Pedro Antonio de Alarcón

 

Pedro Antonio de Alarcón

 

 

NOVELAS CORTAS

BY DON PEDRO A. DE ALARCÓN

MEMBER OF THE SPANISH ACADEMY



 

EDITED WITH NOTES AND VOCABULARY

BY W.F. GIESE, A.M.

ASSOCIATE PROFESSOR OF ROMANCE LANGUAGES
IN THE UNIVERSITY OF WISCONSIN



 

PREFACE

The following stories from Alarcón are offered to the student of Spanish in the belief that the easy style, the interest of the narrative, and the incidental sidelights that they throw on Spanish life and history will make the book a welcome one in the earlier stages of study.

The stories have been very fully annotated, and nothing that seemed to offer any real difficulty has been passed over. All proper names have been explained, with the exception of a few too well known or too insignificant to justify comment. The notes are further reënforced by anIdiomatic Commentary, to be studied in connection with the text. By frequent reviews and by oral drill in translating the idioms from either language to the other, with changes of person, tense, etc., wherever possible, the Commentary should enable the student to attain to a real mastery of the idioms that are here tabulated.

Easy exercises for translation into Spanish are added. They are based on very short passages from the text, and are so graded and arranged as to afford a systematic review of the elements of grammar, a drill which beginners always need.

The vocabulary, while registering all the words in the text, except such as are nearly or quite identical, does not aim at giving, without any labor of adaptation on the part of the student, the precise equivalent required.

The stories are complete, except for a few trifling omissions dictated by class-room proprieties.

Acknowledgment is gratefully made for a number of welcome suggestions due to my esteemed colleague Mr. A.R. Seymour.

CONTENTS


PREFACE
LA BUENAVENTURA
LA CORNETA DE LLAVES
LAS DOS GLORIAS
EL AFRANCESADO
¡VIVA EL PAPA!
EL EXTRANJERO
EL LIBRO TALONARIO
MOROS Y CRISTIANOS
EL AÑO EN SPITZBERG
IDIOMATIC COMMENTARY
NOTES
EXERCISES FOR TRANSLATION INTO SPANISH
VOCABULARY


V
1
14
26
33
43
55
67
76
111
131
143
173
183




 

NOVELAS CORTAS



 

LA BUENAVENTURA(p1)

I

No sé qué día de Agosto del año 1816 llegó a las puertas de
la Capitanía general
[1-1] de Granada[1-2] cierto haraposo y grotesco
gitano, de sesenta años de edad, de oficio esquilador y de
apellido o sobrenombre 
Heredia, caballero en flaquísimo y
05destartalado burro mohino, cuyos arneses se reducían a una
soga atada al pescuezo; y, echado que hubo
[1-3] pie a tierra, dijo
con la mayor frescura «
que quería ver al Capitán general

Excuso añadir que semejante pretensión excitó sucesivamente
la resistencia del centinela, las risas de los ordenanzas
10y las dudas y vacilaciones de los edecanes[1-4] antes de llegar a
conocimiento del Excelentísimo Sr. D.
[1-5] Eugenio Portocarrero,
conde del Montijo, a la sazón Capitán general del antiguo
reino de Granada.... Pero como aquel prócer era hombre de
muy buen humor y tenía muchas noticias de Heredia, célebre
15por sus chistes, por sus cambalaches y por su amor a lo ajeno...,
con permiso del engañado dueño, dió orden de que dejasen
pasar al gitano.

Penetró éste en el despacho de Su Excelencia, dando dos
pasos adelante y uno atrás, que era como andaba en las circunstancias
20graves, y poniéndose de rodillas exclamó:

—¡Viva María Santísima y viva su merced, que es el amo
de toitico
[1-6] el mundo!

—Levántate; déjate de zalamerías, y dime qué se te ofrece
...—respondió el Conde con aparente sequedad.(p2)

Heredia se puso también serio, y dijo con mucho
desparpajo:

—Pues, señor, vengo a que[2-1] se me den los mil reales.

—¿Qué mil reales?

05—Los ofrecidos hace días, en un bando, al que presente las
señas de 
Parrón.

—Pues ¡qué! ¿tú lo conocías?

—No, señor.

—Entonces....

10—Pero ya lo conozco.

—¡Cómo!

—Es muy sencillo. Lo he buscado; lo he visto; traigo las
señas, y pido mi ganancia.

—¿Estás seguro de que lo has visto?—exclamó el Capitán
15general con un interés que se sobrepuso a sus dudas.

El gitano se echó a reír, y respondió:

—¡Es claro! Su merced dirá: este gitano es como todos,
y quiere engañarme.—¡No me perdone Dios si miento!—Ayer
ví a Parrón.

20—Pero ¿sabes tú la importancia de lo que dices? ¿Sabes
que hace tres años que se persigue
[2-2] a ese monstruo, a ese
bandido sanguinario, 
que nadie conoce ni ha podido nunca ver?
¿Sabes que todos los días roba, en distintos puntos de estas
sierras, a algunos pasajeros; y después los asesina, pues dice
25que los muertos no hablan, y que ése es el único medio de que
nunca dé con él la Justicia? ¿Sabes, en fin, que ver a 
Parrón
es encontrarse con la muerte?

El gitano se volvió a reír,[2-3] y dijo:

—Y ¿no sabe su merced que lo que no puede hacer un
30gitano no hay quien lo haga[2-4] sobre la tierra? ¿Conoce nadie[2-5]
cuándo es verdad nuestra risa o nuestro llanto? ¿Tiene su
merced noticia de alguna zorra que sepa tantas picardías como
nosotros?—Repito, mi General, que, no sólo he visto a 
Parrón,
sino que he hablado con él.
(p3)

—¿Dónde?

—En el camino de Tózar.

—Dame pruebas de ello.

—Escuche su merced. Ayer mañana hizo ocho días que
05caímos mi borrico y yo en poder de unos ladrones. Me maniataron
muy bien, y me llevaron por unos barrancos endemoniados
hasta dar con una plazoleta donde acampaban los bandidos.
Una cruel sospecha me tenía desazonado.—«¿Será
esta gente de 
Parrón? (me decía a cada instante.) ¡Entonces
10no hay remedio, me matan[3-1]!..., pues ese maldito se ha empeñado
en que ningunos ojos que vean su fisonomía vuelvan a
ver cosa ninguna.»

Estaba yo haciendo estas reflexiones, cuando se me presentó
un hombre vestido de macareno
[3-2] con mucho lujo, y dándome
15un golpecito en el hombro y sonriéndose con suma gracia, me
dijo:

—Compadre, ¡yo soy Parrón!

Oír esto y caerme de espaldas,[3-3] todo fué una misma cosa.

El bandido se echó a reír.

