Image

CLAVES PARA
LA EDUCACIÓN

Lorenzo García Aretio
Marta Ruiz Corbella
Miriam García Blanco

CLAVES PARA
LA EDUCACIÓN

Actores, agentes y escenarios en la sociedad actual

Image

 

 

Coeditan:

© NARCEA, S. A. DE EDICIONES, 2016

www.narceaediciones.es

ISBN papel: 978-84-277-1624-7

Diseño de cubierta: aderal

Todos los derechos reservados

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con autorización de los titulares de propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (art. 270 y sgts. Código penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.es) vela por el respeto de los citados derechos.

Sobre enlaces a páginas web

Este libro puede incluir enlaces a sitios web gestionados por terceros y ajenos a NARCEA, S. A. DE EDICIONES que se incluyen sólo con finalidad informativa. Las referencias se proporcionan en el estado en que se encuentran en el momento de la consulta de los autores, sin garantías ni responsabilidad alguna, expresas o implícitas, sobre la información que se proporcione en ellas.

 

Índice

Presentación

Capítulo 1. La educación como realidad

1. El hombre y la educación

La naturaleza educable del ser humano. Rasgos característicos del ser humano. Educabilidad vs. educatividad. El hombre como ser inacabado.

2. El concepto de educación

El término «educación». Estudio etimológico del vocablo «educación». Análisis de algunas definiciones sobre «educación». Los términos afines a «educación».

3. Propuesta de una definición de «educación»

4. Carácter antinómico de la educación

Capítulo 2. Principios pedagógicos de la acción educativa

1. Principios que fundamentan toda acción educativa

2. Análisis de algunos principios clave de la educación

Individualización. Socialización. Autonomía. Actividad. Creatividad. Participación.

3. La formación en competencias, clave para el aprendizaje a lo largo de la vida

Capítulo 3. La educación como proceso

1. La persona, ser temporal

2. La influencia del tiempo en el proceso educativo

3. La educación como proceso

4. La educación como proyecto

5. La educación a lo largo de la vida

6. Un modelo tecnológico de intervención educativa

La tecnología de la educación como modelo de intervención educativa. El modelo tecnológico de intervención educativa. Un modelo de acción tecnológica. Objeciones al modelo tecnológico de intervención educativa.

Capítulo 4. La educación como interacción entre agentes y actores

1. La educación como proceso relacional

2. La comunicación, cauce para el proceso relacional

¿Qué es comunicación? Emisor, receptor, mensaje y canal de la comunicación.

3. Comunicación y educación

4. La relación educativa. Características y límites

5. La evolución de la comunicación en los nuevos escenarios

Capítulo 5. Los agentes de la educación y el proceso de su profesionalización

1. El educador y el principio de educatividad

El principio de educatividad. El encuentro, clave de la tarea educativa.

2. Los agentes de la educación

La delimitación del campo profesional de los educadores. La profesionalización del trabajo de los educadores. El profesional de la educación como docente. Nuevos roles educativos, nuevas figuras profesionales. El papel de los educadores informales.

3. Los retos de los profesionales de la educación

Capítulo 6. Los actores de la educación

1. El ser humano como ser complejo

2. La persona, sujeto de la educación

3. Educación diferenciadora vs. educación integral

4. Educación y persona

Capítulo 7. Los escenarios de la educación

1. Sistematización del fenómeno de la educación

Surgimiento de una necesidad. Criterios para elaborar una sistematización. Aproximación conceptual a la educación formal, no formal e informal.

2. Educación formal

3. Educación no formal

4. Educación informal

5. La necesaria complementariedad entre los tres escenarios educativos

Capítulo 8. La función social de la educación

1. La dimensión social del ser humano

La necesaria socialización de todo ser humano. El medio ambiente. El medio como agente educador. La interacción herencia-medio. La cultura como condicionante social.

2. Los factores sociales condicionantes de la educación

Factores económicos. Factores culturales. Factores políticos.

3. La sociedad educadora

4. Las funciones sociales de la educación

Medio de control social. Agente de cambio. Agente de movilidad social. Promotora de desarrollo.

Capítulo 9. Fines y valores en la educación

1. El sentido de la educación y la propuesta de los fines

La necesaria propuesta del fin en la educación. Definición de «fin». Fundamentos de los fines en la educación. Funciones de los fines en la educación. Fines y objetivos.

2. La otra educación: el currículum oculto

3. La educación, quehacer de valores

4. ¿Qué es un valor?

Clarificación de este concepto. La necesaria jerarquía de valores. Aproximación a las teorías sobre el valor.

5. Valores y educación

El aprendizaje de valores. Estrategias para educar en valores. La evaluación de valores.

6. La ciudadanía como fin de la educación

La necesaria educación para la ciudadanía. Hacia una educación para la ciudadanía.

Capítulo 10. Acción educativa - Acción pedagógica

1. La educación como acción humana

La acción humana. La educación como acción humana. Los niveles de la acción educativa. Aportaciones de otras ciencias a la acción educativa.

2. La interrelación Teoría-Práctica-Técnica

Sentido y evolución del concepto «teoría». Sentido y evolución del concepto «práctica». Sentido y evolución del concepto «técnica».

3. Acción educativa - Acción pedagógica

Capítulo 11. El conocimiento científico de la educación: la Pedagogía como Ciencia de la Educación

1. Niveles de conocimiento de la educación

2. Características del saber en educación

3. Evolución de la educación como conocimiento científico

La progresiva complejidad del conocimiento científico de la educación. La educación como conocimiento filosófico. La educación como conocimiento científico subordinado. La educación como conocimiento autónomo.

