntamiento, escribió Lope dos comedias que se representaron ante Felipe IV en la plaza de Palacio; y el propio Lope fué encargado de presidir el certamen poético, según se había hecho dos años antes cuando la beatificación, logrando al hacerlo un éxito no menor que el alcanzado entonces. Aquí apareció nuevamente el Maestro Burguillos, y hasta a su hija Antonia de Nevares, de edad de cinco años, hízola aparecer Lope como concurriendo a disputar los premios de la justa.

Las Partes XVIII y XIX (Madrid, por Juan González, a costa de Alonso Pérez) son de 1623. Por este tiempo ya doña Marta de Nevares debe haber contraído la enfermedad a la vista, de que le resultó una ceguera incurable. En época incierta, pero más tardía—según la églogaAmarilis—, perdió la razón, volviendo a recobrarla antes de su muerte.

En 1624 aparece La Circe, obra poética en que Lope narra el conocido episodio de la Odisea, seguido de otros varios poemas y tres novelas cortas dedicadas a la señora Marcia Leonarda. Entre los poemas hay algunas epístolas de gran interés biográfico.

La Parte XX de las comedias, última publicada en vida del autor, que después, no se sabe por qué causa, abandonó el trabajo, salió en Madrid a principios de 1625 (por Juan González, a costa de Alonso Pérez). En junio de este año, Lope, "ferviente creyente, aunque gran pecador", según exacta frase del señor Menéndez y Pelayo, ingresó en la Congregación de San Pedro, de sacerdotes naturales de Madrid, aún hoy existente.

En otoño del mismo año publicó los Triunfos divinos, a imitación de los Trionfi del Petrarca. Va dedicado el libro al Conde Duque de Olivares, en el deseo de congraciarse el favor de la Corte, cosa que nunca alcanzó Lope. En vano fué que ciñera las sienes de un rey poeta la corona de España. Lope de Vega, máximo poeta entonces viviente de la lengua española, no gozó nunca de la protección cortesana; su nombradía era principalmente popular: otros eran los ingenios que vivían y medraban en los salones de Palacio. En setiembre de 1627 apareció la Corona trágica