20Yo me levanté desencajado, me puse de rodillas, y exclamé
en todos los tonos de voz que pude inventar:

—¡Bendita sea tu alma, rey de los hombres!... ¿Quién
no había de conocerte
[3-4] por ese porte de príncipe real que
Dios te ha dado? ¡Y que haya madre
[3-5] que para tales hijos!
25¡Jesús![3-6] ¡Deja que te dé un abrazo, hijo mío! ¡Que en
mal hora muera
[3-7] si no tenía gana de encontrarte el gitanico
para decirte la buenaventura
[3-8] y darte un beso en esa mano
de emperador!—¡También yo soy de los tuyos! ¿Quieres
que te enseñe a cambiar burros muertos por burros vivos?—¿Quieres
30vender como potros tus caballos viejos? ¿Quieres
que le enseñe el francés a una mula?

El Conde del Montijo no pudo contener la risa....—Luego
preguntó:

—Y ¿qué respondió Parrón a todo eso? ¿Qué hizo?
(p4)—Lo mismo que su merced; reírse a todo trapo.[4-1]

—¿Y tú?

—Yo, señorico, me reía también; pero me corrían por las
patillas lagrimones como naranjas.

05—Continúa.

En seguida me alargó la mano y me dijo:

—Compadre, es V. el único hombre de talento que ha caído
en mi poder. Todos los demás tienen la maldita costumbre de
procurar entristecerme, de llorar, de quejarse y de hacer otras
10tonterías que me ponen de mal humor. Sólo V. me ha hecho
reír: y si no fuera por esas lágrimas....

—Qué, ¡señor, si son[4-2] de alegría!

—Lo creo. ¡Bien sabe el demonio que es la primera vez
que me he reído desde hace seis u ocho años!—Verdad es que
15tampoco he llorado....

—Pero despachemos.—¡Eh, muchachos!

Decir Parrón estas palabras y rodearme una nube de trabucos,
todo fué un abrir y cerrar de ojos.

—¡Jesús me ampare!—empecé a gritar.

20—¡Deteneos! (exclamó Parrón.) No se trata de eso
todavía.—Os llamo para preguntaros qué le habéis tomado a
este hombre.
[4-3]

—Un burro en pelo.[4-4]

—¿Y dinero?

25—Tres duros y siete reales.

—Pues dejadnos solos.

Todos se alejaron.

—Ahora dime la buenaventura—exclamó el ladrón, tendiéndome
la mano.
[4-5]

30Yo se la[4-6] cogí; medité un momento; conocí que estaba en el
caso de hablar formalmente, y le dije con todas las veras
[4-7] de mi
alma:

Parrón, tarde que temprano,[4-8] ya me[4-9] quites la vida, ya
me la dejes..., ¡morirás ahorcado!
(p5)—Eso ya lo sabía yo.... (respondió el bandido con entera
tranquilidad.)—Dime 
cuándo.

Me puse a cavilar.

Este hombre (pensé) me va a perdonar la vida; mañana
05llego a Granada y doy el cante;[5-1] pasado mañana lo cogen....
Después empezará la sumaria....

—¿Dices que cuándo?[5-2] (le respondí en alta voz.)—Pues
¡mira! va a ser el mes que entra.
[5-3]

Parrón se estremeció, y yo también, conociendo que el amor
10propio de adivino me podía salir por la tapa de los sesos.[5-4]

—Pues mira tú, gitano.... (contestó Parrón muy lentamente.)
Vas a quedarte en mi poder....—¡Si en todo el
mes que entra no me ahorcan, te ahorco
[5-6] yo a ti, tan cierto
como ahorcaron a mi padre!—Si muero para esa fecha,
[5-7]
15quedarás libre.

—¡Muchas gracias! (dije yo en mi interior.) ¡Me perdona
... después de muerto!
[5-8]

Y me arrepentí de haber echado tan corto el plazo.[5-9]

20Quedamos en lo dicho: fuí conducido a la cueva, donde
me encerraron, y 
Parrón montó en su yegua y tomó el tole[5-10]
por aquellos breñales....

—Vamos,[5-11] ya comprendo ... (exclamó el Conde del Montijo.)
Parrón ha muerto; tú has quedado libre, y por eso sabes
sus señas....

25—¡Todo lo contrario, mi General! Parrón vive, y aquí
entra lo más negro de la presente historia.

II

Pasaron ocho días sin que el capitán volviese a verme. Según
pude entender, no había parecido por allí desde la tarde que le
hice la buenaventura; cosa que nada tenía de raro, a lo que me
30contó[5-12] uno de mis guardianes.

—Sepa V. (me dijo) que el Jefe se va al infierno[5-13] de vez en (p6)
cuando, y no vuelve hasta que se le antoja.—Ello es
[6-1] que nosotros
no sabemos nada de lo que hace durante sus largas
ausencias.

A todo esto, a fuerza de ruegos, y como pago de haber dicho
05serían ahorcados y que llevarían[6-2] una vejez muy tranquila, había
yo conseguido que por las tardes me sacasen de la cueva y me
atasen a un árbol, pues en mi encierro me ahogaba de calor.

Pero excuso decir que nunca faltaban a mi lado un par de
10centinelas.

Una tarde, a eso de las seis, los ladrones que habían salido
de 
servicio[6-3] aquel día a las órdenes del segundo de parrón,
regresaron al campamento, llevando consigo, maniatado como
pintan a nuestro Padre Jesús Nazareno, a un pobre segador de
15cuarenta a cincuenta años, cuyas lamentaciones partían el alma.

—¡Dadme mis veinte duros! (decía.) ¡Ah! ¡Si supierais
con qué afanes los he ganado! ¡Todo un verano segando bajo
el fuego del sol!... ¡Todo un verano lejos de mi pueblo, de
mi mujer y de mis hijos!
[6-4]—¡Así he reunido, con mil sudores y
20privaciones, esa suma, con que podríamos vivir este invierno!...
¡Y cuando ya voy de vuelta,
[6-5] deseando abrazarlos y pagar
las deudas que para comer hayan hecho aquellos infelices,
¿cómo he de perder
[6-6] ese dinero, que es para mí un tesoro?—¡Piedad,
señores! ¡Dadme mis veinte duros! ¡Dádmelos, por
25los dolores de María Santísima!

Una carcajada de burla contestó a las quejas del pobre padre.

Yo temblaba de horror en el árbol a que estaba atado; porque
los gitanos también tenemos familia.

—No seas[6-7] loco.... (exclamó al fin un bandido, dirigiéndose
30al segador.)—Haces mal en pensar en tu dinero, cuando tienes
cuidados mayores en que ocuparte....

—¡Cómo!—dijo el segador, sin comprender que hubiese
desgracia más grande que dejar sin pan a sus hijos.

—¡Estás en poder de Parrón!(p7)

Parrón.... ¡No le conozco!... Nunca lo he oído
nombrar.... ¡Vengo de muy lejos! Yo soy de Alicante,
[7-1] y
he estado segando en Sevilla.
[7-2]

—Pues, amigo mío, Parrón quiere decir la muerte. Todo
05el que cae en nuestro poder es preciso que muera. Así,
pues, haz testamento en dos minutos y encomienda el alma
en otros dos.—¡Preparen!
[7-3] ¡Apunten!—Tienes cuatro
minutos.