4. Pedagogía - Ciencia de la Educación - Ciencias de la Educación.

La Pedagogía como ciencia. Pedagogía y Ciencia de la Educación. Ciencia de la Educación - Ciencias de la Educación.

Capítulo 12. Educación y sociedad del conocimiento

1. La sociedad actual y sus contradicciones

La evolución de la sociedad. Las características de nuestra sociedad occidental. Las contradicciones de nuestra sociedad. La aportación de las tecnologías de la información y la comunicación.

2. La sociedad del conocimiento

3. El papel de la educación en la sociedad del conocimiento

Influencia de la tecnología de la información y la comunicación en la educación. Enseñar y aprender en la sociedad cognitiva.

Capítulo 13. El compromiso de Europa por la educación

1. La política educativa de la Unión Europea

2. Los principios que sustentan la política educativa comunitaria

El principio de subsidiariedad. Los principios de cooperación, atribución de competencias y proporcionalidad.

3. Las etapas de la política educativa europea

La etapa de la Ausencia (1957-1976). La etapa de la Transición (1976-1986). La etapa de los Programas (1986-1992). La etapa de la Consolidación (1992-1999). La etapa de la Expansión (2000-2005). Hacia el Logro de los objetivos (2006-2010).

4. Los grandes retos para la política educativa europea

El reto de la educación. El reto de la cualificación profesional. El reto de una sociedad en red. El reto de una Unión Europea real. El reto de la modernización de la universidad.

5. El reto de una ciudadanía europea

Capítulo 14. La educación a distancia

1. ¿Por qué la educación a distancia?

2. Antecedentes y consolidación de la educación a distancia

3. El problema de las diferentes denominaciones en torno a la enseñanza a distancia

4. Características de la educación a distancia

Separación física profesor-alumno. Utilización de medios técnicos. Organización de apoyo-tutoría. Aprendizaje independiente y flexible. Comunicación bidireccional mediada.

5. ¿Qué es educación a distancia?

6. Componentes del sistema de educación a distancia

El estudiante. El docente. La comunicación a través de los medios. Estructura, organización y gestión.

7. El potencial de la educación a distancia

Apertura. Flexibilidad. Eficacia. Economía. Autonomía. Interactividad.

8. Los inconvenientes de la educación a distancia

Bibliografía

Autores

 

Presentación

El Departamento de Teoría de la Educación y Pedagogía Social de la UNED recibe con satisfacción la publicación de esta obra escrita por tres de sus profesores, pioneros en ofrecer a los estudiantes de las nuevas titulaciones, nacidas del proceso de Bolonia, textos de referencia que les acompañen en su aventura universitaria.

Con la profesionalidad que les caracteriza, los doctores Lorenzo García Aretio, Catedrático, y Marta Ruiz Corbella, Profesora Titular, ambos con una dilatada trayectoria docente e investigadora, acompañados por una joven promesa, Miriam García Blanco, se afanan en desbrozar el corpus de la Teoría de la Educación, analizando, según las exigencias de rigor propias de una disciplina científica, los elementos clave que permiten comprender el fenómeno educativo en su integridad y totalidad.

Los autores sortean con acierto una primera tarea que no es fácil de llevar a cabo en una obra de estas características. Para abarcar la riqueza y diversidad de las aportaciones que la investigación nos brinda en un campo del conocimiento pedagógico de sólida tradición, como es el ámbito del estudio teórico de la educación, articulan el texto en catorce capítulos que les permiten abordar temas clásicos, los más nucleares de la disciplina, con alguna incursión en terrenos trillados más recientemente, como es el caso del modelo que ofrece la educación a distancia.

Las páginas que siguen nos sitúan en territorios cuyo conocimiento y dominio resulta de capital importancia para los profesores y los educadores, y nos facilitan las claves para comprender críticamente las problemáticas teóricas de hondo calado que afectan a la pedagogía actual: la educación como realidad, los principios pedagógicos de la acción educativa, la educación como proceso y como interacción entre agentes y actores, los agentes de la educación y el proceso de su profesionalización, el actor de la educación, los escenarios, su función social, la cuestión de los fines y los valores, la complementariedad entre acción educativa y acción pedagógica, la educación como objeto de reflexión científica, el compromiso de Europa por la educación, y, finalmente, la educación a distancia, un modelo crecientemente extendido por su adecuación a las necesidades de la sociedad del conocimiento. Lo hacen con tino al seleccionar y exponer con claridad los aspectos más significativos de cada temática.

En primer lugar se estudia la educación como realidad, paso imprescindible para dotar al lector del bagaje conceptual básico que exige el conocimiento pedagógico universitario. Un conocimiento, como los propios autores explican, bien alejado de lo que son preconceptos e ideas previas, exclusivamente construidas mediante la aproximación experiencial a los fenómenos, propia del conocimiento popular, totalmente insuficiente para el desempeño profesional de excelencia que en un futuro próximo corresponderá protagonizar a los lectores.

Los contenidos de este primer capítulo se presentan articulados en dos núcleos temáticos. Se inicia con uno de ellos, dedicado a analizar las relaciones entre el ser humano y la educación, en el cual nos describen la naturaleza educable propia de la persona, los rasgos que la caracterizan, su inacabamiento y plasticidad —clave radical tanto de la necesidad como de la posibilidad de la educación— para después pasar a enfatizar las dos categorías complementarias y características del ser humano que resultan esenciales como fundamento de la educación: su educabilidad —capacidad de recibir la influencia educativa de otros humanos— y su educatividad —capacidad de ejercer ese mismo tipo de influjo—; ambas hacen posible tanto la educación permanente como la expectativa de una sociedad educadora, hoy plenamente demandadas en el marco de la denominada sociedad del conocimiento.