—Voy a aprovecharlos.... ¡Oídme, por compasión!...

10—Habla.

—Tengo seis hijos[7-4]4 ... y una infeliz ...—diré viuda...,
pues veo que voy a morir....—Leo en vuestros ojos que sois
peores que fieras.... ¡Sí, peores! Porque las fieras de una
misma especie no se devoran unas a otras.—¡Ah! ¡Perdón!...
15No sé lo que me digo.[7-5]—¡Caballeros, alguno de ustedes[7-6] será
padre!... ¿No hay un padre entre vosotros? ¿Sabéis lo
que son seis niños pasando un invierno sin pan? ¿Sabéis lo
que es una madre que ve morir a los hijos de sus entrañas,
diciendo: «Tengo hambre..., tengo frío»?—Señores, ¡yo no
20quiero mi vida sino por ellos! ¿Qué es para mí la vida? ¡Una
cadena de trabajos y privaciones!—¡Pero debo vivir para mis
hijos!... ¡Hijos míos!
[7-7] ¡Hijos de mi alma!

Y el padre se arrastraba por el suelo, y levantaba hacia los
ladrones una cara.... ¡Qué cara!... ¡Se parecía a la de
25los santos que el rey Nerón[7-8] echaba a los tigres, según dicen
los padres predicadores....

Los bandidos sintieron moverse algo dentro de su pecho,
pues se miraron unos a otros...; y viendo que todos estaban
pensando la misma cosa, uno de ellos se atrevió a decirla....

30—¿Qué dijo?—preguntó el Capitán general, profundamente
afectado por aquel relato.

—Dijo: «Caballeros, lo que vamos a hacer no lo sabrá nunca
Parrón....»

—Nunca..., nunca ...—tartamudearon los bandidos.(p8)

—Márchese V., buen hombre....—exclamó entonces uno
que hasta lloraba.

Yo hice también señas al segador de que se fuese al instante.

El infeliz se levantó lentamente.

05—Pronto.... ¡Márchese V.!—repitieron todos volviéndole
la espalda.

El segador alargó la mano maquinalmente.

—¿Te parece poco? (gritó uno.)—¡Pues no quiere su
10dinero![8-1]—Vaya..., vaya.... ¡No nos tiente V. la paciencia!
El pobre padre se alejó llorando, y a poco desapareció.

Media hora había transcurrido, empleada por los ladrones
en jurarse unos a otros no decir nunca a su capitán que habían
perdonado la vida a un hombre, cuando de pronto apareció
Parrón, trayendo al segador en la grupa de su yegua.

15Los bandidos retrocedieron espantados.

Parrón se apeó muy despacio, descolgó su escopeta de dos
cañones, y, apuntando a sus camaradas, dijo:

—¡Imbéciles! ¡Infames! ¡No sé cómo[8-2] no os mato a
todos!—¡Pronto! ¡Entregad a este hombre los duros que
20le habéis robado![8-3]

Los ladrones sacaron los veinte duros y se los[8-4] dieron al
segador, el cual se arrojó a los pies de aquel personaje que
dominaba a los bandoleros y que tan buen corazón tenía....

Parrón le dijo:

25—¡A la paz de Dios![8-5]Sin las indicaciones de V., nunca
hubiera dado con ellos.
 ¡Ya ve V. que desconfiaba de mí sin
motivo!... He cumplido mi promesa.... Ahí tiene V.
sus veinte duros....—Conque ... ¡en marcha!

El segador lo abrazó repetidas veces y se alejó lleno de júbilo.
30Pero no habría andado[8-6] cincuenta pasos, cuando su bienhechor
lo llamó de nuevo.

El pobre hombre se apresuró a volver pies atrás.[8-7]

—¿Qué manda V.?—le preguntó, deseando ser útil al que
había devuelto la felicidad a su familia. (p9)
—¿Conoce V. a 
Parrón?—le preguntó él mismo.

—No lo conozco.

—¡Te equivocas! (replicó el bandolero.) Yo soy Parrón.

El segador se quedó estupefacto.[9-1]

05Parrón se echó la escopeta a la cara[9-2] y descargó los dos
tiros contra el segador, que cayó redondo
[9-3] al suelo.

—¡Maldito seas![9-4]—fué lo único que pronunció.

En medio del terror que me quitó la vista, observé que el
árbol en que yo estaba atado se estremecía ligeramente y que
10mis ligaduras se aflojaban.

Una de las balas, después de herir al segador, había dado en
la cuerda que me ligaba al tronco y la había roto.

Yo disimulé que estaba libre, y esperé una ocasión para
escaparme.

15Entretanto decía Parrón a los suyos, señalando al segador:

—Ahora podéis robarlo.—Sois unos imbéciles..., ¡unos
canallas!
[9-5] ¡Dejar a ese hombre, para que se fuera, como se
fué, dando gritos por los caminos reales!... Si conforme
soy yo
[9-6] quien se[9-7] lo encuentra y se entera de lo que pasaba,
20hubieran sido los migueletes[9-8] habría dado vuestras señas y las
de nuestra guarida, como me las ha dado a mí, y estaríamos ya
todos en la cárcel!—¡Ved las consecuencias de robar sin
matar!—Conque basta ya de sermón y enterrad ese cadáver
para que no apeste.

25Mientras los ladrones hacían el hoyo y Parrón se sentaba a
merendar dándome la espalda,
[9-9] me alejé poco a poco del árbol
y me descolgué al barranco próximo....

Ya era de noche. Protegido por sus sombras salí a todo
escape,
[9-10] y, a la luz de las estrellas, divisé mi borrico, que comía
30allí tranquilamente, atado a una encina. Montéme en él, y
no he parado hasta llegar aquí....

Por consiguiente, señor, déme V. los mil reales, y yo daré las
señas de 
Parrón, el cual se ha quedado con[9-11] mis tres duros y medio.... (p10)
Dictó el gitano la filiación del bandido; cobró desde luego
la suma ofrecida, y salió de la Capitanía general, dejando asombrados
al Conde del Montijo y al sujeto, allí presente, que nos
ha contado todos estos pormenores.

05Réstanos ahora saber si acertó o no acertó Heredia al decir
la buenaventura a 
Parrón.

III

Quince días después de la escena que acabamos de referir,
y a eso de las nueve de la mañana, muchísima gente ociosa
presenciaba, en la calle de San Juan de Dios y parte de la de
10San Felipe de aquella misma capital, la reunión de dos compañías
de migueletes que debían salir a las nueve y media en
busca de 
Parrón, cuyo paradero, así como sus señas personales
y las de todos sus compañeros de fechorías, había al fin averiguado
el Conde del Montijo.

15El interés y emoción del público eran extraordinarios, y no
menos la solemnidad con que los migueletes se despedían de
sus familias y amigos para marchar a tan importante empresa.
¡Tal espanto había llegado a infundir 
Parrón a todo el antiguo
reino granadino!

20—Parece que ya vamos a formar ... (dijo un miguelete a
otro
[10-1]), y no veo al cabo López....

—¡Extraño es, a fe mía,[10-2] pues él llega siempre antes que
nadie
[10-3] cuando se trata de salir en busca de Parrón, a quien
odia con sus cinco sentidos!
[10-4]

25—Pues ¿no sabéis lo que pasa?—dijo un tercer miguelete,
tomando parte en la conversación.

—¡Hola! Es nuestro nuevo camarada....—¿Cómo te
va en nuestro Cuerpo?

—¡Perfectamente!—respondió el interrogado.

30Era éste un hombre pálido y de porte distinguido, del cual
se despegaba mucho el traje de soldado.

—Conque ¿decías....—replicó el primero.
(p11)
—¡Ah! ¡Sí! Que el cabo López ha fallecido....—respondió
el miguelete pálido.

Manuel.... ¿Qué dices?—¡Eso no puede ser!...—Yo
mismo he visto a López esta mañana, como te veo
05a ti....

El llamado Manuel[11-1]\contestó fríamente:

—Pues hace media hora que lo ha matado Parrón.

¿Parrón? ¿Dónde?

—¡Aquí mismo! ¡En Granada! En la Cuesta del Perro[11-2] 10se ha encontrado el cadáver de López.

Todos quedaron silenciosos y Manuel empezó a silbar una
canción patriótica.

—¡Van once[11-3] migueletes en seis días! (exclamó un sargento.)
¡
Parrón se ha propuesto exterminarnos!—Pero ¿cómo
15es que está en Granada? ¿No íbamos á buscarlo a la Sierra de
Loja?
[11-4]

Manuel dejó de silbar, y dijo con su acostumbrada
indiferencia:

—Una vieja que presenció el delito dice que, luego que
20mató a López, ofreció que, si íbamos á buscarlo, tendríamos el
gusto de verlo....

—¡Camarada! ¡Disfrutas de una calma asombrosa!
¡Hablas de Parrón con un desprecio!...

—Pues ¿qué es Parrón más que un hombre?—repuso
25Manuel con altanería.

—¡A la formación!—gritaron en este acto varias voces.

Formaron las dos compañías, y comenzó la lista nominal.[11-5]

En tal momento acertó a pasar por allí el gitano Heredia,
el cual se paró, como todos, a ver aquella lucidísima
30tropa.

Notóse entonces que Manuel, el nuevo miguelete, dió un retemblido
y retrocedió un poco, como para ocultarse detrás de
sus compañeros....
(p12)
Al propio tiempo 
Heredia fijó en él sus ojos; y dando un
grito y un salto como si le hubiese picado una víbora, arrancó
a correr
[12-1] hacia la calle de San Jerónimo.

Manuel se echó la carabina a la cara y apuntó al gitano....

Pero otro miguelete tuvo tiempo de mudar la dirección del
05arma,[12-2] y el tiro se perdió en el aire.

—¡Está loco! ¡Manuel se ha vuelto loco! ¡Un miguelete
ha perdido el juicio!—exclamaron sucesivamente los mil espectadores
de aquella escena.

Y oficiales, y sargentos, y paisanos rodeaban a aquel hombre,
10que pugnaba por escapar, y al que por lo mismo sujetaban con
mayor fuerza, abrumándolo a preguntas, reconvenciones y dicterios
que no le arrancaron contestación alguna.

Entretanto Heredia había sido preso en la plaza de la
Universidad por algunos transeuntes, que, viéndole correr
15después de haber sonado aquel tiro, lo tomaron por un
malhechor.

—¡Llevadme a la Capitanía general! (decía el gitano.)
¡Tengo que hablar con el Conde del Montijo!

—¡Qué Conde del Montijo ni qué niño muerto![12-3] (le respondieron
20sus aprehensores.)—¡Ahí están los migueletes, y ellos
verán lo que hay que hacer
[12-4] con tu persona!

—Pues lo mismo me da[12-5].... (respondió Heredia.)—Pero
tengan Vds. cuidado de que no me mate 
Parrón....

—¿Cómo Parrón?...¿Qué dice este hombre?

25—Venid y veréis.

Así diciendo, el gitano se hizo conducir delante del jefe de
los migueletes, y señalando a Manuel, dijo:

—Mi Comandante, ¡ése es Parrón, y yo soy el gitano que
dió hace quince días sus señas al Conde del Montijo!

30—¡Parrón! ¡Parrón está preso! ¡Un miguelete era
Parrón!...—gritaron muchas voces.

—No me cabe duda.... (decía entretanto el Comandante,
leyendo las señas que le había dado el Capitán general.)—¡A
fe que
[12-6] hemos estado torpes!—Pero ¿a quién se le hubiera (p13)
ocurrido buscar al capitán de ladrones entre los migueletes que
iban a prenderlo?

—¡Necio de mí![13-1] (exclamaba al mismo tiempo Parrón, mirando
al gitano con ojos de león herido): ¡es el único hombre
05a quien he perdonado la vida! ¡Merezco lo que me pasa!

A la semana siguiente ahorcaron a Parrón.

Cumplióse, pues, literalmente la buenaventura del gitano....

Lo cual (dicho sea para concluir dignamente) no significa
que debáis creer en la infalibilidad de tales vaticinios, ni menos
10que fuera acertada regla de conducta la de Parrón, de matar a
todos los que llegaban a conocerle....—Significa tan sólo
[13-2]
que los caminos de la Providencia son inescrutables
[13-3] para la
razón humana;—doctrina que, a mi juicio, no puede ser más
ortodoxa.

Guadix, 1853.




 

(p14)

LA CORNETA DE LLAVES

Querer es poder.

I

Don Basilio, ¡toque V. la corneta, y bailaremos!—Debajo
de estos árboles no hace calor....

—Sí, sí..., D. Basilio: ¡toque V. la corneta de llaves!

—¡Traedle a D. Basilio la corneta en que se está enseñando
05Joaquín!

—¡Poco vale!...—¿La tocará V., D. Basilio?

—¡No!

—¿Cómo que no?[14-1]

—¡Que no!

10—¿Por qué?

—Porque no sé.

—¡Que no sabe[14-2]!...—¡Habrá hipócrita igual![14-3]

—Sin duda quiere que le regalemos el oído[14-4]....

—¡Vamos![14-5] ¡Ya sabemos que ha sido V. músico mayor[14-6]
15de infantería!...

—Y que nadie ha tocado la corneta de llaves como V....

—Y que lo oyeron en Palacio[14-7]..., en tiempos de
Espartero
[14-8]....

—Y que tiene V. una pensión....