Una vez clarificados los conceptos básicos necesarios para la comprensión rigurosa de lo que realmente es educación, los autores proponen su propia definición del término, no sin antes realizar una aproximación a su significado etimológico, ofrecer algunas definiciones de reconocidos expertos y explicar los rasgos distintivos de otros términos afines. Completan la exposición del tema con una reflexión sobre el carácter antinómico de la educación.

Tras establecer qué es la educación, sendos capítulos abordan distintos elementos siempre presentes en todo modelo educativo: los principios pedagógicos, los fines y valores, los agentes y actores, y los escenarios de la educación.

A partir de cuatro rasgos que los autores, siguiendo la tradición del pensamiento filosófico-pedagógico personalista, reconocen como específicamente propios del ser humano: singularidad, apertura, autonomía y unidad, y derivados de ellos, puesto que cada rasgo reclama una actuación educativa coherente, proponen ocho principios pedagógicos como coordenadas de la acción educativa: individuación y creatividad, socialización, comunicación y participación, autonomía y actividad, e integridad. Defienden que todos estos principios, dinámicamente interrelacionados, son la base necesaria para fundamentar una intervención educativa de calidad.

En cuanto a los agentes, educador y educando, la obra presenta a ambos, aunque cada uno de ellos con rol propio, como figuras centrales de los procesos educativos. En el primer caso, coadyuvantes necesarios, incluso en las situaciones más favorables a la autoeducación. En el segundo, como protagonistas centrales de los procesos formativos pues, en puridad, no hay educación sin la implicación consciente del sujeto que aprende; en ningún caso el proceso podría producirse sin su concurso y, en determinadas circunstancias, podría llevarlo a cabo con un mínimo apoyo ajeno.

Por lo que respecta a la problemática de los fines y valores, un tema central de la teoría de la educación, el capítulo noveno desbroza sus aspectos más significativos, analizando, entre otras, cuestiones como: el sentido de la educación y la propuesta de los fines, el currículo oculto, la educación como quehacer de valores, la clarificación del concepto de valor, las jerarquías axiológicas, las teorías sobre el valor, las estrategias para educar en valores y su evaluación.

Como escenarios de la educación se destacan los tres clásicos: formal, no formal e informal, haciendo alusión a sus especificidades y carácter complementario. E, igualmente, los autores alertan sobre la interacción constante que se produce entre estos tres ámbitos, modalidades o dimensiones de actuación educativa, cuyas fronteras, cada vez más permeables, se desdibujan crecientemente ante las necesidades y demandas que plantea la sociedad.

Analizados aquellos elementos del modelo educativo que interesan particularmente a la teoría de la educación, llega el turno al estudio de la educación como proceso, tarea que se acomete desde tres perspectivas diferentes: en el capítulo tercero se contempla la educación como un proceso temporal; en el cuarto, atendiendo a su dimensión relacional y, más tarde, en el octavo, se explica el proceso en su condición de socialmente funcional.

Los autores anuncian la educación como un proceso permanente que, en sus propias palabras, «permite ordenar las distintas etapas, preparar las transiciones, diversificar y valorizar las trayectorias vitales de cada sujeto logrando que llegue a ser una persona única». Y también entienden la educación como un proceso relacional, que exige la comunicación intencional con fines formativos entre educador y educando, motivo por el cual destacan en la relación educativa cuatro principales características: ser social, afectiva, comunicativa e instructiva.

Por lo que respecta al capítulo que estudia la educación como proceso socialmente funcional, tras establecer y justificar, como constitutiva del ser humano, una profunda dimensión social gracias a la cual el desarrollo se produce en estrecha interdependencia recíproca con la socialización de las personas, los autores se ocupan de identificar los factores sociales condicionantes de la educación (económicos, culturales y políticos) y las funciones que le han sido encomendadas a ésta por la sociedad.

La complementariedad entre acción educativa y acción pedagógica ocupa el décimo capítulo del libro. El hecho de que el ser humano tenga la potencialidad de constituirse como sujeto único y que, además, en interacción con otros, contribuya a la construcción de la sociedad, dota de sentido a la educación como acción optimizadora y a la Pedagogía como reflexión sobre la práctica educativa. En un primer apartado del tema se analiza la educación como acción humana, atendiendo a sus distintas dimensiones y niveles de análisis, para, a continuación, explicar la función de la Pedagogía como ciencia normativa y tecnológica así como el papel de otras ciencias auxiliares en la construcción de su corpus teórico. Cierra el capítulo la clarificación de tres conceptos centrales de un debate clásico en la literatura pedagógica, que ha generado diferentes posturas y corrientes, el que se refiere a las relaciones entre teoría, práctica y técnica. Las explicaciones dejan abonado el terreno para acometer, en el siguiente y undécimo capítulo, la problemática que presenta la educación considerada como objeto de reflexión científica.

Los tres últimos capítulos del libro se refieren a los retos actuales y campos emergentes derivados de la evolución, características e, incluso, contradicciones de nuestras sociedades. El primero de ellos presenta la situación; perspectiva que se completa, en el segundo, con la referencia europea: los principios que sustentan la política educativa comunitaria, las etapas del proceso que se ha venido desarrollando para la construcción de un marco educativo común, y los grandes objetivos a medio plazo respaldados por la Unión Europea. Finalmente, la educación a distancia, ámbito en el cual los autores del libro son expertos internacionalmente reconocidos, se presenta como una respuesta de probada eficacia al servicio de las nuevas necesidades.