20—¡Vaya,[14-9] D. Basilio! ¡Apiádese V.!

—Pues, señor.... ¡Es verdad! He tocado la corneta
de llaves; he sido una ... una 
especialidad,[14-10] como dicen
ustedes ahora...; pero también es cierto que hace dos años
regalé mi corneta a un pobre músico licenciado, y que desde
25entonces no he vuelto[14-11]... ni a tararear.

—¡Qué lástima! (p15)
—¡Otro
[15-1] Rossini!

—¡Oh! ¡Pues lo que es esta tarde,[15-2] ha de tocar[15-3]
usted!...

—Aquí, en el campo, todo es permitido....

05—¡Recuerde V. que es mi día,[15-4] papá abuelo[15-5]!...

—¡Viva! ¡Viva! ¡Ya está aquí la corneta!

—Sí, ¡que toque!

—Un vals....

—No..., ¡una polca!...

10—¡Polca!... ¡Quita allá![15-6]—¡Un fandango!

—Sí..., sí..., ¡fandango! ¡Baile nacional!

—Lo siento mucho, hijos míos; pero no me es posible tocar
la corneta....

—¡Usted, tan amable!...

15—Tan complaciente....

—¡Se lo suplica a V.[15-7] su nietecito!...

—Y su sobrina....

—¡Dejadme, por Dios!—He dicho que no toco.

—¿Por qué?

20—Porque no me acuerdo; y porque, además, he jurado no
volver a aprender....

—¿A quién se lo ha jurado?

—¡A mí mismo, a un muerto, y a tu pobre madre, hija
mía!

25Todos los semblantes se entristecieron súbitamente al escuchar
estas palabras.

—¡Oh!... ¡Si supierais a qué costa aprendí a tocar la
corneta!...—añadió el viejo.

—¡La historia! ¡La historia! (exclamaron los jóvenes.)
30Contadnos esa historia.

—En efecto.... (dijo D. Basilio.)—Es toda una historia.
Escuchadla, y vosotros juzgaréis si puedo o no puedo tocar la
corneta....

Y sentándose bajo un árbol rodeado de unos curiosos y (p16)
afables adolescentes, contó la historia de sus lecciones de
música.

No de otro modo, Mazzepa,[16-1] el héroe de Byron, contó una
noche a Carlos XII,
Mazzepa,[16-2] debajo de otro árbol, la terrible historia
05de sus lecciones de equitación.

Oigamos a D. Basilio.



 

II

Hace diez y siete años que ardía en España la guerra civil.

Carlos e IsabelMazzepa,[16-3] se disputaban la corona, y los españoles,
divididos en dos bandos, derramaban su sangre en lucha fratricida.

10Tenía yo un amigo, llamado Ramón Gámez, teniente de
cazadores de mi mismo batallón, el hombre más cabal que he
conocido....—Nos habíamos educado juntos; juntos salimos
del colegio; juntos peleamos mil veces, y juntos deseábamos
morir por la libertad....—¡Oh! ¡Estoy por decir
Mazzepa,[16-4]
15que él era más liberal que yo y que todo el ejército!...

Pero he aquí que cierta injusticia cometida por nuestro Jefe
en daño de Ramón; uno de esos abusos de autoridad que disgustan
de la más honrosa carrera; una arbitrariedad, en fin,
hizo desear al Teniente de cazadores abandonar las filas de sus
hermanos, al amigo dejar al amigo, al liberal pasarse a la facción,
20al subordinado matar a su Teniente Coronel....—¡Buenos
humos tenía
Mazzepa,[16-5] Ramón para aguantar insultos e injusticias
ni al lucero
Mazzepa,[16-6] del alba!

Ni mis amenazas, ni mis ruegos, bastaron a disuadirle de su
25propósito. ¡Era cosa resuelta! ¡Cambiaría el morriónMazzepa,[16-7] por
la boina,
Mazzepa,[16-8] odiando como odiaba mortalmente a los facciosos!

A la sazón nos hallábamos en el Principado,Mazzepa,[16-9] a tres leguas del
enemigo.

Era la noche en que Ramón debía desertar, noche lluviosa
30y fría, melancólica y triste, víspera de una batalla.

A eso de las doce entró Ramón en mi alojamiento.

Yo dormía.
(p17)
—Basilio....—murmuró a mi oído.

—¿Quién es?

—Soy yo.—¡Adiós!

—¿Te vas ya?

05—Sí; adiós.

Y me cogió una mano.

—Oye ... (continuó); si mañana hay, como se cree, una
batalla, y nos encontramos en ella....

—Ya lo sé: somos amigos.

10—Bien; nos damos un abrazo, y nos batimos en seguida.

—¡Yo moriré mañana regularmente,Mazzepa,[17-1] pues pienso atropellar
por todo hasta que mate al Teniente Coronel!—En cuanto a
ti, Basilio, no te expongas....
[17-2]—La gloria es humo.

—¿Y la vida?

15—Dices bien: hazte comandante.... (exclamó Ramón.)
La paga no es humo..., sino después que uno se la ha
[17-3]
fumado....—¡Ay! ¡Todo eso acabó para mí!

—¡Qué tristes ideas! (dije yo no sin susto.)—Mañana sobreviviremos
los dos a la batalla.

20—Pues emplacémonos para después de ella....

—¿Dónde?

—En la ermita de San Nicolás, a la una de la noche.—El
que no asista,
[17-4] será porque haya muerto.—¿Quedamos
conformes?

25—Conformes.

—Entonces.... ¡Adiós!...

—Adiós.

Así dijimos; y después de abrazarnos tiernamente, Ramón
desapareció en las sombras nocturnas.



 

III

30Como esperábamos, los facciosos nos atacaron al siguiente día.

La acción fué muy sangrienta, y duró desde las tres de la
tarde hasta el anochecer.
(p18)
A cosa de las cinco, mi batallón fué rudamente acometido
por una fuerza de alaveses
[18-1] que mandaba Ramón....

¡Ramón llevaba ya las insignias de Comandante y la boina
blanca de carlista
[18-2]!...

05Yo mandé hacer fuego contra Ramón, y Ramón contra mí:
es decir, que su gente y mi batallón lucharon cuerpo a
cuerpo.

Nosotros quedamos vencedores, y Ramón tuvo que huir con
los muy mermados restos de sus alaveses; pero no sin que antes
10hubiera dado muerte por sí mismo, de un pistoletazo,[18-3] al que la
víspera era su Teniente Coronel; el cual en vano procuró
defenderse de aquella furia....

A las seis la acción se nos volvió desfavorable, y parte de mi
pobre compañía y yo fuimos cortados y obligados a rendirnos....

15Condujéronme, pues, prisionero a la pequeña villa de...,
ocupada por los carlistas desde los comienzos de aquella campaña,
y donde era de suponer
[18-4] que me fusilarían
inmediatamente....

La guerra era entonces sin cuartel.



 

IV

20Sonó la una de la noche de tan aciago día: ¡la hora de mi
cita con Ramón!

Yo estaba encerrado en un calabozo de la cárcel pública de
dicho pueblo.

Pregunté por mi amigo, y me contestaron:

25—¡Es un valiente! Ha matado a un Teniente Coronel.
Pero habrá perecido
[18-5] en la última hora de la acción....

—¡Cómo! ¿Por qué lo decís?

—Porque no ha vuelto del campo, ni la gente que ha estado
hoy a sus órdenes da razón
[18-6] de él....

30¡Ah! ¡Cuánto sufrí aquella noche!

Una esperanza me quedaba.... Que Ramón me estuviese (p19)
aguardando en la ermita de San Nicolás, y que por este motivo
no hubiese vuelto al campamento faccioso.

—¡Cuál será su pena al ver que no asisto a la cita! (pensaba
yo.)—¡ Me creerá muerto!—¿Y, por ventura, tan lejos
05estoy de mi última hora? ¡Los facciosos fusilan ahora siempre
a los prisioneros; ni más ni menos que nosotros!...

Así amaneció el día siguiente.

Un Capellán entró en mi prisión.

Todos mis compañeros dormían.

10—¡La muerte!—exclamé al ver al Sacerdote.

—Sí—respondió éste con dulzura.

—¡Ya!

—No: dentro de tres horas.

Un minuto después habían despertado[19-1] mis compañeros.

15Mil gritos, mil sollozos, mil blasfemias llenaron los ámbitos
de la prisión.



 

V

Todo hombre que va a morir suele aferrarse a una idea cualquiera
y no abandonarla más.

Pesadilla, fiebre o locura, esto me sucedió a mí.—La idea
20de Ramón; de Ramón vivo, de Ramón muerto, de Ramón en
el cielo, de Ramón en la ermita, se apoderó de mi cerebro de
tal modo, que no pensé en otra cosa durante aquellas horas
de agonía.

Quitáronme el uniforme de Capitán, y me pusieron una gorra
25y un capote viejo de soldado.

Así marché a la muerte con mis diez y nueve compañeros de
desventura....

Sólo uno había sido indultado ... ¡por la circunstancia de
ser músico!—Los carlistas perdonaban entonces la vida a los
30músicos, a causa de tener gran falta de ellos en sus
batallones....
(p20)
—Y ¿era V. músico, D. Basilio?—¿Se salvó V. por eso?—preguntaron
todos los jóvenes a una voz.
[20-1]

—No, hijos míos.... (respondió el veterano.) ¡Yo no era
músico!

05Formóse el cuadro, y nos colocaron en medio de él....

Yo hacía el número once, es decir, yo moriría el
undécimo....

Entonces pensé en mi mujer y en mi hija, ¡en ti y en tu
madre, hija mía!

10Empezaron los tiros....

¡Aquellas detonaciones me enloquecían!

Como tenía vendados los ojos, no veía caer a mis compañeros.

Quise contar las descargas para saber, un momento antes de
morir, que se acababa mi existencia en este mundo....

15Pero a la tercera o cuarta detonación perdí la cuenta.

¡Oh! ¡Aquellos tiros tronarán eternamente en mi corazón y
en mi cerebro, como tronaban aquel día!

Ya creía oírlos a mil leguas de distancia; ya los sentía reventar
dentro de mi cabeza.

20¡Y las detonaciones seguían!

—¡Ahora!—pensaba yo.

Y crujía la descarga, y yo estaba vivo.

—¡Esta es!...—me dije por último.[20-2]

Y sentí que me cogían por los hombros, y me sacudían, y me
25daban voces en los oídos....

Caí....

No pensé más....

Pero sentía algo como un profundo sueño....

Y soñé que había muerto fusilado.



 

VI

30Luego soñé que estaba tendido en una camilla, en mi prisión.

No veía.

Llevéme la mano a los ojos como para quitarme una venda, (p21)
y me toqué los ojos abiertos, dilatados....—¿Me había
quedado ciego?

No....—Era que la prisión se hallaba llena de tinieblas.

Oí un doble de campanas..., y temblé.

05Era el toque de Animas.[21-1]

—Son las nueve.... (pensé.)—Pero ¿de qué día?

Una sombra más obscura que el tenebroso aire de la prisión
se inclinó sobre mí.

Parecía un hombre....

10¿Y los demás? ¿Y los otros diez y ocho?

¡Todos habían muerto fusilados!

¿Y yo?

Yo vivía, o deliraba dentro del sepulcro.

Mis labios murmuraron maquinalmente un nombre, el nombre
15de siempre,[21-2] mi pesadilla....

—¡«Ramón!»

—¿Qué quieres?—me respondió la sombra que había a mi
lado.

Me estremecí.

20—¡Dios mío! (exclamé.)—¿Estoy en el otro mundo?

—¡No!—dijo la misma voz.

—Ramón, ¿vives?

—Sí.

—¿Y yo?

25—También.


 

—¿Dónde estoy?—¿Es ésta la ermita de San Nicolás?—¿No
me hallo prisionero?—¿Lo he soñado todo?

—No, Basilio; no has soñado nada.—Escucha.


 

VII

Como sabrás,[21-3] ayer maté al Teniente Coronel en buena lid....—¡Estoy
30vengado!—Después, loco de furor, seguí matando...,
y maté ... hasta después de anochecido..., hasta
que no había un cristino
[21-4] en el campo de batalla....
(p22)
Cuando salió la luna, me acordé de ti.—Entonces enderecé
mis pasos a la ermita de San Nicolás con intención de
esperarte.

Serían las diez de la noche. La cita era a la una, y la noche
05antes no había yo pegado los ojos....—Me dormí, pues,
profundamente.

Al dar la una, lancé un grito y desperté.

Soñaba que habías muerto....

Miré a mi alrededor, y me encontré solo.

10¿Qué había sido de ti?

Dieron las dos..., las tres..., las cuatro....—¡Qué
noche de angustia!

Tú no parecías....

¡Sin duda habías muerto!...

15Amaneció.

Entonces dejé la ermita, y me dirigí a este pueblo en busca
de los facciosos.

Llegué al salir el sol.[22-1]

Todos creían que yo había perecido la tarde antes....

20Así fué que, al verme, me abrazaron, y el General me colmó
de distinciones.

En seguida supe que iban a ser fusilados veintiún[22-2] prisioneros.

Un presentimiento se levantó en mi alma.

—¿Será Basilio uno de ellos?—me dije.

25Corrí, pues, hacia el lugar de la ejecución.

El cuadro estaba formado.

Oí unos tiros....

Habían empezado a fusilar.

Tendí la vista...; pero no veía....

30Me cegaba el dolor; me desvanecía el miedo.

Al fin te distingo....

¡Ibas a morir fusilado!

Faltaban dos víctimas para llegar a ti....