Se trata, en definitiva, de un libro pensado para los estudiantes universitarios de los nuevos Grados de la Facultad de Educación que pueden encontrar en él un texto de referencia asequible y oportuno.

Pero, la oportunidad de la obra no sólo viene marcada por las exigencias de la reforma de los estudios pedagógicos actualmente en curso. La complejidad y diversificación creciente de las necesidades sociales, y las consiguientes demandas que la sociedad dirige a la educación, abren a pedagogos y educadores nuevos sectores de intervención que exigen, cada vez más, sólidos cimientos de la práctica profesional. Si, como anuncia Delors en su conocida obra La educación encierra un tesoro, «la educación se ve obligada a proporcionar las cartas náuticas de un mundo complejo y en perpetua agitación y, al mismo tiempo, la brújula para poder navegar por él» (1996: 95), los profesionales expertos en los procesos formativos necesitan ellos mismos, en primer lugar, comprender el fenómeno educativo y adquirir sólidas bases teóricas que doten de sentido a su práctica y permitan anclar en ellas las propias competencias técnicas que caracterizan a la profesión. Sin duda alguna, los autores de esta obra las ponen a su alcance.

M.ª Ángeles MURGA

Directora del Departamento de Teoría de la Educación y Pedagogía Social

UNED

Capítulo 1

La educación como realidad

«Educación» es una realidad de la que todos tenemos experiencia. Todos hemos sido educados, seamos o no conscientes de ello, por lo que hemos vivido experiencias de formación a lo largo de nuestra existencia. Además todos opinamos sobre cómo debe ser la educación, sobre qué es buena o mala educación, quién es una persona educada y quien carece de ella. Pero también sucede que muchas veces no nos ponemos de acuerdo. En ocasiones porque estamos refiriéndonos a cuestiones diferentes, al tener cada uno sus propias experiencias educativas y partir de parámetros distintos. Decimos saber de educación por haber experimentado en nosotros mismos la acción de distintos educadores, y cada uno repite sin más esos mismos esquemas de la enseñanza recibida en otros escenarios.

Por otro lado, no podemos obviar que tanto los estados como las propias instituciones ven en la educación el verdadero motor de desarrollo, por lo que se dedica cada vez más tiempo, dinero y esfuerzo a planificar un sistema educativo de calidad y a «obligar» a los ciudadanos a pasar por este sistema.

A lo largo de las leyes que organizan los sistemas educativos de las naciones democráticas, se incide en la relevancia de la educación al afirmar que de ella dependen tanto el bienestar individual como colectivo, al ser la mayor riqueza y el principal recurso de un país y de sus ciudadanos, tal como se expone en el preámbulo de la última ley de educación de España (LOE, 2006). Y ésta se convierte en caballo de batalla de posiciones y concepciones que identifican o enfrentan a los individuos, por lo que no hay duda de que nadie permanece indiferente ante este tema.

De ahí que resulte difícil clarificar qué es la educación, habida cuenta de la multiplicidad de términos y conceptos a los que hacemos mención al referirnos a diferentes hechos y acciones que denominamos educativas. Ante este hecho puede entenderse la dificultad de pretender un significado unívoco de este término. Pero esto no debe impedir el esfuerzo que todo profesional de la educación debe llevar a cabo para lograr una clarificación de conceptos que, sin duda, redundará en beneficio de la mejora de su tarea profesional, independientemente del contexto en que la ejecute.

En este sentido, este primer capítulo pretende, como resulta lógico, reflexionar sobre qué es educación. Todos llegamos con una noción preconcebida tanto debido a nuestra propia experiencia como a las influencias de nuestro entorno. Pero estas ideas previas no deben condicionar nuestro trabajo como profesionales, por lo que se hace imprescindible en estudios relacionados con el ámbito educativo saber reflexionar y profundizar sobre qué es educación y los diferentes conceptos que la fundamentan.

1. EL HOMBRE Y LA EDUCACIÓN

La naturaleza educable del ser humano

Al hablar de educación abordamos de forma inevitable al ser humano. Reflexionar sobre educación sin referirnos a la persona es algo imposible, ya que es algo propio y exclusivo de la naturaleza humana. El hombre es, sin duda, una realidad psicofísica compleja que cuenta con la característica más peculiar de todos los seres vivos: nace biológicamente indeterminado, lo que le lleva a que a lo largo de su vida deba desarrollarse y resolverse a sí mismo. Es decir, «(…) es un ser corpóreo, pero es más que su cuerpo; se trata de un sujeto individual, pero necesita de la sociedad formada por sus semejantes; sus capacidades cognoscitivas se orientan no sólo a la contemplación teórica sino también a la acción práctica y a la producción técnico-artística; y experimenta una serie de necesidades materiales, biológicas, cognitivas, afectivas, estéticas y transcendentes que tiene que satisfacer» (García Amilburu, 2003: 210). En suma, debe enfrentarse a la satisfacción de unas necesidades primarias, a la vez que, paulatinamente, es llamado a la resolución creativa de necesidades superiores específicas de su especie. Necesita del otro y de los otros para desarrollar todas sus posibilidades, a la vez, que es el único animal capaz de salir de sí mismo para actuar en beneficio de otros humanos o de su entorno.