¿Qué hacer?
(p23)
Me volví loco; dí un grito; te cogí entre mis brazos, y, con
una voz ronca, desgarradora, tremebunda, exclamé:

—¡Éste no! ¡Éste no, mi General!...

El General, que mandaba el cuadro, y que tanto me conocía[23-1]
05por mi comportamiento de la víspera, me preguntó:

—Pues qué, ¿es músico?

Aquella palabra fué para mí lo que sería para un viejo ciego
de nacimiento ver de pronto el sol en toda su refulgencia.

La luz de la esperanza brilló a mis ojos tan súbitamente, que
10los cegó.

—¡Músico (exclamé); sí..., sí..., mi General! ¡Es
músico! ¡Un gran músico!

Tú, entretanto, yacías sin conocimiento.

—¿Qué instrumento toca?—preguntó el General.

15—El ... la ... el ... el...; ¡si!... ¡justo!...,
eso es..., ¡la corneta de llaves!

—¿Hace falta un corneta[23-2] de llaves?—preguntó el General,
volviéndose a la banda de música.

Cinco segundos, cinco siglos, tardó la contestación.

20—Sí, mi General; hace falta—respondió el Músico mayor.

—Pues sacad a ese hombre de las filas, y que siga la ejecución
al momento....—exclamó el jefe carlista.

Entonces te cogí en mis brazos y te conduje a este calabozo.



 

VIII

No bien dejó de hablar Ramón, cuando me levanté y le dije,
25con lágrimas, con risa, abrazándolo, trémulo, yo no sé cómo:

—¡Te debo la vida!

—¡No tanto!—respondió Ramón.

—¿Cómo es eso?—exclamé.

—¿Sabes tocar la corneta?

30—No.

—Pues no me debes la vida, sino que he comprometido la
mía sin salvar la tuya.
(p24)
Quedéme frío como una piedra.

—¿Y música? (preguntó Ramón.) ¿Sabes?

—Poca, muy poca....—Ya recordarás la que nos enseñaron
en el colegio....

05—¡Poco es, o, mejor dicho, nada!—¡Morirás sin remedio!...
¡Y yo también, por traidor..., por falsario!—¡Figúrate
tú que dentro de quince días estará organizada la banda de
música a que has de pertenecer!...

—¡Quince días!

10—¡Ni más ni menos!—Y como no tocarás la corneta....
(porque Dios no hará un milagro), nos fusilarán a los dos sin
remedio.

—¡Fusilarte! (exclamé.) ¡A ti! ¡Por mí! ¡Por mí, que
te debo la vida!—¡Ah, no, no querrá el cielo! Dentro de
15quince días sabré música[24-1] y tocaré la corneta de llaves.

Ramón se echó a reír.



 

IX

—¿Qué más queréis que os diga, hijos míos?

En quince días ... ¡oh poder de la voluntad! En quince
días con sus quince noches (pues no dormí ni reposé un momento
20en medio mes), ¡asombraos!... ¡En quince días aprendí
a tocar la corneta!

¡Qué días aquellos!

Ramón y yo nos salíamos al campo, y pasábamos horas y
horas con cierto músico que diariamente venía de un lugar
25próximo a darme lección....

¡Escapar!...— Leo en vuestros ojos esta palabra....—¡Ay!
Nada más imposible!—Yo era prisionero, y me vigilaban....
Y Ramón no quería escapar sin mí.

Y yo no hablaba, yo no pensaba, yo no comía....

30Estaba loco, y mi monomanía era la música, la corneta, la
endemoniada corneta de llaves....

¡Quería aprender, y aprendí!
(p25)
Y, si hubiera sido mudo, habría hablado....

Y, paralítico, hubiera andado....

Y, ciego, hubiera visto.

¡Porque quería!

05¡Oh! ¡La voluntad suple por todo!—QUERER ES PODER.

Quería: ¡he aquí la gran palabra!

Quería..., y lo conseguí.—¡Niños, aprended esta gran
verdad!

Salvé, pues, mi vida y la de Ramón.

10Pero me volví loco.

Y, loco, mi locura fué el arte.

En tres años no solté la corneta de la mano.

Do-re-mi-fa-sol-la-si; he aquí mi mundo durante todo aquel
tiempo.

15Mi vida se reducía a soplar.[25-1]

Ramón no me abandonaba....

Emigré a Francia, y en Francia seguí tocando la corneta.

¡La corneta era yo! ¡Yo cantaba con la corneta en la boca!

Los hombres, los pueblos, las notabilidades[25-2]] del arte se
20agrupaban para oírme....

Aquello era un pasmo, una maravilla....

La corneta se doblegaba entre mis dedos; se hacía elástica,
gemía, lloraba, gritaba, rugía; imitaba al ave
[25-3], a la fiera, al sollozo
humano....—Mi pulmón era de hierro.

25Así viví otros dos años más.

Al cabo de ellos falleció mi amigo.

Mirando su cadáver, recobré la razón....

Y cuando, ya en mi juicio, cogí un día la corneta ... (¡qué
asombro!), me encontré con que
[25-4] no sabía tocarla....

30¿Me pediréis ahora que os haga són[25-5] para bailar?

Madrid, 1854.




 

(p26)

LAS DOS GLORIAS


 

Un día que el célebre pintor flamenco Pedro Pablo Rubens[26-1]
andaba recorriendo los templos de Madrid acompañado de sus
afamados discípulos, penetró en la iglesia de un humilde convento,
cuyo nombre no designa la tradición.

05Poco o nada encontró que admirar el ilustre artista en aquel
pobre y desmantelado templo, y ya se marchaba renegando,
como solía, del mal gusto de los frailes de Castilla la Nueva,
[26-2]
cuando reparó en cierto cuadro medio oculto en las sombras
de feísima capilla;
[26-3] acercóse a él, y lanzó una exclamación
de asombro.

Sus discípulos le rodearon al momento,[26-4]] preguntándole:

—¿Qué habéis encontrado, maestro?

—¡Mirad!—dijo Rubens señalando, por toda contestación,
al lienzo que tenía delante
[26-5].

15Los jóvenes quedaron tan maravillados como el autor del
Descendimiento.[26-6]

Representaba aquel cuadro la Muerte de un religioso.— Era
éste muy joven, y de una belleza que ni la penitencia ni la agonía
habían podido eclipsar, y hallábase tendido sobre los ladrillos
20de su celda, velados ya los ojos por la muerte, con una mano
extendida sobre una calavera, y estrechando con la otra, a su
corazón, un crucifijo de madera y cobre.

En el fondo del lienzo se veía pintado otro cuadro, que
figuraba estar colgado
[26-7] cerca del lecho de que se suponía haber
25salido el religioso para morir con más humildad sobre la dura
tierra.