Ser hombre conlleva saber actuar sobre sí mismo, adecuar la vida interviniendo en el proceso de la propia naturaleza al asumir la configuración de su biografía y, en consecuencia, de la historia (Lassahn, 1991). Para ello, necesita desarrollar sus capacidades, conocer las posibilidades que se le presentan y convertirlas en situaciones reales para él y los suyos, reflexionar sobre sí mismo… Es decir, el hombre debe hacerse a sí mismo para ser capaz de responder de su propia vida. Ahora bien, estas consideraciones únicamente se pueden plantear desde la perspectiva de que el ser humano es un ser inacabado. Sólo si consideramos al hombre desde esta aparente indigencia, tal como lo destaca Sacristán (1982), tiene sentido hablar de educación, ya que ésta es la clave radical que justifica la necesidad y la posibilidad de toda acción educativa. Como resulta obvio, cada individuo, en su proceso educativo, no parte de cero, sino de elementos que otros han ido resolviendo o han ido creando, elaborando así un bagaje cultural que nos ayuda a forjar nuestro propio modo de enfrentarnos al mundo. Y en este desarrollo cada uno aporta nuevas ideas que colaboran en el continuo avance de nuestra cultura y en el perfeccionamiento como especie.

En suma, la educación es algo específico y exclusivo de la naturaleza humana. Desde que el ser humano existe, ha necesitado de la educación. Se ha exigido por su propia naturaleza un proceso de optimización, de humanización. Ha necesitado recibir la influencia de otro/s para pasar del estado natural de hominización en el que nace, al de humanización, con el fin de responder realmente a su naturaleza inacabada. Todos conocemos cómo todo hombre se apoya en una naturaleza biológica definida, propia de los homínidos. No obstante, su comportamiento no se limita ni a una respuesta biológica predeterminada, ni a una relación de ajuste entre su organismo y su medio ambiente. En él, por ejemplo, los instintos son eclipsados por su inteligencia (Sacristán, 1982), y en él se posibilita el aprendizaje «(…) como proceso de génesis de nuevas conductas y modos de comportamiento ante situaciones novedosas» (Pozo Andrés, 2004: 27), lo que conlleva que sea un ser radicalmente abierto al mundo que le rodea, y que su conducta esté dirigida a configurarse como hombre, a humanizarse, para lo que reclama necesariamente la intervención de sus iguales.

Por ello, antes de pretender explicar y definir qué es educación, tenemos que intentar precisar y comprender al hombre, actor y agente de la educación. De hecho, en toda propuesta educativa subyace un modelo antropológico, un modo de atender y entender al ser humano que condicionará, después, el sentido de la educación y de toda las propuestas de intervención que se desprendan de ella. La educación necesita una imagen del hombre, ya que sin ella sería imposible proyectar su actividad.

Nadie discute que el hombre es un ser sumamente complejo, en el que todas sus dimensiones están perfectamente integradas. Todo en él está interrelacionado. Es un ser individual, que exige la relación con los demás para hacerse a sí mismo. Está capacitado para trascenderse, para abrirse al entorno en el que vive y así desarrollar todas las capacidades que posee en potencia. No se encuentran en él condicionantes que determinen su modo de vivir, por lo que puede adaptarse a las más diversas situaciones y escenarios. Pero esta misma indeterminación, que no le encierra en ningún contexto predeterminado, es la que reclama la necesidad de educación. El ser humano cuando nace manifiesta muy pocas conductas determinadas. Necesita de sus semejantes para sobrevivir durante un periodo de tiempo mucho más largo que cualquier otro ser vivo. En este sentido es un ser desvalido, pero, a la vez, posee la capacidad de aprender, de adquirir conductas que le van a permitir alcanzar los objetivos que se proponga él mismo o la comunidad en la que viva.

Para muchos el hombre es el resultado más logrado y complejo de la evolución, pero, para otros, sin duda, el más débil. Si analizamos esta realidad desde la contemplación de la naturaleza que nos rodea, podría parecer más práctico tener las conductas específicas del adulto de forma innata, sin necesidad de pasar por un largo período de dependencia y de inmadurez, en el que somos seres absolutamente vulnerables y dependientes de los demás. Sin embargo, esta inespecificidad es la que nos garantiza el poder alcanzar el desarrollo propio y diferenciado, al no estar encerrado en ningún hábitat determinado, ni estar condicionado por unas estructuras previamente establecidas. Todo hombre tiene que aprenderlo casi todo, debido a que la información que se transmite hereditariamente es mínima, pues al nacer no es más que una posibilidad. Posibilidad que nos dota de la opción de enfrentarnos de maneras muy distintas a la realidad y de forjarnos a nosotros mismos. Es más, precisamente porque somos finitos nace el anhelo «(…) de ser otro, de ser de otra forma, de negarse a confirmar la identidad heredada y de desear, siempre inacabadamente, configurar una nueva identidad» (Mèlich, 2005: 24). Esta misma posibilidad hace que dependamos de los demás para que, al menos inicialmente, nos proporcionen las condiciones y las oportunidades para aprender y poder optar al desarrollo óptimo de éstas.

Nacemos con disposiciones, no con conductas hechas, por lo que la conducta humana se caracteriza por la plasticidad que le abre a unas condiciones de vida muy diferentes y cambiantes. Esto nos muestra un ser humano plástico, indeterminado, «inespecializado» y abierto a cualquier escenario. Los seres vivos, basta atender a su dimensión corporal, no son desde que empiezan a vivir todo lo que pueden llegar a ser, por lo que deben superar con su propia actividad la distancia que separa esta situación inicial, precaria e imperfecta, de aquella plenitud propia de la especie y de cada individuo, de acuerdo a sus condiciones e intereses (García Amilburu, 2003).

El hombre es un ser capaz de sobrevivir en los ambientes más dispares y que sabe transmitir esos conocimientos acumulados a otros individuos de su misma especie. Es decir, estamos ante un «ser-cultural» que transforma sus respuestas y su conducta en elementos válidos para la relación tanto con el medio, como con los otros y consigo mismo, ya que vive de los resultados de su actividad planeada y común. Es un ser que posee un mundo, que lo trasciende y a la vez está abierto a él. Esto le va a permitir disponer de técnicas y medios para perfeccionar su existencia partiendo de las más variadas condiciones materiales. En definitiva, todo ser humano es un ser cultural y los límites de su desarrollo no están en la naturaleza, sino en los grados de enriquecimiento y perfeccionamiento de su actitud creadora (Escámez, 1981).

Por otro lado, tampoco debemos obviar que no tenemos la opción de vivir en un mundo que no esté atravesado por la cultura, es decir, que no esté mediatizado por el hombre. Por eso la cultura se convierte en la segunda naturaleza de todo ser humano, y en la única en la que puede y sabe vivir. El hombre transforma cada entorno para adaptarse a él y hacerlo posible según los cánones e intereses de cada momento. Esto no es una opción de cada ser humano, sino algo propio de él. La elección radica en el grado de inserción y transformación de cada entorno. Ahora bien, a esta «segunda» naturaleza humana sólo se accede por la educación que desarrollan unos individuos sobre otros (Gehlen, 1980; García Amilburu, 2003), por lo que afirmamos que toda cultura es el modo humano de resolver la vida, de dar respuesta al escenario en el que vive.

Si miramos a los animales comprobamos que estamos ante seres cerrados en el sentido de que biológicamente nacen determinados y toda su conducta está previamente condicionada por el nicho ecológico en el que habitan y que no pueden abandonar. Forman una unidad, muy valiosa, con ese entorno en el que viven, creando ecosistemas de una perfección asombrosa, pero no tienen capacidad para dialogar con este entorno, ni para transformarlo. Responden a una conducta ya esperada e intervienen en la naturaleza de un modo previamente establecido, manteniendo el puesto de cada uno de ellos dentro de una equilibrada cosmovisión, siendo muchas las consecuencias que se derivan cuando se rompe este equilibrio natural. Por último, no olvidemos, los animales nunca se cuestionarán si quieren o no participar en su propio desarrollo y/o en el de los demás, ni se plantearán otro modo de vida posible.

Rasgos característicos del ser humano

A partir de lo que hemos destacado en el punto anterior, subrayamos ya una serie de rasgos característicos del ser humano, que nos ayudan a comprenderlo y a fundamentar la posibilidad y la necesidad de la educación. Así, afirmamos que todo ser humano (Hamann, 1992):

Vive en un cuerpo, primer elemento que determina, a la vez que posibilita, todo su desarrollo. Vive en un cuerpo y desde él vive su vida, capta y se relaciona con el mundo que le rodea y con los otros que viven con él. No debemos olvidar que estamos ante un cuerpo humano pendiente de su biología, sin duda, pero de una forma determinante de su biografía, ya que no sólo manifiesta lo que es, sino también lo que ha sido y lo que será. Un cuerpo que se personaliza en un rostro, lo más específico e identificativo de cada persona, en unos rasgos que le identifican como sujeto que es dentro de un contexto determinado, en unas manos que nos abren múltiples posibilidades. En definitiva, yo soy porque tengo un cuerpo, clave para mi identidad personal, que me condiciona en la medida en que evoluciona al pasar por las diferentes etapas vitales, por los diferentes ritmos biológicos desde la concepción hasta la muerte.

Es un ser temporal, ya que su vida se desarrolla en y con el tiempo. Toda existencia se compone de instantes sucesivos, encadenados en un continuum desde que cada uno existe. Así, cada persona nace en un momento histórico determinado, que le dotará de las coordenadas y pautas necesarias para comprender y comprenderse en el mundo, a la vez que vive durante un espacio de tiempo concreto, sujeto al paso temporal que condiciona de una forma u otra su propia biografía. De este modo, el ser humano es un ser histórico, pero su proceso vital se desarrolla sobre una estructura biográfica. Es decir, vivimos en y con el tiempo, estamos sujetos a las leyes temporales, pero, a la vez, vamos haciendo nuestra propia biografía gracias a que vamos configurando nuestra identidad, al saber guardar la memoria del pasado y utilizarla para proyectar el futuro, decidiendo en cada momento quiénes somos y qué queremos llegar a ser. Por otro lado, no podemos olvidar que el hombre está en continuo proceso, en permanente desarrollo perfectivo. Nadie podrá señalar que ha alcanzado definitivamente su meta, por lo que el proceso de aprendizaje será una constante en su vida.

Está dotado de un yo, es decir, con una identidad específica, diferente a la de los demás seres humanos, que debe desarrollar y consolidar. Esta identidad es consecuencia de la necesaria individualidad de todo sujeto que conlleva que cada uno sea un ser único. Gracias a esta característica cada uno afronta —o debe afrontar— su vida como su propia tarea, desarrollando todas sus posibilidades para alcanzar el qué debemos y qué queremos ser. Este yo implica que es un ser que necesariamente se hace en soledad, es decir, nadie puede hacerse por él, es él mismo el que debe decidir y actuar, contribuyendo, o no, a su continuo proceso de formación. Pero también, y como veremos más adelante, se trata de una soledad solidaria, ya que nadie alcanza su pleno desarrollo sin la ayuda solidaria de los otros.

Consistente en ser-con, pues la realización plena de todo ser humano estriba en el descubrimiento del otro y en la interacción constante con nuestros iguales. Nos «humanizamos» en la medida que somos capaces de descubrir en el otro, otro yo. La vida del hombre no es una vivencia solitaria, sino que exige ser una convivencia solidaria, una convivencia con los otros que nos debe ayudar a desarrollar todas y cada una de nuestras capacidades. Es decir, en la medida en que vamos descubriendo en el otro un igual, vamos descubriéndonos a nosotros mismos. Favorecemos nuestro desarrollo, a la vez que el del otro. De esta manera, resulta evidente la afirmación de que la dimensión social del hombre no es un añadido más, sino algo propio de nuestra naturaleza. Algo implícito en ese proceso complejo de convertirse en persona.