Aquel segundo cuadro representaba a una difunta, joven 
hermosa, tendida en el ataúd entre fúnebres cirios y negras y
suntuosas colgaduras....
(p27)
Nadie hubiera podido mirar estas dos escenas, contenida la
una en la otra, sin comprender que se explicaban y completaban
recíprocamente. Un amor desgraciado, una esperanza
muerta, un desencanto de la vida, un olvido eterno del mundo:
05he aquí el poema misterioso que se deducía de los dos ascéticos
dramas que encerraba aquel lienzo.

Por lo demás, el color, el dibujo, la composición, todo revelaba
un genio de primer orden.

—Maestro, ¿de quién puede ser esta magnífica obra?—preguntaron
10a Rubens sus discípulos, que ya habían alcanzado
el cuadro.

—En este ángulo ha habido un nombre escrito (respondió
el maestro); pero hace muy pocos meses que ha sido borrado.—En
cuanto a la pintura, no tiene arriba de treinta años, ni
15menos de veinte.

—Pero el autor....

—El autor, según el mérito del cuadro, pudiera ser Velazquez,[27-1]
Zurbarán, Ribera, o el joven Murillo, de quien tan prendado
estoy.... Pero Velazquez no siente de este modo.
20Tampoco es Zurbarán, si atiendo al color y a la manera de ver
el asunto. Menos aún debe atribuirse a Murillo ni a Ribera:
aquél es más tierno, y éste es más sombrío; y, además, ese
estilo no pertenece ni a la escuela del uno ni a la del otro. En
resumen: yo no conozco al autor de este cuadro, y hasta juraría
25que no he visto jamás obras suyas.—Voy más lejos: creo que
el pintor desconocido, y acaso ya muerto, que ha legado al
mundo tal maravilla,
[27-2] no perteneció a ninguna escuela, ni ha
pintado más cuadro que éste, ni hubiera podido pintar otro que
se le acercara en mérito.... Ésta es una obra de pura inspiración,
30un asunto propio,[27-3] un reflejo del alma, un pedazo de la
vida.... Pero.... ¡Qué idea!—¿Queréis saber quién ha
pintado ese cuadro?—¡Pues lo ha pintado ese mismo muerto
que veis en él!

—¡Eh! Maestro.... ¡Vos[27-4] os burláis!
(p28)
—No: yo me entiendo....

—Pero ¿cómo concebís que un difunto haya podido pintar
su agonía?

—¡Concibiendo que un vivo pueda adivinar o representar su
05muerte!—Además, vosotros sabéis que profesar de veras[28-1] en
ciertas Órdenes religiosas es morir.

—¡Ah! ¿Creéis vos?...

—Creo que aquella mujer que está de cuerpo presente[28-2] en el
fondo del cuadro era el alma
[28-3] y la vida de este fraile que agoniza
10contra el suelo; creo que, cuando ella murió, él se creyó
también muerto, y murió efectivamente para el mundo; creo,
en fin, que esta obra, más que el último instante de su héroe o
de su autor (que indudablemente son una misma persona),
representa la profesión de un joven desengañado de alegrías
15terrenales....

—¿De modo que puede vivir todavía?...

—¡Sí, señor, que puede[28-4] vivir! Y como la cosa tiene fecha,
tal vez su espíritu se habrá serenado
[28-5] y hasta regocijado, y el
desconocido artista sea ahora un viejo muy gordo y muy
20alegre....—Por todo lo cual ¡hay que buscarlo! Y, sobre
todo, necesitamos averiguar si llegó a pintar más
obras....—Seguidme.

Y así diciendo, Rubens se dirigió a un fraile que rezaba en
otra capilla y le preguntó con su desenfado habitual:

25—¿Queréis decirle al Padre Prior que deseo hablarle de
parte del Rey?

El fraile, que era hombre de alguna edad, se levantó trabajosamente,
y respondió con voz humilde y quebrantada:

—¿Qué me queréis?—Yo soy el Prior.

30—Perdonad, padre mío, que interrumpa vuestras oraciones
(replicó Rubens). ¿Pudierais decirme quién es el autor de
este cuadro?

—¿De ese cuadro? (exclamó el religioso.) ¿Qué pensaría
V. de mí si le contestase que no me acuerdo?

(p29)
—¿Cómo? ¿Lo sabíais, y habéis podido olvidarlo?

—Sí, hijo mío, lo he olvidado completamente.

—Pues, padre ... (dijo Rubens en són de burla[29-1] procaz),
¡tenéis muy mala memoria!

05El Prior volvió a arrodillarse sin hacerle caso.

—¡Vengo en nombre del Rey!—gritó el soberbio y mimado
flamenco.

—¿Qué más queréis, hermano mío?—murmuró el fraile,
levantando lentamente la cabeza.

10—¡Compraros[29-2] este cuadro!

—Ese cuadro no se vende.

—Pues bien: decidme dónde encontraré a su autor....—Su
Majestad deseará conocerlo, y yo necesito abrazarlo, felicitarlo...,
demostrarle mi admiración y mi cariño....

15—Todo eso es también irrealizable....—Su autor no está
ya en el mundo.

—¡Ha muerto!—exclamó Rubens con desesperación.

—¡El maestro decía bien! (pronunció uno de los jóvenes.)
Ese cuadro está pintado por un difunto....

20—¡Ha muerto!... (repitió Rubens.) ¡Y nadie lo ha conocido!
¡Y se ha olvidado su nombre!—¡Su nombre, que
debió ser inmortal!
[29-3] ¡Su nombre, que hubiera eclipsado el
mío!—Sí; 
el mío..., padre.... (añadió el artista con
noble orgullo.) ¡Porque habéis de saber
[29-4] que yo soy Pedro Pablo
25Rubens!

A este nombre, glorioso en todo el universo, y que ningún
hombre consagrado a Dios desconocía ya, por ir unido
[29-5] a cien
cuadros místicos, verdaderas maravillas del arte, el rostro pálido
del Prior se enrojeció súbitamente, y sus abatidos ojos se clavaron
30en el semblante del extranjero con tanta veneración
como sorpresa.

—¡Ah! ¡Me conocíais! (exclamó Rubens con infantil satisfacción.)
¡Me alegro en el alma! ¡Así seréis menos fraile
conmigo!—Conque ... ¡vamos!
[29-6] ¿Me vendéis el cuadro?
(p30)
—¡Pedís un imposible!—respondió el Prior.

—Pues bien: ¿sabéis de alguna otra obra de ese malogrado
genio? ¿No podréis recordar su nombre? ¿Queréis decirme
cuándo murió?

05—Me habéis comprendido mal.... (replicó el fraile.)—Os
he dicho que el autor de esa pintura no pertenece al mundo;
pero esto no significa precisamente que haya muerto....

—¡Oh! ¡Vive! ¡vive! (exclamaron todos los pintores.)
¡Haced que lo conozcamos!

10—¿Para qué? ¡El infeliz ha renunciado a todo lo de la
tierra! ¡Nada tiene que ver con los hombres!... ¡nada!...—Os
suplico, por tanto, que lo dejéis morir en paz.