Dotado de reflexión y volición, ya que la inteligencia y la voluntad son las dos facultades humanas que posibilitan el conocimiento causal (el saber por qué, para qué…, las nuevas relaciones que se pueden establecer, etc.), la comunicación a partir de sistemas simbólicos complejos, la capacidad de conocer, de comprender, de interactuar con el otro y con lo otro. Todo ello implica a cada sujeto en su propio desarrollo. Saber y querer, sin olvidarnos de la dimensión afectiva, el modo de sentirse en cada ámbito de interrelación que condicionan nuestras respuestas.

Dotado de libertad, ya que no está determinado por ninguna conducta preestablecida. Es capaz de elegir sus propias determinaciones, por lo que se hace responsable de sus decisiones y del modo en cómo se relaciona con los demás, de lo que hace y deje de hacer. Es un ser que debe resolver su vida, que la lleva a cabo gracias a las constantes decisiones y elecciones, por lo que cada uno es responsable de lo que es y de alcanzar lo que debería llegar a ser. También debemos advertir que los demás somos responsables de facilitar al otro los recursos necesarios para poder optar a sus propias decisiones. Por otro lado, no podemos perder de vista la importancia de educar en una libertad solidaria, de tal modo que se una claramente el desarrollo individual y social de cada persona.

Como totalidad unitaria, ya que nada específico del ser humano, ni de su comportamiento, está fuera de la mediación de su inteligencia, de su libertad. Todo está mediatizado por su humanidad, por su identidad. Todo en él está perfectamente interrelacionado, configurando una unidad psicofísica que le proporciona una identidad. Cada una de las dimensiones de todo ser humano está interrelacionada con las demás, configurando una unidad que da sentido a todas sus actividades, a la vez que explica el qué, el para qué y el por qué de cada acción de cada sujeto determinado.

Requiere un sentido, ya que cualquier acción del hombre surge a partir de un por qué y un para qué, necesita entender y valorar las cosas para emprender cualquier actuación y dar significado a lo que le rodea. Todo individuo actúa conforme a un motivo, necesita dar valor a aquello por lo que vive y plantear una meta como objetivo de su conducta. Todos necesitamos conocer qué y quién queremos llegar a ser, para dotar de sentido a todas nuestras decisiones y acciones.

Es un ser trascendente, en el sentido de que es capaz de salir de sí mismo, de preocuparse en realizar su existencia y buscar el sentido de la misma; busca lo que tiene validez última, quiere captar el sentido del ser y del valor; la razón originaria de sí mismo y de todo lo demás. Capaz de comprender al otro, de ponerse en su lugar, de descifrar la realidad fuera de sí mismo. En él siempre estará presente lo trascendental y lo contingente, lo universal y lo individual, y como tal obrará.

Image

En suma, todo ser humano necesita ayuda de otros para extraer todas sus posibilidades, ya que por sí mismo no es capaz de desarrollarlas. Necesita de esa ayuda inicial, en primer lugar, para aprender a satisfacer sus necesidades y, en un segundo paso, reclamamos esa ayuda para conocer las claves para interpretar el mundo que nos rodea, para transmitir los elementos esenciales de la sociedad a la que pertenecemos y de su cultura, lo que le ayudará a responder e interpretar los escenarios en los que vive, desarrollando, así, su propio proceso de convertirse en persona.

Educabilidad vs. educatividad

Todos estos aspectos que posibilitan y exigen la educación se traducen en dos categorías propias de todo ser humano: la educabilidad y la educatividad presentes en todo individuo, conceptos esenciales en toda acción educativa.

Educabilidad, o la capacidad de todo individuo para recibir influencias y reaccionar ante ellas, construyendo a partir de éstas su propio bagaje cultural, su propio comportamiento y su identidad. Es la que posibilita la capacidad de aprendizaje de todo hombre. La caracterización fisiológica de todo ser humano es la que dispone, en un primer término, para el aprendizaje, que junto a las interrelaciones que éste establezca y al contexto en el que actúe, presentará un determinado desarrollo y proceso de optimización. Así, la educabilidad nos abre la posibilidad de ser capaces de aprender, de desarrollar y recorrer con garantía de éxito un proceso formativo. Y no debemos tampoco obviar que cualquier disfunción o discapacidad, propia o sobrevenida durante el desarrollo será, sin duda, una merma a esas posibilidades.

Como categoría paralela, y necesaria, se presenta la educatividad, que se refiere a la capacidad que posee todo individuo de influir en otro/s. Cualquier animal es capaz de enseñar diferentes destrezas, habilidades… a otro de su misma especie, con el fin de adiestrarle en la solución de distintas situaciones a las que se enfrenta su especie. En el ser humano esta capacidad se hace aún más necesaria ante el inacabamiento propio de los humanos, ya que sin esa ayuda de otro/s, ningún ser, especialmente en la infancia, lograría sobrevivir e ir conformando su propia identidad.

Por otro lado, esta capacidad muestra también la importancia de la transmisión de todo el bagaje cultural, que hace que podamos comenzar nuestras acciones basándonos en las aportaciones de los otros que nos han antecedido o que sencillamente saben más que nosotros, logrando así un auténtico progreso de la humanidad.

Image

Si atendemos a los actores de una acción educativa, la educabilidad será lo que caracterice al educando, al actor de esa acción educativa, mientras que la educatividad define la figura del educador, del agente de esa acción, entendiendo que esta categoría puede estar representada en un individuo, una institución, un espacio, un recurso, etc., que ejerce una influencia educadora sobre otro/s, independientemente de la intencionalidad expresa que manifieste.

El hombre como ser inacabado

De todo lo expuesto hasta este punto se concluye que un rasgo clave del ser humano es su inacabamiento, es decir, su plasticidad y su inmadurez biopsíquica. Esta disposición que para muchos significó, como hemos visto, la debilidad del ser humano, es la que fundamenta su grandeza: su capacidad de aprendizaje. Nacemos con disposiciones, con aptitudes, con posibilidades siempre abiertas al desarrollo. Sin duda, éstas están, en un primer momento, en total dependencia del mundo adulto, iniciándose, poco a poco, sobre la base de la propia maduración biológica, nuestra disposición para aprender.

El ser humano es el animal que más prolonga su infancia, y a mayor complejidad social mayor prolongación de la dependencia de los adultos, ya que debemos aprender mayor número de conductas válidas para la integración en esa sociedad. Ésta es la clave que fundamenta radicalmente la necesidad y la posibilidad de la educación, es decir, la exigencia de toda acción educativa apoyada en nuestro inacabamiento, inmadurez y plásticidad. Esta dicotomía es la que justifica el derecho de toda persona a la educación.

Image

También debemos ser conscientes de que precisamente este inacabamiento hace al hombre totalmente vulnerable y dependiente de los demás. Sin duda, son muchas las influencias, a menudo, contradictorias, a las que estará expuesto y entre todas ellas elige y construye su propio futuro. Sin duda, no es lo mismo tener unas oportunidades u otras, vivir en un entorno u otro. Todo ello determina nuestras propias elecciones o, incluso, la posibilidad de optar a ellas. Sin duda, estamos ante una interacción muy compleja entre sus disposiciones iniciales y las influencias del ambiente, que va a llevarle por un determinado camino. La intervención de los adultos, sobre todo de los que están más próximos, siempre será una influencia determinante en lo que cada uno quiera y pueda llegar a ser (Delval, 1994).

Insistimos en que no se debe olvidar que cada uno llegará a ser lo que él quiera ser, se dirigirá por un ideal de conducta, por la idea que tenga de sí mismo y de lo que quiere ser. Y, aún más, el hombre es el ser que debe responder de sí mismo, responsable de su propia vida, en lo que radica toda la fuerza de la libertad. Así el inacabamiento humano, destaca Sacristán (1982), pone al hombre frente a un futuro abierto de posibilidades y le hace responsable de su elección.

En este sentido, la vida es una tarea, es un proyecto que nadie puede eludir sin dañarse a sí mismo y en ella, la educación es la que le va a ofrecer la posibilidad de convertirse en lo que quiere ser. Es un acontecimiento personal de plenitud, resultado de la propia acción humana, en la que cada uno va haciéndose, va eligiéndose entre muchos posibles sí mismos. Es decir, como persona inacabada que cada uno es, el hombre:

Tiene su vida por resolver.

Depende de los demás para salir adelante y para configurar su personalidad.

Decide y actúa, sabiendo que ninguna acción resulta indiferente, repercute tanto en sí mismo como en los demás, al no existir acciones neutrales.

Se desarrolla dependiendo de la idea que posea de sí mismo y del fin que se proponga.

No está determinado a nada ni por nada, aunque sí son relevantes y decisivos los condicionantes que le rodean.

Tenemos la posibilidad de un proceso abierto que no termina nunca y en el que siempre podemos cambiar.

El hombre siempre puede cambiar, evolucionar, independientemente del estadio evolutivo en que se encuentre, de sus aprendizajes anteriores, de sus experiencias…, nunca será un ser definitivo, por lo que la tarea de hacerse será una tarea permanente a lo largo de la vida que empuja irremediablemente a la acción educativa y exige la intervención dirigida al desarrollo de cada una de nuestras capacidades, quehacer que legitima, sin duda, la ayuda, la intervención y la dirección de otros.

2. EL CONCEPTO DE EDUCACIÓN

El término «educación»

Si a cualquiera de nosotros nos preguntaran qué es educación, seguro que responderíamos que es una conducta ajustada a unos cánones y patrones establecidos por una comunidad determinada. Saber actuar de acuerdo a unos patrones culturales establecidos. Para todos la educación es un fenómeno familiar en la existencia de toda persona, por cuanto la educación está presente, de una u otra forma, en el desarrollo individual y social, en cuanto factor dinamizador de la construcción de la conducta y personalidad humana. Sin duda, toda persona «es» su propia educación (Medina Rubio, 2001a).

El uso coloquial identifica educación más como un resultado que se manifiesta en conductas externas fácilmente identificables, que como acción interna de cada sujeto consigo mismo. También se suele identificar con las enseñanzas recibidas en la familia y, de forma especial, en la escuela: para muchos una persona educada es aquella que ha tenido la posibilidad de «pasar» por una institución educativa. Aunque también somos conscientes de que educación no se ciñe únicamente a estas conductas externas, por lo que admitimos, finalmente, la complejidad para definir y acotar este término.

Ahora bien, debemos aportar una clarificación sistemática de este término, para lo que recurrimos a dos modos de proceder para acercarnos a su significado real, y poder, así, definir con mayor objetividad qué es educación. Nos referimos, en concreto, al estudio de:

a) La etimología de este vocablo.

b) Las diferentes definiciones que se han dado sobre educación.